Sexto Mandamiento | No cometerás actos impuros

Hay dos actitudes erróneas hacia el sexo. Las dos bastante comunes. Una es la del moderno hedonista, de aquel cuya máxima aspiración es la vida del placer. El hedonista ve la capacidad sexual como una posesión personal, de la que no hay que rendir cuentas nadie.

Para él (o ella), el propósito de los órganos genitales es su personal satisfacción y su gratificación física, y nada más.

Esta actitud es la del soltero calavera o de la soltera de fácil «ligue» que tienen amoríos, pero jamás amor. Es también una actitud que se encuentra con facilidad entre las parejas separadas o divorciadas, siempre en busca de nuevos mundos de placer que conquistar.

La otra actitud errónea es la del pacato, que piensa que todo lo sexual es bajo y feo, un mal necesario con que la raza humana está manchada.

La postura intermedia es la acertada: el sexo no es malo, pues lo ha hecho Dios; pero hay que usarlo según la ley de Dios.

En el sexto mandamiento se nos pide que seamos puros y castos en palabras y obras; y tratemos con respeto todo lo relacionado con la sexualidad. Usamos la palabra sexualidad en su sentido corriente, aunque de suyo es más extensa que «genitalidad».

El valor de la castidad

La castidad consiste en el dominio de sí, en la capacidad de orientar el instinto sexual al servicio del amor y de integrarlo en el desarrollo de la persona. La castidad cristiana supone superación del propio egoísmo, capacidad de sacrificio por el bien de los demás, nobleza y lealtad en el servicio y en el amor .

La castidad es el gran éxito de los jóvenes antes del matrimonio. Es, además, la mejor forma de comprender y, sobre todo, de valorar el amor. No es una negación de la sexualidad, sino la mejor de las preparaciones para la vida conyugal. Porque es un entrenamiento en la generosidad, en el deber y en el dominio de sí mismo, cualidades tan importantes para el ejercicio de la sexualidad humana.

En los jóvenes, la castidad entrena y forma la personalidad. Supone un esfuerzo que va dotando a la persona de solidez en la voluntad y de una sensación de posesión y dominio de sí mismo, que, a su vez, es fuente de profunda paz y alegría. Los jóvenes castos, normalmente, son más constantes en el trabajo y en el estudio, tienen más ilusiones, son más idealistas.

La pureza es una virtud eminentemente positiva y constructiva que templa el carácter y lo fortalece.

Produce paz, equilibrio de espíritu, armonía interior. Purifica el amor y lo eleva; es causa de alegría, de energía física y moral; de mayor rendimiento en el deporte y en el estudio, y prepara para el amor conyugal.

El Papa Juan Pablo II dijo a los jóvenes en Lourdes el 15 de agosto de 1983: «Los que os hablan de un amor espontáneo y fácil os engañan. El amor según Cristo es un camino difícil y exigente.

El ser lo que Dios quiere, exige un paciente esfuerzo, una lucha contra nosotros mismos. Hay que llamar por su nombre al bien y al mal». También Juan Pablo II dijo a los miles de jóvenes reunidos en Rímini (Italia) en agosto de 1985: «Quieres encerrarte en el círculo de tus instintos? En el hombre, a diferencia de los animales, el instinto no tiene derecho a tener la última palabra».

Los jóvenes reciben de la oración fuego y entusiasmo para vivir con pureza y realizar su vocación humana y cristiana con un sereno dominio de sí y con una donación generosa a los demás .

Lo que es imposible es guardar la pureza de cuerpo sin guardarla también de corazón y de pensamiento. Si no vigilas tu imaginación y tus pensamientos, es imposible que guardes castidad.

El apetito sexual es sobre todo psíquico. Si no se arrancan las raíces de la imaginación es imposible contener las consecuencias en la carne.

Por eso es necesario saber dominar la imaginación y los deseos. El apetito sexual aumenta según la atención que se le preste. Como los perros que ladran cuando se les mira, y se callan si no se les hace caso.

Dice el gran moralista belga José Creusen: «La impureza, sin ser el más grave de los pecados, es el más frecuente de los pecados graves.

La castidad, sin ser la más perfecta de las virtudes, es una de las más necesarias. (…). En materia de castidad lo más fácil es el dominio completo. Andar a medias es muy peligroso»(864).

Muchos quieren liberarse de la moral católica que consideran represiva, y lo que hacen es caer en la esclavitud del pecado que degrada al hombre. El yugo de Cristo es suave y ligero, si se lleva con amor y voluntad corredentora.

La pureza no puede guardarse sin la mortificación de los sentidos.

Quien no quiere renunciar a los incentivos de la sensual vida moderna, que exaltan la concupiscencia, es natural que sea víctima de tentaciones perturbadoras, y que la caída sea inevitable. La pureza no se puede guardar a medias.

Con nuestras solas fuerzas, tampoco; pero con el auxilio de Dios, sí.

Quien -con la ayuda de Dios- se decide a luchar con todas sus fuerzas, vence seguro. No es que muera la inclinación, sino que será gobernada por las riendas de la razón.

En la vida hay que entrenarse. Entrenarse es hacer un esfuerzo cuando no hace falta, para saber esforzarse cuando haga falta. El que no sabe decir no cuando pudiera decir sí, no sabrá decir no cuando tenga que decir no. El que no sabe privarse de lo lícito por ensayo, no sabrá privarse de lo ilícito cuando sea necesario.

La explotación de la sexualidad por sí misma y sobre todo, con el único fin de conseguir la satisfacción sexual, es funesta, tanto para la vida individual como colectiva.

Aunque los pornócratas, para defender su negocio, dicen que la virginidad ha dejado de ser virtud, y nos presentan la homosexualidad y la masturbación como cosas naturales, por encima de todas las palabras de los hombres está la ley de Dios que nos señala lo que es bueno y lo que es malo.

Hoy se oyen con frecuencia palabras de menosprecio hacia la virginidad. Generalmente provienen de personas que la han perdido.

Como en el cuento de la zorra y las uvas, es natural menospreciar lo que uno no es capaz de conseguir. Pero las joyas no pierden valor porque haya personas que son incapaces de apreciarlas.

Ha escrito el P. Lebrato, dominico: «Si hubiéramos de responder ateniéndonos a duros hechos externos que definen masivamente nuestra sociedad, tal vez hubiéramos de concluir que, a juicio de muchos, la castidad, hoy, es todo lo contrario de un valor: es un antivalor que hay que arrumbar para siempre. Si fue un valor, hoy es un lastre.

Pero si la respuesta la damos analizando la naturaleza misma de la castidad, contrastada con el concepto filosófico del valor para el hombre, entonces hay que concluir que la castidad es un valor, un valor por sí mismo, primario y absoluto por su bondad intrínseca y por la conveniencia esencial con la naturaleza humana.

Acaso todo depende del concepto que tengamos de castidad. Si la entendemos como una represión, una mutilación, un comportamiento negativo, una actitud desnaturalizante, entonces no es ni puede ser un valor. Qué es entonces la castidad? Sencillamente, la castidad es el ordenamiento de la potencialidad sexual del hombre en consonancia con su condición específica de persona racional, inteligente y autodeterminativa…

Ser un esclavo de los instintos en el campo sexual, le convierte en animal, lo desnaturaliza de su condición de persona libre y de su condición de sujeto autodeterminativo. Usar mal de la capacidad sexual, es una traición a la sexualidad humana. Al ser la castidad la recta ordenación de las fuerzas sexuales y de la afectividad en el hombre en consonancia con los fines específicos de la sexualidad y con la condición integral de la persona como ser inteligente y dueño de sus instintos, no cabe duda que la castidad perfecciona al hombre en su misma condición de hombre. Una perfección en lo esencial siempre es un bien. El bien, en sus múltiples formas, es un valor.

Una joven de 16 años dice:

Con la castidad yo pienso que aprendemos a respetarnos a nosotros mismos y a no hacernos animales. Los animales lo hacen todo por instinto. Si nosotros no tuviéramos un principio regulador, un medio para dominar nuestros instintos nos haríamos como ellos. Es bonito que aprendamos a valorar algo que nosotros tenemos y ellos no tienen. Es una satisfacción disfrutar de algo adquirido por tu propio esfuerzo, por tu decisión, por tu voluntad. Con la castidad voluntaria yo me hago superior a los animales. Esto creo que tiene su belleza y su valor…

– Te es fácil vivir la castidad a los dieciséis años?

-En principio, me cuesta, como creo que les cuesta a los demás. Pero debo confesar que a mí me es fácil vivirla.

– ¿Por qué te es fácil?

-En primer lugar, me doy cuenta de que no merece la pena perder la castidad por el placer sexual de un momento. Pero acaso me cueste poco por la educación que he recibido desde mi infancia…

– ¿Encuentras valores en la castidad?

-El saber que nuestro cuerpo tiene un destino superior al de dejarlo aquí en la tierra. Los planes de Dios sobre los hombres nos hablan de una glorificación de nuestro cuerpo en la vida futura. Aparte de la glorificación corporal donada por Dios, tiene que ser también un don de este cuerpo, el haber sabido conservarlo íntegro, inmaculado, como Él nos lo dio.

Y una joven madre soltera contesta:

-En realidad, no ha sido la castidad mi fuerte. Para mí prácticamente no ha existido. No he sido casta. Pero hoy, que me he dado cuenta, la considero maravillosa. Para mí la castidad no ha entrado en mi vida por el hecho de haberme apartado de Dios. Hoy creo que la encontré y la veo fenomenal.

– ¿Te atreverías a decirme por qué no has sido casta?

-Sí. No he sido casta por el hecho de no pensar, por vivir al margen de todo. Tal vez por comodidad, por dejadez. Te dejas llevar por cualquier impulso.

– Cuándo diste el cambio?

– Al mes de dar a luz tuve la oportunidad de estar sola, pensar mucho, y me di cuenta de que había algo más que todo aquello que había vivido. Y vi claro que aquel Dios que mis padres y mi colegio me habían enseñado, existía realmente y era algo verdadero… Si amo ahora la castidad es porque le amo a Él… Dios importa mucho para mi vida.

– ¿Qué otros valores crees que tiene la castidad?

– Creo que hay otros valores. Antes, que no era casta, que me dejaba llevar por los impulsos, no era libre. En cambio, ahora que tiendo más a ser casta, me siento más libre, me he liberado de mis impulsos. Al dejar esos impulsos a un lado, el mismo cuerpo gana serenidad, dominio, salud, belleza.

Y hasta dignidad, porque el cuerpo no debe ser sólo un instrumento del placer, sino un medio de realizarse en la vida cumpliendo una misión»(865).

Por otra parte, la castidad es fácil de guardar, si se busca el auxilio de la gracia de Dios, y se fortifica el alma con los sacramentos de la confesión y la comunión.

El mejor consejo que se puede dar al que ha empezado a rodar por la pendiente del vicio es comunión frecuente y confesión con un Director Espiritual fijo. Es un remedio seguro para corregirse y salir del pecado. No hay pecador que resista. El sacramento de la confesión, además de ser un remedio curativo, es un remedio preventivo. La Comunión y la Dirección Espiritual dan fuerza y luz para obrar con eficacia.

Dice Charboneau:«Se puede, por tanto, hablar, y hay que hacerlo, de un imperativo de la pureza que se impone a los novios, no como una coacción penosa cuya única finalidad sería crearles molestias, sino como una fuerza interior que vivifica el amor elevándolo y manteniéndolo en un plano superior. Esta pureza pretende estar libre de todo desprecio hacia el cuerpo y se basa, al contrario, sobre el respeto soberano a la carne, a la que restituye su equilibrio, eliminando los elementos de defección que son un peligro para ella. En cuanto al amor mismo, lo consolida; y prepara así la felicidad de que gozará la pareja cuando se halle ligada por la vida común».

Manuel Viera escribe: «El que la castidad prematrimonial sea perjudicial a la salud es ya un mito descartado hace tiempo por la ciencia médica y la psicología, y algo en que sólo tratan de creer los que buscan una excusa para no ser castos.

Para Freud toda neurosis era de origen sexual. Hoy sus mismos discípulos no sostienen esta doctrina. Adler afirma: «No siendo verdad que la libido reprimida sea causa de la neurosis, el dar salida al instinto sexual no cura por sí mismo esta neurosis». La castidad educa la voluntad por el vencimiento que supone. Una educación que no exige esfuerzos, conduce a la anarquía, no forma adultos sino desequilibrados, sin aptitud para hacer frente a las dificultades de la vida. El vencimiento propio es indispensable para la formación del ser humano. Decir que los impulsos sexuales son irresistibles no es científico. La biología moderna declara que los reflejos genitales pueden dominarse con el ejercicio de la voluntad. El poder del espíritu sobre el cuerpo, de lo psíquico sobre lo físico es muy grande. Esto lo confirma la psicología actual»(866).

Dice Robinson: «La castidad protege vuestro futuro amor. Los jóvenes que han sabido estar a la altura de su deber son los que sabrán después estar a la altura de su amor. El amor conyugal, les va a exigir entrega, generosidad y sacrificio, y ellos ya traen un buen entrenamiento en todo esto. Además, el mejor regalo que podréis haceros unos esposos es el de un cuerpo y un alma íntegros.

La castidad juvenil es un esfuerzo. Pero es un esfuerzo que lleva consigo una recompensa inmensa.

Un esfuerzo que va reforzando y madurando tu personalidad. Es un esfuerzo que lleva consigo una profunda alegría. Un esfuerzo que comprenden y practican los que saben qué es el amor».

Los jóvenes reciben de la oración fuerza y entusiasmo para vivir con pureza y realizar su vocación humana y cristiana con un sereno dominio de sí y con una donación generosa a los demás.

El mundo se ríe de la pureza y de la castidad, como si se tratara de cosas trasnochadas y pasadas de moda. El mundo dice: «Hay que darse el máximo de satisfacciones en la vida».

Pero Cristo dice: «Véncete a ti mismo, toma tu cruz, procura entrar por la puerta estrecha»(867).

El mundo dice: «Hay que liberarse de viejos tabúes!».

Pero Cristo dijo: «Bienaventurados los limpios de corazón»(868).

El mundo dice: «El amor no es pecado. Lo que se hace por amor es bueno».

Pero la Biblia limita las relaciones sexuales al matrimonio: «Absteneos de la fornicación»(869). «Dios juzgará a los fornicarios y a los adúlteros»(870).

El pudor

El pudor es un mecanismo de defensa, propio de la castidad, que protege instintivamente la intimidad sexual con la vergüenza. Es un muro protector de la pureza.

Pudor no es miedo al cuerpo desnudo, sino respeto a él. No es casto el que trata de ignorar lo sexual, sino el que sabe mirarlo con ojos limpios.

El pudor distingue al hombre de los animales.

El pudor ayuda a evitar eficazmente excesos y peligros morales de todo tipo en materia sexual.

Además, evita aquellos aspectos de vulgaridad, chabacanería y desorden que acompañan a ciertas expresiones sexuales.

Alfonso López Quintás, en su libro «El amor humano» escribe: «El pudor no indica gazmoñería, apego irracional a costumbres pacatas.

Supone respeto a lo más personal del hombre. Protegerse de la mirada ajena, no indica ñoñería sino salvaguardar su sexo del uso posesivo de los demás. Palpar algo es, en cierta medida, un acto de posesión. Ver es como tocar a distancia. Ofrecer a la mirada ajena las partes íntimas del cuerpo supone dejarse poseer en lo que tiene uno de más íntimo.

Toda exhibición sugiere un acto de entrega. Hacerlo en público se asemeja a la prostitución»(871).

Dice el psicopedadogo Bernabé Tierno:

«La educación del pudor sólo es posible allí donde imperan ideas nobles y sentimientos limpios.

El pudor sólo es sentido por quien todavía es sensible a las amenazas que sufre la virtud. En medio de un ambiente que apenas distingue la línea divisoria entre lo que es bueno y lo que es malo, hay que devolver a los jóvenes el sentido de dignidad personal, y a la opinión pública una mayor sensibilidad. Pero no podemos cometer el error pedagógico de atribuir a toda realidad sexual una sensación de vileza o un sentimiento de vergüenza que se identifica muchas veces con el pudor.

Los educadores hemos de poner el acento, no sobre la educación sexual, sino sobre la educación de la persona. No educamos la sexualidad del muchacho; es él el verdadero artífice de su educación como persona, que, en consecuencia, se expresa también en sus comportamientos sexuales. Lo que debe ser educado, no es la sexualidad, sino la persona.

La actitud egocéntrica de la persona hace neuróticamente compulsiva, especialmente en la adolescencia, la necesidad de autoafirmación que se manifiesta claramente en el sector de la sexualidad. La compulsión se hace tanto más fuerte cuanto más se convence el joven de su falta de valía, lo que le hace aferrarse al sexo como único medio de autoafirmación…

Está claro que una atmósfera cargada de hedonismo sexual que se nos cuela de rondón en casa a través de la «ventana televisiva», envuelve al joven por doquier, y no contribuye lo más mínimo a una higiene mental que favorezca el dominio normal sobre los propios impulsos.

La trivialización de la sexualidad conduce a la desvalorización de las relaciones heterosexuales, cada vez más frecuentes y precoces. En el fondo es la desvalorización misma de la persona del «otro» que queda reducida a la condición de simple instrumento al servicio del placer…

La apología que ciertos medios de comunicación hacen de aberrantes conductas sexuales contribuye a deformar el concepto y la naturaleza de los papeles sexuales con los que deben identificarse los jóvenes»(872).

Esforcémonos por ver todo lo que tiene el vicio de repugnante y abominable. Esto nos ayudará a amar la castidad. Todo lo que tiene ella de grande y de noble, de dominio propio y de respeto, lo tiene el vicio impuro de bajo y despreciable.

La persona impura es una persona sin voluntad. La razón, que debería ser la señora, se vuelve esclava de los instintos animales; el hábito vicioso se convierte en el peor de los tiranos, exige cada vez más y vuelve a la persona egoísta, con un egoísmo de la peor especie: la persona impura lo sacrifica todo para satisfacer su propia pasión. El vicio impuro quita a la persona la tranquilidad de conciencia, la alegría, la libertad, la fe, la esperanza, el verdadero amor, la honra, la fortuna, la salud y, en fin, la gloria del cielo.

No es raro que a la persona que se deja dominar del vicio impuro le sobrevenga, antes o después, la dureza de corazón, la pérdida de la fe, y al fin la condenación eterna.

Hay que tener en cuenta que los pecados contra la pureza no son los únicos, ni los más graves. No podemos olvidarnos que el buen cristiano, además de la virtud de la pureza, debe tener la de la justicia y la caridad. Hay entre nosotros demasiada ambición, avaricia, egoísmo, soberbia, odio, envidia, ruindad de corazón y falta de honradez profesional.

Los fieles tienen derecho a ser informados fielmente en la doctrina católica.

El 7 de enero de 1987 la Comisión Episcopal Española para la Doctrina de la Fe, publicó un documento donde dice: «A quienes elaboran materiales catequéticos, de enseñanza religiosa o de divulgación teológica, les pedimos que pongan un empeño especial en transmitir con fidelidad e integridad la enseñanza de la Iglesia sobre estos temas. A los fieles cristianos les asiste el derecho a que no sean difundidas, con ligereza y arbitrariedad, doctrinas parciales o hipótesis relacionadas con la moral, y en concreto con la moral sexual, sin que previamente hayan sido sometidas al estudio y al parecer de la comunidad teológica y, en última instancia, al discernimiento de los pastores (n 18)… El fin de las normas objetivas morales no es la represión de la sexualidad, sino proteger y favorecer que el dinamismo profundo de la sexualidad llegue a su plenitud y sentido (n 15)».

El autodominio

No te impresiones con los que confunden la virilidad con la bestialidad. El valor del hombre se mide por el carácter y la fuerza de voluntad; pero no por el instinto sexual, como los sementales de una ganadería.

El célebre doctor español, D. Gregorio Marañón , especialista en estas cuestiones, habla de «la necesidad de decir a los jóvenes, y de que sean los médicos y no los curas los que se lo digan, que la castidad no sólo no es perjudicial a la salud, sino un ahorro de la vitalidad futura; y que la condición de hombre no se mide por el garbo con que se ejecuta el acto sexual. Por el contrario, si hay una virtud específica de esa condición de hombre, es la virtud de la renunciación»(813).

El autodominio, la fuerza de voluntad, el saber dominarse, es lo característico del hombre.

El no dominarse es lo característico del animal. El animal sigue invariablemente el más fuerte de los estímulos que atraen su instinto.

El hombre puede dominar su instinto con la voluntad. El que hace sólo lo que le apetece, obra como un animal. El que hace lo que debe hacer, le apetezca o no, obra como un hombre. Cuanto más hombre, más se domina. Cuanto menos se domina, más animal.

Por eso añade Alexis Carrel , Premio Nobel de Medicina, «los santos han sido hombres fuertemente sexuados»(814).

Es que hace falta mucha más virilidad para vencer el instinto que para dejarse llevar de él.

Añade el doctor Marañón que el mujeriego es un feminoide. Su afán de conquistar mujeres es para hacer alarde de su virilidad, por tener complejo de inferioridad varonil. Quiere compensar su autoconciencia de deficiente masculinidad con conquistas femeninas para demostrarse a sí mismo y a los demás que es de verdad un hombre. Por eso pierde interés por la mujer conquistada. Quiere nuevas conquistas, que supongan nuevos éxitos.

Y lo mismo le pasa a algunas mujeres que se ponen frívolas, coquetas, seductoras para autoconvencerse de que despiertan atractivo en los hombres, y cuando alguno, seducido, pretende entrar a fondo, ella le da un corte: «Te has creído que soy una cualquiera? Soy una mujer decente!», etc. etc. Le bastó autodemostrarse que es deseable. No pretendía llegar a más.

En ambos casos se utiliza a la otra persona para autoafirmarse uno mismo.

Es un disparate y una injuria a Dios decir que el hombre no puede dominar su pasión y que por lo tanto debe desahogarla cuando le apetezca. Si Dios nos manda reprimir la lujuria, es porque esto es posible; si no, Dios sería cruel al mandarnos un imposible. Dice San Agustín : «Dios no manda imposibles, sino que te manda que hagas lo que puedas y le pidas lo que no puedas, que Él te ayudará para que puedas»(815).

Pero además, importantes Congresos Internacionales de Medicina han manifestado que la castidad no sólo es posible, sino también muy buena para la salud. Algunos dicen que la masturbación y la libertad sexual son buenas. Pero esto sólo lo pueden decir aquellos para quienes el sexo es un producto de consumo, dada su concepción hedonista de la vida, totalmente al margen de la ley de Dios. Pero Dios no puede prohibir lo que es bueno ni mandar lo que es malo.

Por eso los psicólogos, en su mayor parte, afirman que el autodominio propio, motivado por un ideal, es beneficioso para la maduración de la persona humana. Nadie se pone enfermo por ser casto. En cambio son muchas las enfermedades producidas por la lujuria. La prueba es que ningún médico pone en su puerta una placa que diga: «Especialista en enfermedades de la castidad». En cambio muchos médicos tienen en su puerta una placa donde pone: «Especialista en enfermedades venéreas de transmisión sexual». Y es que no existen enfermedades causadas por la castidad.

Por eso dice el doctor Surbled : «Los males de la lujuria son conocidos, indiscutibles; mientras que los males de la castidad son supuestos e imaginarios. La prueba es que innumerables obras científicas y voluminosas se han consagrado a exponer los males de la lujuria; en cambio, jamás ha existido historiador para los males de la castidad».

Dice el Dr. Juan José López Ibor , Catedrático de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de Madrid, Académico de la Real Academia Nacional de Medicina y Presidente de la Federación Mundial de Psiquiatría:

«Después de treinta años de experiencia médica, le diré que no conozco ningún caso de neurosis cuya causa sea la represión sexual»(816).

Dice Kraff-Ebing en su libro «Psicopatología sexual»: «Muchos hombres, en cabal estado de salud y bien constituidos, pueden frenar sus propias pasiones sin resentirse lo más mínimo por esta continencia».

Lo que hay que hacer es aceptar la castidad voluntariamente y vivirla con naturalidad. La castidad voluntaria aceptada por un ideal no tiene nada de represión, sino de dominio propio. Y el dominio propio es necesario para la educación de la voluntad.

«Mi opinión personal, fruto de larga experiencia, es que de una continencia libremente aceptada ninguna consecuencia dañosa pueden temer los jóvenes. El deporte y un intenso ejercicio físico son los mejores derivativos»(Profesor A. Assamann).

En una reunión de médicos franceses celebrada en 1970, se dijo que «es falso que el ejercicio de la sexualidad sea indispensable para la salud y el equilibrio».

Lo que hace falta es que los mecanismos psicológicos funcionen con normalidad integrando armónicamente el instinto sexual en el conjunto de la persona.

Por lo tanto, eso de que el dominio de la sexualidad produce neuróticos es un bulo fomentado por los pornócratas que hacen negocio explotando el apetito sexual de la gente. La prueba es que miles y miles de hombres y mujeres que han consagrado a Dios su virginidad viven con inmensa paz, felicidad y salud de cuerpo y mente.

El hecho de que alguna vez se hayan dado neuróticos castos, no significa que la castidad sea causa de neurosis. También a un hombre casto le puede atropellar un automóvil, y no vamos a decir que la causa del atropello fue la castidad. Lo que no es bueno es estar excitando el instinto sexual con imaginaciones, deseos, tactos, etc., y después querer detener el proceso fisiológico. Detener una traca es difícil. Es más fácil no encenderla. Si desde el principio se ponen los medios para evitar esa tensión, el dominio del instinto sexual, puede ser una cosa natural que no presente problemas. Por eso la moral católica quiere que se alejen los peligros de excitación sexual.

Cuando hay dominio del instinto sexual sublimado por el ideal del servicio de Dios y de cumplir su voluntad en la finalidad del sexo, entonces, no sólo no hay nada perjudicial, sino un enriquecimiento de la persona humana.

La prueba está en el inmenso número de personas sanísimas física y psíquicamente que han guardado castidad conforme al ideal cristiano.

Una persona se realiza por el amor, pero no necesariamente por el amor sexual. El sacrificar la vertiente sexual del amor humano no tiene por qué resultar represivo cuando se sublima con la ilusión de vivir un gran ideal. Para realizarse como persona, no es el sexo lo más importante. La persona humana tiene valores espirituales, ideales e ilusiones muy superiores a las satisfacciones de tipo sexual.

Los pornócratas, que hacen los grandes negocios con la pornografía, han lanzado una campaña ridiculizando la moral católica, poniendo la etiqueta peyorativa de reprimido a todo el que domina su apetito sexual. Pero los médicos recomiendan el dominio de la sexualidad.

En el II Congreso General de la Conferencia Internacional de Profilaxis Sanitaria, celebrada en Bruselas, los ciento dos miembros médicos especializados en esta materia, llegados de todo el mundo, votaron unánimemente la siguiente declaración: «Debemos, sobre todo, enseñar a la juventud masculina que la castidad y la continencia no sólo no son perjudiciales, sino que estas virtudes son las más recomendables desde el punto de vista puramente médico».

Por consiguiente, hay que considerar errónea la opinión bastante difundida entre los profanos, y a veces entre los médicos, según la cual la falta de ejercicio de la actividad sexual llevaría a una gradual debilitación de la capacidad generativa. Aun desde el punto de vista neuropsíquico la continencia sexual no provoca daño alguno en el sujeto sano, especialmente si deriva de una orientación ideológica que se traduce en la práctica con la castidad de la vida y del pensamiento.

En el hombre que guarda castidad, las hormonas de esas secreciones glandulares son reabsorbidas por el organismo, para el cual son altamente beneficiosas. Y cuando el organismo no las necesita salen al exterior, de una manera natural y fisiológica, libre de todo pecado, en los derrames nocturnos de semen producidos durante sueños más o menos eróticos, pero que nunca son pecado, pues son involuntarios. Lo que ocurre soñando nunca es pecado. Estos derrames nocturnos periódicos no tienen nada de malo, son como una válvula de escape que aparece cuando el cuerpo lo necesita, y es normal entre los hombres que viven en continencia de modo habitual o temporal.

Quien se despierta en una eyaculación nocturna, no tiene que hacer esfuerzos por reprimir lo que es un simple acto fisiológico . Lo mejor es desentenderse, en lo posible, de tal fenómeno. Si tú no aceptas voluntariamente ese deleite, no hay pecado alguno.

Los solteros no pueden engendrar hijos, pues éstos necesitan un hogar familiar para su educación.

Por eso las relaciones sexuales prematrimoniales están prohibidas por Dios. Dice Armando Palacio Valdés que cuando el corazón quiere una cosa, el entendimiento inventa una teoría.

Cuando nos apetece una cosa, es fácil encontrar razones para justificarla. Pero frente a todas las razones de los que quieren justificar las relaciones sexuales prematrimoniales, está la palabra de Dios en la Biblia que dice:

«El cuerpo no es para la fornicación»(817).

«Huid de la fornicación»(818).

«Absteneos de la fornicación»(819).

«Esta es la voluntad de Dios, que os abstengáis de la fornicación»(820).

«Los fornicarios no entrarán en el reino de los cielos»(821).

«Dios condenará a los fornicarios y a los adúlteros»(822).

«Los fornicarios se irán al infierno»(823).

La fornicación es la unión carnal entre un hombre y una mujer fuera del matrimonio.

La vida consagrada

Hay almas a quienes Dios da el deseo de renunciar al matrimonio y consagrarse totalmente a Él.

Si eres de éstas te felicito. Y te aseguro que no hay en la vida mayor felicidad que la de estar consagrado a Dios y sentirse colaborador con Él en su obra redentora, haciendo que fructifique en las almas la sangre que por ellas derramó.

El hombre necesita vivir por algo que merezca la pena. Necesita darle sentido a su vida. Necesita un ideal. El vivir sin ideal es señal de inmadurez humana. Vivir consagrado a Dios es el supremo de los ideales.

La vida consagrada a Dios, con vocación, es una felicidad. Se vive con ilusión, con ideal. Pero sin vocación de Dios no hay quien la aguante.

Y por supuesto hay que vivirla en comunidades donde haya buen espíritu, que también puede haber conventos relajados.

El estado religioso es el camino de la perfección. Hoy hay en la Iglesia Católica un millón quinientas mil personas consagradas a Dios.

Las obligaciones se concretan principalmente en los tres santos votos de pobreza voluntaria, castidad perfecta y obediencia completa.

Renunciar, por lo tanto, a las bodas terrenas y obligarse a vivir para Dios tendiendo a la perfección.

Hago mías estas palabras: «Soy sacerdote. Nunca me he arrepentido de esta vocación que Dios me dio. Y mil veces que naciera, mil veces la seguiría de nuevo. No creas que todo me ha ido bien. No creas que todo me ha resultado fácil. Pero todo lo ha superado su llamada. Un pensamiento tengo siempre clavado, y él decidió mi vocación: hacer algo aquí abajo que valiera la pena de veras. Sé que se pueden hacer muchas cosas que valgan la pena. Pero pensé que ésta valía más que ninguna. Y no me he arrepentido»(786).

Los Santos Padres llamaron al estado religioso: la flor más bella, la perla más preciosa, el más rico ornamento de la lglesia. Santa María Magdalena de Pazzis dice que es la gracia más grande que Dios puede hacer a un alma.

El estado de virginidad perpetua y voluntaria, hace que las personas religiosas vivan en la Tierra como los ángeles del cielo. Ellas serán las que llevarán escrito sobre la frente el nombre de Dios, cantarán un cántico nuevo y seguirán al Cordero por donde quiera que vaya, como dice el Apocalipsis.

Hay muchas Ordenes y Congregaciones entre las que puedes elegir aquella que más se acomode a tus inclinaciones e ideales. El campo en el que puedes desarrollar tu vocación puede abarcar: Misiones, Hospitales, Asilos, Colegios, Obras sociales en favor de jóvenes, Casas de Ejercicios, reeducación de juventud, apostolado entre oficinistas, obreros…Si te entusiasma la vida de oración y penitencia, tienes, por ejemplo, las órdenes de Carmelitas, Franciscanos, Capuchinos, Salesianos, Claretianos, etc., en las dos ramas femenina y masculina.

También puedes consagrarte en alguno de los Institutos Seculares con que hoy cuenta la Iglesia con sus múltiples formas de apostolado.

Si estás indeciso y no sabes qué escoger, quizás pueda ayudarte el libro «Orientación Vocacional» del P.Carrascal, S.I., donde se dan a conocer los elementos de la vocación y las características de ciento setenta Institutos Religiosos de hombres y mujeres(787).

Si sientes la voz de Dios para consagrarle a Él tu vida, no lo comentes a la ligera con cualquiera.

Consúltalo con un sacerdote piadoso y prudente que te aconsejará lo que sea mejor para ti.

Cuestionario para estudiar la vocación:

1.- ¿Se te ha ocurrido alguna vez consagrar tu vida por completo a Dios?

2.- ¿Este deseo, ha sido por motivos sobrenaturales, como el amor y el servicio de Cristo, el bien de las almas y tu propia santificación?

3.- ¿Aunque la realización de este ideal suponga renuncias y sacrificios, crees que, con la ayuda de Dios, serías capaz de ello?

4.- ¿Te ilusiona consagrar tu vida al mayor ideal que se puede vivir en este mundo?

5.- ¿En la hora de la muerte, cómo te gustaría haber vivido? Hablando de la vocación Juan Pablo II dice: «El deseo loable de acercarse a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, creyentes y no creyentes, pobres y ricos, puede llevar a la adopción de un estilo de vida secularizado o a una promoción de los valores humanos en sentido puramente horizontal.

Hoy hay quien habla de «vocación temporal» como si Dios retirara la llamada que hizo anteriormente.

La pretendida vocación temporal no es más que una coartada inventada para querer justificar lo injustificable. El que pone la mano en el arado y luego la retira no es digno de Dios. Otra cosa es que no hubiera habido llamada, que se hubiera padecido una equivocación.

La castidad hay que vivirla con elegancia espiritual, sin concesiones rateras y siempre peligrosas, sin compensaciones larvadas, sino con ilusión gozosa, con entrega, con amor…, sin crearse tontamente problemas. Pero sin olvidar que somos de barro y que el ambiente está cargado de erotismo y sensualidad, y nos puede inconscientemente intoxicar.

Jesucristo ha hecho de su Evangelio el elogio a la pobreza. Ésta debe ser afectiva y efectiva.

Afectiva: si hay ambición, no hay espíritu de pobreza. Efectiva: ésta depende de las circunstancias concretas en que Dios sitúe a cada cual.

El amor a la pobreza no está reñido con el sentido común.

Sería ridículo, por pobreza, querer prescindir hoy de la electricidad, porque Cristo no la usó.

El sentido de la obediencia es la imitación de Jesucristo que «se hizo obediente hasta morir en la cruz»(788).

Pero la obediencia debe ser responsable: Informando al superior y después aceptando su decisión como manifestación de la voluntad de Dios.

Concepción cristiana de la sexualidad

Un resumen de la concepción cristiana de la sexualidad podría ser:

a) Dios estableció la institución matrimonial como principio y fundamento de la familia y de la sociedad.

b) El sexto precepto del Decálogo -no fornicar- protege el amor humano y señala el camino moral para que el individuo coopere libremente en el plan de la creación, usando la capacidad de engendrar, que ha recibido de Dios, solamente dentro del matrimonio.

c) El sexo es un don de Dios abierto a la vida, al amor y a la fecundidad. Su ámbito natural y exclusivo es el matrimonio. Jesucristo elevó el matrimonio a la dignidad de sacramento.

d) La generación no es el resultado de una fuerza irracional, sino de una entrega libre y responsable -es decir, humana- de acuerdo con la dignidad natural de la persona creada por Dios.

e) Como los demás mandamientos, el sexto precepto del Decálogo está impreso en la naturaleza humana, es parte de la ley natural, y, por tanto, obliga a todos los hombres.

f) La virtud de la castidad consiste esencialmente en la ordenación de la función sexual al fin que Dios le ha señalado; por eso es una virtud positiva que se ha de vivir según las características de la vocación regida por Dios: virginidad o matrimonio.

g) Con frecuencia, la corrupción de las costumbres comienza por los pecados contra la castidad; se tiende a querer justificarlos, de modos diversos, a través de la deformación del juicio de la conciencia.

h) Por tratarse de una exigencia de la ley natural, todos los hombres reciben de Dios la ayuda necesaria para cumplir este precepto del Decálogo. Por otra parte se señala la necesidad de medios sobrenaturales que Dios no niega nunca a los creyentes que los imploran por medio de la oración».

Faltas graves

Son pecados graves contra el sexto mandamiento todas las acciones -hechas a solas o con otra persona- que tiendan a buscar el placer sexual completo fuera del uso lícito del matrimonio.

También es pecado ponerse voluntariamente, y sin razón que los justifique, a sí mismo o a otros, en peligro próximo de cometerlas.

El condescender con pensamientos, deseos o caricias íntimas apasionadas es pecaminoso, porque este tipo de actividad sexual tiene la finalidad natural de preparar los órganos generativos para la unión y producir el deseo de esta unión. Por tanto, las acciones directamente venéreas, es decir, aquellas que por su naturaleza están íntimamente relacionadas con el apetito sexual y tienen por finalidad única estimular o provocar la función generadora, son siempre deshonestas para los no casados.

Los actos indirectamente venéreos son lícitos con tal de que se den las circunstancias siguientes:

1) Que la intención del que los realiza no sea impura, es decir, que no se realicen con intención de excitar la propia pasión sexual.

2) Que no encierren un peligro próximo de pecado grave.

3) Que exista relativa razón suficiente, la cual no puede medirse matemáticamente sino teniendo en cuenta el carácter más o menos estimulante de la acción en cuestión, ya que cuanto más estimulante sea ésta, tanto más fuerte debe ser el motivo, porque habitualmente el peligro de pecar y la inseguridad crecen con la vehemencia de la pasión.

Teniendo en cuenta estos principios, podemos afirmar que dos personas que se aman y pretenden casarse pueden darse testimonio físico de su afecto con la seguridad razonable de dominar sus pasiones en el caso de que se exciten contra su voluntad.

Para dar una respuesta más concreta y satisfactoria hay que tener en cuenta la frecuencia de los actos, el temperamento de los interesados, sus vicios y virtudes, etc. De ahí la necesidad en este punto, como en tantos otros, de un director espiritual personal.

El adulterio es siempre pecado grave. Se comete, no solamente cuando una persona casada tiene relaciones sexuales con quien no es su consorte, sino también con cualquier otra acción que despierte el instinto sexual hacia tercera persona, y voluntariamente se consienta en el deseo pasional, aunque no se llegue al acto sexual propiamente dicho: «Quien mira a un mujer con intención deshonesta – dice Jesucristo – ya ha cometido adulterio en su corazón»(873).

Entre casados es pecado grave desear tener el acto conyugal fuera del matrimonio, o imaginarse que se hace con quien no es su consorte.

Pero muchas cosas que en los solteros son pecado grave, son lícitas a los casados, siempre que se hagan en orden al acto conyugal, o lo acompañen.

El placer venéreo completo, el orgasmo, buscado directamente, sólo está permitido dentro del matrimonio, dentro del acto conyugal o enlazado inmediatamente con el mismo, de suerte que forme parte de las relaciones matrimoniales normales.

Son lícitos a los esposos los pensamientos, imaginaciones y deseos que tienen por objeto las relaciones permitidas entre casados. No es lícito en el matrimonio ni la masturbación ni la relación anal.

Podría ser pecado grave negarse al acto conyugal sin motivo cuando el propio cónyuge lo pide razonablemente.

El acto conyugal está permitido en todo tiempo. Pueden elegirse los días que se quieran, aunque sean de ayuno o cuaresma.

Pero el marido debe tener consideración con la esposa los días en que ésta se encuentre indispuesta.

Las relaciones sexuales en el matrimonio son lícitas en todo momento, pero por razones de higiene es mejor evitarlas en los días de la menstruación.

Deben abstenerse, sobre todo, unas semanas después de haber dado a luz. Lo mejor es esperar alrededor de un mes. Nunca hacerlo antes de los quince días.

Pero con permiso del médico quizás no sea necesario esperar un mes entero. También hay que abstenerse, por lo menos, el último mes del embarazo.

Los médicos desaconsejan el embarazo después de los cuarenta años.

Al hablar del matrimonio expongo los métodos lícitos del control de la natalidad.

En general, hay que recomendar a los casados moderación, porque la mortificación cristiana es también para los casados; y porque una sexualidad desenfrenada puede serles muy peligrosa en momentos difíciles.

Pero siempre teniendo ideas muy claras de todo lo que abarca el campo de lo lícito y dónde empieza el pecado. Si hay dudas, preguntar a un sacerdote.

Mientras no haya pecado, los esposos no deben considerar los actos de su vida matrimonial como un obstáculo para recibir la Sagrada Comunión.

Las cosas que Dios ha hecho, no tienen nada indigno del respeto debido a la Sagrada Eucaristía.


Amistades juveniles

Las cosas grandes no se hacen en un día. Necesitan tiempo, preparación, etapas. La vida conyugal es una de esas cosas muy grandes. Hay que llegar a ella por sus pasos.

Esta preparación comienza ya desde la adolescencia. El adolescente ha hecho el descubrimiento, aunque todavía elemental, del otro sexo. Se trata de todo un nuevo mundo, físico y espiritual, que tiene que explorar, pero sin precipitarse. Los dos extremos serían funestos: tanto el lanzarse demasiado aprisa, como el retirarse por miedo a posibles peligros.

Antes del noviazgo, conviene que los adolescentes y los jóvenes hayan tratado frecuentemente con jóvenes del otro sexo. Esto es imprescindible, no sólo para conocer al otro sexo, sino para conocerse a sí mismo, para estudiar sus propias reacciones y actitudes ante el otro sexo. Uno de los deseos más arraigados en el corazón del hombre es encontrarse con los otros, formar grupo, colaborar juntos. La amistad es un gran valor. La soledad es una triste experiencia.

La amistad es un afecto puro, desinteresado y recíproco que nace y se fortalece con el trato. Se basa en la sinceridad y en la generosidad.

La simulación, el engaño, la traición, son la muerte de la amistad. La amistad es dar más que recibir. En la amistad te aceptan como eres y te valoran por lo que eres, comprendiendo y perdonando tus fallos y limitaciones. La amistad favorece la amabilidad, la jovialidad, la alegría, la bondad, la sinceridad, la generosidad, la cordialidad, el deseo de hacer el bien y la preocupación por los demás. El amigo no es acaparador y posesivo. Respeta tu libertad y no tiene celos de que compartas tu amistad con otras personas. En esto se diferencia la amistad del amor. El amor tiene celos si una tercera persona se interpone entre los dos. La amistad, como el amor, dura toda la vida.

La amistad que es pasajera, no es verdadera amistad. Lo mismo que el amor: o es eterno, o no es amor.

Quien tiene un verdadero amigo, tiene un tesoro.

Una evolución normal humana exige, por tanto, este trato entre muchachos y muchachas desde los diecisiete años más o menos.

Normalmente, y sobre todo al principio, este contacto debe efectuarse en grupos o pandillas. Es mucho más efectivo cuando estos contactos en lugar de estar meramente motivados por el encuentro y el entendimiento mutuo, tiene algún otro fin intermedio, por ejemplo: cultural, benéfico, deportivo. En estas circunstancias, los jóvenes muestran muchas facetas de su personalidad y se dan mutuamente muchos más motivos para conocerse. Si son contactos «para ser conocido» son más superficiales, pueden estar tratando únicamente de «causar buena impresión», y, por lo mismo, camuflando elementos muy importantes de su manera de ser.

En cambio en las pandillas en las que los chicos y las chicas realizan algo juntos, inevitablemente darán a conocer innumerables aspectos de su forma de ser. El otro sexo no está meramente en un escaparate, en una postura estudiada y para ser visto; está más en la vida real con sus pequeñas colaboraciones, responsabilidades, circunstancias y conflictos; tiene que hacer algo más que ser visto. Y es que no hay peor manera de conocer a una persona que cuando ésta se ha puesto allí sólo para que la conozcan.

Más tarde un chico y una chica comienzan a salir juntos. Salir juntos no es el noviazgo, pero puede ser el preludio.

De todas maneras, los que empiezan a salir juntos deben estar convencidos de que ya no se trata de una diversión o de un juego, sino de algo más serio.

Decimos que esta etapa puede ser muy formativa, pues presenta una magnífica ocasión para ejercitar mutuamente la nobleza, la sinceridad, la generosidad y la delicadeza. Dadas sus especiales circunstancias y ocasiones puede servir también de prueba de moralidad y de fuerza de voluntad.

Es también una buena ocasión de conocimiento mutuo con vistas a una futura relación más duradera. Es muy importante en este sentido que no se pase demasiado pronto a un estado de noviazgo formal. Y así como habéis empezado a salir juntos con nobleza, para conoceros, así también tenéis que tener sinceridad, lealtad y valor, para separaros, si veis que la cosa no debe seguir adelante. No sólo el seguir, sino también el romper, puede ser un verdadero acto de lealtad.

Por lo mismo, debéis hacerlo antes de que la herida sea importante. Es algo que se lo debéis a la otra parte. Y también a vosotros mismos.

Caso de no haber seguido adelante en una de estas relaciones, no es preciso encarecer que la delicadeza os obliga a una especial discreción y secreto sobre mutuas posibles confidencias.

Los daños del enamoramiento prematuro suelen ser graves. El chico tiene su hombría prendida con alfileres, y ella, lo mismo, su feminidad. Si antes de fijarlas bien, se aficionan excesivamente al otro sexo, si tratan excesivamente con el otro sexo, temo que se les peguen costumbres, maneras, amaneramientos. Y ella debe ser semejante, no igual: ya lo dijo el Génesis. Y él lo mismo. Pero censuro el exceso, no el trato. Es éste muy beneficioso con tal que no perdamos la cabeza.

No todos los chicos que se acercan a las chicas van con buenas intenciones. Algunos, por puro pasatiempo; otros, para aprovecharse de la chica. También habrá quienes lleguen con la sana intención de entablar relaciones formales. No es difícil ver el fin que pretende un chico cuando quiere salir con una chica. Hay chicas que se hacen invitar por chicos al cine, a merendar, etc., a cambio de ciertas concesiones, lo cual no deja de ser un modo de prostitución.

La chica que anhela ser una buena esposa, debe huir del flirteo.

Muchos inseguros en los estudios y en los deportes se refugian en la parejita donde es tan fácil triunfar.

El trato superficial

68,8. Flirtear es jugar al amor. Un ceder al atractivo sensible y sentimental, cultivar un trato superficial, sin hondura, sin intención alguna de casarse. Y la vida no puede quemarse en el juego de un amor por pasatiempo.

El flirteo es uno de los nombres que se le da a la falsa maniobra de jugar al amor sin comprometerse y sin aceptar sus consecuencias. Es el comportamiento de una pareja que se entrega a maniobras sexuales de mayor o menor alcance, con el agravante de que excluyen toda intención de comprometerse definitivamente.

Los compromisos definitivos son propios de la madurez.

Los que cambian continuamente de capricho son los niños.

Por su misma naturaleza, el flirteo es una mentira. Amar para un rato no es amor. Nadie dice: «Te voy a querer una semana, pero la semana que viene querré a otra persona». Esto se llama capricho, y no amor.

El amor verdadero dice que es para siempre: «te querré siempre , te querré hasta la muerte». El flirteo es la negación misma del amor, y una de sus caricaturas más tristes. Y son profundos los males que acarrea a sus protagonistas. Además del mal moral que lleva consigo, el flirteo suele dejar una profunda huella psicológica de frustración, desengaño, amargura. No produce experimentados sino, más bien, decrépitos. No enseña, sino agosta. Es una mutilación del amor, y con el amor no se juega sin quedar profundamente marcado. Por algo el amor es lo más íntimo y lo más delicado del ser humano. El flirteo les destroza mucho más a ellas que a ellos. Porque para ellas el amor es algo más profundo, más total, y más definitivo. Cuando dos se quieren, no flirtean, se respetan y se cuidan mutuamente para estar enteros para la empresa de toda su vida. Cuando dos flirtean, piensan que van a pasarlo bien, pero, en realidad, se engañan mutuamente y se dañan en las fibras más delicadas del espíritu. Antes de enamorarte piensa si esta persona te conviene o no. Si te enamoras, no serás capaz de juzgar objetivamente. No empieces a salir con la persona que no te conviene. Si empiezas a salir, acabarás enamorándote; y si te enamoras, te casarás aunque esa boda sea un disparate.

El flirteo puede llevar al matrimonio, pero esto es raro. A lo que lleva es a desvalorizar el sentimiento y a embotar notablemente la potencia de amar. De ahí el desengaño de muchos que, al poco tiempo de casados, se sienten defraudados, fríos, insensibles con su joven pareja.Y es que abusaron de esa potencia de amar durante su juventud; y ahora el matrimonio no les dice nada.

Además, quien se acostumbra al flirteo, después se cansa de sujetarse a una sola persona Qué va a ser de ese matrimonio? Por eso el noviazgo no es una diversión, ni un placer, sino una escuela preparatoria para el matrimonio, que es una de las misiones más grandes y más serias que Dios ha confiado al hombre y a la mujer.

Un compromiso personal, responsable, maduro y libre necesita preparación. Por eso el flirteo es un juego peligroso que muchas veces termina con resbalones deshonestos, y siempre estropea el corazón dejándolo triste, desilusionado y decepcionado, quizás para siempre; o ligero, superficial y frívolo, incapacitado para amar en serio a nadie.

Dios ha puesto en el corazón humano el amor para que sea en el matrimonio el aliento de las penas, trabajos y sufrimientos. Pero la juventud se ha lanzado a jugar al amor, ha hecho del amor un placer, y como consecuencia tenemos esos matrimonios de corazones cansados, incapaces de amar, precisamente cuando más necesitan el amor para endulzar los sacrificios del hogar.

El corazón necesita un rodaje. Si un motor lo fuerzas antes de tiempo, tendrás un «cacharro» para toda la vida. El rodaje es la vida del motor, y también del corazón. A los aprendices de una pastelería les dejan hartarse de pasteles todo lo que quieran al principio. Al dueño le sale más barato, porque el mal recuerdo de la primera indigestión, los inmuniza para después. Si te indigestas de amor prematuro, luego aborrecerás el amor.

El amor entre adolescente es una imprudencia. Los adolescentes no están todavía maduros, y los amores prematuros pueden ser funestos. Es como hacer pasar camiones sobre un puente de cemento antes de que éste haya acabado de fraguar. El resultado sería un montón de ruinas. Para muchos, el matrimonio es como tirar una moneda al aire y esperar a ver si sale cara o cruz. Eso es una barbaridad. El matrimonio es una cosa muy seria, y como todo lo serio debe pensarse y debe prepararse para que todo salga bien. Los que lo contraen a la ligera es lógico que después fracasen.

Hoy suele decirse que el matrimonio está en crisis. Yo creo que lo que está en crisis es el noviazgo. Muchos jóvenes toman el noviazgo como un juego, con ligereza y frivolidad, no se preocupan de formarse, sólo buscan disfrutar el uno del otro. Así se hacen unos egoístas. No tienen ni idea de lo que es el verdadero amor. Una vez casados, se encuentran egoístas e incapaces de amar. Es lógico que estos matrimonios sean un fracaso.

En una reunión de chicos dijeron que aunque a ellos les gusta flirtear, cuando encuentran una chica enérgica que rehusa, aunque los fastidie al momento, la aprecian mucho más. A su vez las chicas dijeron: los chicos se aprovechan de las chicas que flirtean, pero no por eso las quieren más. A pesar de lo que digan, las desprecian. Al contrario, rabian con la que no se deja tocar, pero de hecho la admiran.

Muchas chicas, por vanidad, procuran despertar el apetito de los chicos. En éstos brota el instinto y procuran sacar de ellas lo que ellas no habían pensado dar. La chica cree que en el chico hay amor; pero lo que hay es instinto pasajero. Cuando el chico, satisfecho, la deja, ella queda con el corazón destrozado.

La mujer es muy impresionable, y las huellas de un fracaso amoroso la atormentan después durante mucho tiempo. El hombre cambia más fácilmente de amor; porque en su amor hay más pasión que sentimiento, y la pasión es más voluble. Pero la mujer, cuando ama, pone todo su corazón; y si fracasa en su amor, su corazón queda destrozado.

Generalmente, el flirteo termina para la chica con muchos sufrimientos. Ella se adhiere más, es más emotiva. Y después de haber tratado de ese modo a un chico, si éste la deja o no hace caso de ella, la muchacha experimenta el abatimiento, el desengaño, el amor defraudado y no correspondido…Se creyó interesante, se creyó amada, soñó ilusiones…, y todo vino a parar en juego.

Por eso el flirteo hace tanto daño a la mujer: por su sensibilidad. Lo que empieza siendo un juego, llega a interesar su corazón. Cuando termina el juego, el hombre se va tan fresco, pero ella, fácilmente, queda destrozada. A veces incluso incapacitada para otros amores muy superiores a lo que sólo había sido una aventura. Esto es lo que se deduce de la experiencia de la vida.

Y si una chica ha tenido en la vida varias desilusiones de éstas, no correspondidas, ve agriarse su carácter, su humor se modifica y se hace triste y recelosa.

Las chicas deben saber que hay cosas que tienen en ellas una resonancia mucho más profunda, psicológica y espiritualmente, que en ellos. Lo que para un chico puede ser un episodio sin importancia, un pasatiempo o una broma, para una chica es algo que le puede afectar profundamente.

El flirteo no es aconsejable por esos motivos, pero sobre todo porque también puede manchar la pureza. Es muy difícil que una chica que admite el flirteo logre mantener su pureza intachable.

No te dejes llevar enseguida de los impulsos de tu corazón. Lo que caracteriza a la joven es la viveza de su sensibilidad y de su sentimentalismo, es la riqueza de su corazón. Las chicas experimentan en su corazón una gran necesidad de amar, de extender a otros el afecto, y por otra parte sienten lo frágiles que son ante la vida; ávidas de ser amadas y correspondidas con cariño. Y arrastradas por ese sentimiento no se atreven a negar, a veces, lo que su conciencia no les permite conceder. Es muy raro que una joven llegue a la entrega total de su cuerpo por deseo pasional. Es mucho más frecuente que lo haga invadida por una ternura que le impulse a dar lo que se le pide, aunque su conciencia se lo reproche.

Si Dios dio ese corazón a las mujeres, es porque las destinaba a una misión espléndida en el hogar y fuera de él. Se trata de conservar lozano e intacto el corazón.

Tu corazón es un gran tesoro; pero puede ser también, si no se le vigila, la gran ruina. Se acercarán tentadores que querrán gustar de su lozanía, que harán, tal vez, el ofrecimiento de una ternura aparente, y que pueden arrastrarte poco a poco a un amor peligroso e ilegítimo, lejos del camino del deber…Debes guardar el corazón , defender ese tesoro contra los ladrones.

Unas veces será el jefe de oficina que se interesa por la joven mecanógrafa, o un industrial o abogado por su secretaria, o uno de los compañeros de trabajo. No te creas, que porque ese hombre que se interesa por ti, ya esté casado, ofrece una garantía. Al contrario.

El trabajo actual de la joven en fábricas, establecimientos, oficinas, secretarías, etc., la pone en constante contacto con hombres. La mutua atracción puede surgir en cualquier momento; y también una palabra de aprecio, más o menos significativa. A veces ellos saben hacerse compadecer de ellas, haciéndoles confidentes de su desgraciada vida matrimonial, de su soledad…Las palabras bonitas y la llamada a la compasión femenina son armas terribles que pueden hacer vacilar el corazón ingenuo y generoso de una muchacha; si a esto se une, además, la proximidad diaria, y cierta admiración que ella pueda sentir por las cualidades y actividades que él desarrolla, la situación puede terminar en un lío, y, después, en un desastre para la pobre muchacha ingenua que será la más perjudicada.

Muchacha te doy un consejo para tu seguridad:

Nada de conversaciones sentimentales, nada de intimidades y confidencias, nada de cariño con un hombre con quien más tarde no puedas casarte. Cuando en una chica empieza a brotar el cariño hacia un hombre con el cual no puede casarse, debe romper cuanto antes con él, aun a costa de lo que sea: perder el empleo, aparecer como una rara, etc. Cuanto más tarde, peor. Es un engaño decirse: ¿Qué tiene de particular? No llegaremos a nada malo. ¿Por qué voy a renunciar a su amistad y al gusto de su presencia? Con este engaño empezaron muchas chicas que más tarde no pudieron romper sus lazos amorosos y tuvieron que apartarse de la Iglesia.

Muchas chicas, en su espontaneidad o ingenuidad se han dejado robar el corazón, o algo más.

Un hombre la hace un cumplido…, y su vanidad siente un cosquilleo; multiplica él sus delicadezas y atenciones…, y, naturalmente, siente ella despertarse el interés y la gratitud. Le confía que su esposa no le entiende, que no es feliz en su hogar: «Me equivoqué al casarme con ella. Si te hubiera conocido antes a ti…». Si ella cede a su natural deseo de complacerle, está perdida. Siente vibrar su compasión al mismo tiempo que su sentimentalismo y su vanidad. Él le hace un favor, un regalito, cualquier cosa. La chica no se atreve a rechazarlo, pues en ello no ve mal ninguno. Después una caricia furtiva para ver cómo reacciona ella. Quizás un aparente retroceso para despertar el deseo de ella. Ya está atada. Atada por un sentimiento femenino, respetable por otra parte, de la delicadeza y del agradecimiento. Ya está atada…, y dócil. Y no se atreve a molestar y contrariar a quien se ha mostrado tan delicado. ¡Además, es tan amable y correcto! …

Y la historia continúa sin la menor variante. Pronto vendrá el primer beso, desde luego discreto y respetuoso, la caricia en el cabello, en las mejillas…Al principio la chica se sorprende, no se atreve a oponerse, después acepta, y termina por simpatizar…, y dejarse llevar por la ternura.

El amor desarrolla así su ley psicológica: pasa de lo sentimental a lo sensible, de lo sensible a lo sensual, de lo sensual a lo sexual.

La joven imprudente no suele ceder al primer golpe. Por lo demás, ella no desea los elementos físicos del amor. Siempre había soñado permanecer en el plan sentimental y sensible. Pero…, ante la insistencia, por no contrariarle, termina con la entrega total. Si no rompe a tiempo, valiente y dolorosamente, la actitud de un día se convertirá en un hábito y muy pronto en esclavitud.

El 9 de febrero de 1979 oí en el programa radiofónico «Protagonistas» una carta de una madre soltera de catorce años, que lanzaba un grito de alerta a tantas chicas que juegan con una cosa tan seria como es el sexo. Ella, arrepentida de lo hecho, se lamentaba de lo ocurrido por irreflexión juvenil.

En Nueva York, uno de cada tres nacidos es hijo de madre soltera.

Te lo repito: no te encariñes sino con aquel chico con el cual te puedas casar.

A algunas chicas les gusta coquetear y jugar a despertar el apetito sexual de los chicos. Pero ellos después no se contentan con pequeñeces. Lo quieren todo. Y cuando llega el momento en que ellos se disponen a conseguirlo, ellas se asustan y quieren frenar (con frecuencia sin resultado) lo que ellas mismas desencadenaron tontamente. Una mujer puede sentirse atraída por una aventura más o menos arriesgada. Puede ser vanidad, curiosidad o tontería. Pero difícilmente en el momento de la tentación cae en la cuenta del peligro que corre y de lo mucho que arriesga. Después, cuando sea tarde, derramará lágrimas de arrepentimiento, pero la pérdida puede ser irreparable.

El noviazgo

Sobre el noviazgo puede ser interesante mi vídeo: «El éxito en el noviazgo».

La elección de tu pareja es cosa tuya. Pero debes hacerla con mucha cautela. No te fíes de los flechazos, que son muy bonitos para novelas y películas, pero en la vida real poco útiles para hacer ellos solos, felices a los hogares. Tampoco te fíes sólo de tu vista, que ya sabemos que el amor ciega. Tu madre podría hacerte en esto un excelente servicio. Ella te conoce mejor que nadie; y ella, como nadie, desea tu felicidad; y su espíritu intuitivo verá si la pareja que le presentas podrá hacerte feliz. Si dudas del acierto de tu madre, consulta con una persona seria, competente y desinteresada.

Pero no esperes para consultar al embrujo del amor, pues correrás el peligro de no hacer caso a nadie. Cuando notes que tu corazón se interesa, examina con serenidad antes de que pierdas la lucidez. Además de buscar consejo, debes pedirle mucho a Dios en la oración que te dé acierto en la elección, pues es muy importante no equivocarse en una cosa tan transcendental.

No olvides el proverbio ruso: «Antes de viajar por tierra, ora; si es por mar, ora dos veces; y si te vas a casar, ora tres». Porque en el matrimonio las tempestades y los naufragios son muy frecuentes.

No se construye un hogar sobre la gracia de una sonrisa, sobre el atractivo de un rostro, sobre la ternura de un instante. Se construye un hogar sobre todo lo que es esencia misma del yo: los pensamientos, los deseos, los sueños, las decepciones, las penas, las esperanzas, las alegrías, las tristezas. El amor implica la puesta en común de todo eso; por ello las relaciones enderezadas a consolidar el amor y a preparar la unión indefectible, deben desarrollarse en ese plan, y exhibir ante el otro ese fondo secreto de sí mismo, cada uno de cuyos elementos favorecerá o perjudicará la futura unión.

Durante el estado de enamoramiento quedan notablemente alteradas las facultades perceptivas y deductivas en todo lo que se refiere a la persona amada. Los defectos que existan en dichas personas no se perciben, las cualidades se subliman… La mente ya no está equilibrada sino profundamente inclinada hacia el objeto del amor. El enamorado idealiza a la persona amada y la convierte en el centro de sus aspiraciones. La fascinación que ejerce en ti la persona idealizada puede ofuscarte y ocultarte la realidad. Podéis quedar totalmente ciegos para ver datos y circunstancias que desaconsejan totalmente seguir adelante.

La fascinación puede ser engañosa. El amor de un hombre y una mujer es algo muy serio y tiene que construirse sobre cimientos muy sólidos.

La fascinación es hermosa, pero pasará pronto. Lo que quedará es la vida. Y esa vida, si la construís con el corazón y con la razón, puede ser todavía mucho más hermosa.

Para casarse , es indispensable amarse; para amarse, es preciso conocerse; para conocerse, tratarse; para tratarse, primero hay que encontrarse.

Las reuniones familiares en las que intervienen amigas de las hermanas y amigos de los hermanos, pueden ser una buena ocasión para conocerse mutuamente.

Te aconsejo no dejarte seducir por el cumplimentador hábil, que te fijes a ti misma las condiciones que debe poseer aquél que debe hacerte su esposa. Condiciones sin las cuales tú no aceptarás el compromiso matrimonial.

Por orientarte te pongo algunas:

Lo que debes valorar ante todo es el valor personal del pretendiente.

Después vienen las demás consideraciones: facha, rango, fortuna. Estos dones no son despreciables, pero no son esenciales. Lo esencial reside en el valor humano y cristiano del chico, es decir, su personalidad.

Primero que sea cristiano; cristiano convencido, práctico. Y si es piadoso, mejor. El matrimonio con un incrédulo suscitará conflictos de conciencia. Porque después planteará a los hijos el problema de la fe y las prácticas de piedad. No basta, pues, que esté bautizado.

Bautizados, no practicantes, llenan las cárceles, y atormentan a sus esposas.

Algunas chicas se han engañado en este aspecto esencial de su prometido y más tarde su esposo…Conscientes éstas de la irreligiosidad de su novio, han ido al matrimonio, con la ingenua idea de convertirlo. En la mayoría de los casos, el resultado ha sido nulo; cuando no, fuente de disgustos profundos para esa joven esposa. Porque después, cuando esa chica pertenece como esposa al marido frío en materia religiosa, éste quiere imponer su criterio a la mujer, y vienen los impedimentos, las dificultades para que esa joven esposa cumpla sus deberes para con Dios. En ese terreno, y durante las relaciones, se puede mostrar tolerante y no agresivo; pero después se manifestará tal cual es, con sus intolerancias, sus prohibiciones, sus repulsas..

Puede suceder que ese pretendiente que tú sabes un tanto irreligioso, no sea violento en sus manifestaciones anticristianas. Pero adoptará un tono insinuante, convincente y persuasivo. Y éste, no es menos peligroso: te acabará por conquistar en ese terreno. La triste experiencia nos lo está diciendo. Jóvenes piadosas y buenas, que se unieron en matrimonio con hombres poco religiosos, o nada practicantes, han terminado por ser ellas igual.

Después de esta faceta importante y esencial en el joven que admitas como futuro marido, debes tener testimonio claro de la seriedad y sobriedad del muchacho. Ten cuidado con los calaveras; lo seguirán siendo, porque no te creo tan ingenua, que pienses, que así por las buenas, y por ti, va a dejar ese hombre ciertos hábitos que ha adquirido tal vez con larga experiencia: mujeriego, trasnochador, dado a la bebida, etc. El uso de las bebidas alcohólicas es uno de los factores más influyentes en los hogares desgraciados.

A la chica le halaga el verse deseada sexualmente. Esto puede inclinarla a ser provocativa, pero debe dominarse. La chica provocativa hace daño a los hombres, pero también a sí misma.

La belleza física es, ciertamente, un factor importante y, por eso, debes cuidarla y realzarla con esmero y naturalidad, aunque sin exageraciones, extravagancias y descaros. El atractivo sexual atrae a una parte del hombre, pero vosotras queréis como esposo al hombre entero. No olvidéis que los hombres podrán buscar cierto tipo de mujer para divertirse; pero buscan otro muy distinto para casarse.

La belleza femenina atrae a los chicos, pero no es indispensable para casarse. Los hombres buscan, lo que da realce y valor a la mujer: sus encantos, su feminidad y sus virtudes.

Las muchachas deben ser elegantes en su modo de vestir y arreglarse, y ser distinguidas, alegres, discretas y dulces en todo su modo de ser.

No descuides tu arreglo personal. Pero no quieras conquistar con sólo tu belleza física. Haz que se enamoren más bien de tus virtudes espirituales. De una mujer bella puede un marido cansarse; de una mujer virtuosa jamás se cansará.

Para hacerte elegir no es necesario parecer pedante ni sabia. Al hombre le gusta dominar, ser superior. Tiene miedo a una mujer que le aventaje. Ser culta sí, pero discretamente.

Tampoco eligen los chicos a las de carácter autoritario, a las dominantes, a las de tono dogmatizante, a las de gesto seco y rígido.

Buscan el encanto, la dulzura, la amabilidad. Escúchale cuando él te esté diciendo algo de sí mismo y de sus cosas.

Muéstrale atención e interés.

A un chico recto no le gustan las caprichosas, las mimadas, las que tienen su cabecita llena de fantasía, cuyo humor cambia a todo viento: hoy alegres, exuberantes; mañana, deprimidas, pesimistas, tristes…

Y no te olvides nunca de tu preparación para el hogar. Tu atractivo personal sirve para despertar la inclinación y el amor hacia ti. Pero para que este amor sea perdurable hacen falta además otras cosas. El hombre se desespera con una mujer despilfarradora, que no sabe administrarse. Quiere una mujer que saque partido a lo que él gana con tanto esfuerzo. Le gusta la casa limpia, la ropa a punto, la comida buena y a tiempo, etc., etc. Todo tu atractivo físico es incapaz de tener a tu marido contento si en estas cosas le defraudas. Por eso todas las muchachas deberían aprender a llevar una casa y tener los conocimientos propios de mujer: corte y confección, costura, cocina, repostería, medicina, economía casera y todo cuanto dice relación con el recto gobierno y administración del hogar. El arte de ser madre es difícil y complicado. Necesita largo aprendizaje.

Todo lo que contribuya a tener a tu marido contento fortalecerá vuestro amor.

El pudor de la mujer es una de las cosas que más enamoran. Y el encanto del pudor inmuniza de otros atractivos. El pudor es un sentimiento íntimo por el cual una mujer dándose cuenta de la belleza de su cuerpo y del atractivo que ejerce, procura reservarlo para el día que pueda hacer don completo y total de sí misma. Por eso el pudor se refleja en el modo de vestir, en los modales y en todo. El pudor sabe encontrar el equilibrio entre el ir agradablemente vestida y elegante, y lo que resulta llamativo y provocativo.

Se suele decir que una mujer inteligente enseña sin enseñar, porque si enseña demasiado, pierde interés lo que enseña. En los modales sabe ser delicada y atractiva sin resultar excitante ni insinuante. El pudor es la gran muralla que defiende la castidad. Una chica sin pudor empieza con curiosidades malsanas, lecturas enervantes, se permite tocarse de modo impuro, se entrega a caricias, besos y abrazos con los chicos, y cuando en medio del vértigo pierde la noción de lo que hace, viene la caída fatal que llorará amargamente, y la avergonzará para toda la vida.

«Todavía se encuentran hoy bastantes muchachas que no se arrojan en brazos del primer hombre que les gusta, ni creen que deben acceder en todo a las solicitaciones de los jóvenes. Afirmémoslo sin ambages: las jóvenes deben permanecer puras hasta el matrimonio. Las que no aceptan este punto de vista tienen de la vida y del ser humano una visión parcial y limitada… Si un joven tiene el sano ideal de casarse con una muchacha virgen, seguramente no permanecerá indiferente cuando sepa que se le ha mentido. (…) También la mujer tiene derecho a la pureza del hombre. Es cierto que la opinión corriente es completamente diferente; pero la justicia de una opinión sobre las cuestiones de la vida no debe medirse por el número de adeptos»(789).

Las cosas no se convierten en buenas por ser frecuentes.

Mira lo que escribía una muchacha que había guardado inmaculada su pureza: «Exigiré que mi futuro marido se haya guardado como yo misma para nuestro hogar». El mejor regalo de bodas que puede esperar una persona es la virginidad de la pareja con la que se va a casar.

Frente a los abusos de tantas parejas, hay que volver a la caballerosidad respetuosa con la mujer viendo en ella la futura madre de los hijos, digna de todo cariño, veneración y respeto, y no tratándola como un trapo viejo que se mancha y luego se tira.

Que el día que te cases no tengas que avergonzarte de nada de tu vida pasada.

Quizás oigas alguna vez de un amigote, que para excusar sus desvergüenzas te dice: «Hay que probarlo todo». Absurda necedad! Lo hacemos así con las enfermedades y los venenos? Al que te diga eso dale raticida para que se lo tome. A ver qué contesta. Pues tampoco se puede probar lo que está prohibido. Además, te gustaría que quien te ha de pertenecer para siempre, antes de conocerte, ya lo hubiera probado todo ? No, verdad? Haces muy bien en pensar así: una mujer lujuriosa te atormentará de celos.

Acuérdate de tu madre. Tu novia ha de ser la madre de tus hijos.

Acuérdate de tus hermanas y de tus futuras hijas…Trata a tu novia hoy como te gustaría que los demás las traten a ellas. No exijas de tu novia, con instintos brutales, lo que su virtud, su pudor y su conciencia no te pueden ahora conceder. Una mujer amante de su honra defiende fieramente su pureza hasta en los más mínimos detalles. No quieras tratar a tu novia como a una de esas desgraciadas que se venden en las casas lujuriosas. Elegirías entre éstas a la madre de tus hijos? Un hombre, como Dios manda, se avergüenza de que su novia sea una prostituta.

Y a una mujer decente la humilla y avergüenza el verse tratada como una tal. Lo que a ella le ilusiona es un amor muy superior: el que culmina en un hogar y en unos hijos. Lo que la mujer espera del hombre es admiración, estima, respeto, veneración, protección. Pero estrujarla para saciar los instintos zoológicos, no es de hombre, sino de bestia. Y lo lógico es que la mujer se enamore de un hombre, no de un animal. Por eso algunas novias llegan a desilusionarse de su novio y hasta sentir asco por aquel hombre que decía que la quería tanto que tuvo que arrollar su pudor. En cambio sienten sincero amor para con el hombre que tuvo para ella admiración y respeto.

Respeta a tu novia como quieres que se respete a tu madre. Los sacrificios que por el bien de ella te impongas, son prueba de que tu amor es verdadero. Si quieres a tu novia de verdad, debes querer su bien antes que tu gusto. Eso es amarla. Subordinar su honra y su conciencia a tu pasión, no es amor: es egoísmo.

Hay caricias que conducen al acto sexual. Deben evitarse aquellas que ponen en marcha el aparato genital. Evidentemente que no todos tenemos el mismo temperamento, ni reaccionamos de la misma manera. Ni siquiera para nosotros mismos todos los momentos son iguales. Lo que en otro momento, o a otra persona, puede dejar indiferente, para mí, ahora, puede resultar peligroso.

Un chico que quiere a una chica, en lugar de hundirla, rebajarla, profanarla, instrumentalizarla, denigrarla, mancharla con los deseos de su instinto, procura por encima de sus apetencias elevarla, dignificarla, sublimarla. Se preocupa de que sea más piadosa, mejore su formación tanto religiosa como de carácter, voluntad, etc. Es decir, busca siempre lo que a ella la engrandece, nunca lo que la envilece.

Cuando tu novia se niegue a tus peticiones bestiales , no atormentes su cariño con frases como ésta: «es que no me quieres». Todo lo contrario. Porque te quiere, no quiere que manches tu alma con un pecado. Con su resistencia firme y entera te dice: «te quiero tanto y tengo tantas ganas de casarme contigo, que no quiero cometer ningún pecado, para que Dios nos bendiga y podamos llegar un día a unirnos para siempre en el altar».

Mucho cuidado con las mujeres que tratas. Si tu novia es de moralidad dudosa, aunque tú no quieras, ella te hará caer.

Que tu novia no sea para ti fuente de pecados. Tu novia debe ayudarte a ser mejor. Que su recuerdo te proteja de envilecerte moralmente. Su pureza y su virtud deben ser un estímulo para mejorarte, para hacerte digno de ella.

La desvergüenza de algunas mujeres ha llegado a tal extremo que es posible que tu actitud irreprochable en toda esta materia provoque en ellas risitas y bromas de mal gusto. Es lástima que las pobres hayan descendido tanto. Peor para ellas. Pero a ti, qué más te da? Ésas no te sirven para nada. En cambio la rectitud de tu conducta te conseguirá la estima de las buenas, que son las únicas que te interesan para buscar entre ellas la madre de tus hijos.

Si ves que tu novia no es mala, pero es una chica frívola y ligera, que se ha dejado impresionar por el cine, y un día se pone insinuante…, dile: «No esperaba eso de ti. Me has desilusionado. Yo te tenía por una chica digna, y veo que eres como todas…, una chica de la calle». Estas palabras han hecho derramar lágrimas a una chica y cambiar radicalmente su conducta.

Respeta a tu novia, aunque ella no sepa hacerse respetar, ni defender, con su pudor, el tesoro de su pureza.

Es muy fácil decir: «No me importa lo que hayas sido en el pasado». Lo difícil es decirlo de verdad.

Me dijo uno: «Yo muchas veces afirmé que no me hubiera importado casarme con una cualquiera, prescindiendo de su vida pasada. Pero lo decía mintiéndome a mí mismo. Por dentro yo tenía mi ideal de mujer.

Lo que pasa es que pensaba que de ésas ya no había, que era un ideal inalcanzable.

Por eso, cuando he encontrado a esta chica, que es un ángel, me he ilusionado de tal manera, que me parece que he empezado otra vida.

Una elección acertada

La afirmación «no me importa lo que haya sido tu vida anterior» debe incluir esta otra: «ni me importa lo que vayas a ser en el futuro».

Pero eso es más difícil, pues a ningún hombre le hace gracia que su mujer le engañe con otro. Es verdad que una mujer puede arrepentirse de su pasado y cambiar.

Santa María Magdalena fue prostituta y después llegó a santa. Pero esto es tan extraordinariamente excepcional, que confiar en una cosa así es muy arriesgado.

Si alguien dice que no le importa la infidelidad de su cónyuge, es porque ha dejado de amar.

Precisamente la diferencia entre amor y amistad es que al amigo no le importa compartir con otros a su amigo; pero el amante quiere en exclusiva la persona amada.

Pues bien, si para casarte quieres una mujer decente, ayuda a las chicas a que sean decentes.

Por qué una chica que quiere ser decente tiene que luchar tanto contra los chicos que la acosan para que ella ceda. Me decía una chica: «Padre, qué asco! Todos los chicos vienen a lo mismo. Y si no te dejas, no les interesas». ¡Qué triste es que las chicas tengan ese concepto de los chicos!

Demuestra tú, con tu conducta, que no eres de ésos. Que tú, porque estimas a la mujer decente, quieres ayudar a todas a que sean decentes. Si los chicos, con vuestra conducta, mostraseis que preferís las puras y decentes, ellas, sin duda, cambiarían. Pero como muchos chicos han preferido las libres, para poder abusar de ellas, las chicas se han creído que para casarse tienen que ser libres, y ahora buscáis una chica decente y os cuesta trabajo encontrarla.

Sin embargo, mientras no la encuentres, no te eches una novia. La felicidad futura de tu hogar no depende ni de la cara, ni del tipo de tu novia; sino de su carácter, de su virtud y de su espíritu cristiano. Del mismo modo que una belleza inexpresiva y sosa acaba por cansar, una belleza sin virtud acaba siendo aborrecida.

Busca una novia que te guste. Pero no te dejes encandilar por la fachada , que es pasajera; y si no está sostenida por las virtudes del espíritu, pronto te cansará y perderá para ti todo su atractivo. Aprende a enamorarte del carácter y de las virtudes del alma, que son estables y son realmente las que hacen digna de estima a una persona.

Aprende a estimar más los dones del alma que los del cuerpo. Puedes casarte con una estrella de la pantalla y ser un desgraciado, como tantos divorciados del cine. En cambio, si te casas con una mujer amable, dócil, servicial, sacrificada, generosa, limpia, discreta, honrada, virtuosa, dulce, femenina, habilidosa, delicada, de buen corazón, que sepa llevar una casa y sea capaz de criar y educar los hijos y, sobre todo, muy cristiana, te profetizo un matrimonio feliz.

En cambio si es una mujer sin moral y sin conciencia, no sabes hasta dónde puede llegar. Tras un exterior muy atractivo, cara preciosa y tipo espléndido, muchas veces se encuentra un espíritu de frivolidad y coquetería, que no es precisamente la mejor garantía para que tu matrimonio sea feliz. Por eso vale poco el enamorarse del cuerpo, que es amor sexual. Y en cambio hay tantas garantías de éxito en el amor del alma, que es espiritual.

Si tu novia es frívola y ligera, vivirás amargado de sospechas y celos.

No te vaya a ocurrir lo de aquel desgraciado que a los dos meses de la boda se vio abandonado por su bellísima mujer. ¡Había encontrado un partido mejor que su marido!

Cuando salgas con tu novia aprovecha todas las ocasiones para estudiar su carácter y modo de ser.

¿Has examinado si le gustan los niños, si los acaricia, si goza con ellos; o por el contrario le ponen de mal humor? ¿Es trabajadora y sacrificada, o sólo piensa en divertirse? ¿Sabe cocinar y coser? ¿Sabe llevar una casa, o lo único que sabe es bailar mucho y coquetear con el primero que se le acerca? ¿Le gustan las labores de la casa, o sólo piensa en presumir por esas calles? Si no atiendes ahora a todas estas cosas, es muy posible que después de casado te lleves un gran desengaño.

Que a tu novia le gusta la casa. Si ella no se ocupa de la casa, prepárate a vivir en una pocilga. A no ser que tú te conviertas en ama de casa. Si quieres ayudar un poco a tu mujer, harás muy bien. Pero qué duda cabe que la encargada de la casa debe ser la mujer, que está especialmente dotada para ello. Los hombres, generalmente, hacemos estas cosas muy mal.

Es muy importante que los novios se conozcan muy bien antes de casarse. Puede una chica tener un gran atractivo corporal, ser muy simpática y desenvolverse con soltura en la vida social, y sin embargo tener defectos que van a hacer sufrir mucho a su marido. Por eso las relaciones deben durar por lo menos de un año a dos. En menos tiempo es muy difícil llegar a conocerse bien y es posible que después de casados aparezcan defectos insospechados que pongan en peligro la felicidad matrimonial.

Ten en cuenta que después de casado apreciarás de distinta manera muchas cosas que atraen ahora tus ojos de soltero, y que entonces querrás en tu mujer virtudes que en el noviazgo no echaste de menos. Si quieres a tu novia sólo por sensualidad, ese amor será pasajero. A los pocos años de casados ya no os amaréis; a lo más, os soportaréis.

En vida de tu mujer serás un viudo del corazón.

Cuando elijas a tu novia, piensa que no la eliges sólo para la luna de miel, sino para diez, veinte, treinta años…, para toda la vida! En tu novia, más que a la mujer, busca el ángel que haga de tu futuro hogar un pedazo de cielo.

Conozco una pareja muy feliz que se conocieron por coincidir todas las mañanas al ir a misa. Si te enamoras de una chica sinceramente piadosa, tienes mucho adelantado. Y te digo sinceramente piadosa, porque también las hay que unen algunas prácticas de piedad a un proceder, modo de vestir, etc., impropios de la vida espiritual que parecen tener. Esas chicas de piedad superficial tampoco ofrecen garantías suficientes. Los principios cristianos y la rectitud moral deben ser algo muy firme.

Muchas veces he oído quejas de que hoy día las chicas se han echado a perder, que una chica para divertirse se encuentra fácilmente, pero que una chica capaz de hacer feliz un hogar…, de ésas no se encuentran.

Y quién tiene la culpa de esto? Ciertamente que muchas chicas, influenciadas por el cine, han perdido el recato y el pudor, que es su mayor atractivo. Pero, no tenemos los hombres nuestra culpa en este descenso del pudor femenino?

Las chicas buenas también se quejan de que los chicos prefieren las ligeras, las frívolas, las coquetas, las frescas… Como ellas quieren gustar, si ven que las que tienen éxito fácil son las frescas, ellas se dejan ir por la cuesta abajo.Si los chicos mostraseis claramente que preferís las buenas, las piadosas, las trabajadoras y sacrificadas, las que rezuman pureza, las chicas mejorarían.

Es enorme el bien que haríais a las chicas, si ellas vieran que preferís las buenas; y es enorme el daño que las hacéis, si ellas ven que preferís las frescas.

Sería éste un excelente apostolado: moralizar a las chicas, mostrando más estima por las que son más virtuosas.

Por otra parte, has de saber que las chicas tienen la misma queja de vosotros. Algunos chicos, influenciados por las chicas frescas, creen que para resultar más varoniles e interesantes tienen que mostrarse atrevidos, y esto hace que las chicas buenas -las que necesitáis para el matrimonio- al veros así, no se fíen de vosotros y no se decidan.

De modo que las chicas se hacen frescas para gustar más a los chicos, y los chicos se muestran atrevidos para parecer más interesantes; y después resulta que ni a los chicos os gustan las chicas frescas, ni a las chicas buenas les gustan los chicos atrevidos. Vaya un papel que estáis haciendo!

No sería mil veces mejor que todos reconocieseis que lo más digno de estima es la virtud, y obraseis en consecuencia?

Cuando hayas encontrado una chica virtuosa que pueda ser la madre de tus hijos, toma el noviazgo con toda la seriedad que Dios manda. Dios quiere que el que no siente su voz para un estado más alto y más grande, como es la vida consagrada a Dios, y va a casarse, a su tiempo -pues la fruta que se toma antes de su tiempo se indigesta- se busque una novia; pues los futuros esposos deben conocerse muy bien antes de ir al matrimonio.

La psicología del chico es distinta de la de la chica. Al hombre le cautiva la belleza, la delicadeza y la ternura de la mujer. A ella la fuerza, el valor y la decisión del hombre. En él la atracción hacia el otro sexo es más carnal; en ella es más sentimental. No es raro que un chico sienta atracción sexual sin amor, y una chica amor sin tener deseos sexuales. Lo contrario es menos frecuente. Las mujeres suelen preferir los hombres interesantes más que los hombres guapos.

Conocimiento mutuo

El cine ha hecho que la juventud, sin cabeza, sienta idolatría por la belleza física, y así resulta que esa muchachita de tipo estupendo, después de casada sale caprichosa, insoportable; y también aquel chico que enamoraba con locura a las niñas tontas porque se parecía a cierto artista de cine, después de casado sale con un genio insufrible. Los dos son maravillosos para verlos en la pantalla. Pero el matrimonio no es una película de cine, sino una vida que dura muchos años, y con muchos sufrimientos, malos ratos, penas y amarguras. También con sus ratos de felicidad.

Pero desgraciadamente, no todo es felicidad. Si la juventud se preparara para el matrimonio como Dios manda, tendríamos muchos más matrimonios felices.

El tiempo del noviazgo es para conocerse mutuamente, para amarse rectamente. El noviazgo es querido por Dios, pues Dios ha hecho el matrimonio indisoluble, y esa persona a la que vas a unirte para toda la vida, debes conocerla bien antes de casarte con ella. Por lo tanto, es natural – y así lo quiere Dios- que durante cierto tiempo tengáis más confianza entre vosotros y un trato más íntimo para conoceros mejor.

Pero debéis ser muy discretos en las manifestaciones de amor, si no queréis manchar vuestras relaciones. No podéis permitirle a vuestro cariño muchas de las cosas que él os pide con fuerza. Es necesario que aprendáis a llevar vuestro noviazgo con la austeridad que exige el Evangelio. Es muy importante que os propongáis firmemente llevar vuestras relaciones prematrimoniales en gracia de Dios. Eso será atesorar bendiciones de Dios para el matrimonio. En cambio, si sembráis de pecados el camino del matrimonio, podréis esperar con confianza que Dios os bendiga después? Cuántos matrimonios lloran los pecados que cometieron de solteros!

Si el noviazgo es conocimiento mutuo, se impone también como necesidad imperiosa la sinceridad.

No deben existir repliegues ni restricciones mentales. Debe hablarse mucho sobre todas las cuestiones, y confiarse mutuamente los problemas para buscar juntos una solución.

Es, por desgracia, demasiado frecuente, que los novios mantengan el uno con respecto al otro, una postura totalmente falsa. Y es triste que, a veces, esa falsedad dé al traste con la íntima compenetración que debe regir el matrimonio. Los novios van al altar, muchas veces, engañados.

No se conocen. El engañar siempre es malo. Los novios deben ser francos, transparentes el uno para el otro.

El amor necesita admiración. Para ver si sientes admiración podrías preguntarte, me gustaría tener un hijo así? No se trata de con menos o más nariz, sino de ese modo de ser, cualidades, etc.

Los novios deben ayudarse a conocerse mutuamente, tanto en las virtudes como en los defectos. Cada uno debe esforzarse en corregirse de sus defectos y en adquirir las virtudes que el otro desea ver en él. Deben ver si armonizan en el carácter, gustos, puntos de vista, modo de ser, educación y costumbres; si tienen las mismas ideas sobre religión, vida de piedad, frecuencia de sacramentos, etc… Deben ponerse de acuerdo en todos los problemas fundamentales. Si en el noviazgo hay discrepancias sobre esto, en el matrimonio habrá disgustos muy graves. Ya dijo Sáint-Exupery : «Amar no es mirarse uno al otro, sino mirar juntos en la misma dirección» ; es decir, tener los dos los mismos ideales.

Y, desde luego, las faltas de armonía y defectos de carácter, es necesario compensarlos con espíritu de mortificación y tolerancia por una parte – siempre que no se trate de cosas ofensivas a Dios- y deseo eficaz de corregirse por la otra. Nadie es perfecto en este mundo; pero todos debemos tener deseos de superación. El esfuerzo mutuo de adaptación es una de las mayores alegrías de la vida conyugal.

Padre Jorge Loring

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8 comentarios

  1. Me sirve saber mucho más y entender todo sobre el sexto mandamiento..Y sobre los relatos y el articulo muy bueno y muy bien fundamentado.

  2. Con mi nombre de apóstol secundo lo dicho en el comentario del bautizado anterior, venía muy bien el nombre como para despreciarlo.

    Me encanta que dejéis vuestra intolerancia en estos artículos tan largos, me proporcionáis un gran regocijo, casi un éxtasis parecido al de Santa Teresa, eso es lo único bueno que tiene la religión ser solo una fuente de inspiración artística como eran los dioses griegos.

    Saludos.

  3. Sin dudas que el artículo es muy bueno, porque es verdadero y fundamentado, como nos tiene acostumbrados Jorge Loring. Si Dios ha marcado un camino para llegar a la meta, no hay dudas que hay que recorrerlo, porque también no hay dudas que Dios hace todo para nuestro bien. Jorge Loring lo explica muy bien

  4. Gracias por la excelente informacion y la exacta orientacion tan especifica y bien explicada, mil gracias,me ha servido mucho pues he llevado una vida vacia indigna sin voluntad y dirigida solo por instintos que me han traido enfermedades corporales y mentales, ahora veo una luz al fondo de mi camino a la cual deseo acercarme ejerciendo la castidad

  5. Gracias por la excelente informacion y la exacta orientacion tan especifica y bien explicada, mil gracias,me ha servido mucho pues he llevado una vida vacia indigna sin voluntad y dirigida solo por instintos que me han traido enfermedades corporales y mentales, ahora veo una luz al fondo de mi camino a la cual deseo acercarme ejerciendo la castidad

  6. Gracias por la excelente informacion y la exacta orientacion tan especifica y bien explicada, mil gracias,me ha servido mucho pues he llevado una vida vacia indigna sin voluntad y dirigida solo por instintos que me han traido enfermedades corporales y mentales, ahora veo una luz al fondo de mi camino a la cual deseo acercarme ejerciendo la castidad

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