La Virgen de Tirano

La Virgen le saludó con estas palabras: “Tendrás bien”. Y lo confirmó con las gracias y los milagros prontamente dispensados. Sucedió al norte de Milán, más allá del lago de Como, en el corazón de los Alpes italianos

Santuario de la Virgen de Tirano

Un lugar «donde María posó sus pies»

Al norte de Milán, el valle de la Valtellina acoge en su seno al pueblo de Tirano, una pequeña población en el corazón de los Alpes italianos. En ese lugar al pie de las montañas, el 29 de septiembre de 1504 la Virgen se aparecía al beato Mario Omodei, saludándolo con las palabras: «Tendrás bien».

El sencillo agricultor salía de su casa para recoger fruta en el huerto cuando se vio rodeado de una luz esplendorosa y oyó una voz que le llamaba por su nombre: «¡Mario!». Sorprendido, sólo supo responder «¡bueno!». –«Bien tendrás», le replicó la voz, al tiempo que se sentía transportado hasta la presencia de una bella Señora, quien le pidió dulcemente que en ese mismo sitio se construyera un templo en su honor, prometiendo salud espiritual y corporal a quien invocase su protección.

Mario, sin dudar un momento, corrió hasta el poblado y anunció a la gente lo acontecido. Aseguraba la curación de su hermano Benedicto sin verificarlo antes, conforme la promesa de la Señora. El pueblo corrió a la casa del enfermo, perfectamente restablecido, a pesar de que el día anterior los médicos le vieron en un estado deplorable. Seis meses después se puso la primera piedra y desde 1513 se celebraban misas habitualmente, aunque el templo estaba incompleto. La Virgen dispensó gracias y milagros: Cesó la peste entre el ganado, mientras que morían los animales de quienes no creyeron a los primeros signos. El “Libro de los Milagros”, que narra la vida inicial del santuario, presenta 78 hechos prodigiosos de un solo año (1504-1505).

Sobre el lugar se levantó la Capilla de la Aparición, corazón del santuario, situada en el transepto izquierdo, junto a la entrada principal. Sobre el altar se encuentra una estatua en madera de la Virgen (1524), obra de Angelo Maino. Su rostro contiene una dulcísima expresión. Detrás del altar se indica con precisión el «lugar donde María posó sus pies».

El arte en honor de la Señora

Numerosos artistas aportaron sus habilidades en honor a María y enriquecieron el santuario con verdaderas joyas. El altar mayor, en mármol negro de Varenna, intarsiado con mármoles policromos, es obra de Giovanni Battista Galli. Hay que detenerse a contemplar los diversos frescos históricos de las paredes, como el de la “La Aparición”, en la nave izquierda. Los de la nave central son de Valorsa. Cinco bellas telas adornan las paredes del ábside. Entre las pinturas se aprecia la “Coronación de la Virgen” (1651), de Carlo Marni. La fachada principal, con su elegante pórtico, es imponente, a la vez que sencilla y graciosa. El alto y majestuoso campanario data de 1578. La cúpula, obra de Pompeo Bianchi fue levantada entre 1580 y 1584.

Mención especial merece el órgano de la iglesia, en perfecto funcionamiento: sus 2,200 tubos de estaño purísimo acompañan las acciones litúrgicas festivas. Esta magnífica joya da fama al santuario y suscita la admiración de los visitantes. La grande caja en madera (1608-1617) finamente tallada por el maestro bresciano Giuseppe Bulgarini se apoya sobre ocho columnas de mármol rojo. Fue terminada en 1638, cuando el milanés Giovanni Battista Salmoiraghi colocaba los delicados paneles del parapeto, representando La Natividad, Los Magos y La Circuncisión del Señor. Frente al órgano se encuentra el coro o cantoria, rica en tallas y pinturas, iniciada en 1768 y terminada en 1770.

Los peregrinos no cesan de acudir a María para encomendarle sus problemas, dolores y sufrimientos. Por ello también es invocada como Virgen de la Salud.

Los sacerdotes de la diócesis de Como que atienden el Santuario siempre están disponibles para acoger a los peregrinos y administrar los sacramentos.

Cómo llegar:

En coche: Carretera estatal n. 36 Lecco-Sondrio-Tirano

En tren: Milán-Leco-Sondrio-Tirano

Sugerencias:

La posición geográfica del valle de La Valtellina hizo que la región se convertirse en paso comercial y militar de Francia y Lombardía hacia Suiza y las cuencas fluviales del Reno y del Danubio. La Valtellina hoy se caracteriza por el turismo de montaña y sus pistas invernales de esquí (Bormio, Sta. Caterina, Baradello in Aprica, Valmalenco…). En el invierno se representan los pesebres vivientes en la vigilia de Navidad (Sondrio, Caspoglio, Lanzada… y sobre todo, Talamona). Gran parte del territorio alberga parques naturales protegidos, como el Parco dello Stelvio, el mayor de los Alpes.

Partiendo desde la sede de San Ambrosio se puede visitar el Lago de Como, famoso por sus villas y palacetes aristocráticos de sus riberas. De ahí se pasa a Lecco, inmortalizado por Manzoni en su obra Los Novios. Se sigue en dirección norte, hacia Chiavenna, donde se encuentra el lago de Novate Mezzola. A la orilla de lago, en un lugar de singular belleza, al que sólo se accede en barca, se encuentra la capillita de San Fedelino, una joya de arquitectura románica construida hacia el año mil. Las paredes graníticas de la zona han aportado gran parte de los materiales que hicieron posible las calles empedradas de Milán.

Chiavenna conserva ciertos rasgos propios de burgo medieval y renacimental. Ahí se abre paso el valle del Maloja, que conduce a Saint Moritz, famosa estación suiza de esquí. Más arriba inicia el valle San Giacomo, que sube empinado hacia el paso del Spluga, en dirección a Chiuro (Suiza). A mitad de camino se encuentra el Santuario de la Virgen de Gallivagio, que recuerda la aparición de la Virgen en 1942 a dos niñas que recogían leña en el bosque. La actual iglesia fue terminada en 1605, en la garganta de las montañas semejante a un nido de roca y pinos. En Piuro se admira el espectacular salto del Acqua Fraggia.

Volviendo un poco hacia el sur, remontando el curso del río Adda, llegamos a Morbegno, ciudad que tuvo su apogeo hacia 1500: lo dicen las ricas decoraciones de la Asunta y de San Antonio, adornadas por artistas milaneses como Gaudencio Ferrari. La primera iglesia conserva el conjunto en madera del altar mayor, emparentado con el arte alemán y que evoca las incisiones de Durero, obra de Giovanni Angelo del Maino (en las policromas colaboraron Ferrari y Fermo Stella).

A las afueras de la ciudad de Sondrio, que da nombre a la provincia, está el diminuto Santuario de la Virgen de la Sasella, del s. XV, en las faldas empinadas de la montaña, rodeada de viñedos. En Sondrio merece una visita la capilla del Ángel Custodio, por las pinturas de Ercole Procaccini.

Finalmente se llega a Tirano, meta de nuestra peregrinación. Se puede hacer un paseo en tren turístico hacia el valle suizo de Poschiavoaen. A partir de aquí el valle se vuelve más estrecho, en dirección a Bormio, que ofrece el grandioso espectáculo de las cimas nevadas que lo rodean y que anuncian la presencia de los grandes glaciares.

Fuentes:

– Revista Luoghi dell’Infinito, n. 28.

– Alfonso Salvini, OSB, Santuari mariani d’Italia, Paoline, Roma

– Associazione Santuari Mariani, I mille santuari mariani d’Italia illustrati.

Más informaciones:

– Santuario de la Virgen de Tirano

Piazza Basílica, 1

23030 Madonna di Tirano (SO)

Tel 0342.701203

Fax 0342.711253

www.provincia.so.it

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Un comentario

  1. La Virgen le saludó con estas palabras: “Tendrás bien”. Y lo confirmó con las gracias y los milagros prontamente dispensados. Sucedió al norte de Milán, más allá del lago de Como, en el corazón de los Alpes italianos

    Santuario de la Virgen de Tirano

    Un lugar «donde María posó sus pies»

    Al norte de Milán, el valle de la Valtellina acoge en su seno al pueblo de Tirano, una pequeña población en el corazón de los Alpes italianos. En ese lugar al pie de las montañas, el 29 de septiembre de 1504 la Virgen se aparecía al beato Mario Omodei, saludándolo con las palabras: «Tendrás bien».

    El sencillo agricultor salía de su casa para recoger fruta en el huerto cuando se vio rodeado de una luz esplendorosa y oyó una voz que le llamaba por su nombre: «¡Mario!». Sorprendido, sólo supo responder «¡bueno!». –«Bien tendrás», le replicó la voz, al tiempo que se sentía transportado hasta la presencia de una bella Señora, quien le pidió dulcemente que en ese mismo sitio se construyera un templo en su honor, prometiendo salud espiritual y corporal a quien invocase su protección.

    Mario, sin dudar un momento, corrió hasta el poblado y anunció a la gente lo acontecido. Aseguraba la curación de su hermano Benedicto sin verificarlo antes, conforme la promesa de la Señora. El pueblo corrió a la casa del enfermo, perfectamente restablecido, a pesar de que el día anterior los médicos le vieron en un estado deplorable. Seis meses después se puso la primera piedra y desde 1513 se celebraban misas habitualmente, aunque el templo estaba incompleto. La Virgen dispensó gracias y milagros: Cesó la peste entre el ganado, mientras que morían los animales de quienes no creyeron a los primeros signos. El “Libro de los Milagros”, que narra la vida inicial del santuario, presenta 78 hechos prodigiosos de un solo año (1504-1505).

    Sobre el lugar se levantó la Capilla de la Aparición, corazón del santuario, situada en el transepto izquierdo, junto a la entrada principal. Sobre el altar se encuentra una estatua en madera de la Virgen (1524), obra de Angelo Maino. Su rostro contiene una dulcísima expresión. Detrás del altar se indica con precisión el «lugar donde María posó sus pies».

    El arte en honor de la Señora

    Numerosos artistas aportaron sus habilidades en honor a María y enriquecieron el santuario con verdaderas joyas. El altar mayor, en mármol negro de Varenna, intarsiado con mármoles policromos, es obra de Giovanni Battista Galli. Hay que detenerse a contemplar los diversos frescos históricos de las paredes, como el de la “La Aparición”, en la nave izquierda. Los de la nave central son de Valorsa. Cinco bellas telas adornan las paredes del ábside. Entre las pinturas se aprecia la “Coronación de la Virgen” (1651), de Carlo Marni. La fachada principal, con su elegante pórtico, es imponente, a la vez que sencilla y graciosa. El alto y majestuoso campanario data de 1578. La cúpula, obra de Pompeo Bianchi fue levantada entre 1580 y 1584.

    Mención especial merece el órgano de la iglesia, en perfecto funcionamiento: sus 2,200 tubos de estaño purísimo acompañan las acciones litúrgicas festivas. Esta magnífica joya da fama al santuario y suscita la admiración de los visitantes. La grande caja en madera (1608-1617) finamente tallada por el maestro bresciano Giuseppe Bulgarini se apoya sobre ocho columnas de mármol rojo. Fue terminada en 1638, cuando el milanés Giovanni Battista Salmoiraghi colocaba los delicados paneles del parapeto, representando La Natividad, Los Magos y La Circuncisión del Señor. Frente al órgano se encuentra el coro o cantoria, rica en tallas y pinturas, iniciada en 1768 y terminada en 1770.

    Los peregrinos no cesan de acudir a María para encomendarle sus problemas, dolores y sufrimientos. Por ello también es invocada como Virgen de la Salud.

    Los sacerdotes de la diócesis de Como que atienden el Santuario siempre están disponibles para acoger a los peregrinos y administrar los sacramentos.

    Cómo llegar:

    En coche: Carretera estatal n. 36 Lecco-Sondrio-Tirano

    En tren: Milán-Leco-Sondrio-Tirano

    Sugerencias:

    La posición geográfica del valle de La Valtellina hizo que la región se convertirse en paso comercial y militar de Francia y Lombardía hacia Suiza y las cuencas fluviales del Reno y del Danubio. La Valtellina hoy se caracteriza por el turismo de montaña y sus pistas invernales de esquí (Bormio, Sta. Caterina, Baradello in Aprica, Valmalenco…). En el invierno se representan los pesebres vivientes en la vigilia de Navidad (Sondrio, Caspoglio, Lanzada… y sobre todo, Talamona). Gran parte del territorio alberga parques naturales protegidos, como el Parco dello Stelvio, el mayor de los Alpes.

    Partiendo desde la sede de San Ambrosio se puede visitar el Lago de Como, famoso por sus villas y palacetes aristocráticos de sus riberas. De ahí se pasa a Lecco, inmortalizado por Manzoni en su obra Los Novios. Se sigue en dirección norte, hacia Chiavenna, donde se encuentra el lago de Novate Mezzola. A la orilla de lago, en un lugar de singular belleza, al que sólo se accede en barca, se encuentra la capillita de San Fedelino, una joya de arquitectura románica construida hacia el año mil. Las paredes graníticas de la zona han aportado gran parte de los materiales que hicieron posible las calles empedradas de Milán.

    Chiavenna conserva ciertos rasgos propios de burgo medieval y renacimental. Ahí se abre paso el valle del Maloja, que conduce a Saint Moritz, famosa estación suiza de esquí. Más arriba inicia el valle San Giacomo, que sube empinado hacia el paso del Spluga, en dirección a Chiuro (Suiza). A mitad de camino se encuentra el Santuario de la Virgen de Gallivagio, que recuerda la aparición de la Virgen en 1942 a dos niñas que recogían leña en el bosque. La actual iglesia fue terminada en 1605, en la garganta de las montañas semejante a un nido de roca y pinos. En Piuro se admira el espectacular salto del Acqua Fraggia.

    Volviendo un poco hacia el sur, remontando el curso del río Adda, llegamos a Morbegno, ciudad que tuvo su apogeo hacia 1500: lo dicen las ricas decoraciones de la Asunta y de San Antonio, adornadas por artistas milaneses como Gaudencio Ferrari. La primera iglesia conserva el conjunto en madera del altar mayor, emparentado con el arte alemán y que evoca las incisiones de Durero, obra de Giovanni Angelo del Maino (en las policromas colaboraron Ferrari y Fermo Stella).

    A las afueras de la ciudad de Sondrio, que da nombre a la provincia, está el diminuto Santuario de la Virgen de la Sasella, del s. XV, en las faldas empinadas de la montaña, rodeada de viñedos. En Sondrio merece una visita la capilla del Ángel Custodio, por las pinturas de Ercole Procaccini.

    Finalmente se llega a Tirano, meta de nuestra peregrinación. Se puede hacer un paseo en tren turístico hacia el valle suizo de Poschiavoaen. A partir de aquí el valle se vuelve más estrecho, en dirección a Bormio, que ofrece el grandioso espectáculo de las cimas nevadas que lo rodean y que anuncian la presencia de los grandes glaciares.

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