En Jerusalén durante la pascua

Jesús nos enseña a darle gloria a Dios siendo perfectos como Él quiere, y enseña a darle gloria que es la vida del hombre; enseña a pedir su reino, su justicia, su amor, su libertad, su paz.

Llega Jesús a Jerusalén por tercera vez desde que se ha declarado Mesías, y va al Templo para rezar. El ambiente es hostil, y sus discípulos, atemorizados, lo perciben. "Cuando terminó de orar le dijo uno de sus discípulos: Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos". Ya sabían rezar los discípulos, y de hecho rezaban, y mucho; pero les impresiona la intensidad de oración de Jesús, su concentración, su recogimiento, hasta el gesto de su rostro. Sus silencios son elocuentes, pero también lo son sus palabras. Si la oración es hablar con Dios, Cristo habla con su Padre en diálogo riquísimo y pleno, pero también habla como hombre, con intercambio de ideas, con afectos del corazón, con actos de voluntad; su espíritu está inmerso en el Padre de un modo pleno. No quiere Jesús las manifestaciones extraordinarias, pero las ordinarias son de un amor pleno, de entrega, de comunión. No se basa en fórmulas su oración, aunque con frecuencia que sigue las oraciones de la Escritura; pero su oración es, ante todo, un diálogo de tú a tú, cara a cara en una intimidad difícil de lograr.

Jesús no elude la respuesta y "les respondió: Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino; nuestro pan cotidiano dánosle cada día; y perdónanos nuestros pecados, puesto que también nosotros perdonamos a todo el que nos debe; y no nos dejes caer en la tentación"(Lc).

En una ocasión anterior Jesús había enseñado a rezar a base de un esquema semejante, con sólo tiene cinco peticiones; lo que se repite, entonces y ahora lo central es la invocación al "Padre", el eterno Amante, el que engendra por amor, el que cuida de cada uno respetando la libertad, el que dirige todo para el bien de los que le aman. Darle gloria siendo perfectos como Él quiere, y enseña a darle gloria que es la vida del hombre; enseña a pedir su reino, su justicia, su amor, su libertad, su paz, -no sólo externa- sino aquella que tenga su origen en el interior del hombre. Y llega a vencer al Maligno y a la muerte, su aliada. Y suplica por las necesidades diarias, por el perdón y la fuerza para vencer la tentación; es decir vivir de amor, sin desánimos y conscientes de que es posible vencer si se recurre al Padre.

Reproducido con permiso del Autor,

Enrique Cases, Tres años con Jesús, Ediciones internacionales universitarias

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Un comentario

  1. Gracias hermanos en Cristo, por recordarnos que la oración, como alabanza, agradecimiento y comunicación con Dios, nuestro Padre, es la base de conseguir las Gracias que necesitamos y poder avanzar en nuestro crecimiento de fe. Orar nos ayuda a descubrir a Nuestro Padre Celestial, a Nuestro Hermano Redentor y Salvador, como a ser "depósitos" del Espíritu Santo. No hay como la perseverancia en la oración personal. Dios les bendiga.

  2. Gracias hermanos en Cristo, por recordarnos que la oración, como alabanza, agradecimiento y comunicación con Dios, nuestro Padre, es la base de conseguir las Gracias que necesitamos y poder avanzar en nuestro crecimiento de fe. Orar nos ayuda a descubrir a Nuestro Padre Celestial, a Nuestro Hermano Redentor y Salvador, como a ser "depósitos" del Espíritu Santo. No hay como la perseverancia en la oración personal. Dios les bendiga.

  3. Gracias hermanos en Cristo, por recordarnos que la oración, como alabanza, agradecimiento y comunicación con Dios, nuestro Padre, es la base de conseguir las Gracias que necesitamos y poder avanzar en nuestro crecimiento de fe. Orar nos ayuda a descubrir a Nuestro Padre Celestial, a Nuestro Hermano Redentor y Salvador, como a ser "depósitos" del Espíritu Santo. No hay como la perseverancia en la oración personal. Dios les bendiga.

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