Tercer Mandamiento 3

Te necesito para ser mejor

En una encuesta realizada entre un centenar de chicas, las cualidades de ellos más repetidas por las chicas eran: Educado, atento, caballero, delicado, con personalidad, muy hombre, que la proteja y la domine, que no sea un pelele; pero que tampoco sea grosero y despótico. Y sobre todo que sea un buen cristiano.

Y por supuesto, que la persona con la que te cases que sea católica.

Los matrimonios mixtos son desaconsejables . Se llaman matrimonios mixtos aquellos en que los dos son de distinta religión. El ideal es que los dos sean de la misma religión. Que el católico se case con católico, el protestante con protestante, y el mahometano con mahometano, etc. La discrepancia en una cosa tan seria como son las ideas religiosas, puede ocasionar conflictos muy graves de orden práctico. Además, los hijos son los más perjudicados, pues, al darse cuenta de que sus padres no están de acuerdo en la fe, es fácil que adopten un frío indiferentismo religioso.

El Papa Pablo VI, dijo el 31 de mayo de 1970 sobre los matrimonios mixtos:

«En realidad, son muchas las dificultades inherentes a un matrimonio mixto. Por eso, la Iglesia, consciente de su responsabilidad, desaconseja el contraer matrimonios mixtos». Y más adelante, advierte que todo católico que desee contraer matrimonio mixto debe pedir permiso a su Obispo.

«Para obtener del Obispo la dispensa del impedimento, la parte católica debe declararse dispuesta a alejar de sí el peligro de perder la fe. Además tiene la obligación grave de formular la promesa sincera de que hará todo lo posible para que toda la prole sea bautizada y educada en la Iglesia Católica. De estas promesas, a las que está obligada la parte católica, deberá ser informada, a su debido tiempo, la parte no católica(847).

Los Testigos de Jehová se negarán a comprometerse a educar a los hijos en la religión católica, pues ésta es su norma. Por eso no parece posible que sea lícito el matrimonio de un católico con un Testigo de Jehová.

El Islam prohíbe que una mujer musulmana se case con un hombre no musulmán.

 

Conversaciones

Las conversaciones y chistes verdes (deshonestos, inmorales, obscenos) pueden llegar a ser pecado, si se dicen con mala intención (impura, deshonesta), si contienen una aprobación del mal o una inclinación a él, o encierran un peligro de consentimiento impuro o de escándalo y daño para las almas de los otros.

Las conversaciones obscenas y prolongadas -sobre todo entre los jóvenes- fácilmente son pecado.

Cuando sea necesario hablar sobre asuntos relacionados con la sexualidad, hay que hacerlo con respeto y seriedad.

En las conversaciones deshonestas peca: a) el que empieza; b) el que no empieza, pero que sigue la corriente con alguna intervención; c) el que no participa, pero está escuchando con gusto y buena gana. Pero el que oye de mala gana, el que quisiera que se hablara de otra cosa, el que procura desentenderse del asunto, éste no peca.

Cuando en un grupo se empieza una conversación indecente, si puedes buenamente, procura cambiar la conversación. Si no eres el de más categoría, o no tienes cierto influjo en los demás, el pretender cortar radicalmente puede ser contraproducente. Pero si es posible, retírate, de forma que los demás comprendan que no te gustan esas conversaciones. Si te resulta muy violento marcharte, y no es para ti ocasión próxima de pecado, puedes quedarte, con tal de que no participes y, si puedes, des a entender de alguna manera que no te gustan esas conversaciones. Pero, desde luego, que nadie pueda suponer que las apruebas. En último caso, puedes desinteresarte de lo que se dice, dirigirte a otra persona del grupo para hacerle una pregunta cualquiera, etc.

El definir claramente tu postura en este punto te evitará muchos peligros, pues los demás sabrán que para eso no se puede contar contigo.

Lo mismo te digo sobre los grabados inmorales y novelas indecentes.

Leer revistas pornográficas difícilmente dejará de ser pecado, pues no tiene justificación y puede ser un peligro de aceptación de la lujuria.

Por supuesto que es pecado leer escritos impuros y deshonestos con el fin de despertar la sexualidad. Pero aunque no tengas esta mala intención al comenzar la lectura, interrumpe ésta, si no es necesaria, al advertir que despierta la voluptuosidad y provoca tentaciones. Si el libro es de estudio o formativo,entonces no es necesario dejarlo; pero conviene levantar el corazón a Dios, purificar la intención y rechazar todo consentimiento.

Leer novelas obscenas y pornográficas, por el peligro de pecar que supone, casi nunca dejará de ser pecado. Hay también una nube de novelas que, sin ser descaradamente inmorales, fomentan la morbosidad y halagan la concupiscencia. Su lectura siempre hace daño.

Si te gusta leer, escoge algunos libros que te interesen de la numerosa colección de libros formativos. Y si no conoces, pregunta a alguna persona competente que pueda orientarte. Al final del libro te pongo, en el Apéndice, una lista de libros recomendables por su valor formativo.

Pon también mucho cuidado en no tararear las musiquillas de ciertas canciones, que pudiera hacer creer a tus compañeros que apruebas la letra escabrosa que tienen.

También debes tener cuidado con las miradas. A veces los ojos se van sin querer. Cuando caigas en la cuenta de que estás mirando lo que no debes, los retiras a otra cosa y en paz. No te preocupes.

Para que una mirada sea pecado es necesario ponerse a mirar detenida y voluntariamente cosas deshonestas; pues hay obligación de evitar todo peligro de excitación carnal, a no ser que haya razón proporcionada que lo justifique.

En general, te recomiendo que cuando veas cosas inmorales sepas hacer la vista gorda, y cuando las oigas, muestra indiferencia.

Pero si es cierto que esas miradas involuntarias no deben preocuparte, aunque te causen perturbaciones orgánicas (que debes despreciar), sin embargo, otra cosa muy distinta son las excitaciones producidas por esos abrazos …, por esos besos …

Pero, ¿es pecado abrazarse? ¿Es pecado besarse? Depende. El beso puede ser expresión de un cariño sano y limpio. Pero también puede ser un desahogo de pasión y lujuria. Los interesados son los que han de distinguir, sabiendo que no se puede buscar ni admitir la satisfacción sexual fuera del matrimonio(779).

No es lo mismo un ligero besín que un besazo lascivo que desboca la lujuria y lleva fácilmente a cosas peores.

En qué consiste la diferencia entre un beso que no es pecaminoso y un beso que se vuelve pecado u ocasión de pecado? Sencillamente, en la pasión. Y la pasión es un elemento muy fácil de conocer.

Uno la siente enseguida, y también se percibe claramente en la otra persona. Un beso puede ser un peligro. Un beso puede ser una ocasión de pecado. Y a veces, una ocasión inmediata.

La juventud es muy inflamable por naturaleza. Sea tu temperamento el que sea, te recomiendo que no te entregues a esos besos lascivos, pues con esto das entrada a la pasión. Y Jesucristo dice que es pecado desear lo que está prohibido hacer. Y es pecado provocar voluntariamente una excitación sexual. El beso en la boca prolongado y ardiente es especialmente excitante, pues va unido al apetito sexual.

Los labios son una zona erógena. La misma policía norteamericana informa de la facilidad con que la práctica del beso pasional puede convertirse en unión genital(780).

Una cosa muy distinta es un beso breve, suave y delicado, expresión de un cariño sano y limpio. Pero ese otro beso voluptuoso y lascivo que enciende la concupiscencia es inadmisible. Ese sensual modo de besar que ha difundido el cine, no se puede permitir nada más que entre quienes han contraído matrimonio. Esos modos de besar suponen cosas que son derecho exclusivo de casados.

Por otra parte el beso en la boca, «mojado», es antihigiénico. Dice Ramón y Cajal: «El beso es para el científico un simple intercambio de microbios»(781).

Por lo visto en la boca de cada persona hay unas trescientas especies de microorganismos, y con el «beso mojado» éstos pueden pasar de una persona a otra. «A través de un beso se puede infectar a la pareja de mononucleosis infecciosa, conocida como la enfermedad del beso, hepatitis A y salmonelosis»(782).

El doctor San Martín, sexólogo, dijo por Tele-5, el 21 de Enero de 1997, que la sífilis puede contagiarse a través de un beso.

 

Las tentaciones

Para vencer las tentaciones, ten en cuenta estos seis consejos:

1) No perder la calma: estar seguros de que todas las tentaciones pueden vencerse con la gracia de Dios.

2) Acuérdate de que sólo la voluntad puede pecar y, por lo tanto, mantenla inflexible.

3) Encomiéndate a Dios y a la Virgen Inmaculada, que jamás abandonan a los que acuden a ellos.

4) Desembarázate de la ocasión, en cuanto puedas. Si hubo victoria, da gracias a Dios. Si caída, arrepiéntete y aprovecha la lección para otra vez.

5) Después de cada caída, haz un acto de contrición, confiésate enseguida y además ofrece en reparación una mortificación que cueste.

6) No vuelvas a pensar más en la tentación; ocúpate de algo.

Para tu tranquilidad has de saber que dice San Pablo que Dios jamás permitirá que seamos tentados por encima de nuestras fuerzas(783).

Y que el Concilio de Trento afirma que Dios no pide a nadie cosas imposibles, sino que hagas lo que puedas, y pidas lo que no puedas; que Él te ayudará para que puedas.

Después de una tentación pueden ocurrir tres cosas:

1) Victoria clara, porque la rechazaste totalmente en cuanto caíste en la cuenta de la tentación: dale gracias a Dios que te ha ayudado a vencer.

2) Derrota clara, porque te dejaste llevar conscientemente: arrepiéntete, humíllate ante Dios, y pídele que te ayude a vencer en otra ocasión; haz un acto de contrición y propón confesarte pronto.

3) Duda de si consentiste o no consentiste. No estás seguro si resististe completamente a la tentación. En este caso expón al confesor sencillamente tu duda, por ejemplo, diciéndole: «he tenido malos pensamientos y malos deseos contra la pureza, y no sé si los he rechazado suficientemente».

No te contentes con dejar la confesión para después de la caída. La confesión también tiene un valor preventivo, porque aumenta la gracia en virtud del sacramento y fortalece la voluntad.

Cuando presientas una posible caída, confiésate aunque no tengas pecados graves. Y si, además, puedes comulgar, todavía mucho mejor.

Para dominar el cuerpo es muy conveniente la mortificación. Es una práctica común de todos los santos. Un cuerpo mortificado es mucho más dócil.

Es necesario luchar mucho para permanecer puros. A las malas inclinaciones de nuestra pasión, se une la inmoralidad que se ve en la calle y en el cine.

 

El cine

El cine, en sí mismo, no es malo. Es un vehículo de cultura, un transmisor de ideas. Es un arte que, si se utiliza rectamente, puede servir para dar gloria a Dios.

Pero desgraciadamente, hasta ahora, se ha empleado más para hacer el mal que para hacer el bien.

El Episcopado italiano publicó una Declaración sobre la situación moral del cine en la que decía: «Salvo laudables excepciones, que merecen nuestra consideración y aliento, la mayor parte de la producción cinematográfica italiana ha ido constantemente hacia un progresivo y desenfrenado deterioro moral».

Por eso te aconsejo que no te aficiones demasiado al cine.

El cine tiene una tremenda fuerza persuasiva. Anula la personalidad, arrastra, emboba, hipnotiza. Nos identifica con el protagonista y nos proyecta su psicología, su modo de ser, su ejemplo. Es un arma psicológica fenomenal. Y cuanto más potente es un arma tanto más peligroso es su mal uso.

El cine tiene serios peligros. El primero, aunque menos grave que el segundo, es su exhibicionismo sexual. El daño depende, naturalmente, de las circunstancias. No es lo mismo en los fríos espectadores nórdicos que en los ardientes meridionales. No es lo mismo el dominio de una persona culta que la reacción gamberra del populacho. No es lo mismo la serenidad de la madurez que la excitabilidad de la juventud.

Pero no seamos ingenuos cerrando los ojos ante este peligro real.

Peligro que no sólo existe mientras dura la proyección de la cinta. La imaginación seguirá después trabajando con las imágenes que se le quedaron grabadas, y es muy fácil que se produzcan después tentaciones desagradables. Pensemos, por ejemplo, lo frecuente que son las películas que proyectan escenas de amor en la cama (y no precisamente entre esposos).

Pero el peor daño del cine es por la fuerza con que transmite las ideas. El lenguaje de la imagen tiene un gran valor emotivo que conquista de modo casi invencible y cambia poco a poco el fondo del psiquismo, aun contra la propia voluntad, que no advierte lo que sucede dentro de sí.

Por ejemplo: una película me presenta un marido que no se entiende con su mujer, por incompatibilidad de caracteres. En cambio se ha enamorado locamente de su secretaria que es de enormes cualidades, y le corresponde en su amor. Pero no pueden casarse porque son católicos.

Instintivamente nos apena que la Iglesia se oponga a ese matrimonio.

En ese momento no se advierten los males que se seguirían a la familia, en general, de permitir el divorcio. Instintivamente aprobamos el adulterio de dos personas que nos han ganado el corazón. De esta manera se nos va cambiando la mentalidad sin casi advertirlo.

El cine enfoca y resuelve muchos problemas humanos al margen de Dios, como si no existiera una Ley Divina y un destino sobrenatural del hombre. Son películas que están hechas con un criterio que no tiene, generalmente, nada de cristiano, y a fuerza de verlas, va uno cambiando, sin darse cuenta, su modo de pensar cristiano para pensar como los del cine. Son una lima para un espíritu cristiano. Tú no lo notas, pero siempre se llevan algo. Una conducta inmoral interpretada por una artista agradable nos inclina a la justificación. Con esto empieza a evolucionar nuestro criterio cristiano, y al fin, arrastrado por el ejemplo del cine, se termina poniendo por obra lo que tantas veces se vio en la pantalla con fuerza seductora.

Como estas ideas están expuestas de un modo agradable y simpático, las admitimos con facilidad. Tenemos que filtrar estas ideas y rechazar todo lo que no esté de acuerdo con nuestras ideas cristianas.

Los pueblos no mueren porque se les combata o conquiste, sino porque se les corrompe. Pues el cine está teniendo la virtud trágica de corromper hasta la conciencia de nuestro pueblo. Muchos españoles de hoy ya no piensan en español, ni en cristiano, sobre problemas tan capitales como son la familia y el amor. A fuerza de ver en el cine, cosas que están mal, aunque al principio nos repelen y las censuramos, poco a poco nos vamos acostumbrando, y es posible que, si se nos presenta la ocasión, hagamos también nosotros lo que antes nos hubiera horrorizado.

Conozco a un matrimonio que a los cuatro años de casados vivían inmensamente felices con un auténtico cariño mutuo y gozando de la alegría de dos hijos como dos soles. Un día la mujer, influenciada por la ligereza y frivolidad con que se ven en el cine escenas de adulterio, aprovechando un viaje de su marido, no le importó correr una aventurilla ( qué tiene de particular!: es la frase con la que queremos justificarlo todo), y se acostó con otro hombre. Y como todo lo que se hace termina por saberse, un día su marido se enteró. Fue tal la tragedia que se armó que nunca, en su vida, aquellas dos personas pasaron días peores. El marido me decía: «Si es verdad que me quería, cómo ha podido hacerme eso? Es que no me quería. Todo lo que me decía era mentira. No puedo volver a hacer el amor con ella. Se me pone delante que me está engañando. No puedo seguir con ella!» Y lloraba de desesperación, de rabia y de pena. Y ella también lloraba de arrepentimiento, al ver que por un capricho frívolo había hundido la felicidad de su hogar.

En materia de amor, el cine hace daño tanto a las personas casadas como a las solteras.

El cine hace daño a los casados porque con mucha frecuencia presenta como la cosa más natural, y casi inevitable, las expansiones amorosas extramatrimoniales de casados. Y esto no puede ser! Toda expansión amorosa extramatrimonial de un casado, es adúltera. Con la gracia de Dios se pueden superar todos los conflictos amorosos que se presenten al corazón.

El daño que el cine hace a las personas solteras es, entre otras cosas, por enseñar una enorme facilidad para llegar al acto sexual: derecho exclusivo de casados. Además, porque muchísimas veces presenta como motivo suficiente para el matrimonio el atractivo corporal, y eso es mentira!

Este atractivo es un factor, pero él sólo no basta. Muchísimos fracasos matrimoniales se deben precisamente a que se basaron exclusivamente en el atractivo corporal, y se descuidaron otros valores de mayor importancia.

Aparte del daño que el cine hace, con sus escenas, en la emotividad de la mujer, le hace otro daño también grave en su psicología: la mujer se siente arrastrada a imitar los modales, las actitudes y conducta de las artistas que se presentan como mujeres deslumbradoras, y hacen brotar en la espectadora el natural deseo de resultar ellas mismas también atractivas. Al principio, las cosas que chocan con la moral se rechazan, pero a fuerza de verlas en la pantalla se les va quitando importancia y acaban por asimilarse.

El cine ha hecho muchísimo daño a las chicas enseñándolas modales insinuantes y provocativos, a mirar con descaro, un modo de ser frívolo y fácil, y a ser condescendientes en aventuras amorosas. Cuántas chicas adoptan en público y en privado, posturas y actitudes atrevidas, influenciadas por lo que vieron en el cine, dándose cuenta o sin darse cuenta del todo! Cuántas chicas se han hecho unas frescas por lo que vieron en el cine! Cuántas chicas cayeron más hondo de lo que jamás sospecharon por seguir unos primeros pasos que aprendieron en el cine!

Algunas chicas, influenciadas por el ambiente erotizado, son fáciles en llegar a todo, sin pensar en las consecuencias, pues en las películas lo ven continuamente y nunca pasa nada. Pero en la vida real, sí. La vida real no es el cine. Cuántas solteras embarazadas, después se lamentan de lo que hicieron! Pero ya es tarde! «Hay películas que, de hecho, son para muchos una verdadera escuela de vicio. Al exhibir ante la juventud escenas de besos prolongados y lascivos se les incita a hacer otro tanto, haciéndoles creer que tales acciones son la señal necesaria del amor, y afianzándoles en la convicción de que eso se puede hacer, pues tantos otros lo hacen. Así se mata poco a poco en las almas el sentido del pudor y de la pureza»(784).

Muchas películas tratan de una chica que se lía con un casado, una prostituta que seduce a un jovenzuelo, una mujer que engaña a su marido, etc., etc. Siempre a base de pecados sexuales.

Cuándo veremos películas que exalten las virtudes de un buen padre de familia, de una madre honrada y de una chica decente? Hacer esto es mucho más difícil. Aquello es mucho más fácil. Por eso abundan las películas a base de los bajos fondos de la vida.

Hay que combatir las películas que inculcan ideas contrarias a la moral católica.

El público es el que manda en el cine. Si una película deja la sala vacía, no se repetirá . Pero si una película resulta «de taquilla» se multiplicarán las películas de este tipo.

Si queremos moralizar el cine, hay que hacer el vacío a las películas indeseables. Con este método «La Legión de la Decencia» en Estados Unidos, logró imponerse a los directores de Hollywood.

En cuestión de espectáculos inaceptables para la conciencia cristiana, conviene adoptar con energía la consigna de no asistir a ninguno por tres fines simultáneos: evitar el peligro propio, dar buen ejemplo y exigir que no se den espectáculos indecentes por el medio humano más eficaz, tratándose de empresarios poco delicados de conciencia, que consiste en negar la cooperación económica.

Pío XII en su «Encíclica Miranda Prorsus», sobre el cine, la radio y la televisión, dice: «Los juicios morales, al indicar claramente qué películas se permiten a todos y cuáles son nocivas o positivamente malas, darán a cada uno las posibilidades de escoger los espectáculos…, harán que eviten los que podrían ser dañosos para su alma, daño que será más grave aún por hacerse responsable de favorecer las producciones malas y por el escándalo que da con su presencia». El Concilio Vaticano II nos exhorta a «seguir las indicaciones de la censura moral y a evitar los espectáculos peligrosos, entre otras cosas, para no contribuir económicamente a espectáculos que puedan hacer daño espiritual».

El punto de vista estético no basta para justificar cualquier espectáculo. La curiosidad no es motivo suficiente cuando se trata de espectáculos degradantes Oigamos de nuevo a Pío XII P O XII: Encíclica «Miranda Prorsus»: «Culpable sería, por tanto, toda suerte de indulgencia para con cintas que, aunque ostenten méritos técnicos, ofenden, sin embargo, el orden moral; o que, respetando aparentemente las buenas costumbres, contienen elementos contrarios a la fe católica»(785).

Es notable que muchos cristianos difíciles para dar su dinero a obras de caridad y apostolado, lo den sin escrúpulos a espectáculos que descristianizan las costumbres. Regatean su dinero para lo bueno, y lo dan alegremente para lo malo.

Pero no te contentes con no ir tú a esas películas. Procura además convencer a otras personas para que tampoco vayan. Si los católicos quisiéramos colaborar a la acción moralizadora de la Iglesia, Cristo reinaría mucho más en el mundo. Pero hay católicos que consideran a la Iglesia como una aguafiestas a quien hay que dar de lado para poder pasar la vida más divertida; y así están haciendo el juego a Satanás para que sea él quien domine en el mundo. Es inconcebible, y da pena decirlo, pero la realidad es que, a veces, los primeros en obstaculizar la obra moralizadora de la Iglesia, son los mismos cristianos.

El cine es un estupefaciente, y si se adormece tu sensibilidad espiritual, qué conciencia moral podrá protegerte? Cuando el timbre de alarma de la conciencia y del remordimiento está estropeado, el alma corre peligro. Cuántas veces la voz de la conciencia ha hecho dar un frenazo ante el abismo del pecado! Y también, cuántas veces la voz de Dios resonando en el alma ha levantado a una vida de perfección!

 

El baile

Otro de los grandes peligros de pecar contra este mandamiento, es el baile.

La satisfacción sexual buscada directamente fuera del matrimonio, es pecado grave. Y esto es lo que buscan muchos en el abrazo del baile.

Lo que quieren es tener una mujer en sus brazos. Y el baile les proporciona una ocasión estupenda de poder apretarla contra su cuerpo.

El baile moderno suelto puede ser más pasable, si se evitan los movimientos sensuales. Por eso nuestros bailes regionales, como la jota, la sardana, el zortzico, la muñeira, etc., no tienen reparo moral alguno, y sería estupendo que se generalizaran mucho más. Pero esos bailes de parejas abrazadas, tal como se baila hoy día, en los que un chico y una chica ponen en contacto sus cuerpos de arriba-abajo, pegados como lapas, son, por lo menos, un peligro de sentir deseos voluptuosos para todo muchacho normal. Y este peligro hay que evitarlo si no hay causa proporcionada que lo justifique. Claro que hay modos y modos de bailar. No todos bailan con igual mala intención. Pero lo mejor es no bailar apretados: «que circule aire entre los dos». Bailar en sí no sería malo, pero lo hacen malo las circunstancias. Cuántos pecados de pensamiento, de deseo y de obra, antes, durante y después del baile! .

Por eso, aunque teóricamente se pueda bailar sin pecar, en la práctica, este baile de parejas pegadas, tal como se baila hoy día, es un semillero de pecados. Y aunque no siempre se peque gravemente, no será ponerse en peligro de pecar? Es una ingenuidad defender el baile como si fuera una diversión angelical e inocente. Todos sabemos que lo que los hombres buscan en el baile es, sobre todo, el contacto de los cuerpos. Y esto no es el medio más seguro para conservar la pureza, a la que estamos obligados por precepto de Jesucristo, y que tanto trabajo cuesta por la rebeldía de la concupiscencia.

Una vez oí una cosa que me hizo gracia, y por eso la pongo aquí. Era sobre la moralidad del baile:

«Depende de la intención del sujeto.

También de la intención de la sujeta.

Pero sobre todo de lo que el sujeto sujete a la sujeta».

No seas fácil en bailar. Piensa en el modo de mantenerte firme en tu propósito de evitarlo. Por qué hemos de andar siempre por el límite del pecado? Andar por el borde de un precipicio es muy peligroso.

Además, es un cristianismo raquítico el que sólo se detiene ante el pecado. Sepamos renunciar a aquellas cosas que nos gustarían mucho, que incluso nos serían lícitas, pero con las que damos mal ejemplo. Es evidente que muchos pecan gravemente en el baile. No contribuyas, con tu cooperación, a que otros pequen.

El Cardenal de Madrid, D. Vicente Enrique Tarancón dice: «Los bailes modernos son peligrosos por sí mismos. Llevan en sí mismos un germen de desorden y un peligro de pecado. La Teología no los puede admitir en principio. La Teología los ha de rechazar y ha de suponer su inmoralidad mientras no se demuestre lo contrario. Los distintos matices que tienen las diversas clases de estos bailes no alteran su naturaleza. Unos serán abiertamente escandalosos. Pero todos son esencialmente peligrosos… Si admitimos que estos bailes modernos son peligrosos por sí mismos, porque encierran ocasión más o menos próxima de pecado, nuestra postura ante ellos ha de ser necesariamente prohibitiva. Y en los casos concretos, se tratará tan sólo de saber si se dan las razones y las circunstancias que la moral exige para que uno pueda ponerse en peligro de pecado…Lo más grave, a mi juicio, es que al baile moderno se le ha dado carta de naturaleza y casi de obligatoriedad en nuestra sociedad que quiere llamarse cristiana… Se impone, por lo tanto, una reacción fuerte contra este criterio erróneo tan común entre católicos. El baile moderno es un mal.

Para autorizarlo se habrán de pesar las razones que justifican la permisión de un mal. En principio, una sociedad cristiana, no puede aceptarlo como un medio normal de diversión. La Teología lo condena por el desorden que lleva en sí mismo»(849).

Dice el célebre moralista Häring: «Son deshonestos, y por lo mismo ilícitos para todos, aquellos bailes que por la manera de abrazarse, por los contactos que permiten, y por las músicas que los acompañan, despiertan generalmente la sensualidad. Además, la persona que sabe por experiencia que ciertos bailes, le causan tentaciones y movimientos malos, tiene que evitarlos»(850).

 

Felicidad y placer

El hombre sensual confunde el placer con la felicidad. Su ansia de placer acaba con el verdadero amor, y al rebajar su concepto de la mujer, ha matado la felicidad de su matrimonio .

Es verdad que el amor incluye el sexo ; pero puede haber sexo sin nada de amor: por ejemplo, el que va con una prostituta. Ortega y Gasset en su ensayo «Estudios sobre el amor» analiza la diferencia entre amor y apetito sexual. Dice que no es lo mismo desear que amar: el drogadicto desea la droga, y al mismo tiempo la odia porque sabe que es su ruina.

El deseo es egoísta. El amor es generoso. Cuando deseo, busco algo que me satisface. Cuando amo, busco satisfacer a alguien(797) .

No es lo mismo deseo que amor. Al desear busco para mí, al amar quiero el bien de la persona amada. El sediento desea agua para saciar su sed, y un hombre puede desear a una mujer para saciar su lujuria. Pero ni el sediento ama el agua, ni ese hombre ama a esa mujer. Por eso cuando el sediento deja de tener sed, pierde su interés por el agua, y cuando ese hombre encuentra otra mujer que le apetece más, cambia con facilidad de persona. El amor es estable.

A veces las películas exponen la tragedia, no rara en la vida real, de dos amores cruzados. Una persona ama a otra que no le corresponde, y al mismo tiempo es amada por otra que le deja indiferente. Si uno de estos amores es imposible por tratarse de persona casada, es claro que la solución es centrarse en el único amor posible, para ver si es también razonable. Pero si los dos amores son igualmente posibles, a veces la solución no es fácil. Es difícil acertar. Además de la inclinación del corazón, hay que examinar otras cosas para unir el corazón con la cabeza.

Hay una canción que dice que a todo el mundo le gusta cambiar de comida, de trabajo y de amor; pues toda la vida igual resulta insoportable. Pero el amor no es ni una comida, ni un trabajo. El que necesita cambiar de amor es porque tiene la desgracia de que nunca ha amado, y por lo tanto tiene una total ignorancia de lo que es el amor.

El que ama de verdad es feliz viviendo con la persona amada toda la vida. Por eso las frases de amor son: «te querré siempre» , «te querré hasta la muerte» .

Pero quien dice: «te querré sólo una semana, pero la semana que viene querré a otra» , ése no ama. Lo que tiene se llama un ligue, un capricho pasajero, o lo que sea, pero no es amor. El amor, lo es para siempre o no es amor. Un amor condicionado es un amor putrefacto. Un amor «a ver cómo funciona» es un brutal engaño entre los dos. Un amor sin condiciones puede fracasar, pero un amor con condiciones, no sólo es que nazca fracasado, es que no llega a nacer .

Hay personas para quienes sólo vale el momento presente del amor. No les preocupa qué pasará el día de mañana. Estas personas no saben lo que es amar. El enamorado quiere que su amor dure toda la vida.

Desearía que no se acabase nunca. El amor, o es para siempre o deja de ser amor, para convertirse en aventura pasajera.

El vicioso necesita continuamente cambiar a nuevas experiencias; pero el auténtico amor nunca encuentra rutinario lo que es sincera expresión de cariño.

Y naturalmente los que hacen vida sexual sólo por apetencia, para satisfacer un deseo, donde cada uno busca el placer que el otro le proporciona a él, eso, evidentemente tiene que terminar mal. Amor no es el placer que sienten dos estando juntos. Esto puede ser coincidencia de egoísmos. Uno comienza a amar cuando llega a ser capaz de sacrificarse para hacer feliz a la persona amada. El egoísmo es la muerte del amor; mientras que el sacrificio es la verdadera prueba del amor. Cuando los novios se han templado en el sacrificio por el bien del otro, el matrimonio será una delicia . Pero si lo que han hecho de novios es fomentar su egoísmo, es lógico que su matrimonio sea un fracaso.

El amor nunca es egoísta. Todo lo que sea instrumentalizar en busca de la propia satisfacción, no es amor. Y esta instrumentación puede ser simultánea por ambas partes. Incluso en las verdaderas manifestaciones de cariño hay que tener cuidado de no penetrar en el campo de lo que es derecho exclusivo de casados.

Sin virtud y sin amor no puede haber matrimonio feliz. Muchos matrimonios fracasan porque su noviazgo fue una calamidad. Estos matrimonio tenían que fracasar necesariamente. Lo normal es que de un mal noviazgo salga un mal matrimonio, y que de un buen noviazgo salga un buen matrimonio. Habrá excepciones, pero son las menos. El número de matrimonios felices es proporcional al de las parejas que se casan por amor, y no por lujuria. Cuando un chico y una chica se unen en matrimonio sólo porque se apetecen sexualmente es lógico que ese matrimonio sea un fracaso. La convivencia estable de dos personas es imposible que sea agradable si entre ellas no hay verdadero amor.

Muchos creen que se aman y sólo se desean. En Estados Unidos el 50% de los matrimonio de jóvenes menores de veinte años, se divorcian antes de los dos años(798).

La experiencia de la vida demuestra que la unión sexual pasajera es mucho menos satisfactoria que la que realiza una pareja estable que se ama. La libertad sexual, la unión sexual episódica, al principio puede parecer gratificante, pero a la larga deja el alma triste. Por eso quienes van de cuerpo en cuerpo buscando ese tipo de satisfacciones es lógico que terminen hartos de todo, sin ilusión por nada, cansados de vivir, incapaces de amar y resignados a no encontrar esa felicidad duradera con la que toda persona sueña.

Las aventuras sexuales pueden durar más o menos, pero por carecer de amor, suelen terminar mal. Sólo el verdadero amor puede proporcionar una felicidad perdurable. Lo que hacen es animalizar a las personas e indisponerlas para la verdadera felicidad que está en el amor espiritual.

La felicidad de la persona humana no puede reducirse a satisfacciones corporales, que no superan el nivel animal. «Es una experiencia humana que el nivel puramente sexual ni le aporta al hombre una felicidad duradera ni es capaz de satisfacer los anhelos más profundos del corazón»(799).

Muchas personas que han pasado por diversas aventuras amorosas, después, reconocen que han perdido el tiempo, pues no han encontrado el verdadero amor, y ahora sueñan con formar una familia estable, pero ya es tarde.

El amor enriquece el sexo. Por eso los novios no deben tener ningún temor a que su vida sexual no vaya a ir bien en el matrimonio. Si se aman de verdad, la vida sexual irá bien. Por eso es un error decir que los novios deben conocerse sexualmente antes del matrimonio. Dice Eduardo López Azpitarte, Catedrático en Granada, que no conoce ningún matrimonio con amor que haya fracasado en su vida sexual. Los fracasos en la vida sexual suelen ocurrir cuando hay falta de armonía en el terreno psíquico pues esto repercute en el terreno sexual.

Algunos dicen que si un chico y una chica se quieren para vivir matrimonialmente no necesitan ningún papeleo burocrático . Eso es muy cómodo, pero no es serio. En la vida todas las cosas serias se formalizan con un documento. Si tú le prestas a un amigo un millón de pesetas, no te basta su palabra, por muy amigo tuyo que sea. Te quedas más tranquilo si te echa una firmita en un papelito. Pues el matrimonio es una cosa muy seria, en la que se pone en juego la educación de unos hijos que necesitan un hogar, y eso no puede estar a merced de una pareja que no quiere comprometerse a vivir juntos, y por lo tanto en cualquier momento difícil, por los que necesariamente pasan todas las parejas, uno de los dos podría dejar al otro plantado y marcharse, a veces, precisamente en una edad en la que será muy difícil encontrar nueva pareja, y la soledad atormentará al otro todo el resto de su vida.

Aparte de que los hijos tienen derecho a un hogar estable indispensable para su educación. Pero además, los niños pueden traumatizarse al darse cuenta del rechazo de los demás por su situación anómala. Y si se casan después de tener el hijo, el trauma puede ser de alguno de la pareja hacia ese hijo que le ha obligado a casarse contra su voluntad. Por eso la Iglesia no está de acuerdo con esas parejas que quieren vivir matrimonialmente, pero sin formalizar el matrimonio .Un mismo acto (coito), cambia de valoración moral si cambian las circunstancias (matrimonio) que pueden conceder un derecho que antes no se tenía.

La base de la felicidad matrimonial está en el amor espiritual entre ambos cónyuges. Éste es perdurable, el que no hastía nunca. Y cuanto más pongas de carnal en tu cariño, menos sitio dejas para lo espiritual. Unas relaciones en las que hay concesiones a la concupiscencia, se rebajan, pierden elevación y espiritualidad, es decir, pierden fortaleza en su vínculo fundamental. En cambio, cuando el instinto es frenado por la virtud, una aureola de elevación ilumina ese cariño, y un autodominio y mutuo respeto fortalece el vínculo que va a unirlos para toda la vida. Cuando se da este amor espiritual, el noviazgo es un tiempo de mutua educación: él se hace más puro, deja ciertos amigos, etc., por darle gusto a ella; y ella viste con más decencia, vence más su genio y sus caprichos, etc., por darle gusto a él. Pero cuando el amor del noviazgo está basado sobre la carne y el instinto, ese amor es egoísta, busca sólo su propia satisfacción. El egoísmo adquirirá en el matrimonio proporciones insospechadas.

Alegría es la satisfacción por haber alcanzado un deseo. Es saborear algo bueno que esperábamos.

La alegría está sobre el placer. El placer está en los sentidos, y la alegría en el alma. La alegría es el camino hacia la felicidad. La alegría es causa de optimismo, satisfacción y regocijo. La alegría enriquece interiormente y hace que la vida merezca la pena de ser vivida.

La felicidad se lleva en el alma. Dijo Frankl en su obra «El hombre en busca de sentido»: «La felicidad no se puede buscar nunca directamente. Sólo puede venir como consecuencia de haber entregado lo mejor de nosotros mismos por una causa noble».

Como dijo el Dr. Rodríguez Delgado, «no es lo mismo placer que felicidad». El placer está en los sentidos. La felicidad en el alma.

El amor tiene dos vertientes, el cariño, que es amor del alma, y el deseo que es amor del cuerpo. El cariño está hecho de ternura, admiración, respeto, etc. El deseo trata de poseer el cuerpo del otro, culminando en la unión sexual. La diferencia entre amor y deseo está en que el amor se siente atraído por las virtudes de la persona, y el deseo por la belleza corporal. El amor es más espiritual, va más dirigido a la belleza del alma. Va surgiendo poco a poco con el trato de la persona querida. El deseo brota más explosivamente. Va dirigido al atractivo corporal. Es más violento, busca expresarse en abrazos y besos frenéticos, que son maneras de tratar de poseer el cuerpo del otro. Son conatos de la unión sexual. El deseo nace del cuerpo. Se siente en el cuerpo, se dirige al cuerpo del otro. El amor es menos explosivo y violento. Es más profundo, más satisfactorio. Más reconfortante. Está hecho de ternura, admiración, respeto e identificación con la persona querida .

A veces se dan solteros, ya mayorcetes, que han encontrado una pareja con quien hacer vida sexual, y no quieren atarse con el matrimonio.

Son unos egoístas que buscan sólo su propia satisfacción, incapaces de amar a nadie, y por lo tanto incapaces de hacer feliz a nadie. Sólo se quieren a sí mismos, y a la larga es inaguantable convivir con ellos.

Quienes de solteros quisieron siempre satisfacer sus caprichos y de novios no tuvieron inconveniente en ceder a sus pasiones, llegan al matrimonio con un alma ferozmente egoísta y un cuerpo ávido de placeres. Como es natural el matrimonio no puede darles todo lo que ellos quieren, y su falta de sentido cristiano les hace infelices incluso en esta vida.

El resultado de esto son los fracasos matrimoniales que vemos por todas partes.

Muchos se quejan de su matrimonio cuando ya no hay remedio, porque un vínculo indisoluble los ata para toda la vida. Pero pocos caen en la cuenta de que su fracaso matrimonial se debe a que tomaron el noviazgo como una diversión, y contrajeron el matrimonio a la ligera, con frivolidad y sensualidad.

 

El libertinaje

Con frecuencia se oyen hoy ideas sobre sexualidad tendenciosas y corruptoras que pretenden «mentalizar» a la gente para llevarlas al libertinaje sexual que es el negocio de los pornócratas. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, define la pornografía como la comercialización del sexo .

No decimos que el sexo sea pecado, si se usa correctamente; lo que no es lícito es ese consumo de sexo que han montado los pornócratas, para hacer su negocio, con revistas, libros y películas en las que se hace del sexo un vicio. A fuerza de verlo en el cine muchos jóvenes juegan a hacer el amor, como los niños juegan a los indios. Pero la sexualidad es una cosa muy seria; no es para jugar.

Proclamar la absoluta libertad sexual puede parecer progresista pero de hecho se opone a los resultados de la mejor investigación contemporánea. Y el que se enfrenta a la investigación no es realista, es un iluso que pretende tal vez seducir, pero no convencer, y menos ayudar!

Hoy se prodiga hacer el coito a nivel de camaradería. Se habla mucho de «hacer el amor», pero esta frase es falsa; el amor no se hace, se da. Las cosas se hacen. El amor se tiene. El amor brota de la mutua estima entre dos personas. Por eso estamos asistiendo a una verdadera crisis del amor. Es notable el fracaso de las comunas de sexo libre.

Por querer disfrutar de la vida, lo que se hace es incapacitarse para el amor, que es la única felicidad de la vida. Las prostitutas, que viven del sexo sin amor, son un claro ejemplo de que sin amor no es posible la felicidad. Se las llama «Esclavas del siglo XX», «La esclavitud de la mujer». Son títulos de libros que tratan de la prostitución.

Una ninfomaníaca escribe: «Con todos los hombres que he conocido me he prestado a acostarme con ellos. Tengo una aventura tras otra. Ésta es la historia de mi vida, y la odio con toda mi alma».

Reducir el amor a sensaciones placenteras es degradarlo. El amor tiene una vertiente espiritual que es superior a todas las técnicas de manipulación de los órganos. El amor es una fuente de ternura, mientras que el cuerpo lo más que da es el estremecimiento de un orgasmo. Encuestas realizadas por un médico demuestran que muchos jóvenes hacen el coito para poder demostrar su masculinidad; y ellas, porque lo hacen otras. Es decir, que hoy muchos se avergüenzan de su pureza y alardean de su libertinaje sexual.

Incluso hay quienes llaman civilizada y madura a la persona que rompe moldes morales, para vivir según le apetece. Me parece una falsedad.

Es mucho más civilizada y madura la persona que tiene dominio propio, y sabe mantener su comportamiento dentro de una rectitud moral. Llamar represión atávica a la rectitud moral es querer poner una etiqueta peyorativa a valores que no se quieren reconocer. Pero las joyas que valen, no pierden valor porque haya personas que no saben apreciarlas.

La madurez se muestra plenamente cuando no elegimos aquello que satisface nuestras apetencias del momento, sino que permite conseguir el ideal que hemos asumido como meta de nuestra vida.

El ambiente erotizado que nos ha tocado vivir, hace suponer que el ejercicio del sexo es la mayor felicidad del mundo, y después resulta que no es así; pues las sensaciones de tipo físico carnal dan menos que la felicidad espiritual. Dicen los sexólogos: «La actividad sexual no es lo más importante en la vida». Por mucho sexo que viva una mujer, cuando encuentra a otra que vive el amor, siente una enorme envidia, pues echa de menos lo que el sexo solo no puede darle.

Ha sido V.Frankl el que ha venido a explicar, contra lo que decía su maestro Freud, que la dimensión más importante del hombre no es el sexo, sino el sentido religioso, transcendente, la posibilidad de poseer un sentido último que dé razón de todo lo que hacemos. Cuando el hombre carece de este sentido que le hace capaz de vencer el dolor y de superar la muerte, enferma. Y es así como la enfermedad típica de nuestro tiempo es la angustia; angustia que surge de la pérdida del sentido transcendente. Y es profundo lo que afirma V. Frankl de la felicidad: «La felicidad no se puede buscar nunca directamente, sólo puede venir como consecuencia de haber dado lo mejor de nosotros mismos a una causa noble, capaz de superar la limitación, el desánimo y la muerte, a una causa transcendente».

Éste es el problema del hombre de hoy, que vive más que nunca sin raíces, sin valores que le lleven más allá de sí mismo. Es cierto que toda acción humana tiene que tener la prerrogativa de la libertad, pero el hombre de hoy ha hecho de la libertad, que es un instrumento, un fin de sí misma; y, de este modo, está ya experimentando algo sabido desde siempre: que la libertad no libera, libera la verdad.

Hay quienes en nombre de la libertad quieren desasirse de toda clase de trabas. Para ellos es aleccionadora la inscripción debajo de un dibujo en la Abadía de Pannonhalma donde representa un barril de vino sin anillos de hierro, y el vino saliendo por las rendijas. El letrero ponía: «Se perdió por la libertad».

La prensa nacional y extranjera viene haciéndose eco últimamente de la atmósfera de erotismo y del ambiente sexualizado que nos está obligando a respirar la moderna civilización, que presume de haber enterrado mitos, y que prometía librar al hombre de las neurosis y obsesiones de ciertas represiones ciegas y voluntaristas, que querían hacer del hombre un ser angélico.

Pero en vez de liberar al hombre, su fragilidad ha quedado sometida al asedio omnipresente de cuanto dice relación con el sexo y se le está dejando indefenso en la lucha por integrar el instinto sexual y ponerlo al servicio de la vida y del auténtico amor. La iniciación sexual que necesitan nuestros jóvenes nada tiene que ver con la enciclopédica ilustración de todos los abusos y perversiones sexuales, con la ola de erotismo, con las escenas íntimas de alcoba, ni con los supermercados del amor.

«Bajo el hipócrita lema de la «liberación de tabúes» se está produciendo, a escala mundial, una desconcertante exaltación del nudismo, del naturalismo y de la obscenidad que lo invade todo, originando una escandalosa quiebra de la moralidad pública y privada.

Vamos, si no se pone remedio a tiempo, hacia un pansexualismo degradante de la naturaleza humana. Y lo peor es que apenas si hay reacción social contra la agresiones morales que por doquier se dan contra la limpieza de costumbres, como si una general abdicación del sentido natural y cristiano de lo lícito prevaleciera incluso entre personas e instituciones que deberían velar activamente por la moral pública. La pasividad ante la progresión de iniciativas eróticas y pornográficas acusa una general dimisión de derechos y deberes frente a un estado de cosas cada vez más deprimente».

De todo esto resultan casos como.el de aquella muchacha que se quedó embarazada, y no podía saber quién era el padre de la criatura porque aquel mes se había entregado a tres muchachos distintos. Triste situación, pero lógica consecuencia para una muchacha que no tenía escrúpulos anticuados y no se negaba nada de lo que le apetecía. Estas cosas pasan cuando no se respeta la moral. O aquel otro caso de un jovenzuelo que fue a estrenar su vida sexual con una señora, y después se enteró que era la madre de su mejor amigo. O aquel caso en que dos enamorados descubren que no pueden casarse porque resulta que, sin saberlo, son hermanos: el padre de él se acostó con la madre de ella.

O la de aquel muchacho que se acostaba con todas sus amigas, y el día que se enamoró de verdad recibió un enorme mazazo moral, que le dejó destrozado, al enterarse que su padre se había acostado antes con la muchacha que él amaba. Esto es lo que ocurre cuando el libertinaje sexual se salta las barreras de la moral católica. Si Dios manda castidad a la juventud y fidelidad a los matrimonios, no es por el gusto de molestarnos, sino porque eso es necesario para la felicidad del hogar. Cómo un hombre va a ir con ilusión al matrimonio sabiendo que la que va a ser su esposa ha pertenecido antes totalmente a cuantos lo han deseado? Es lógico que esos matrimonios acaben en divorcio. Cómo va un hombre a amar a sus hijos, si no puede saber si esos hijos son suyos o de cualquiera de los que han estado con su mujer? Ni amor de esposa, ni amor de hijos. Es que en una sociedad en que la juventud no es casta y el matrimonio no guarda fidelidad, se ha matado el amor del hogar que es la suprema de las felicidades naturales que Dios ha puesto en esta vida.

La libertad sexual de la juventud está atrofiando su sexualidad. Tanta sexualidad está disminuyendo la capacidad de respuesta sexual y el impulso sexual cada vez necesita mayores estímulos por aumentar cada vez más la impotencia. Así lo afirma el Dr. López Ibor .

Por eso cada vez son más los jóvenes que acuden al médico con problemas de impotencia sexual, como se dijo en una entrevista en Radio Nacional de España. Y es que Dios ha hecho la sexualidad para que esté al servicio del amor en el matrimonio. Pero quienes hacen de la sexualidad un vicio, es lógico que la destrocen. En la revista de medicina JANO, se afirma que muchas disfunciones sexuales e impotencias masculinas se deben a experiencias sexuales precoces y premaritales(842).

Dice el Dr. Juan Rof Carballo: «Algunos reducen el amor a la «mecánica» de la genitalidad. Es una aberración. La satisfacción fisiológica de unos órganos nada tiene que ver con el amor, que es de la persona entera, incluyendo el alma espiritual. La trivialización de la sexualidad en la juventud está dando orígenes a muchos matrimonios jóvenes ya hastiados de genitalidad, precisamente cuando lo lógico es que estuvieran viviendo la cumbre de su ilusión amorosa. El libertinaje sexual de la juventud está dando origen a un aumento de la impotencia y de la frigidez.

Hay «maestros» de sexología que cifran todo el éxito de la pareja en que el sexo «funcione» bien.

Tienen una visión de la pareja unidimensional. Lo reducen todo a lo meramente biológico-zoológico. El hombre es mucho más que un animal.

El hombre puede amar, puede comunicar ideas e ideales, puede sentir una armonía espiritual; y todo esto le lleva a una plenitud gratificante. La felicidad humana es mucho más que un mero placer sensitivo. Entender la sexualidad sin amor, sólo como un «instinto básico» es animalizar al hombre.

El libertinaje sexual con el que muchos han querido superar lo que ellos llaman tabúes y represiones arcaicas, sólo ha conseguido animalizar la sexualidad humana, separándola del amor y por lo tanto, privándola de la felicidad. Afirman los sexólogos que la sexualidad sin amor llena el alma de vacío, y a veces necesita el placer de la agresividad (violaciones), unida a las más diversas formas de impotencia y frigidez sexuales. Por eso, hoy, muchos sexólogos modernos opinan que hay que volver al restablecimiento de los llamados «tabúes sexuales»».

Hoy hay quienes se ríen de las cautelas de la moral sexual y presumen de ser muy modernos defendiendo más libertad sexual. Las consecuencias ya están asustando a las personas conscientes.

El libertinaje sexual tiene consecuencias lamentables, como son las violaciones y las madres adolescentes. En 1983 en Nueva York, uno de cada tres nacimientos fue extramatrimonial. En Estados Unidos quedan embarazadas al año más de un millón de quinceañeras.

John Hamilton considerado como uno de los sociólogos más acreditados de Estados Unidos, en un estudio sobre los problemas sexuales de la juventud, dice que en 1976 quedaron embarazadas 750.000 muchachas menores de 17 años. La mayoría no sabía quién era el padre de la criatura. Muy pocas se casan después. Los matrimonios entre adolescentes casi siempre fracasan.

Éste es el resultado de la liberación sexual y el olvido de las normas morales de la Iglesia. El sexo es una cosa muy seria. No es para jugar. Tanto embarazo irresponsable es para pensar. Traer hijos al mundo no puede ser el resultado de un juego. Tomar precauciones no basta. La prueba está en tanto embarazo no deseado. La única solución es la moral de la Iglesia.

La persona tiene derecho a recibir una información y una educación que respeten las dimensiones morales y espirituales de la vida humana.

 

Relaciones fuera del matrimonio

Hay quien dice que son convenientes las experiencias sexuales antes del matrimonio.

Dicen que conviene entrenarse antes de la boda. Esto es falso. Las relaciones sexuales prematrimoniales están prohibidas por Dios, por lo tanto ni son necesarias, ni convenientes, ni lícitas.

Dijo el Dr. López Ibor : «Las relaciones sexuales prematrimoniales no son necesarias para la futura armonía matrimonial»(808).

Si estas experiencias fueran buenas, Dios no las prohibiría. Si las prohíbe es porque no son necesarias. Lo normal es que los matrimonios aprendan el ejercicio de la vida sexual después de la boda. Poco a poco. No es necesario precipitarse. Ni conveniente. Nada tiene de particular que al principio no salga todo a la perfección. Es más, quien desde el primer día demuestra mucha experiencia sexual, no puede causar buena impresión al otro.

Algunos dicen:

– Nos queremos y vamos a casarnos. Si no estamos ya casados, no es por culpa nuestra, sino por las circunstancias. ¿Por qué no vamos a poder hacer lo que nos pide nuestro amor?

– Porque os falta el sacramento que os da ese derecho.

Yo antes de ordenarme sacerdote también deseaba decir misa, pero no pude hacerlo hasta recibir el sacramento que me daba facultades para hacerlo. Y si lo hubiera hecho antes, hubiera sido ilícito e inválido.

Si no es lícito el coito entre los solteros, tampoco lo son aquellos actos que lleven a él. Los solteros deben evitar todos los actos que pongan en marcha el aparato genital. Es absurdo pretender detener una traca. Es mucho más fácil no encenderla.

El ambiente erotizado que nos ha tocado vivir, y la machacona repetición de que es necesaria la liberación sexual, ha lanzado a muchos jóvenes al libertinaje sexual de funestas consecuencias para ellos mismos.

Unos dicen que no hay que reprimirse sexualmente, dando un sentido peyorativo al dominio propio. Sin embargo, el poder dominar los instintos es lo específico del hombre. Cuanto más nos dominamos, más hombres; cuantos menos, más animales. Y convertir al hombre en animal es degradarle.

Hoy algunos quieren presentar como natural toda clase de excesos sexuales. A veces se pone la etiqueta peyorativa de «represión sexual» al dominio del sexo, diciendo que es antinatural y causa de males para la salud. Sin embargo la verdad es todo lo contrario. La historia confirma que «la degeneración sexual ha sido el preámbulo de una generalizada degeneración social unida a graves atentados a la libertad y a la justicia»(809).

Otros dicen que el bien y el mal dependen de la conciencia de cada uno. Eso es falso, pues todos tenemos obligación de ajustar nuestra conciencia a la verdad objetiva. Lo mismo en moral que en todo lo demás: valor del número Pí, fórmula del agua, distancia de la Tierra a la Luna, etc. No es lo que a mí me parezca. Es lo que es objetivamente. No basta ser sincero para estar en la verdad. Se puede estar sinceramente equivocado. El pensamiento subjetivo debe estar de acuerdo con la verdad objetiva.

Eso de que la libertad sexual hace a los jóvenes más maduros es una mentira. Los hace más animales y más esclavos de la lujuria. Dice Tony Anatrella , psicoanalista y Profesor de Psicología Clínica: «Las experiencias sexuales no facilitan la madurez, al contrario, frecuentemente, la retrasan»(810).

Las experiencias sexuales prematrimoniales causan frustraciones psicológicas. Un joven puede estar maduro genitalmente pero no psicológicamente. Y el sexo necesita el complemento psicológico para el ejercicio de forma natural, en condiciones normales. La actividad sexual prematura retrasa su madurez afectiva y esto lo marca para el futuro. Las experiencias sexuales precoces impiden la verdadera virilidad y feminidad falseando la conciencia sexual y el amor.

Reducir el sexo y el amor a la genitalidad es empobrecerlo.

El gran sexólogo español Dr. Gregorio Marañón afirmaba que el mujeriego es un feminoide. La maduración sexual masculina hace al hombre monógamo: hombre de una sola mujer. El mujeriego es que no ha alcanzado la cumbre de la virilidad. Y si es un «play-boy», es un niño juguete de las mujeres, dice el Dr. José Botella.

Además, las relaciones sexuales prematrimoniales son inútiles. No garantizan el éxito en el matrimonio. Porque el matrimonio es mucho más que armonía sexual. La prueba es que la mayoría de los matrimonios fracasados que acuden al psiquiatra han tenido relaciones sexuales antes de casarse. Así se lo oí decir a un psiquiatra por Radio Nacional de España en el programa «Protagonistas Nosotros». Y el 9 de marzo de 1978 a las diez y media de la mañana le oí decir en el mismo programa a D. Carlos Soler, del Tribunal de Causas Matrimoniales de Barcelona, que « la gran mayoría de los matrimonios fracasados que acuden a los tribunales para deshacer su matrimonio (algunos antes del año de casados) habían practicado relaciones sexuales antes de casarse». Luego esto de nada les sirvió. Un estudio llevado a cabo por sociólogos de la Universidad de Wisconsin (EE.UU) sobre una muestra de 13.000 individuos de ambos sexos, ha puesto de manifiesto que las parejas que tuvieron relaciones sexuales antes del matrimonio fracasaron como cónyuges en un número muy superior al de las parejas que no las tuvieron .

Aunque en las películas vemos continuamente parejas que hacen el coito y no pasa nada, eso es propio de las películas; pero en la vida real, claro que pasa. Si no quieres el embarazo no hagas el coito. Creer que nunca va a pasar nada es una tontería. Al que le divierte adelantar en los cambios de rasante pensando que no va a pasar nada, terminará en el cementerio. En las películas nunca pasa nada, pero en la vida real, sí.

Además, esas experiencias sexuales prematrimoniales son totalmente inhibitorias. El miedo al embarazo y el remordimiento es lógico que produzcan una inhibición que convierte ese acto en algo totalmente distinto de la máxima entrega realizada por amor dentro del matrimonio, con todo derecho e incluso como acto de virtud. La alegría de la tranquilidad de conciencia sublima la felicidad de los actos humanos.

Dice el psico-pedagogo Bernabé Tierno : «Piensan muchas parejas que por hacer el amor de una manera más o menos satisfactoria ya están preparados para el matrimonio, lo cual es un error manifiesto…; las condiciones internas y externas antes del matrimonio son muy distintas de las que se verifican dentro de él».

La moral católica ha reconocido tradicionalmente el estado de noviazgo como una condición especial en la que se legitiman ciertos comportamientos que se considerarían desordenados fuera de una perspectiva conyugal. En todo caso el uso genital del sexo será considerado siempre como derecho exclusivo de los esposos: es un uso matrimonial .El uso deliberado de la facultad generativa está prohibido a los solteros . «El uso de la función sexual, tiene su rectitud moral sólo en el matrimonio legítimo», dijo el Concilio Vaticano II. Dice el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica: «El acto sexual debe tener lugar exclusivamente en el matrimonio; fuera de éste, constituye siempre un pecado grave, y excluye de la comunión sacramental»(811).

El uso del aparato genital es derecho exclusivo de casados, porque sólo ellos pueden responder a las responsabilidades que su uso lleva consigo. Engendrar hijos es lo más grande que se puede hacer en la vida. Por eso convertir la sexualidad en un juego, es un crimen. Es degradar la misión más sublime del hombre.

Lo que llena el corazón del hombre es el amor. Qué abismo tan grande entre lo que da una prostituta y lo que da la esposa amada! La sexualidad sin amor no puede ser satisfactoria . La experiencia de la vida demuestra que la unión sexual pasajera es mucho menos satisfactoria que la que realiza una pareja estable que se ama. La libertad sexual, la unión sexual episódica, al principio puede ser gratificante, pero a la larga deja el alma triste. Por eso quienes van de cuerpo en cuerpo buscando ese tipo de satisfacciones es lógico que terminen hartos de todo, sin ilusión por nada, cansados de vivir, incapaces de amar y resignados a no encontrar esa felicidad duradera con la que toda persona sueña.

La continencia en el noviazgo es un camino espléndido de maduración.

Es absolutamente necesario para la felicidad del matrimonio que las personas se demuestren en la práctica que la necesidad de poseerse mutuamente queda subordinada a la presencia del amor. Si porque se ama a una persona resulta imposible prescindir de la entrega corporal, existen motivos para preguntarse si el predominio pertenece al cariño o la sexo. El que no es capaz de amar en la continencia, no hay por qué creer que podrá hacerlo en el encuentro matrimonial. Decir, como a veces sucede, «si me amas tienes que entregarme tu cuerpo» es una forma sutil de chantaje. La solicitación sexual no es amor. Si una pareja quiere usar el acto sexual para saber si se aman, hay que decirles: «necesitar esta prueba de amor, significa falta de amor».

El ser humano es persona, no cosa. El amor integra el respeto a la persona, o no es amor; aunque haya manifestaciones eróticas. Pues el amor no consiste en la excitación de los sentidos. El auténtico amor no se dirige sólo la cuerpo, sino a toda la persona .

Reducir el amor al placer genital es degradarlo . El amor es ante todo unión de almas y corazones. El sexo puede entrar en el amor, pero no es esencial, ni lo más importante. No es lo mismo avidez erótica que amor personal, satisfacer un instinto que amor de entrega a una persona.

Desear saciar una impulsión instintiva con una persona es instrumentalizarla, no amarla .

Quien se deja esclavizar del apetito sexual se degrada, se envilece, termina por incapacitarse para amar. A fuerza de instrumentalizar al otro buscando sólo su egoísta satisfacción, termina por no poder amar a nadie. Ni siquiera a una persona excepcional de la cual desearía enamorarse con toda su alma, pero que ya no puede, porque se le ha secado el corazón. Las aventuras sexuales de las que ha disfrutado sin freno le han incapacitado para la mayor felicidad natural que hay en el mundo, que es el amor de un matrimonio y de unos hijos que dan a la persona ilusión para la vida. La sed de placer sexual deja defraudado.

Esta decepción va minando la psicología, produciendo un hastío de la vida, que llega a perder la ilusión por vivir.

Algunos para justificar su conducta repiten que el coito es una cosa natural, que lo hacen todas las parejas que se quieren. Esto es mentira. Las parejas que se quieren y respetan la moral católica, no lo hacen. Y por otra parte lo hacen muchas parejas que no se quieren, sino que lo hacen sólo por apetito y vicio. Y la felicidad del hombre no puede reducirse a sensaciones placenteras corporales, que son de orden animal. Lo específico del hombre es lo espiritual. Por eso el hombre goza y sufre más con lo espiritual con lo material. Se te abofetean en mitad de la calle, te duele más lo que el bofetón tiene de humillación que el dolor que te produce en la cara. Así, el amor espiritual hace mucho más feliz que el goce de sensaciones corporales.

No es lo mismo placer que felicidad. El Dr. Rodríguez Delgado, Neurobiólogo, veintidós años Profesor en la Universidad norteamericana de Yale, y desde 1972 al frente del Departamento de Investigación del Ramón y Cajal, y que dirige el Centro de Estudios Neurobiológicos, dice que «no es lo mismo placer que felicidad. El placer está en los sentidos. Es algo común en los animales. La felicidad es algo muy diferente». El placer es un goce sensitivo y la felicidad un goce espiritual. El placer es goce a nivel animal. La felicidad es goce a nivel humano. Al hombre no le basta lo animal.

Se puede ser muy feliz prescindiendo de goces físicos, y se puede disfrutar de muchos goces físicos y sentir un gran vacío en el alma.

La persona humana no puede prescindir del espíritu para ser feliz. El amor verdadero eleva al hombre. La sexualidad sin amor lo degrada. En eso están de acuerdo todos los que no tengan intereses en la pornografía.

Erich Fromm que ha analizado científicamente, quizás como nadie en nuestro tiempo, la problemática del sexo, afirma: «Hechos clínicos obvios muestran que los hombres y mujeres que dedican su vida a la satisfacción sexual sin restricciones, no son felices, y a menudo sufren graves síntomas y conflictos neuróticos».

Obsesionados por la propaganda pornográfica se dan casos de auténticos maníacos sexuales , que en su deseo de experimentar nuevas y mayores sensaciones placenteras llegan a aberraciones tales como hacerlo entre tres simultáneamente, lo cual es una total ausencia de amor, sustituyéndolo por el goce de sensaciones epidérmicas. El amor no está en la piel. Es imposible que quien degrada de este modo la esencia del hombre pueda encontrarse realizado en la vida. El hombre no se realiza degradándose.

Hay adultos lujuriosos y malvados que disfrutan pervirtiendo a adolescentes, enseñándoles y animándoles a prácticas lujuriosas. Los que se dejan engañar, es posible que algún día lloren por verse esclavizados de un vicio que les obsesiona. Cuánto más felices y tranquilos viven los que se encuentran libres de esta obsesión! Es frecuente encontrarse jóvenes que han vivido tan aprisa que han quemado sus vidas y han llegado a viejos antes de dejar de ser jóvenes. Viven sin ilusión por nada, porque ya lo han probado todo, y todo les aburre, les cansa; viven tristes, entregados al alcohol, a las drogas, a la holgazanería. Hartos de todo se han quedado secos por falta de espíritu.

Las experiencias sexuales precoces e ilegítimas impiden al adolescente madurar en su normal personalidad psicológica, ética y social, inficionándola a base de materialismo escéptico y hedonismo irresponsable . El mismo Freud reconoce que el libertinaje sexual es la muerte del amor: «La libertad sexual ilimitada no conduce a mejores resultados. Nada cuesta comprobar que el valor psíquico de la necesidad sexual desciende desde el momento en que la satisfacción resulta fácil. Para que la libido crezca hacen falta obstáculos… En las épocas en que la satisfacción amorosa no ha encontrado dificultades, el amor ha perdido todo valor, la vida se ha vuelto vacía, y han hecho falta fuertes reacciones para restablecer los valores afectivos indispensables. Desde este punto de vista cabe afirmar que el ascetismo cristiano ha creado para el amor todo un conjunto de valores psíquicos que la antigüedad pagana no había sabido conferirle»(812).

Desgraciadamente el psicoanálisis no fue bien asimilado y arrastró a muchos al desenfreno sexual.

Se confundió el autodominio y la castidad con la represión. Queriendo evitar los peligros de ésta y librarse de los viejos tabúes, cayó el hombre moderno en mayor libertinaje.

 

La transmisión de la vida

Nada tiene de particular que sientas fuertemente el instinto sexual. Lo que no puedes permitir es que te domine. Todo en este mundo tiene su tiempo y su medida. A los animales los regula el instinto:

fuera de los períodos de celo sienten frigidez absoluta. Como no tienen inteligencia, Dios ha regulado su reproducción con una ley fisiológica. Pero como el hombre es un ser racional, Dios no ha querido sujetar esta importante función a leyes puramente fisiológicas, sino que ha dejado en esto el influjo de la libertad.

La sexualidad es mucho más que una tendencia instintiva para la transmisión de la vida. La sexualidad penetra toda la persona y especifica la comunicación entre las personas.

El hombre debe gobernar esta tendencia con la razón y la voluntad.

Dios fiándose del hombre ha dejado en sus manos el instinto sexual, marcándole con las barreras infranqueables de su ley el único camino lícito para el ejercicio de su función reproductora: el matrimonio.

El instinto sexual es tan fuerte que necesita una ley que lo encauce.

Lo mismo que es necesario una ley que controle la energía atómica. El sexto mandamiento es un beneficio de Dios en bien de la humanidad.

Dios ha querido que la transmisión de la vida humana se realice por la unión de los órganos sexuales de los dos esposos de modo que el marido derrame dentro del cuerpo de su mujer las semillas de la vida que han de germinar en un nuevo ser, si encuentran el organismo de ella preparado con un óvulo reciente.

Este acto sexual, realizado dentro del matrimonio, conforme a la ley de Dios, no tiene nada de malo. Todo lo contrario. Puesto según la ley de Dios es meritorio ; pues es cumplir una ley puesta por Dios. Y el placer que Dios ofrece como aliciente al cumplimiento del fundamental deber conyugal, es lícito y bueno, y está santificado por Jesucristo que elevó el matrimonio a la dignidad de sacramento. Poner este acto fuera del matrimonio es pecado grave.

Para que el género humano no se acabe es necesario que sigan naciendo niños. El acto, pues, de la generación es un acto necesario en el matrimonio, instituido por Dios para la perpetuidad de la especie humana. Esta misión perpetuadora del matrimonio, en cuanto a la crianza y educación de los hijos, lleva consigo gran esfuerzo y sacrificio. Para que el hombre no rehuyera este sacrificio y se garantizara la conservación del género humano, Dios imprimió en el hombre y en la mujer un impulso que les moviera a amarse y unirse en matrimonio.

El placer es bueno cuando lo usamos para el fin que Dios lo estableció; pero es malo cuando, por buscarlo, nos apartamos de la voluntad de Dios.

Dios pudo haber creado a los hombres directamente, por sí mismo, como lo hizo con los ángeles; pero no quiso. Fue su voluntad que el hombre mismo se encargara de procrear al hombre. Dando al hombre una prueba de confianza, le asoció a su obra creadora. Le da poder de transmitir la vida.

Con ello llenó la vida terrena de encanto. Qué diferente sería la vida, si Dios hubiese dispuesto que los hombres viniesen al mundo ya mayores! No se oiría la risa alegre de los niños. No habría amor de padres, de hijos, de hermanos. Cada cual se encontraría sólo en el mundo; sin amor y sin familia.

La pureza es una virtud que salvaguarda este poder creador del hombre.

Es una virtud positiva, que ennoblece y que requiere el valor de los héroes y de los mártires. Virtud noble que defiende este acto sagrado que Dios ha querido santificar con un sacramento: el sacramento del matrimonio, que es una fuente de gracias sobrenaturales; por eso el matrimonio es, en el cristianismo, un camino de santidad, de unión con Dios. San Pablo habla de sacramento grande, símbolo de la unión perfecta e indisoluble de Cristo con la Iglesia.

Por eso es infame burlarse de la paternidad y del amor; y la pornografía es una perversidad, pues traiciona uno de los deberes más sagrados del hombre.

La pornografía, como dice Emilio Romero, es el recurso de anormales sexuales. Un hombre bien constituido no necesita esa excitación.

La transmisión de la vida es un poder sagrado que Dios ha dado al hombre. Es una participación del poder creador de Dios. Por eso se llama procreación de los hijos. A este acto humano colabora Dios con un acto divino, y crea un alma humana e inmortal, para que habite en el nuevo ser en el momento de su concepción.

De aquí la responsabilidad que supone para el hombre todo lo relacionado con el acto que engendra la vida. Profanar este poder del hombre es traicionar uno de los deberes y responsabilidades más sagrados.

La sexualidad por su misma naturaleza está ordenada a la procreación y educación de los hijos, a establecer entre padres e hijos una comunidad de vida: una familia. La familia es la primera y definitiva muestra de la dimensión socio-cultural de la sexualidad. La familia es la institución natural para la formación de la personalidad en su aspecto cultural y social…

La familia es la esencia de la sociedad -su «célula básica» según una terminología que se remonta a los griegos y romanos- y por eso puede decirse que, según sea la familia, así es la sociedad. Por otro lado, como la familia depende de la concepción que se tenga de la sexualidad, esta última influye indirecta, pero eficazmente, en la configuración social. Siempre se ha dicho que la familia es la célula de la sociedad, el crisol donde se forja la educación de los hijos.

Hoy hay algunos que anuncian la desaparición de la familia, diciendo que es una reliquia del pasado, y que debe desaparecer en una sociedad progresista. Pero cuando no quede ni el eco de las voces que anuncian su destrucción, la familia seguirá en pie, pues siempre ha sobrevivido a todas las crisis, porque la familia es una forma permanente de la vida humana. La familia vuelve por encima de las ideologías.

 

Las enfermedades

El peor castigo de la lujuria está en la otra vida, pero Dios ha querido que la misma naturaleza se vengue de los que abusan de ella en placeres ilícitos con las enfermedades venéreas de transmisión sexual. Estas enfermedades son gravísimas y hereditarias.

Ultimamente en España han alcanzado proporciones alarmantes. El Dr. Luis Olmos, Presidente del E.T.S., afirma que desde 1982 las enfermedades de transmisión sexual se han duplicado en España.

La revista «Tribuna Médica» de Madrid, dice que «la sífilis se ha convertido en la enfermedad infecciosa más frecuente en España después del catarro común»(824).

La prostitución constituye una lacra social.

No pises jamás una casa de mujeres públicas, porque es ofensa de Dios y un pecado que mata tu alma y la condena al infierno. Pero, además, porque contraerás enfermedades venéreas, que son hereditarias, que producen frecuentemente complicaciones en el sistema nervioso, afecciones agudas en el corazón, parálisis, locura, etc. Y esto no sólo para ti, sino también para tu mujer y para tus hijos. Y es un crimen que por un placer tuyo momentáneo, hagas desgraciados para toda la vida a esos hijos tuyos a quienes vas a querer con toda tu alma.

Los hijos del sifilítico pueden nacer paralíticos, ciegos, sordomudos, imbéciles: siempre tarados. «Los sifilíticos por herencia son a menudo carne de manicomio»(Doctor Corominas). En los libros de Psiquiatría hay un tipo de locura especial de los sifilíticos que se llama «psicosis sifilítica». «La demencia paralítica se presenta de ordinario a los 10 ó 15 años después de la infección sifilítica… No hay demencia paralítica que no haya sido precedida por la sífilis»(825).

«La sífilis puede persistir en estado latente, es decir, sin dar manifestaciones visibles de su existencia, mientras va minando silenciosamente el organismo y produciendo destrozos que ya serán irreparables, aunque se aplique el mejor de los tratamientos, si se aplica tarde»(826).

El ilustre sifilógrafo Profesor Fournier, dice que la sífilis provoca lesiones desorganizadoras y destructivas de los tejidos orgánicos.

Piel, huesos, ojos, laringe, pulmones, hígado, estómago, intestinos, sistema nervioso; todo órgano puede ser atacado. Y estas lesiones siempre son graves.

Los estragos de la sífilis son especialmente en el cerebro y en la médula. Dolores nerviosos, parálisis, epilepsia, apoplejía, etc. son el patrimonio casi inevitable del sifilítico en su tercer período.

No te fíes de los que te dignan que hoy se curan las enfermedades venéreas. Es cierto que algunas veces se curan, pero no siempre.

Algunos que se creían curados se casaron, y después tuvieron que sufrir con horror las trágicas consecuencias de su enfermedad . El estudio realizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Ginebra sobre la evolución de la sífilis durante los años 1950-1963 demuestra de un modo impresionante cómo ha aumentado el número de casos.

La sífilis, que pareció completamente aniquilada, vuelve a levantar cabeza, y en forma bastante intranquilizadora .

Lord Stonham, Subsecretario laborista del Ministerio de Gobernación inglés, habló en un discurso, ante la Asamblea de Médicos Británicos, del creciente aumento de las enfermedades venéreas a pesar de los adelantos de la Medicina.

Según recientes declaraciones del Jefe Provincial de Sanidad de Madrid, Dr. Fernández Turégano, las enfermedades venéreas se han disparado. Estadísticas de Sanidad afirman que se dan mil casos mensuales hoy en España.

Cincuenta millones de norteamericanos están infectados de herpes genital, de dolor intenso y terriblemente molesto .

El Dr. Martínez Torres , dermovenerólogo, pronunció una brillantísima conferencia en que citó una estadística de la Organización Mundial de la Salud referente a los Estados Unidos, en donde se registraron en 1971 dos millones de casos de enfermedades venéreas que afectaron, en la proporción de uno de cada cinco a menores de veinte años. Hubo cinco mil casos entre jóvenes menores de catorce años. Dos mil casos entre menores de nueve años. La probabilidad en que un individuo contraiga la enfermedad venérea antes de los veinticinco años alcanza actualmente el 50%.

En casos de duda debe hacerse el test sanguíneo de la sífilis.

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