Oscar Ibáñez
En una ocasión me sorprendió leer que algunos investigadores habían desentrañado el misterio del amor, y habían identificado las reacciones y sustancias químicas y estímulos cerebrales asociados al amor, al enamoramiento y sus etapas. Claro, este conocimiento no es nada romántico, así que se tiene que abordar con singular delicadeza.
Los católicos sabemos que el Espíritu Santo es la tercera persona de la Santísima Trinidad, y qué es la relación de Amor que se da entre el Padre y el Hijo. Si utilizáramos la perspectiva científica qué intenta explicar los fenómenos con categorías medibles, entonces, el Espíritu Santo sería algo así como una mega (o infinita) transmisión de sustancias químicas e impulsos electrónicos entre la primera y segunda personas de la Trinidad.
Bueno, pero regresando a la explicación neurobioquímica del enamoramiento y el amor que se ha estado explorando, la verdad es que solo se han identificado algunas manifestaciones en el cuerpo, que se derivan de los procesos de enamoramiento y amor, que de alguna forma tienen que ser activados, catalizados o generados por predisposiciones o códigos sicológicos que se habrían desarrollado en la niñez (hipótesis en espera de validación).
Mientras se desarrollan algunas otras teorías descriptivas de fenómenos como el amor, que atienden a sus efectos medibles, también respecto al Espíritu Santo quizá tengamos que contentarnos solo con relacionar su presencia con algunos efectos que se manifiestan en nuestro mundo, quizá por eso se le conoce también como el gran desconocido.
Por ejemplo, cuando el Espíritu Santo fue derramado sobre los Apóstoles en Pentecostés, se llenaron de una fuerza y cualidades evidentemente sobrenaturales, que los llevó a predicar, a sanar, a hablar en lenguas, en fin, a fundar la Iglesia que hasta la fecha se mantiene precisamente por el Amor que se manifiesta entre esas 3 personas que son Dios.
Invariablemente, aquellos que han experimentado la fuerza del Espíritu Santo, se dan cuenta con sorpresa de las cosas maravillosas que son capaces de hacer por los demás, y que para el resto de los mortales, son obras de Amor extraordinario (o sobrenatural): servir sin esperar nada a cambio, ayudar a los más pobres, enfermos, carentes de afecto y atención, dar la vida por los demás. Así que por observación empírica podemos concluir que el Espíritu Santo está asociado directamente a obras sobrenaturales de Amor. Quizá una fórmula sintética de expresarlo sea: Dios es Amor. El Espíritu Santo es Amor.
Feliz cumpleaños 2013 a la Iglesia de Cristo, qué a pesar de sus miembros, todos pecadores, se mantiene dando frutos de Amor, por gracia del Espíritu Santo. El Padre Carlos Jaén Riquelme en su cantamisa hoy, dio testimonio de los frutos del Paráclito, y yo fui testigo de la presencia del Consolador qué transformó el pan y vino en el Cuerpo de Cristo.
Oscar Fidencio Ibáñez Hernández
@OFIbanez
Casado, padre de 3 hijos, profesor e investigador universitario, y aprendiz de bloguero. Ingeniero Civil, Maestro en Ingeniería Ambiental y Doctor en política y políticas ambientales.
Mexicano, católico, autor entre otros textos de «El Espíritu Santo en tiempos de Twitter: Documentos del Concilio Vaticano II para tuiteros. Celebrando el #AñoDeLaFe»
Admirador de la Creación en todas sus dimensiones. Nací en La Misión de Nuestra Señora de Guadalupe de los Mansos del Paso del Norte (Hoy, Ciudad Juárez, Chihuahua).
este articulo esta super cool lo meditare y lo compartiré lo prometo 1000 gracias
realmente El Espíritu Santo hace en nosotros maravillas!