Jesucristo, Portador del Agua de la Vida
Estudio sobre el complejo fenómeno de la Nueva Era, que influye en numerosos aspectos de la cultura contemporánea.
Consejo Pontificio de la Cultura, Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso
Prefacio
Este estudio se ocupa del complejo fenómeno de la Nueva Era (New Age), que influye en numerosos aspectos de la cultura contemporánea. El estudio es un informe provisional. Es el fruto de la reflexión común del Grupo de Trabajo sobre Nuevos Movimientos Religiosos, compuesto por miembros de diferentes dicasterios de la Santa Sede: los Consejos Pontificios de la Cultura y para el Diálogo Interreligioso, que son los redactores principales de este proyecto; la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y el Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos.
Estas reflexiones van dirigidas principalmente a los encargados de la labor pastoral a fin de que puedan explicar en qué difiere el movimiento Nueva Era de la fe cristiana. El estudio invita a los lectores a tener en cuenta la sed espiritual de muchas personas de nuestro tiempo, que la espiritualidad de la Nueva Era trata de colmar. Es preciso reconocer que el atractivo que ejerce la religiosidad de la Nueva Era sobre algunos cristianos puede deberse en parte a una falta de atención seria por parte de las propias comunidades cristianas respecto a temas que, en realidad, son elementos integrantes de la síntesis católica. Tales son, por ejemplo, la importancia de la dimensión espiritual del hombre, integrada en el conjunto de su existencia, la búsqueda del sentido de la vida, la vinculación entre los seres humanos y el resto de la creación, el deseo de una transformación personal y social, y el rechazo de una visión racionalista y materialista de la humanidad.
La presente publicación subraya la importancia de comprender la Nueva Era como corriente cultural, así como la necesidad de que los católicos comprendan la auténtica doctrina y espiritualidad católicas para valorar adecuadamente los temas de la Nueva Era. Los dos primeros capítulos presentan la Nueva Era como una tendencia cultural multifacética y proponen un análisis de los fundamentos básicos de las ideas transmitidas en dicho contexto. A partir del tercer capítulo se ofrecen algunas indicaciones para el estudio de la Nueva Era, comparándola con el mensaje cristiano. Asimismo, se ofrecen también algunas sugerencias de carácter pastoral.
Quienes deseen profundizar en el estudio de la Nueva Era encontrarán referencias útiles en los apéndices. Es de esperar que esta obra proporcione un estímulo para ulteriores estudios, adaptados a los diferentes contextos culturales. Su objetivo consiste en fomentar el discernimiento de quienes buscan puntos de referencia sólidos para una vida más plena. Estamos convencidos de que en la búsqueda de muchos de nuestros contemporáneos se puede descubrir una auténtica sed de Dios. Como dijo el Papa Juan Pablo II a un grupo de obispos de Estados Unidos: «Los pastores deben preguntarse sinceramente si han prestado suficiente atención a la sed del corazón humano en busca del “agua viva” que solo puede dar Cristo nuestro Redentor (cf. Jn 3, 7-13)». Lo mismo que él, queremos apoyarnos «en la novedad perenne del mensaje evangélico y en su capacidad para transformar y renovar a quienes lo aceptan» (AAS 864, 330).
1. ¿Qué tipo de reflexión?
Las siguientes reflexiones tienen por objeto orientar a los encargados de la predicación del Evangelio y de la enseñanza en la Iglesia, en todos los niveles. Este documento no pretende proporcionar un conjunto exhaustivo de respuestas a las múltiples cuestiones suscitadas por la Nueva Era o por otros indicios contemporáneos de la perenne búsqueda humana de felicidad, sentido y salvación. Es una invitación a comprender la Nueva Era y a entablar un diálogo con quienes se ven influidos por sus ideas. El documento ayuda a los agentes de pastoral a comprender la espiritualidad de la Nueva Era y a responder a la misma, ilustrando los puntos donde dicha espiritualidad contrasta con la fe católica y refutando las posturas propugnadas por los pensadores de la Nueva Era en oposición a la fe cristiana. En realidad, lo que se exige a los cristianos es, ante todo y sobre todo, estar fundamentados firmemente en su fe. Sobre esta sólida base, pueden construir una vida que responda positivamente a la invitación de la primera carta de san Pedro: «Si alguien os pide explicaciones de vuestra esperanza, estad dispuestos a defenderla, pero con modestia y respeto, con buena conciencia» (1Pe 3, 15s).
1.1. ¿Por qué ahora?
El comienzo del tercer milenio no sólo llega dos mil años después del nacimiento de Cristo, sino también en una época en que los astrólogos creen que la Era de Piscis –conocida para ellos como la era cristiana– está tocando a su fin. Estas reflexiones se refieren a la Nueva Era, que recibe su nombre de la inminente Era astrológica de Acuario. La Nueva Era es uno de los muchos intentos de dar sentido a este momento histórico con que la cultura (especialmente la occidental) se ve bombardeada. Resulta difícil ver con claridad qué hay de compatible e incompatible respecto al mensaje cristiano. Por eso parece que es este el momento oportuno para ofrecer una valoración cristiana del pensamiento de la Nueva Era y del movimiento de la Nueva Era como conjunto.
Se ha dicho, y con razón, que en estos días muchas personas vacilan entre la certeza y la incertidumbre, especialmente en lo que se refiere a su identidad.1 Algunos dicen que la religión cristiana es patriarcal y autoritaria, que las instituciones políticas son incapaces de mejorar el mundo y que la medicina tradicional (alopática) es sencillamente incapaz de curar eficazmente a las personas. El hecho de que lo que en otros tiempos eran elementos centrales de la sociedad se perciban actualmente como indignos de confianza o carentes de verdadera autoridad, ha creado un clima en el que las personas dirigen su mirada hacia el interior, hacía sí mismas, en busca de sentido y de fuerza. Hay también una búsqueda de instituciones alternativas que se espera puedan responder a sus necesidades más profundas. La vida caótica y desestructurada de las comunidades alternativas de los años setenta ha ido dando paso a una búsqueda de disciplina y de estructuras, que son claramente los elementos clave de los movimientos «místicos» inmensamente populares. La Nueva Era resulta atractiva sobre todo porque mucho de lo que ofrece sacia el hambre que con frecuencia las instituciones oficiales dejan insatisfecha.
Aunque gran parte de la Nueva Era es una reacción frente a la cultura contemporánea, en muchos aspectos se revela hija de esa misma cultura. El Renacimiento y la Reforma han configurado el individuo occidental moderno, que no se siente agobiado por cargas externas, como la autoridad meramente extrínseca y la tradición. Hay muchos que sienten cada vez menos la necesidad de «pertenecer» a las instituciones (pese a lo cual, la soledad sigue siendo en gran medida un azote de la vida moderna), y no se inclinan a dar a las opiniones «oficiales» mayor valor que a las suyas propias. Con este culto a la humanidad, la religión se interioriza, de manera que se va preparando el terreno para una celebración de la sacralidad del yo. Por eso la Nueva Era comparte muchos de los valores que propugnan la cultura de la empresa y el «evangelio de la prosperidad» (de los que se hablará más adelante: sección 2.4), así como la cultura del consumidor, cuyo influjo puede verse claramente en el número cada vez mayor de personas que afirman que es posible conciliar el cristianismo y la Nueva Era, aceptando lo que les parece mejor de uno y otra.2 Merece la pena recordar que las desviaciones en el seno del cristianismo también han superado el teísmo tradicional, al aceptar una vuelta unilateral al Yo, lo cual favorecería esta fusión de enfoques diferentes. Lo que importa señalar es que, en ciertas prácticas de la Nueva Era, Dios queda reducido a una prolongación del progreso del individuo.
La Nueva Era atrae a personas imbuidas de los valores de la cultura moderna. La libertad, la autenticidad, la autosuficiencia y otras cosas por el estilo se consideran sagradas. Atrae a quienes tienen problemas con estructuras de tipo patriarcal. «No requiere más fe o más creencia que la necesaria para ir al cine»,3 y sin embargo pretende saciar el apetito espiritual del hombre. Pero, y aquí se halla la cuestión central, ¿qué se entiende exactamente por espiritualidad en el ambiente de la Nueva Era? La respuesta es clave para desentrañar algunas de las diferencias entre la tradición cristiana y gran parte de lo que puede llamarse Nueva Era. Algunas versiones de la Nueva Era dominan las fuerzas de la naturaleza y buscan comunicarse con otros mundos para descubrir el destino de los individuos, para ayudarles a sintonizar con la frecuencia adecuada y sacar el máximo partido de sí mismos y de sus circunstancias. En la mayor parte de los casos, resulta completamente fatalista. El cristianismo, por su parte, es una invitación a dirigir la mirada hacia el exterior, más allá, al «nuevo adviento» del Dios que nos llama a vivir el diálogo del amor.4
1.2. En la era de las comunicaciones
La revolución tecnológica de las comunicaciones en los últimos años ha provocado una situación completamente nueva. La facilidad y la velocidad con que hoy podemos comunicarnos es una de las razones por las que la Nueva Era ha atraído la atención de personas de todas las edades y ambientes. Muchos cristianos, sin embargo, no están seguros de qué es en realidad. Internet, en particular, ha adquirido un enorme influjo, especialmente en los jóvenes, que lo consideran un medio agradable y fascinante para obtener información. Pero sobre numerosos aspectos de la religión es un vehículo superficial de desinformación: no todo lo que se presenta con la etiqueta de «cristiano» o «católico» es de fiar, ni refleja la doctrina de la Iglesia Católica. Al mismo tiempo, hay una notable expansión de las fuentes de la Nueva Era que van desde cosas serias a lo ridículo. Las personas necesitan, más aún, tienen derecho a una información fidedigna sobre las diferencias entre el cristianismo y la Nueva Era.
1.3. Contexto cultural
Cuando se examinan muchas de las tradiciones de la Nueva Era, en seguida aparece claro que, en realidad, es poco que hay de lo nuevo en la Nueva Era. El nombre parece haberse difundido a través de los rosacruces y la francmasonería, en tiempos de las revoluciones francesa y americana. Sin embargo, la realidad que denota es una variante contemporánea del esoterismo occidental, que se remonta a los grupos gnósticos surgidos en los primeros tiempos del cristianismo y que se afianzaron en época de la Reforma en Europa. Este gnosticismo se fue desarrollando junto con las nuevas visiones científicas del mundo y adquirió una justificación racional a lo largo de los siglos XVIII y XIX. Implicaba un progresivo rechazo del Dios personal y se fue centrando en otras entidades que en el cristianismo tradicional figuraban como intermediarias entre Dios y la humanidad, con adaptaciones cada vez más originales de las mismas, e incluso añadiendo otras. Una poderosa corriente de la cultura occidental moderna que ha contribuido a difundir las ideas de la Nueva Era es la aceptación general de la teoría evolucionista de Darwin. Esto, junto con una atención centrada en los poderes o fuerzas espirituales ocultas de la naturaleza, ha sido la columna vertebral de lo que hoy se conoce como teoría de la Nueva Era. En realidad, si la Nueva Era ha alcanzado un notable grado de aceptación ha sido porque la cosmovisión en que se basa ya estaba ampliamente aceptada. El terreno estaba bien preparado por el crecimiento y la difusión del relativismo, junto con una antipatía o indiferencia hacia la fe cristiana. Ha habido, además, un vivo debate acerca de si, y en qué medida, se puede calificar la Nueva Era como un fenómeno posmoderno. La existencia misma del pensamiento y la práctica de la Nueva Era, así como su vitalidad, dan testimonio del insaciable anhelo del espíritu humano en pos de la trascendencia y del sentido religioso, algo que no es sólo un fenómeno cultural contemporáneo, sino que ya se manifestaba en el mundo antiguo, tanto cristiano como pagano.
1.4. La Nueva Era y la fe católica
Aun cuando se pueda admitir que la religiosidad de la Nueva Era en cierto modo responde al legítimo anhelo espiritual de la naturaleza humana, es preciso reconocer que tales intentos se oponen a la revelación cristiana. En la cultura occidental en particular, es muy fuerte el atractivo de los enfoques «alternativos» a la espiritualidad. Por otra parte, entre los católicos mismos, incluso en casas de retiro, seminarios y centros de formación para religiosos, se han popularizado nuevas formas de afirmación psicológica del individuo. Al mismo tiempo, hay una nostalgia y una curiosidad crecientes por la sabiduría y los rituales de antaño, lo cual explica en parte el notable aumento de la popularidad del esoterismo y del gnosticismo. Muchos se sienten especialmente atraídos por lo que se conoce –correctamente o no– como «espiritualidad» celta,5 o por las religiones de los pueblos antiguos. Los libros y cursos sobre espiritualidad o sobre religiones antiguas u orientales son un negocio floreciente y con frecuencia reciben el apelativo de «Nueva Era» por razones de carácter comercial. Pero los vínculos con dichas religiones no siempre están claros. De hecho, con frecuencia se niegan.
Un discernimiento cristiano adecuado del pensamiento y de la práctica de la Nueva Era no puede dejar de reconocer que, como el gnosticismo de los siglos II y III, ésta representa una especie de compendio de posturas que la Iglesia ha identificado como heterodoxas. Juan Pablo II ha alertado respecto al «renacimiento de las antiguas ideas gnósticas en la forma de la llamada New Age. No debemos engañarnos pensando que ese movimiento pueda llevar a una renovación de la religión. Es solamente un nuevo modo de practicar la gnosis, es decir, esa postura del espíritu que, en nombre de un profundo conocimiento de Dios, acaba por tergiversar Su Palabra sustituyéndola por palabras que son solamente humanas. La gnosis no ha desaparecido nunca del ámbito del cristianismo, sino que ha convivido siempre con él, a veces bajo la forma de corrientes filosóficas, más a menudo con modalidades religiosas o parareligiosas, con una decidida aunque a veces no declarada divergencia con lo que es esencialmente cristiano».6 Un ejemplo de esto puede verse en el eneagrama, –un instrumento para el análisis caracterial según nueve tipos– que, cuando se utiliza como medio de desarrollo personal, introduce ambigüedad en la doctrina y en la vivencia de la fe cristiana.
1.5. Un desafío positivo
No debe subestimarse el atractivo de la religiosidad de la Nueva Era. Cuando falta un conocimiento profundo de los contenidos de la fe cristiana, algunos, pensando erróneamente que la religión cristiana no es capaz de inspirar una espiritualidad profunda, la buscan en otros lugares. A decir verdad, algunos dicen que la Nueva Era se está quedando anticuada y hablan ya de la «próxima» era.7 Hablan de una crisis que comenzó a manifestarse en Estados Unidos a comienzos de los años 1990, pero admiten que, especialmente fuera del mundo de habla inglesa, tal «crisis» puede llegar más tarde. Sin embargo, las librerías y las emisoras de radio, así como la multitud de grupos de auto-ayuda en numerosas ciudades y capitales occidentales, todos ellos parecen desmentir tal crisis. Parece que, al menos por el momento, la Nueva Era sigue estando bien viva como parte del actual panorama cultural.
El éxito de la Nueva Era presenta un desafío a la Iglesia. Muchos piensan que la religión cristiana ya no les ofrece –o tal vez nunca les proporcionó– algo que necesitaran realmente. La búsqueda que con frecuencia conduce a una persona a la Nueva Era es un anhelo auténtico: de una espiritualidad más profunda, de algo que les toque el corazón, de un modo de hallar sentido a un mundo confuso y a menudo alienante. Hay algo de positivo en las críticas que la Nueva Era dirige al «materialismo de la vida cotidiana, de la filosofía e incluso de la medicina y de la psiquiatría; al reduccionismo, que se niega a tener en cuenta las experiencias religiosas y sobrenaturales; a la cultura industrial de un individualismo desenfrenado, que inculca el egoísmo y se despreocupa de los demás, del futuro y del medio ambiente».8 Los problemas que plantea la Nueva Era nacen más bien de lo que propone como respuestas alternativas a las cuestiones vitales. Si no queremos que la Iglesia sea acusada de permanecer sorda a los anhelos de los hombres, sus miembros deben hacer dos cosas: afianzarse con mayor firmeza aún en los fundamentos de su fe y escuchar el clamor, con frecuencia silencioso, del corazón de los hombres, que les lleva a alejarse de la Iglesia cuando no encuentran en ella respuestas satisfactorias. En todo ello hay también una llamada a acercarse a Jesucristo y a estar dispuestos a seguirle, ya que Él es el verdadero camino hacia la felicidad, la verdad sobre Dios y la plenitud de vida para cuantos estén dispuestos a responder a su amor.
2. La espiritualidad de la Nueva Era
En muchas sociedades occidentales, y de manera creciente también en otras partes del mundo, los cristianos con frecuencia entran en contacto con diversos aspectos del fenómeno conocido como Nueva Era. Muchos de ellos sienten la necesidad de entender cómo pueden aproximarse de la mejor manera posible a algo tan seductor y, al mismo tiempo, complejo, esquivo y en ocasiones perturbador. Estas reflexiones intentan ayudar a los cristianos a hacer dos cosas:
– identificar los elementos del desarrollo de la tradición de la Nueva Era;
– señalar los elementos incompatibles con la revelación cristiana.
Ésta es una respuesta pastoral a un desafío actual. No pretende proporcionar una lista exhaustiva de los fenómenos de la Nueva Era, ya que eso requeriría un voluminoso tratado, aparte de que dicha información está disponible en otros lugares. Es esencial intentar comprender la Nueva Era correctamente para evaluarla con imparcialidad y evitar crear una caricatura de la misma. Sería insensato, además de falso, decir que todo lo relacionado con este movimiento es bueno, o que es malo todo lo que se refiere a él. No obstante, dada la visión subyacente a la religiosidad de la Nueva Era, en términos generales es difícil reconciliarla con la doctrina y la espiritualidad cristianas.
La Nueva Era no es un movimiento en el sentido en que normalmente se emplea el término «Nuevo Movimiento Religioso», ni es lo que normalmente se da a entender con los términos «culto» o «secta». Es mucho más difuso e informal, ya que atraviesa las diversas culturas, en fenómenos tan variados como la música, el cine, seminarios, talleres, retiros, terapias, y en otros muchos acontecimientos y actividades, si bien algunos grupos religiosos o para-religiosos han incorporado conscientemente algunos elementos de la Nueva Era, e incluso algunos han sugerido que esta corriente ha sido fuente de inspiración para varias sectas religiosas y para-religiosas.9 Sin embargo, la Nueva Era no es un movimiento individual uniforme, sino más bien un entramado amplio de seguidores cuyo característica consiste en pensar globalmente y actuar localmente. Quienes forman parte del entramado no se conocen necesariamente unos a otros y raramente se reúnen, si es que llegan a hacerlo. Con el fin de evitar la confusión que puede surgir al usar el término «movimiento», algunos se refieren a la Nueva Era como un «ambiente» (milieu)10 o un «culto de audiencia» (audience cult).11 Sin embargo, también se ha señalado que «es una corriente de pensamiento muy coherente»,12 un desafío deliberado a la cultura moderna. Es una estructura sincretista que incorpora muchos elementos diversos y que permite compartir intereses o vínculos en grados distintos y con niveles de compromiso muy variados.
Muchas tendencias, prácticas y actitudes más o menos vinculadas la Nueva Era, en realidad son parte de una reacción más amplia, fácilmente identificable, frente a la cultura dominante, de modo que el término «movimiento» no está completamente fuera de lugar. Puede aplicarse a la Nueva Era en el mismo sentido en que se aplica a otros movimientos sociales de vasto alcance, tales como el movimiento por los derechos civiles o el movimiento por la paz. Igual que éstos, abarca un impresionante conjunto de personas vinculadas a los objetivos fundamentales del movimiento, pero sumamente diferentes por la manera en que se vinculan a él y por el modo de entender algunas cuestiones concretas.
La expresión «religión de la Nueva Era» es más controvertida, por lo que conviene evitarla, a pesar de que la Nueva Era es con frecuencia una respuesta a preguntas y necesidades religiosas, que ejerce su atracción sobre personas que tratan de descubrir o redescubrir una dimensión religiosa en su vida. Evitar el término «religión de la Nueva Era» no significa en modo alguno poner en cuestión el carácter genuino de la búsqueda de significado y del sentido de la vida por parte de esas personas. Respeta el hecho de que muchos de quienes están dentro del movimiento Nueva Era distinguen cuidadosamente entre «religión» y «espiritualidad». Muchos han rechazado la religión organizada, porque a su juicio no ha logrado responder a sus necesidades y por ello se han dirigido a otros lugares para encontrar «espiritualidad». Más aún, en el corazón de la Nueva Era está la creencia de que la época de las religiones particulares ha pasado, por lo que referirse a ella como a una religión sería contradecir su propia autocomprensión. No obstante, se puede situar la Nueva Era en el contexto más amplio de la religiosidad esotérica, cuyo atractivo sigue creciendo.13
Hay un problema implícito en el presente texto. Tratando de entender y evaluar algo que es esencialmente una exaltación de la riqueza de la experiencia humana, inevitablemente se le objetará que jamás podrá hacer justicia a un movimiento cultural cuya esencia es precisamente romper con lo que se consideran los límites restrictivos del discurso racional. En realidad, tiene por objeto invitar a los cristianos a tomar en serio la Nueva Era y, como tal, pide a quienes lo lean entrar en un diálogo crítico con quienes se aproximan al mismo mundo desde perspectivas muy diferentes.
La eficacia pastoral de la Iglesia en el tercer milenio depende en gran medida de la preparación de comunicadores eficaces del mensaje evangélico. Lo que sigue es una respuesta a las dificultades expresadas por muchos de quienes están en contacto con ese fenómeno tan complejo y escurridizo conocido como la Nueva Era. Es un intento de comprender qué es la Nueva Era y de identificar las preguntas a las que ésta pretende ofrecer respuestas y soluciones. Hay ya excelentes libros y otros materiales que analizan el fenómeno en su conjunto o que explican aspectos particulares con gran detalle. Nos referiremos a algunos de ellos en el apéndice. No obstante, no siempre realizan el necesario discernimiento a la luz de la fe cristiana. El propósito del presente texto es ayudar a los católicos a encontrar una clave para entender los principios básicos que hay tras el pensamiento de la Nueva Era, de modo que puedan valorar cristianamente los elementos de la Nueva Era que encuentren. Conviene recordar que muchas personas rechazan el término «Nueva Era» y sugieren la expresión «espiritualidad alternativa» como más correcta y menos restrictiva. También es verdad que muchos de los fenómenos mencionados en este documento probablemente no lleven ninguna etiqueta particular, pero se presupone, en aras de la brevedad, que los lectores identificarán el fenómeno o conjunto de fenómenos que pueden estar razonablemente vinculados con el movimiento cultural general conocido habitualmente como Nueva Era.
2.1. ¿Qué hay de nuevo en la Nueva Era?
Para muchos, el término «Nueva Era» se refiere a un momento decisivo de la historia. Según los astrólogos, vivimos en la Era de Piscis, que ha estado dominada por el cristianismo y que será reemplazada por la nueva era de Acuario a comienzos del tercer milenio.14 La Era de Acuario adquiere una enorme importancia en el movimiento de la Nueva Era, en gran medida a causa del influjo de la teosofía, el espiritismo y la antroposofía, así como de sus antecedentes esotéricos. Quienes subrayan el inminente cambio del mundo expresan a menudo el deseo de dicho cambio, no tanto en el mundo mismo cuanto en nuestra cultura, en nuestro modo de relacionarnos con el mundo. Esto es especialmente manifiesto en quienes acentúan la idea de un Nuevo Paradigma de vida. Es un enfoque atractivo, puesto que en algunas de sus manifestaciones, los hombres no son espectadores pasivos, sino que desempeñan un papel activo en la transformación de la cultura y en la creación de una nueva conciencia espiritual. En otras manifestaciones, se atribuye un mayor poder a la progresión inevitable de los ciclos naturales. En cualquier caso, la Era de Acuario es una visión, no una teoría. Pero la Nueva Era es una tradición amplia, que incorpora muchas ideas sin vinculación explícita con el cambio de la Era de Piscis a la Era de Acuario. Entre ellas hay visiones moderadas, pero muy generalizadas, de un futuro en el que habrá una espiritualidad planetaria junto a las religiones individuales, instituciones políticas planetarias que complementarán las locales, entidades económicas globales más participativas y democráticas, una mayor importancia de las comunicaciones y la educación, un enfoque mixto de la salud que combinará la medicina profesional y la auto-curación, una comprensión del yo más andrógina, y formas de integrar la ciencia, la mística, la tecnología y la ecología. Una vez más, esto demuestra el profundo deseo de una existencia satisfactoria y saludable para la raza humana y para el planeta. Entre las tradiciones que confluyen en la Nueva Era pueden contarse: las antiguas prácticas ocultas de Egipto, la cábala, el gnosticismo cristiano primitivo, el sufismo, las tradiciones de los druidas, el cristianismo celta, la alquimia medieval, el hermetismo renacentista, el budismo zen, el yoga, etc.15
En esto consiste lo «nuevo» de la Nueva Era. Es un «sincretismo de elementos esotéricos y seculares».16 Se vincula a la percepción, ampliamente difundida, de que el tiempo está maduro para un cambio fundamental de los individuos, la sociedad y el mundo. Hay varias expresiones de la necesidad de cambio:
– de la física mecanicista de Newton a la física cuántica;
– de la exaltación de la razón de la modernidad a una valoración del sentimiento, la emoción y la experiencia (descrita a menudo como un desplazamiento del pensamiento racional del «cerebro izquierdo» al pensamiento intuitivo del «cerebro derecho»);
– de un dominio de la masculinidad y el patriarcado, a una celebración de la feminidad en los individuos y en la sociedad.
En este contexto, se usa con frecuencia el término «cambio de paradigma» (paradigm shift). A veces, claramente se presupone que tal cambio no sólo es deseable, sino inevitable. El rechazo a la modernidad, subyacente a este deseo de cambio, no es nuevo. Más bien puede describirse como «un restablecimiento o “revival” moderno de las religiones paganas con una mezcla de influjos tanto de las religiones orientales como de la sicología, la filosofía, la ciencia y la contracultura modernas, desarrolladas en los años cincuenta y sesenta».17 La Nueva Era no es sino un testigo de una revolución cultural, una reacción compleja frente a las ideas y valores dominantes en la cultura occidental, a pesar de lo cual su crítica idealista es, paradójicamente, típica de la cultura que critica.
Es preciso decir una palabra sobre la idea de cambio de paradigma. La popularizó Thomas Kuhn, historiador americano de la ciencia, que concibió el paradigma como «la constelación entera de creencias, valores, técnicas, etc., compartidos por los miembros de una comunidad dada».18 Cuando se produce un desplazamiento de un paradigma a otro, se trata de una transformación en bloque de la perspectiva más que de un desarrollo gradual: en realidad, es una revolución. Kuhn puso de relieve que los paradigmas rivales son inconmensurables y no pueden coexistir. Por eso, afirmar que un cambio de paradigma en el ámbito de la religión y de la espiritualidad es simplemente una manera nueva de formular las creencias tradicionales, constituye un error. Lo que sucede en realidad es un cambio radical de cosmovisión, que pone en entredicho no sólo el contenido, sino también la interpretación fundamental de la visión anterior. Tal vez el ejemplo más claro de todo esto, por lo que se refiere a la relación entre la Nueva Era y el cristianismo, sea la reelaboración de la vida y el significado de Jesucristo. Es imposible reconciliar estas dos visiones.19 Está claro que la ciencia y la tecnología han sido incapaces de cumplir sus promesas de antaño, por lo que los hombres se han vuelto hacia el ámbito espiritual en búsqueda de significado y de liberación.
Tal como ahora la conocemos, la Nueva Era procedía de la búsqueda de algo más humano y más bello frente a la experiencia opresora y alienante de la vida en la sociedad occidental. Sus primeros exponentes, dispuestos a extender su mirada en esta búsqueda, hicieron de ella un enfoque muy ecléctico. Podría ser uno de los signos de la «vuelta a la religión», pero desde luego no es una vuelta a las doctrinas y credos cristianos ortodoxos. Los primeros símbolos de este «movimiento» que se introdujeron en la cultura occidental fueron el conocido festival de Woodstock, en el estado de Nueva York, en 1969, y el musical Hair, que expuso los principales temas de la Nueva Era en su canción emblemática «Aquarius».20 Pero esto era tan sólo la punta de un iceberg cuyas verdaderas dimensiones se han podido percibir sólo en una época relativamente reciente. El idealismo de los años 1960 y 1970 todavía sobrevive en algunos sectores. Pero ahora ya no son los adolescentes quienes están implicados principalmente. Los vínculos con la ideología política de izquierdas se han desvanecido y las drogas psicodélicas no tienen ya la importancia de entonces. Han sucedido tantas cosas desde entonces que todo esto ya no resulta revolucionario.
Las tendencias «espirituales» y «místicas» que antes se limitaban a la contracultura, hoy día forman parte arraigada de la cultura dominante y afectan a facetas tan distintas de la vida como la medicina, la ciencia, el arte y la religión. La cultura occidental está ahora imbuida de una conciencia política y ecológica más generalizada y todo este desplazamiento cultural ha ejercido un enorme impacto en los estilos de vida de las personas. Algunos han sugerido que el «movimiento» Nueva Era es precisamente ese gran cambio hacia lo que se considera «un género de vida notablemente mejor».21
2.2. ¿Qué pretende ofrecer la Nueva Era?
2.2.1. Encantamiento: tiene que haber un ángel
Uno de los elementos más comunes de la espiritualidad de la Nueva Era es la fascinación por las manifestaciones extraordinarias y en particular por los seres paranormales. Las personas reconocidas como médiums aseguran que su personalidad es poseída por otra entidad durante el trance, un fenómeno de la Nueva Era conocido como « channeling» (canalización), en el cual el médium puede perder el control de su cuerpo y de sus facultades. Algunas personas que han sido testigos de estos acontecimientos no dudarían en admitir que las manifestaciones son efectivamente espirituales, pero no proceden de Dios, a pesar del lenguaje de amor y luz que suele usarse casi siempre… Probablemente sea más correcto referirse a ello como a una forma contemporánea de espiritismo, más que a una espiritualidad en sentido estricto. Otros amigos y consejeros del mundo del espíritu son los ángeles (que se han convertido en centro de un nuevo negocio de libros e imágenes). Cuando en la Nueva Era se habla de ángeles, se hace de manera poco sistemática, pues las distinciones en este ámbito no siempre se consideran útiles, sobre todo si son demasiado precisas, ya que «hay muchos niveles de guías, entidades, energías y seres en cada octava del universo… Están allí para que los escojas y elijas según tus propios mecanismos de atracción-repulsión».22 Estos seres espirituales a veces son invocados de manera «no religiosa» como una ayuda para la relajación, con vistas a mejorar la toma de decisiones y el control de la propia vida personal y profesional. Otra experiencia de la Nueva Era, que aseguran poseer algunos que se autodefinen como «místicos», consiste en la fusión con algunos espíritus que enseñan a través de personas concretas. Algunos espíritus de la naturaleza son descritos como energías potentes que existen en el mundo natural y también en los «niveles interiores»: es decir, aquellos a los que se accede mediante el uso de rituales, drogas y otras técnicas para alcanzar estados de conciencia alterados. Está claro que, al menos en teoría, la Nueva Era a menudo no reconoce ninguna autoridad espiritual más allá de la experiencia personal interior.
2.2.2. Armonía y comprensión: buenas vibraciones
Fenómenos tan diversos como el Jardín de Findhorn y Feng Shui23 representan una diversidad de estilos que ilustran la importancia de estar en sintonía con la naturaleza y el cosmos. En la Nueva Era no existe distinción entre el bien y el mal. Las acciones humanas son fruto de la iluminación o de la ignorancia. De aquí que no podamos condenar a nadie, y que nadie tenga necesidad de perdón. Creer en la existencia del mal sólo puede crear negatividad y temor. La respuesta a la negatividad es el amor. Pero no del tipo que tiene que traducirse en acciones; es más una cuestión de actitudes de la mente. El amor es energía, una vibración de alta frecuencia; el secreto de la felicidad y de la salud consiste en sintonizar con la gran cadena del ser, de encontrar el propio puesto en ella. Los maestros y las terapias de la Nueva Era afirman ofrecer la clave para encontrar las correspondencias entre todos los elementos del universo, de modo que uno pueda modular la tonalidad de su vida y estar en armonía absoluta con los demás y con cuanto lo rodea, si bien el trasfondo teórico varía de uno a otro.24
2.2.3. Salud: una vida dorada
La medicina formal (alopática) tiende en la actualidad a limitarse a curar dolencias aisladas, concretas, y no logra una visión de conjunto de la salud de la persona: esto ha provocado frecuentemente una comprensible insatisfacción. La popularidad de las terapias alternativas ha aumentado enormemente porque aseguran abarcar a la persona en su totalidad y se dedican a sanar más que a curar. Como es sabido, la sanidad holística se centra en el importante papel que desempeña la mente en la curación física. Se dice que la conexión entre los aspectos espirituales y físicos de la persona se encuentra en el sistema inmunológico o en el sistema chakra hindú. Desde la perspectiva de la Nueva Era, la enfermedad y el sufrimiento proceden de una actuación contra la naturaleza. Cuando se está en sintonía con la naturaleza, cabe esperar una vida más saludable e incluso una prosperidad material. Según algunos sanadores de la Nueva Era, en realidad no tendríamos por qué morir. El desarrollo de nuestro potencial humano nos pondrá en contacto con nuestra divinidad interior y con aquellas partes de nuestro yo alienadas o suprimidas. Esto se revela sobre todo en los Estados de Conciencia Alterados (Alterated States of Consciuousness, ASCs), inducidos por las drogas o por diversas técnicas de expansión de la mente, particularmente en el contexto de la «psicología transpersonal». Se suele considerar al chamán como el especialista de los estados de conciencia alterados, como aquel que es capaz de mediar entre los reinos transpersonales de los dioses y los espíritus y el mundo de los humanos.
Hay una notable variedad de enfoques que promueven la salud holística, derivados unos de antiguas tradiciones culturales, conectados otros con las teorías psicológicas desarrolladas en Esalen durante los años 1960-1970. La publicidad relacionada con la Nueva Era cubre un amplio espectro de prácticas, tales como la acupuntura, el biofeedback, la quiropráctica, la kinesiología, la homeopatía, la iridología, el masaje y varios tipos de «bodywork» (tales como ergonomía, Feldenkrais, reflexología, Rolfing, masaje de polaridad, tacto terapéutico, etc.), la meditación y la visualización, las terapias nutricionales, sanación psíquica, varios tipos de medicina a base de hierbas, la sanación mediante cristales (cristaloterapia), metales (metaloterapia), música (musicoterapia) o colores (cromoterapia), las terapias de reencarnación y, por último los programas en doce pasos y los grupos de auto-ayuda.25 Se dice que la fuente de la sanación está dentro de nosotros mismos, que la podemos alcanzar cuando estamos en contacto con nuestra energía interior o con la energía cósmica.
En cuanto la salud incluye una prolongación de la vida, la Nueva Era ofrece una fórmula oriental en términos occidentales. Originariamente, la reencarnación formaba parte del pensamiento cíclico hindú, basada en el atman o núcleo divino de la personalidad (más tarde, el concepto de jiva), que se trasladaba de cuerpo a cuerpo en un ciclo de sufrimiento (samsara), determinado por la ley del karma, vinculado al comportamiento en las vidas pasadas. La esperanza estriba en la posibilidad de nacer en un estado mejor o, definitivamente, en la liberación de la necesidad de volver a nacer. A diferencia de la mayoría de las tradiciones budistas, lo que vaga de cuerpo en cuerpo no es un alma, sino un contínuum de conciencia. En ambas tradiciones, la vida presente está encerrada en un proceso cósmico potencialmente infinito, sin fin, que incluye incluso a los dioses. En occidente, después de Lessing, la reencarnación se ha entendido de manera mucho más optimista, como un proceso de aprendizaje y de realización individual progresiva. El espiritismo, la teosofía, la antroposofía y la Nueva Era ven la reencarnación como una participación en la evolución cósmica. Este enfoque postcristiano de la escatología se considera como la respuesta a las cuestiones no resueltas por la teodicea y prescinde del concepto de infierno. Cuando el alma se separa del cuerpo, los individuos pueden volver la mirada hacia toda su vida hasta ese instante y cuando el alma se une a su nuevo cuerpo se obtiene una visión anticipada de la siguiente fase de la vida. Uno puede acceder a sus vidas anteriores mediante los sueños y las técnicas de meditación.26
2.2.4. Totalidad: un viaje mágico al misterio
Una de las preocupaciones centrales del movimiento Nueva Era es la búsqueda de «totalidad». Invita a superar todas las formas de «dualismo», ya que dichas divisiones son un producto insalubre de un pasado menos iluminado. Las divisiones que según los promotores de la Nueva Era se deben superar, incluyen la diferencia real entre el Creador y la creación, la distinción real entre el hombre y la naturaleza o entre el espíritu y la materia, todas las cuales son consideradas erróneamente como formas de dualismo. Se da por supuesto que estas tendencias dualistas están basadas en definitiva en las raíces judeocristianas de la civilización occidental, cuando en realidad sería más acertado vincularlas al gnosticismo, y en particular al maniqueísmo. A la revolución científica y al espíritu del racionalismo moderno se los considera culpables especialmente de la tendencia a la fragmentación que considera las unidades orgánicas como mecanismos reducibles a sus componentes más pequeños, que pueden explicarse a continuación en función de estos últimos, así como de la tendencia a reducir el espíritu a la materia, de manera que la realidad espiritual –incluyendo el alma– se convierte en mero «epifenómeno» contingente de procesos esencialmente materiales. En todas estas áreas, las alternativas de la Nueva Era reciben el apelativo de «holísticas». El holismo impregna todo el movimiento Nueva Era, desde su interés por la salud holística hasta la búsqueda de la conciencia unitiva, y desde la sensibilidad ecológica hasta la idea de un «entramado» global.
2.3 Principios fundamentales del pensamiento de la Nueva Era
2.3.1. Una respuesta global en tiempos de crisis
«Tanto la tradición cristiana como la fe laica en el progreso ilimitado de la ciencia tuvieron que hacer frente a una grave ruptura manifestada por primera vez en las revueltas estudiantiles del 1968».27 La sabiduría de las viejas generaciones de repente se quedó sin significado y sin respeto, mientras se desvanecía la omnipotencia de la ciencia, de manera que la Iglesia ahora «tiene que enfrentarse a una grave crisis en la transmisión de su fe a las generaciones jóvenes».28 La pérdida generalizada de confianza en estos antiguos pilares de la conciencia y de la cohesión social ha ido acompañada por un retorno inesperado de la religiosidad cósmica, de rituales y creencias que muchos pensaban habían sido suplantados por el cristianismo. Sólo que esta perenne corriente esotérica subterránea en realidad nunca se había extinguido. En cambio, resultaba nuevo en el contexto occidental el auge de la popularidad de la religión asiática, bajo la influencia del movimiento teosófico de finales del siglo XIX que «refleja la creciente conciencia de una espiritualidad global que incorpora todas las tradiciones religiosas existentes».29
La eterna cuestión filosófica de la unidad y la multiplicidad tiene su forma moderna y contemporánea en la tentación no sólo de superar una división indebida, sino incluso también la diferencia y la distinción reales. Su expresión más común es el holismo, ingrediente esencial de la Nueva Era y uno de los principales signos de los tiempos en el último cuarto del siglo XX. Se han invertido grandes energías en el esfuerzo por superar la división en compartimentos estancos característica de la ideología mecanicista, pero esto ha provocado el sometimiento a un entramado global que adquiere una autoridad cuasi-trascendental. Sus implicaciones más obvias son el proceso de transformación consciente y el desarrollo de la ecología.30 La nueva visión, meta de la transformación consciente, ha tardado en formularse y su puesta en práctica se ve obstaculizada por formas de pensamiento más antiguas, a las que se considera atrincheradas en el statu quo. En cambio, ha tenido un enorme éxito la generalización de la ecología como fascinación por la naturaleza y resacralización de la tierra, la Madre Tierra o Gaia, gracias al celo misionero característico de los «verdes». La raza humana como conjunto es el agente ejecutivo de la Tierra y la armonía y comprensión que se requieren para un gobierno responsable se va entendiendo de manera progresiva como un gobierno global, con una estructura ética global. Se considera que el calor de la Madre Tierra, cuya divinidad penetra toda la creación, colma el vacío entre la creación y el Padre-Dios trascendente del judaísmo y del cristianismo, eliminando la posibilidad de ser juzgado por este último.
En esta visión de un universo cerrado, que contiene a «Dios» y a otros seres espirituales junto con nosotros, se descubre un panteísmo implícito. Es éste un punto fundamental que impregna todo el pensamiento y la actuación de la Nueva Era y que condiciona de antemano cualquier otra valoración positiva de tal o cual aspecto de su espiritualidad. Como cristianos creemos, por el contrario, que «el hombre es esencialmente una criatura y como tal permanece para siempre, de tal forma que nunca será posible una absorción del yo humano en el Yo divino».31
2.3.2. La matriz principal del pensamiento de la Nueva Era
La matriz esencial del pensamiento de la Nueva Era ha de buscarse en la tradición esotérico-teosófica que gozó de gran aceptación en los círculos intelectuales europeos de los siglos XVIII y XIX. En particular, tuvo vigencia en la francmasonería, el espiritismo, el ocultismo y la teosofía, que compartían una especie de cultura esotérica. En esta cosmovisión, el universo visible y el invisible están vinculados por una serie de correspondencias, analogías e influencias entre el microcosmos y el macrocosmos, entre los metales y los planetas, entre los planetas y las diversas partes del cuerpo humano, entre el cosmos visible y los ámbitos invisibles de la realidad. La naturaleza es un ser vivo, atravesado por una red de simpatías y antipatías, animado por una luz y un fuego secreto que los seres humanos tratan de controlar. Las personas pueden conectar con los mundos superior o inferior mediante su imaginación (órgano del alma o espíritu), o bien recurriendo a mediadores (ángeles, espíritus, demonios) o rituales.
Las personas pueden ser iniciadas en los misterios del cosmos, Dios, o el yo, por medio de un itinerario espiritual de transformación. La meta última es la gnosis, la forma superior de conocimiento, equivalente a la salvación. Implica una búsqueda de la más antigua y elevada tradición de la filosofía (lo que se llama, de modo inapropiado, philosophia perennis) y de la religión (teología primordial), doctrina secreta (esotérica) que es la clave de todas las tradiciones «exotéricas» accesibles a todos. Las enseñanzas esotéricas se transmiten de maestro a discípulo en un programa gradual de iniciación.
Algunos ven el esoterismo del siglo XIX como algo totalmente secularizado. La alquimia, la magia, la astrología y otros elementos del esoterismo tradicional se habían integrado completamente con aspectos de la cultura moderna, incluyendo la búsqueda de las leyes causales, el evolucionismo, la psicología y el estudio de las religiones. Alcanzó su forma más clara en las ideas de Helena Blavatsky, una médium rusa que, junto con Henry Olcott, fundó la Theosophical Society en Nueva York en 1875. Esta sociedad tenía por objeto fundir elementos de las tradiciones orientales y occidentales en una forma de espiritismo evolucionista. Tenía tres objetivos principales:
1. «Formar un núcleo de la Fraternidad Universal de la Humanidad, sin distinción de raza, credo o color».
2. «Promover el estudio comparativo de la religión, la filosofía y la ciencia».
3. «Investigar las leyes desconocidas de la Naturaleza y los poderes latentes del hombre».
«El significado de estos objetivos… debería estar claro. El primer objetivo rechaza implícitamente el “fanatismo irracional” y el “sectarismo” del cristianismo tradicional tal como lo conciben los espiritistas y los teósofos… Lo que no es inmediatamente evidente en estos objetivos es que para los teósofos la “ciencia” significaba las ciencias ocultas, y la filosofía, la occulta philosophia. O que para ellos, las leyes de la naturaleza eran de índole oculta o psíquica y esperaban que la religión comparativa desvelase una “tradición primordial” modelada, en último término, a partir de una philosophia perennis hermética».32
Un componente destacado de los escritos de Madame Blavatsky era la emancipación de la mujer, lo cual implicaba un ataque contra el Dios «masculino» del judaísmo, del cristianismo y del Islam. Invitaba a volver a la diosa madre del hinduismo y a la práctica de las virtudes femeninas. Esta ideas continuaron bajo la guía de Annie Besant, que se hallaba en la vanguardia del movimiento feminista. En la actualidad, la Wicca (Véase el término en el glosario del apartado n. 7) y la «espiritualidad de las mujeres» continúan esta lucha contra el cristianismo «patriarcal».
En su obra The Aquarian Conspiracy, «La conspiración del Acuario», Marilyn Ferguson dedicó un capítulo a los precursores de la Era de Acuario, aquellos que habían tejido una visión transformadora basada en la expansión de la conciencia y en la experiencia de la autotrascendencia. Dos de los mencionados son el psicólogo americano William James y el psiquiatra suizo Carl Gustav Jung. James definió la religión como experiencia, no como dogma y enseñó que los seres humanos pueden cambiar sus actitudes mentales a fin de convertirse en arquitectos de su propio destino. Jung puso de relieve el carácter trascendente de la conciencia e introdujo la idea del inconsciente colectivo, una especie de depósito de símbolos y recuerdos compartidos con personas de diversas épocas y culturas diferentes. Según Wouter Hanegraaff, ambos personajes contribuyeron a la «sacralización de la psicología», que se ha convertido en un elemento fundamental del pensamiento y de la práctica de la Nueva Era. En efecto, Jung «no sólo psicologizó el esoterismo, sino que también sacralizó la psicología, llenándola de los contenidos de la especulación esotérica. El resultado fue un corpus de teorías que permite hablar de Dios cuando en realidad se quiere decir la propia psique, y hablar de la propia psique cuando en realidad se quiere decir lo divino. Si la psique es “mente”, y Dios también es “mente”, entonces hablar de una cosa significa hablar de la otra».33 A la acusación de haber «psicologizado» el cristianismo responde que «la psicología es el mito moderno y sólo podemos entender la fe en estos términos».34 Ciertamente, la psicología de Jung arroja luz sobre muchos aspectos de la fe cristiana, especialmente sobre la necesidad de enfrentarse a la realidad del mal. Pero sus convicciones religiosas son tan diferentes a lo largo de las diversas etapas de su vida, que la imagen de Dios que se desprende es sumamente confusa. Un elemento central de su pensamiento es el culto al sol, donde Dios es la energía vital (libido) del interior de la persona.35 Según afirmó él mismo «esta comparación no es un mero juego de palabras».36 Este es «el dios interior» al que se refiere Jung, la divinidad esencial que creía existía en todo ser humano. El camino hasta el universo interior pasa a través del inconsciente y la correspondencia del mundo interior con el exterior reside en el inconsciente colectivo.
La tendencia a intercambiar la psicología y la espiritualidad fue retomada por el Movimiento del Potencial Humano cuando éste se desarrolló a finales de los años sesenta en el Instituto Esalen de California. La psicología transpersonal, fuertemente influida por las religiones orientales y por Jung, ofrece un camino contemplativo donde la ciencia se encuentra con la mística. El énfasis que se pone en la corporeidad, la búsqueda de métodos para expandir la conciencia y el cultivo de los mitos del inconsciente colectivo eran todos acicates para buscar al «Dios interior» dentro de uno mismo. Para realizar el propio potencial había que ir más allá del ego individual a fin de convertirse en el dios que uno es en lo más hondo de sí mismo. Esto se podía llevar a cabo escogiendo la terapia adecuada: la meditación, las experiencias parapsicológicas, el uso de drogas alucinógenas. Todos estos eran los caminos para lograr «experiencias cumbre», experiencias «místicas» de fusión con Dios y con el cosmos.
El símbolo de Acuario, tomado de la mitología astrológica, llegó a convertirse en la expresión del deseo de un mundo radicalmente nuevo. Los dos centros que constituían el centro propulsor inicial de la Nueva Era (y que siguen siéndolo hasta cierto punto) eran la Comunidad-Jardín de Findhorn, en el nordeste de Escocia, y el Centro para el Desarrollo del Potencial Humano de Esalen, en Big Sur, California, en los Estados Unidos. Sin embargo, lo que más alimenta la difusión de la Nueva Era es el desarrollo de una progresiva conciencia global y la percepción creciente de una crisis ecológica inminente.
2.3.3. Temas centrales de la Nueva Era
La Nueva Era no es una religión propiamente dicha, pero se interesa por lo que se denomina «divino». La esencia de la Nueva Era es la libre asociación de diversas actividades, ideas y personas, a las que se podría aplicar esta denominación. No existe, en efecto, una sola articulación de doctrinas parecida a la de las grandes religiones. A pesar de ello, y a pesar de la enorme variedad que hay en la Nueva Era, existen ciertos puntos comunes:
– el cosmos se ve como un todo orgánico;
– está animado por una Energía, que también se identifica con el Alma divina o Espíritu;
– se cree en la mediación de varias entidades espirituales: los seres humanos son capaces de ascender a esferas superiores invisibles y de controlar sus propias vidas más allá de la muerte;
– se defiende la existencia de un «conocimiento perenne» que es previo y superior a todas las religiones y culturas;
– las personas siguen a maestros iluminados…
2.3.4. ¿Qué dice la Nueva Era sobre…
2.3.4.1. …la persona humana?
La Nueva Era implica una creencia fundamental en la perfectibilidad de la persona humana mediante una amplia variedad de técnicas y terapias (en contraposición con la idea cristiana de cooperación con la gracia divina). Existe una coincidencia de fondo con la idea de Nietzsche de que el cristianismo ha impedido la manifestación plena de la humanidad genuina. En este contexto, la perfección significa alcanzar la propia realización según un orden de valores que nosotros mismos creamos y que alcanzamos por nuestras propias fuerzas: de ahí que podamos hablar de un yo auto-creador. Desde esta óptica, hay más diferencia entre los humanos tal como son ahora y como serán cuando hayan realizado su potencial, que la que existe actualmente entre los humanos y los antropoides.
Resulta útil distinguir entre el esoterismo, o búsqueda de conocimiento, y la magia, u ocultismo: esta última es un medio para obtener poder. Algunos grupos son a la vez esotéricos y ocultistas. En el centro del ocultismo hay una voluntad de poder basada en el sueño de volverse divino. Las técnicas de expansión de la mente tienen por objeto revelar a las personas su poder divino. Utilizando ese poder, preparan el camino para la Era de la Iluminación. Esta exaltación de la humanidad, cuya forma extrema es el satanismo, subvierte la correcta relación entre el Creador y la criatura. Satán se convierte en el símbolo de una rebelión contra las convenciones y las reglas, símbolo que con frecuencia adopta formas agresivas, egoístas y violentas. Algunos grupos evangélicos han manifestado su preocupación por la presencia subliminal de lo que consideran simbolismo satánico en algunas variedades de música rock, que ejercen una profunda influencia en los jóvenes. En cualquier caso, dista mucho del mensaje de paz y armonía que se encuentra en el Nuevo Testamento y con frecuencia es una de las consecuencias de la exaltación de la humanidad cuando implica la negación de un Dios trascendente.
Pero no se trata solamente de algo que afecte a los jóvenes. Los temas básicos de la cultura esotérica también están presentes en los ámbitos de la política, la educación y la legislación.37 Esto se aplica especialmente a la ecología. Su fuerte acentuación del biocentrismo niega la visión antropológica de la Biblia, según la cual el hombre es el centro del mundo por ser cualitativamente superior a las demás formas de vida natural. El ecologismo desempeña hoy un papel destacado en la legislación y en la educación, a pesar de que de este modo infravalora al ser humano. La misma matriz cultural esotérica puede hallarse en la teoría ideológica subyacente a la política de control de la natalidad y los experimentos de ingeniería genética, que parecen expresar el sueño humano de re-crearse a sí mismos. Se espera lograr este sueño descifrando el código genético, alterando las reglas naturales de la sexualidad y desafiando los límites de la muerte.
En lo que podría llamarse un relato típico de la Nueva Era, las personas nacen con una chispa divina, en un sentido que recuerda el gnosticismo antiguo. Esta chispa las vincula a la unidad del Todo, por lo que son esencialmente divinas, si bien participan de la divinidad cósmica según distintos niveles de conciencia. Somos co-creadores y creamos nuestra propia realidad. Muchos autores de la Nueva Era sostienen que somos nosotros quienes elegimos las circunstancias de nuestra vidas (incluso nuestra propia enfermedad y nuestra propia salud). En esta visión, cada individuo es considerado fuente creadora del universo. Pero necesitamos hacer un viaje para comprender plenamente dónde encajamos dentro de la unidad del cosmos. El viaje es la psicoterapia y el reconocimiento de la conciencia universal, la salvación. No existe el pecado; sólo hay conocimiento imperfecto. La identidad de cada ser humano se diluye en el ser universal y en el proceso de sucesivas encarnaciones. Los hombres están sometidos al influjo determinante de las estrellas, pero pueden abrirse a la divinidad que vive en su interior, en una búsqueda continua (mediante las técnicas apropiadas) de una armonía cada vez mayor entre el yo y la energía cósmica divina. No se necesita Revelación o Salvación alguna que lleguen a las personas desde fuera de ellas mismas, sino sencillamente experimentar la salvación escondida en el propio interior (auto-salvación), dominando las técnicas psicofísicas que conducen a la iluminación definitiva.
Algunas etapas del camino hasta la auto-redención son preparatorias (la meditación, la armonía corporal, la liberación de energías de auto-sanación). Son el punto de partida para procesos de espiritualización, perfección e iluminación que ayudan a las personas a adquirir mayor autocontrol y una concentración psíquica en la «transformación» del yo individual en «conciencia cósmica». El destino de la persona humana es una serie de encarnaciones sucesivas del alma en cuerpos distintos. Esto se entiende no como el ciclo de samsara, en el sentido de purificación como castigo, sino como una ascensión gradual hacia el desarrollo perfecto del propio potencial.
La psicología se utiliza para explicar la expansión de la mente como experiencia «mística». El yoga, el zen, la meditación trascendental y los ejercicios tántricos conducen a una experiencia de plenitud del yo o iluminación. Se cree que las «experiencias cumbre» (volver a vivir el propio nacimiento, viajar hasta las puertas de la muerte, el biofeedback, la danza e incluso las drogas, cualquier cosa que pueda provocar un estado de conciencia alterado) conducen a la unidad y a la iluminación. Como sólo hay una Mente, algunas personas pueden ser canales, cauces para los seres superiores. Cada parte de este único ser universal está en contacto con todas las demás partes. El enfoque clásico de la Nueva Era es la psicología transpersonal, cuyos conceptos básicos son la Mente Universal, el Yo Superior, el inconsciente colectivo y personal y el ego individual. El Ser Superior es nuestra identidad real, un puente entre Dios como Mente divina y la humanidad. El desarrollo espiritual consiste en el contacto con el Ser Superior, que supera todas las formas de dualismo entre el sujeto y el objeto, la vida y la muerte, la psique y el soma, el yo y los aspectos fragmentarios de ese mismo yo. Nuestra personalidad limitada es como una sombra o un sueño creados por el yo real. El Ser Superior contiene los recuerdos de las (re-)encarnaciones anteriores.
2.3.4.2. …Dios?
La Nueva Era muestra una notable preferencia por las religiones orientales o precristianas, a las que se considera incontaminadas por las distorsiones judeocristianas. De aquí el gran respeto que merecen los antiguos ritos agrícolas y los cultos de fertilidad. «Gaia», la Madre Tierra, se presenta como alternativa a Dios Padre, cuya imagen se ve vinculada a una concepción patriarcal del dominio masculino sobre la mujer. Se habla de Dios, pero no se trata de un Dios personal. El Dios del que habla la Nueva Era no es ni personal ni trascendente. Tampoco es el Creador que sostiene el universo, sino una «energía impersonal», inmanente al mundo, con el cual forma una «unidad cósmica»: «Todo es uno». Esta unidad es monista, panteísta o, más exactamente, panenteísta. Dios es el «principio vital», «el espíritu o alma del mundo», la suma total de la conciencia que existe en el mundo. En cierto sentido, todo es Dios. Su presencia es clarísima en los aspectos espirituales de la realidad, de modo que cada mente espíritu es, en cierto sentido, Dios.
La «energía divina», cuando es recibida conscientemente por los seres humanos, suele describirse como «energía crística». También se habla de Cristo, pero con ello no se alude a Jesús de Nazaret. «Cristo» es un título aplicado a alguien que ha llegado a un estado de conciencia donde el individuo se percibe como divino y puede, por tanto, pretender ser «Maestro universal». Jesús de Nazaret no fue el Cristo, sino sencillamente una de las muchas figuras históricas en las que se reveló esa naturaleza «crística», al igual que Buda y otros. Cada realización histórica del Cristo muestra claramente que todos los seres humanos son celestes y divinos y los conduce hacia esa realización.
El nivel más íntimo y personal («psíquico») en el que los seres humanos «oyen» esta «energía cósmica divina» se llama también «Espíritu Santo».
2.3.4.3. …el mundo?
El paso del modelo mecanicista de la física clásica al «holístico» de la moderna física atómica y subatómica, basado en la concepción de la materia como ondas o quantos de energía en lugar de partículas, es central para el pensamiento de la Nueva Era. El universo es un océano de energía que constituye un todo único o entramado de vínculos. La energía que anima al organismo único del universo es el «espíritu». No hay alteridad entre Dios y el mundo. El mundo mismo es divino y está sometido a un proceso evolutivo que lleva de la materia inerte a una «conciencia superior y perfecta». El mundo es increado, eterno y autosuficiente. El futuro del mundo se basa en un dinamismo interno, necesariamente positivo, que conduce a la unidad reconciliada (divina) de todo cuanto existe. Dios y mundo, alma y cuerpo, inteligencia y sentimiento, cielo y tierra son una única e inmensa vibración de energía.
El libro de James Lovelock sobre la hipótesis Gaia afirma que «todo el ámbito de la materia viva de la tierra, desde las ballenas hasta los virus y desde los robles hasta las algas, podría considerarse como una única entidad viviente, capaz de manipular la atmósfera de la tierra para adaptarla a sus necesidades generales y dotada de facultades y poderes que superan con mucho los de sus partes constitutivas».38 Para algunos, la hipótesis Gaia es «una extraña síntesis de individualismo y colectivismo. Parece como si la Nueva Era, tras haber arrancado a las personas de la política fragmentaria, estuviera deseando arrojarlas a la gran marmita de la mente global». El cerebro global necesita instituciones con las cuales gobernar, en otras palabras, un gobierno mundial. «Para afrontar los problemas de hoy día, la Nueva Era sueña con una aristocracia espiritual al estilo de la República de Platón, dirigida por sociedades secretas…».39 Acaso sea un modo exagerado de plantear la cuestión, pero hay numerosas pruebas de que el elitismo gnóstico y el gobierno global coinciden en muchos temas de la política internacional.
Todo cuanto hay en el universo esta interrelacionado. En efecto, cada parte es en sí misma una imagen de la totalidad. El todo está en cada cosa y cada cosa en el todo. En la «gran cadena del ser», todos los seres están íntimamente vinculados y forman una sola familia con diferentes grados de evolución. Toda persona humana es un holograma, una imagen de la creación entera, en la cual cada cosa vibra con su propia frecuencia. Cada ser humano es una neurona del sistema nervioso central y todas las entidades individuales se hallan en relación de complementariedad unas con otras. En realidad, hay una complementariedad o androginia interna en toda la creación.40
Uno de los temas recurrentes en los escritos y en el pensamiento de la Nueva Era es el «nuevo paradigma» que ha puesto de manifiesto la ciencia contemporánea. «La ciencia nos ha permitido una visión de la totalidad y de los sistemas, nos ha dado estímulo y transformación. Estamos aprendiendo a comprender las tendencias, a reconocer los signos iniciales de un paradigma más prometedor. Creamos panoramas alternativos del futuro. Comunicamos los fallos de los viejos sistemas y forzamos nuevos contextos para resolver problemas en todas las áreas».41 Hasta aquí, el «cambio de paradigma» es un cambio radical de perspectiva, pero nada más. La cuestión es saber si pensamiento y cambio real serán proporcionados y si puede demostrarse la eficacia que tendría una transformación interior sobre el mundo exterior. Es obligado preguntarse, aun sin expresar un juicio negativo, hasta qué punto puede considerarse científico un proceso mental que incluye afirmaciones como ésta: «La guerra es inconcebible en una sociedad de personas autónomas que han descubierto la interconexión de toda la humanidad, que no temen ideas extrañas ni culturas extranjeras, que saben que todas las revoluciones comienzan en el interior y que no se puede imponer el propio tipo de iluminación a nadie».42 No es lógico deducir que, puesto que algo es inconcebible, no podrá suceder. Este es el tipo de razonamiento típicamente gnóstico, en el sentido de que confiere demasiado peso al conocimiento y a la conciencia. Y esto no significa negar el papel fundamental y crucial del desarrollo de la conciencia en los descubrimientos científicos y en el proceso creativo, sino sencillamente alertar contra la posibilidad de imponer sobre la realidad exterior lo que hasta el momento sólo está en la mente.
2.4. «¿Habitantes del mito o de la historia?»:43 La Nueva Era y la cultura
«En realidad, el atractivo de la Nueva Era tiene que ver con el interés por el yo, su valor, sus capacidades y problemas, que la cultura actual fomenta. Mientras que la religiosidad tradicional, con su organización jerárquica se adapta bien a la comunidad, la espiritualidad no tradicional se adapta bien al individuo. La Nueva Era es “del” yo en la medida en que fomenta la celebración de lo que ha de ser y devenir; y es “para” el yo en la medida en que, al diferenciarse de lo establecido, está en una situación capaz de afrontar los problemas generados por las formas de vida convencionales».44
El rechazo a la tradición en su forma patriarcal, jerárquica, tanto social como eclesial, conlleva la búsqueda de una forma alternativa de sociedad, inspirada claramente en el concepto moderno del yo. Muchos escritos de la Nueva Era defienden que no se puede hacer nada (directamente) para cambiar el mundo y en cambio se ha de hacer todo para cambiarse a sí mismo. Cambiar la conciencia individual se entiende como la manera (indirecta) de cambiar el mundo. El instrumento más importante para el cambio social es el ejemplo individual. El reconocimiento universal de tales ejemplos personales llevará paulatinamente a la transformación de la mente colectiva, transformación que será el logro más importante de nuestro tiempo. Esto forma parte, claramente, del paradigma holístico y constituye una nueva formulación de la clásico problema filosófico de la unidad y la pluralidad. También está relacionada con el planteamiento jungiano de la correspondencia y el rechazo de la causalidad. Los individuos son representaciones fragmentarias del holograma planetario; mirando al propio interior, no sólo se conoce el universo, sino que también es posible cambiarlo. Sólo que cuanto más se mira al interior, más pequeño se torna el escenario político. Es difícil saber si este planteamiento puede encajar con la retórica de la participación democrática en un nuevo orden planetario, o si por el contrario se trata de una manera inconsciente y sutil de privar de poder a las personas, dejándolas a merced de la manipulación. La actual preocupación por los problemas planetarios (los temas ecológicos, el agotamiento de los recursos naturales, el exceso de población, la diferencia económica entre norte y sur, el enorme arsenal nuclear, la inestabilidad política) ¿favorecen o impiden el compromiso con otras cuestiones políticas y sociales igualmente acuciantes? El antiguo adagio «la caridad bien entendida empieza por uno mismo» puede proporcionar un sano equilibrio a la manera de abordar dichos temas. Algunos observadores de la Nueva Era detectan un autoritarismo siniestro detrás de la aparente indiferencia respecto a la política. El mismo David Spangler señala que una de las sombras de la Nueva Era es «una capitulación sutil frente a la impotencia y la irresponsabilidad esperando que llegue la Nueva Era en vez de ser creadores activos de plenitud en la propia vida».45
Sería ciertamente exagerado afirmar que el quietismo es general en las actitudes de la Nueva Era. Con todo, una de las principales críticas al movimiento Nueva Era es que la búsqueda individualista de la propia realización en el fondo puede actuar en contra de una sólida cultura religiosa. A este propósito, conviene destacar tres puntos:
– Cabe preguntarse si la Nueva Era posee coherencia intelectual para proporcionar una imagen completa del mundo a partir de una cosmovisión que pretende integrar la naturaleza y la realidad espiritual. La Nueva Era ve el universo occidental escindido a causa de las categorías de monoteísmo, trascendencia, alteridad y separación. Descubre un dualismo fundamental en divisiones como las que hay entre real e ideal, relativo y absoluto, finito e infinito, humano y divino, sacro y profano, pasado y presente, que remiten todas a la «conciencia infeliz» de Hegel y son responsables de una situación considerada trágica. La respuesta de la Nueva Era es la unidad mediante la fusión: pretende reconciliar alma y cuerpo, femenino y masculino, espíritu y materia, humano y divino, tierra y cosmos, trascendente e inmanente, religión y ciencia, las diferencias entre las religiones, el Yin y el Yang. Ya no hay, pues, alteridad. Lo que queda, en términos humanos, es la transpersonalidad. El mundo de la Nueva Era no es problemático: no queda nada por alcanzar. Pero la cuestión metafísica de la unidad y la pluralidad sigue sin respuesta, tal vez sin plantearse siquiera; se lamentan los efectos de la desunión y de la división, pero la respuesta es una descripción de cómo aparecerían las cosas en otra óptica.
– La Nueva Era importa fragmentariamente prácticas religiosas orientales y las reinterpreta para adaptarlas a los occidentales. Esto implica un rechazo del lenguaje del pecado y de la salvación, sustituido con el lenguaje moralmente neutro de la dependencia y la recuperación. Las referencias a las influencias extraeuropeas son a veces una mera «pseudo-orientalización» de la cultura occidental. Además, difícilmente se trata de un diálogo auténtico. En un ambiente donde las influencias grecorromanas y judeocristianas resultan sospechosos, las orientales se utilizan precisamente porque son una alternativa a la cultura occidental. La ciencia y la medicina tradicionales son consideradas inferiores a los enfoques holísticos, e igual sucede con las estructuras patriarcales y particulares en la política y en la religión. Todas estas cosas serán obstáculos para la venida de la Era de Acuario. Una vez más, está claro que, en realidad, optar por las alternativas de la Nueva Era implica una ruptura total con la tradición de origen. Habría que preguntarse si realmente es una actitud tan madura y tan liberada como se suele pensar.
– Las tradiciones religiosas auténticas promueven la disciplina con el objetivo último de adquirir sabiduría, ecuanimidad y compasión. La Nueva Era refleja el anhelo profundo e inextinguible que hay en la sociedad de una cultura religiosa íntegra, de una visión más general e iluminadora de lo que los políticos suelen ofrecer. Pero no está claro si los beneficios de una visión basada en la permanente expansión del yo son para los individuos o para las sociedades. Los cursos de formación de la Nueva Era (lo que solía llamarse «Cursos de Formación Erhard» Erhard Seminar Trainings [EST], etc.) conjugan los valores contraculturales con la necesidad de triunfar, la satisfacción interior con el éxito externo. El curso de retiro «Espíritu de los Negocios» de Findhorn transforma la experiencia del trabajo con el fin de aumentar la productividad. Algunos adeptos de la Nueva Era se adhieren a ella no sólo para ser más auténticos y espontáneos, sino también para enriquecerse (mediante la magia, etc.). «Los cursos de formación la Nueva Era tienen también resonancias de ideas en cierto modo más humanistas que las extendidas en el mundo de los negocios, lo que hace que al hombre de negocios con mentalidad empresarial le resulten más atractivos. Las ideas tienen que ver con el lugar de trabajo, como “un entorno de aprendizaje”, que “humaniza el trabajo”, “humaniza al jefe”, donde “las personas son lo primero” o “se libera el potencial”. Tal como las presentan los formadores de la Nueva Era, es probable que atraigan a los hombres de negocios que ya han participado en otros cursos de formación de corte humanista (laico) y que quieren dar un paso más: interesados en su crecimiento personal, su felicidad y su entusiasmo y al mismo tiempo en su productividad económica».46 Así, está claro que las personas involucradas buscan realmente sabiduría y ecuanimidad en beneficio propio, pero ¿en qué medida las actividades en que participan les capacitan para trabajar por el bien común? Aparte de la cuestión de la motivación, todos estos fenómenos deben ser juzgados por sus frutos, y la pregunta que hay que plantearse es si promueven el yo o promueven la solidaridad, no sólo con las ballenas, los árboles o personas de mentalidad similar, sino con el conjunto de la creación: incluyendo a la humanidad entera. Las peores consecuencias de toda filosofía del egoísmo, tanto si es adoptada por las instituciones como por amplios sectores sociales, son lo que el Cardenal Joseph Ratzinger define un conjunto de «estrategias para reducir el número de los que se sienten a comer a la mesa de la humanidad».47 Este es un criterio clave con el que se debe evaluar el impacto de cualquier filosofía o teoría. El cristianismo busca siempre medir los esfuerzos humanos por su apertura al Creador y a las demás criaturas, un respeto firmemente basado en el amor.
2.5. ¿Por qué ha crecido la Nueva Era con tanta rapidez y se ha difundido de manera tan eficaz?
Por muchas objeciones y críticas que suscite, la Nueva Era es un intento de llevar calor a un mundo que muchos experimentan como desabrido y despiadado. Como reacción frente a la modernidad, opera casi siempre en el nivel de los sentimientos, instintos y emociones. La angustia ante un futuro apocalíptico de inestabilidad económica, incertidumbre política y cambios climáticos desempeña un papel importante en la búsqueda de una relación alternativa y decididamente optimista con el cosmos. Hay una búsqueda de plenitud y felicidad, con frecuencia en un nivel explícitamente espiritual. Pero es significativo que la Nueva Era haya gozado de un éxito enorme en una era que puede caracterizarse por la exaltación casi universal de la diversidad. La cultura occidental ha dado un paso más allá de la tolerancia –en el sentido de aceptar a regañadientes o soportar la idiosincrasia de personas o grupos minoritarios– a la erosión consciente del respeto a la normalidad. La normalidad se presenta como un concepto con connotaciones moralistas, vinculado necesariamente a normas absolutas. Para un número creciente de personas, las creencias o normas absolutas indican sólo la incapacidad de tolerar las ideas y convicciones de los demás. En este ambiente, se han puesto de moda los estilos de vida alternativos: ser diferente no sólo es aceptable, sino positivamente bueno.48
Es esencial tener en cuenta que las personas se relacionan con la Nueva Era de maneras muy distintas y en grados diversos. En la mayoría de los casos no se trata realmente de una «pertenencia» a un grupo o movimiento. Tampoco hay una conciencia muy clara de los principios sobre los que se basa la Nueva Era. Aparentemente, la mayoría de la gente se siente atraída por terapias o prácticas concretas, sin conocimiento de los planteamientos de fondo que éstas conllevan; otros no son más que consumidores ocasionales de productos que llevan la etiqueta «Nueva Era». Quienes utilizan la aromatoterapia o escuchan música New Age, por ejemplo, suelen estar interesados por el efecto que tienen en su salud o bienestar. Tan sólo una minoría profundiza en estos temas y trata de entender su significado teórico (o «místico»). Lo cual encaja perfectamente con los esquemas de las sociedades de consumo en las que el ocio y el entretenimiento desempeñan un papel fundamental. El «movimiento» se ha adaptado perfectamente a las leyes del mercado y el hecho de que la Nueva Era se haya difundido tanto se debe en parte a que resulta una propuesta económica muy atractiva. La Nueva Era, al menos en algunas culturas, se presenta como una etiqueta para un producto creado, aplicando los principios de la mercadotecnia a un fenómeno religioso.49 Siempre habrá un modo de aprovecharse de las necesidades espirituales de la gente. Como muchos otros elementos de la economía contemporánea, la Nueva Era es un fenómeno global que se mantiene unido y se alimenta gracias a la información de los medios de comunicación de masas. Se puede discutir si fueron los medios de comunicación quienes crearon este fenómeno o no; lo que está claro es que la literatura popular y las comunicaciones de masas garantizan una rápida difusión, a escala universal, de las nociones comunes defendidas por los «creyentes» y simpatizantes. Sin embargo, no es posible saber si esta difusión tan rápida de las ideas obedece al azar o bien a un proyecto deliberado, ya que se trata de comunidades muy poco rígidas. Al igual que sucede en las «cibercomunidades» creadas por Internet, éste es un ámbito en el que las relaciones entre las personas pueden ser o muy impersonales o interpersonales sólo en un sentido muy selectivo.
La Nueva Era se ha hecho sumamente popular como un vago conjunto de creencias, terapias y prácticas, elegidas y combinadas con frecuencia según el propio gusto, independientemente de las incompatibilidades o incongruencias que implique. Por lo demás, es lo que cabe esperar de una cosmovisión conscientemente basada en el pensamiento intuitivo del «lado derecho del cerebro». Precisamente por eso es tan importante descubrir y reconocer las características fundamentales de las ideas de la Nueva Era. Lo que ésta ofrece suele describirse sencillamente como algo «espiritual», más que como perteneciente a una religión concreta. Sin embargo, los vínculos con algunas religiones orientales concretas son mucho más estrechos de lo que imaginan algunos «consumidores». Naturalmente, esto es importante para los grupos de «oración» en los que uno decide integrarse, pero es también un problema real en la gestión de un número creciente de empresas, a cuyos empleados se les exige hacer meditación y adoptar técnicas de expansión mental como parte de la vida laboral.50
Valdría la pena añadir aún unas breves palabras sobre la promoción organizada de la Nueva Era como ideología, pero se trata de un asunto sumamente complejo. Frente a la Nueva Era, algunos grupos han reaccionado con acusaciones generalizadas de «conspiración». Se les suele responder que estamos asistiendo a un cambio cultural espontáneo cuya trayectoria está en gran parte determinada por influjos que escapan al control humano. No obstante, basta señalar que la Nueva Era comparte con un buen número de grupos internacionalmente influyentes el objetivo de sustituir o trascender las religiones particulares para dejar espacio a una religión universal que unifique a la humanidad. Estrechamente relacionado con esto, hay un esfuerzo concertado por parte de muchas instituciones para inventar una Ética Global, un esquema ético que reflejaría la naturaleza global de la cultura, la economía y la política contemporáneas. Aún más, la politización de las cuestiones ecológicas influye en todo el tema de la hipótesis Gaia o culto de la madre tierra.
3.La Nueva Era y la Espiritualidad Cristiana
3.1. La Nueva Era como espiritualidad
Los promotores de la Nueva Era la definen como una «nueva espiritualidad». Parece irónico llamarla «nueva» cuando tantas ideas están tomadas de las religiones y culturas antiguas. Lo realmente nuevo en la Nueva Era es la búsqueda consciente de una alternativa a la cultura occidental y a sus raíces religiosas judeocristianas. «Espiritualidad», en este sentido, indica la experiencia interior de armonía y unidad con la totalidad de la realidad, que sana los sentimientos de imperfección y finitud de toda persona humana. Las personas descubren su profunda conexión con la fuerza o energía universal sagrada que constituye el núcleo de toda vida. Cuando han llevado a cabo este descubrimiento, pueden emprender el camino hacia la perfección que les permitirá ordenar sus vidas y su relación con el mundo, y ocupar su propio puesto en el proceso universal del devenir y en la Nueva Génesis de un mundo en constante evolución. El resultado es una mística cósmica51 basada en la toma de conciencia de un universo rebosante de energías dinámicas. Así, la energía cósmica, la vibración, la luz, dios, el amor –incluso el Ser supremo– todo se refiere a la misma y única realidad, la fuente primaria presente en todo ser.
Esta espiritualidad consta de dos elementos distintos: uno metafísico, otro psicológico. El componente metafísico procede de las raíces esotéricas y teosóficas de la Nueva Era y es básicamente una forma nueva de gnosis. El acceso a lo divino se produce por medio del conocimiento de los misterios escondidos, en la búsqueda individual de «lo real que hay detrás de lo que es sólo aparente, el origen más allá del tiempo, lo trascendente más allá de lo meramente fugaz, la tradición primordial detrás de la tradición meramente efímera, lo otro detrás del yo, la divinidad cósmica detrás del individuo encarnado». La espiritualidad esotérica «es una investigación del Ser más allá de la separación de los seres, una especie de nostalgia de la unidad perdida».52
«Puede verse aquí la matriz gnóstica de la espiritualidad esotérica. Ésta es palpable cuando los hijos de Acuario buscan la Unidad Transcendente de las religiones. Tienden a escoger de las religiones históricas sólo el núcleo esotérico, del cual pretenden ser guardianes. En cierto modo niegan la historia y no aceptan que la espiritualidad pueda tener sus raíces en el tiempo o en ninguna institución. Jesús de Nazaret no es Dios, sino una de las muchas manifestaciones del Cristo cósmico y universal».53
El componente psicológico de este tipo de espiritualidad procede del encuentro entre la cultura esotérica y la psicología (cf. 2.3.2). La Nueva Era se convierte así en una experiencia de trasformación psico-espiritual personal, que se contempla como algo análogo a la experiencia religiosa, después de una crisis personal o una larga búsqueda espiritual. Para otros procede del uso de la meditación o de algún tipo de terapia, o de experiencias paranormales que alteran los estados de conciencia y proporcionan una penetración en la unidad de la realidad.54
3.2. ¿Narcisismo espiritual?
Diversos autores ven la espiritualidad de la Nueva Era como una especie de narcisismo espiritual o pseudo-misticismo. Es interesante notar que esta crítica ha sido formulada incluso por David Spangler, un importante exponente de la Nueva Era, que en sus últimas obras se distanció de los aspectos más esotéricos de esta corriente de pensamiento.
Spangler escribió que en las formas más populares de la Nueva Era «los individuos y los grupos viven sus propias fantasías de aventura y poder, generalmente de forma ocultista o milenarista… La característica principal de este nivel es la adhesión a un mundo privado de satisfacción del ego y el consecuente alejamiento (aunque no siempre sea evidente) del mundo. En este nivel, la Nueva Era se ha visto poblada por seres extraños y exóticos, maestros, adeptos, extraterrestres. Es un lugar de poderes psíquicos y misterios ocultos, de conspiraciones y enseñanzas escondidas».55
En una obra posterior, David Spangler enumera lo que considera elementos negativos o «sombras» de la Nueva Era: «alienación del pasado en nombre del futuro; adhesión a la novedad por la novedad…; indiscriminación y falta de discernimiento en nombre de la totalidad y de la comunión, de donde la incapacidad para entender o respetar el papel de los límites…; confusión de los fenómenos psíquicos con la sabiduría, de la “canalización” (cfr. Glosario) con la espiritualidad, de la perspectiva de la Nueva Era con la verdad última».56 Pero, al cabo, Spangler está convencido de que el narcisismo egoísta e irracional se limita solamente a unos pocos miembros. Los aspectos positivos que subraya son la función de la Nueva Era como imagen del cambio y como encarnación de lo sagrado, movimiento en el que la mayoría de las personas son «grandes buscadores de la verdad», que trabajan en beneficio de la vida y del crecimiento interior.
David Toolan, un jesuita americano que pasó varios años en el ambiente de la Nueva Era, analiza el aspecto comercial de muchos productos y terapias que llevan la etiqueta Nueva Era (New Age). Observa que los seguidores de la Nueva Era han descubierto la vida interior y se sienten fascinados por la perspectiva de ser responsables del mundo, pero que también se dejan vencer fácilmente por una tendencia al individualismo y a enfocarlo todo como objeto de consumo. En este sentido, aunque no sea cristiana, la espiritualidad de la Nueva Era tampoco es budista, por cuanto no implica la negación de sí mismo. El sueño de una unión mística parece conducir, en la práctica, a una unión meramente virtual que, al cabo, deja a las personas aún más solas e insatisfechas.
3.3. El Cristo cósmico
En los días primeros del cristianismo, los creyentes en Jesucristo se vieron forzados a hacer frente a las religiones gnósticas. No las ignoraron, sino que aceptaron el reto positivamente y aplicaron a Cristo mismo los términos utilizados para con las divinidades cósmicas. El ejemplo más claro es el famoso himno a Cristo en la carta de san Pablo a los cristianos de Colosas:
«Él [Cristo] es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura;
porque por medio de él fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.
Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.
Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz» (Col 1, 15-20).
Aquellos primeros cristianos no esperaban la llegada de ninguna edad nueva cósmica. Lo que celebraban con este himno era que la Plenitud de todas las cosas había comenzado en Cristo. «En realidad el tiempo se ha cumplido por el hecho mismo de que Dios, con la encarnación, se ha introducido en la historia del hombre. La eternidad ha entrado en el tiempo: ¿qué «cumplimiento» es mayor que éste? ¿Qué otro «cumplimiento» sería posible?».57 La creencia gnóstica en fuerzas cósmicas y en una especie de oscuro destino elimina la posibilidad de una relación con el Dios personal revelado en Cristo. Para los cristianos, el verdadero Cristo cósmico es el que está presente activamente en los diversos miembros de su cuerpo, que es la Iglesia. No dirigen su mirada a fuerzas cósmicas impersonales, sino al amor afectuoso de un Dios personal. Para ellos el bio-centrismo cósmico tiene que ser transferido a un conjunto de relaciones sociales (en la Iglesia). Y no se encierran en un esquema cíclico de acontecimientos cósmicos, sino que se centran en el Jesús histórico, especialmente en su crucifixión y en su resurrección. En la Carta a los Colosenses y en el Nuevo Testamento hallamos una doctrina de Dios distinta de la que está implícita en el pensamiento de la Nueva Era: la concepción cristiana de Dios es la de una Trinidad de Personas que ha creado la raza humana deseando compartir la comunión de la vida trinitaria con las personas creadas. Entendido adecuadamente, esto significa que la auténtica espiritualidad no consiste tanto en nuestra búsqueda de Dios, sino en que Dios nos busca a nosotros.
En los círculos de la Nueva Era se ha hecho popular otra visión, completamente distinta, del significado cósmico de Cristo. «El Cristo Cósmico es el modelo divino que se conecta en la persona de Jesucristo (pero no se limita en modo alguno a tal persona). El modelo divino de conectividad se hizo carne y acampó entre nosotros (Jn 1, 14)… El Cristo Cósmico es el guía de un nuevo éxodo de la servidumbre y de las ideas pesimistas de un universo mecanicista, newtoniano, lleno de competitividad, ganadores y perdedores, dualismos, antropocentrismo, y del aburrimiento que sobreviene cuando nuestro maravilloso universo se describe como una máquina privada de misterio y misticismo. El Cristo Cósmico es local e histórico, indudablemente íntimo a la historia humana. El Cristo Cósmico podría vivir en la casa de al lado o incluso en el interior más profundo y auténtico del propio yo».58 Aunque posiblemente no todos los que están relacionados con la Nueva Era estén de acuerdo con esta afirmación, sin embargo da en el clavo y muestra con absoluta claridad dónde estriban las diferencias entre estas dos visiones de Cristo. Para la Nueva Era, el Cristo Cósmico aparece como un modelo que puede repetirse en muchas personas, lugares o épocas. Es el portador de un enorme cambio de paradigma. Es, en definitiva, un potencial dentro de nosotros.
Según la doctrina cristiana, Jesucristo no es un simple modelo. Es una persona divina cuya figura humano-divina revela el misterio del amor del Padre hacia cada persona a lo largo de la historia (Jn 3, 16). Vive en nosotros porque comparte su vida con nosotros, pero ésta ni se nos impone ni es automática. Todos los seres humanos están invitados a compartir su vida, a vivir «en Cristo».
3.4. Mística cristiana y mística Nueva Era
Para los cristianos, la vida espiritual consiste en una relación con Dios que se va haciendo cada vez más profunda con la ayuda de la gracia, en un proceso que ilumina también la relación con nuestros hermanos. La espiritualidad, para la Nueva Era, significa experimentar estados de conciencia dominados por un sentido de armonía y fusión con el Todo. Así, «mística» no se refiere a un encuentro con el Dios trascendente en la plenitud del amor, sino a la experiencia provocada por un volverse sobre sí mismo, un sentimiento exaltante de estar en comunión con el universo, de dejar que la propia individualidad se hunda en el gran océano del Ser.59
Esta distinción fundamental es evidente en todos los niveles de comparación entre la mística cristiana y la mística de la Nueva Era. El método de purificación de la Nueva Era se basa en la conciencia del malestar o de la alienación, que ha de ser vencido mediante la inmersión en el Todo. Para convertirse, una persona necesita hacer uso de técnicas que conducen a la experiencia de la iluminación. Esto transforma la conciencia de la persona y la abre al contacto con la divinidad, que se entiende como la esencia más profunda de la realidad.
Las técnicas y métodos que se ofrecen en este sistema religioso inmanentista, que carece del concepto de Dios como persona, proceden «desde abajo». Aunque implican un descenso hasta las profundidades del propio corazón o de la propia alma, constituyen una empresa esencialmente humana por parte de la persona que busca elevarse hasta la divinidad mediante sus esfuerzos. Con frecuencia es un «ascenso» del nivel de conciencia hasta lo que se entiende como una percepción liberadora del «dios interior». No todos tienen acceso a tales técnicas, cuyos beneficios quedan restringidos a una «aristocracia» espiritual privilegiada.
Por el contrario, el elemento esencial de la fe cristiana es que Dios se abaja hacia sus criaturas, particularmente a los más humildes, a los más débiles y menos agraciados según los criterios del «mundo». Hay algunas técnicas espirituales que conviene aprender, pero Dios es capaz de soslayarlas e incluso de prescindir de ellas. Para un cristiano «su modo de acercarse a Dios no se fundamenta en una técnica, en el sentido estricto de la palabra. Eso iría en contra del espíritu de infancia exigido por el Evangelio. La auténtica mística cristiana nada tiene que ver con la técnica: es siempre un don de Dios, cuyo beneficiario se siente indigno».60
Para los cristianos, la conversión consiste en volverse al Padre, por medio del Hijo, dóciles al poder del Espíritu Santo. Cuanto más se avanza en la relación con Dios –que es siempre y en todos los casos un don gratuito–, más aguda es la necesidad de convertirse del pecado, de la miopía espiritual y de la autocomplacencia, cosas todas que impiden un abandono confiado de sí en Dios y una apertura a los demás.
Todas las técnicas de meditación necesitan purificarse de la presunción y de la ostentación. La oración cristiana no es un ejercicio de contemplación de sí mismo, quietud y vaciamiento de sí, sino un diálogo de amor, que «implica una actitud de conversión, un éxodo del yo del hombre hacia el Tú de Dios».61 Conduce a un sometimiento cada vez más completo a la voluntad de Dios, mediante el cual se nos invita a una solidaridad profunda y auténtica con nuestros hermanos y hermanas.62
3.5. El «dios interior» y la «theosis»
Este es un punto de contraste entre la Nueva Era y el cristianismo. En la literatura New Age abunda la convicción de que no existe un ser divino «ahí afuera» o que sea de alguna manera distinto del resto de la realidad. Desde Jung en adelante, ha habido toda una corriente que profesaba una creencia en «el dios interior». Desde la perspectiva de la Nueva Era, nuestro problema consiste en la incapacidad de reconocer nuestra propia divinidad, una incapacidad que puede superarse con ayuda de un guía y usando toda una serie de técnicas para liberar nuestro potencial (divino) escondido. La idea fundamental es que «Dios» se encuentra en el fondo de nuestro interior. Somos dioses y descubrimos el poder ilimitado que hay dentro de nosotros despojándonos de las capas de inautenticidad.63 Cuanto más se reconoce este potencial, más se realiza. En este sentido la Nueva Era tiene su propia idea de la theosis: transformarnos en dioses o, más exactamente, reconocer y aceptar que somos divinos. Algunos dicen que estamos viviendo en «una época en que nuestra comprensión de Dios tiene que ser interiorizada: de un Dios omnipotente y externo a un Dios, fuerza dinámica y creativa que se halla en el centro mismo de todo ser: Dios como Espíritu.64
En el Prefacio al Libro V de Adversus Haereses, san Ireneo se refiere a «Jesucristo, que, por medio de su amor trascendente, se convirtió en lo que somos, para poder llevarnos a ser lo que él mismo es». Aquí la theosis, el modo cristiano de entender la divinización, no se realiza solamente en virtud de nuestros esfuerzos, sino con el auxilio de la gracia de Dios, que actúa en y por medio de nosotros. Naturalmente, esto implica una conciencia inicial de nuestra imperfección, incluso de nuestra condición pecadora, todo lo contrario de la exaltación del yo. Además, se despliega como una introducción a la vida de la Trinidad, un caso perfecto de distinción en el corazón mismo de la unidad: sinergia y no fusión. Todo esto acontece como resultado de un encuentro personal, del ofrecimiento de un nuevo género de vida. La vida en Cristo no es algo tan personal y privado que quede restringido al ámbito de la conciencia. Ni es tampoco un nivel nuevo de conciencia. Implica una transformación de nuestro cuerpo y nuestra alma mediante la participación en la vida sacramental de la Iglesia.
4. Nueva Era y Fe Cristiana Frente a Frente
Resulta difícil separar los elementos individuales de la religiosidad de la Nueva Era, por inocentes que puedan parecer, de la estructura general que penetra todo el mundo conceptual del movimiento Nueva Era. La naturaleza gnóstica de este movimiento exige que se lo juzgue en su totalidad. Desde el punto de vista de la fe cristiana, no es posible aislar algunos elementos de la religiosidad de la Nueva Era como aceptables por parte de los cristianos y rechazar otros. Puesto que el movimiento de la Nueva Era insiste tanto en la comunicación con la naturaleza, en el conocimiento cósmico de un bien universal –negando así los contenidos revelados de la fe cristiana–, no puede ser considerado como algo positivo o inocuo. En un ambiente cultural marcado por el relativismo religioso, es necesario alertar contra los intentos de situar la religiosidad de la Nueva Era al mismo nivel que la fe cristiana, haciendo que la diferencia entre fe y creencia parezca relativa y creando mayor confusión entre los desprevenidos. En este sentido, resulta útil a exhortación de San Pablo: «avisar a algunos que no enseñen doctrinas extrañas, ni se dediquen a fábulas y genealogías interminables, que son más a propósito para promover disputas que para realizar el plan de Dios, fundado en la fe» (1 Tim 1, 3-4). Algunas prácticas llevan erróneamente el marchamo Nueva Era, simplemente como estrategia de mercado para venderse mejor, sin que estén realmente asociadas a su cosmovisión. Lo cual únicamente crea mayor confusión. Es por ello necesario identificar con precisión los elementos que pertenecen al movimiento Nueva Era, que no pueden ser aceptados por quienes son fieles a Cristo y a su Iglesia.
Las siguientes preguntas pueden ser el modo más simple para evaluar algunos de los elementos centrales del pensamiento y de la práctica de la Nueva Era desde una perspectiva cristiana. El término Nueva Era se refiere a las ideas que circulan acerca de Dios, el hombre y el mundo, las personas con quienes pueden dialogar los cristianos en torno a temas religiosos, el material publicitario para grupos de meditación, terapias y demás, las declaraciones explícitas sobre la religión, etcétera. Algunas de estas preguntas aplicadas a personas e ideas que no lleven explícitamente la etiqueta Nueva Era pondrían de manifiesto otros vínculos, implícitos o inconscientes, con todo el ambiente Nueva Era.
• ¿Dios es un ser con quien mantenemos una relación, algo que se puede utilizar, o una fuerza que hay que dominar?
El concepto de Dios propio de la Nueva Era es un tanto vago, mientras que el concepto cristiano es muy claro. El Dios de la Nueva Era es una energía impersonal, en realidad una extensión o componente particular del cosmos; Dios en este sentido es la fuerza vital o alma del mundo. La divinidad se encuentra en cada ser, en una gradación que va «desde el cristal inferior del mundo mineral hasta e incluso más allá del mismo Dios Galáctico, del cual no podemos decir absolutamente nada, salvo que no es un hombre, sino una Gran Conciencia».65 En algunos escritos «clásicos» de la Nueva Era, está claro que los seres humanos deben considerarse a sí mismos como dioses, lo cual se desarrolla en unas personas más plenamente que en otras. Ya no hay que buscar a Dios más allá del mundo, sino en lo hondo de mi yo.66 Incluso cuando «Dios» es algo exterior a mí, está ahí para ser manipulado.
Esto es muy diferente de la concepción cristiana de Dios, Creador del cielo y de la tierra y fuente de toda vida personal. Dios es en sí mismo personal, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y ha creado el universo a fin de compartir la comunión de su vida con las personas creadas. «Dios, que “habita una luz inaccesible”, quiere comunicar su propia vida divina a los hombres libremente creados por él, para hacer de ellos, en su Hijo único, hijos adoptivos. Al revelarse a sí mismo, Dios quiere hacer a los hombres capaces de responderle, de conocerle y de amarle más allá de lo que ellos serían capaces por sus propias fuerzas».67Dios no se identifica con el principio vital entendido como el «Espíritu» o «energía básica» del cosmos, sino que es ese amor, absolutamente diferente del mundo, que está sin embargo presente en todo y conduce a los seres humanos a la salvación.
•¿Hay un único Jesucristo o existen miles de Cristos?
En la literatura de la Nueva Era Cristo es presentado con frecuencia como un sabio, un iniciado o un avatar entre muchos, mientras que en la tradición cristiana es el Hijo de Dios. He aquí algunos puntos comunes de los enfoques New Age:
– El Jesús histórico, personal e individual, es distinto del Cristo universal, eterno, impersonal;
– Jesús no es considerado el único Cristo;
– La muerte de Jesús en la Cruz, o bien se niega, o bien se reinterpreta para excluir la idea de que pudiera haber sufrido como Cristo;
– Los documentos extrabíblicos (como los evangelios neo gnósticos) son considerados fuentes auténticas para el conocimiento de aspectos de la vida de Cristo que no se hallan en el canon de la Escritura. Otras revelaciones en torno a Cristo, proporcionadas por entidades, guías espirituales y maestros venerables o incluso por las Crónicas Akasha, son básicas para la cristología de la Nueva Era;
– Se aplica un tipo de exégesis esotérica a los textos bíblicos para purificar al cristianismo de la religión formal que impide el acceso a su esencia esotérica.68
En la tradición cristiana Jesucristo es el Jesús de Nazaret del que hablan los Evangelios, el hijo de María y Unigénito de Dios, verdadero Dios y verdadero hombre, revelación plena de la Verdad divina, único Salvador del mundo: «por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre».69
• El ser humano: ¿existe un único ser universal o hay muchos individuos?
«El objetivo de las técnicas de la Nueva Era es reproducir los estados místicos a voluntad, como si fueran un asunto de material de laboratorio. El renacer, el biofeedback, el aislamiento sensorial, los mantras, el ayuno, la privación de sueño y la meditación trascendental, son intentos para controlar esos estados y experimentarlos continuamente».70 Todas estas prácticas crean una atmósfera de debilidad (y vulnerabilidad) psíquica. Cuando el objeto del ejercicio consiste en reinventarnos a nosotros mismos, se plantea realmente la pregunta acerca de quién soy «yo». El «Dios interior» y la unión holística con todo el cosmos subrayan esta pregunta. Las personalidades individuales aisladas serían patológicas para la Nueva Era (según su particular psicología transpersonal). Pero «el verdadero peligro es el paradigma holístico. La Nueva Era es un pensamiento basado sobre una unidad totalitaria y precisamente por eso es un peligro…».71 Con un tono más suave: «Somos auténticos cuando nos “hacemos cargo” de nosotros mismos, cuando nuestra opción y nuestras reacciones fluyen espontáneamente de nuestras necesidades más profundas, cuando nuestro comportamiento y nuestros sentimientos manifiestos reflejan nuestra plenitud personal».72 El Movimiento por el Potencial Humano es el ejemplo más claro de la convicción de que los seres humanos son divinos, o contienen una chispa divina dentro de sí mismos.
El enfoque cristiano procede de las enseñanzas de la Escritura respecto a la naturaleza humana. Hombres y mujeres han sido creados a imagen y semejanza de Dios (Gen 1, 27) y Dios los trata con gran consideración, para sorpresa del salmista (cf. Ps 8). La persona humana es un misterio plenamente revelado sólo en Jesucristo (cf. GS 22), y de hecho se hace auténtica y adecuadamente humana en su relación con Cristo por medio del don del Espíritu.73 Esto está muy lejos de la caricatura del antropocentrismo atribuido al Cristianismo y rechazado por muchos autores y seguidores de la Nueva Era.
• ¿Nos salvamos a nosotros mismos o la salvación es un don gratuito de Dios?
La clave estriba en descubrir qué o quién creemos que nos salva. ¿Nos salvamos a nosotros mismos por nuestras propias acciones, como suele ser el caso en las explicaciones de la Nueva Era, o nos salva el amor de Dios? Las palabras claves son realización de uno mismo, plenitud del yo y auto-redención. La Nueva Era es esencialmente pelagiana en su manera de entender la naturaleza humana.74
Para los cristianos, la salvación depende de la participación en la pasión, muerte y resurrección de Cristo, y de una relación personal directa con Dios, más que de una técnica cualquiera. La condición humana, afectada como está por el pecado original y por el pecado personal, sólo puede ser rectificada por la acción de Dios: el pecado es una ofensa contra Dios, y sólo Dios puede reconciliarnos consigo. En el plan salvífico divino, los seres humanos han sido salvados por Jesucristo, quien, como Dios y hombre, es el único mediador de la redención. En el cristianismo, la salvación no es una experiencia del yo, una inmersión meditativa e intuitiva dentro de uno mismo, sino mucho más: el perdón del pecado, el ser levantado desde las profundas ambivalencias del propio ser, el apaciguamiento de la naturaleza mediante el don de la comunión con un Dios amoroso. El camino hacia la salvación no se halla sencillamente en una transformación autoprovocada de la conciencia, sino en la liberación del pecado y de sus consecuencias, que conduce a luchar contra el pecado que hay en nosotros mismos y en la sociedad que nos rodea. Esto nos conduce necesariamente hacia una solidaridad amorosa con nuestros hermanos necesitados.
•¿Inventamos la verdad o la abrazamos?
La verdad para la Nueva Era tiene que ver con buenas vibraciones, correspondencias cósmicas, armonía y éxtasis, experiencias placenteras en general. Se trata de encontrar la propia verdad en función del bienestar. La valoración de la religión y de las cuestiones éticas obviamente está relacionada con las propias sensaciones y experiencias.
En la doctrina cristiana, Jesucristo se presenta como «el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14, 6). A sus seguidores se les pide que abran su vida entera a él y a sus valores, en otras palabras, a un conjunto objetivo de exigencias que forman parte de una realidad objetiva asequible en definitiva por todos.
•La oración y la meditación: ¿hablamos con nosotros o con Dios?
La tendencia a confundir la psicología y la espiritualidad aconseja recalcar que muchas de las técnicas de meditación ahora en uso no son oración. A menudo son una buena preparación para la oración, y nada más, aun cuando conduzcan a un estado de placidez mental o de bienestar corporal. Las experiencias que se obtienen son realmente intensas, pero quedarse en ese plano es quedarse solo, sin estar todavía en presencia del Otro. Alcanzar el silencio puede enfrentarnos al vacío más que al silencio contemplativo del amado. También es cierto que las técnicas para profundizar en la propia alma son, en definitiva, una llamada a nuestra propia capacidad de alcanzar lo divino, o incluso a llegar a ser divinos. Si descuidan que es Dios quien va en búsqueda del corazón humano, no son oración cristiana. Aun cuando se considera como un vínculo con la Energía Universal, «esta “relación” fácil con Dios, donde la función de Dios se concibe como la satisfacción de todas nuestras necesidades, revela el egoísmo que hay en el corazón de la Nueva Era».75
Las prácticas de la Nueva Era no son realmente oración, pues suelen tratarse de introspección o de fusión con la energía cósmica, en contraste con la doble orientación de la oración cristiana, que comprende la introspección pero que es, sobre todo, un encuentro con Dios. La mística cristiana, más que un mero esfuerzo humano, es esencialmente un diálogo que «implica una actitud de conversión, un éxodo del yo del hombre hacia el Tú de Dios».76 «El cristiano, también cuando está solo y ora en secreto, tiene la convicción de rezar siempre en unión con Cristo, en el Espíritu Santo, junto con todos los santos para el bien de la Iglesia».77
• ¿Nos sentimos tentados a negar el pecado o aceptamos que exista tal cosa?
En la Nueva Era no existe un verdadero concepto de pecado, sino más bien el de conocimiento imperfecto. Lo que se necesita es iluminación, que puede alcanzarse mediante particulares técnicas psicofísicas. A quienes participan en actividades de la Nueva Era no les dirán qué tienen que creer, qué tienen que hacer o no hacer, sino: «Hay mil maneras de explorar la realidad interior. Ve adonde te conduzcan tu inteligencia y tu intuición. Confía en ti».78 La autoridad se ha trasladado de Dios al interior del yo. Para la Nueva Era, el problema más serio es la alienación respecto a la totalidad del cosmos, en lugar de un fracaso personal o pecado. El remedio consiste en lograr estar cada vez más inmerso en la totalidad del ser. En algunos escritos y prácticas de la Nueva Era, está claro que una sola vida no basta, por lo que tiene que haber reencarnaciones que permitan a las personas realizar su potencial pleno.
En la perspectiva cristiana, «la realidad del pecado, y más particularmente del pecado de los orígenes, sólo se esclarece a la luz de la Revelación divina. Sin el conocimiento que ésta nos da de Dios no se puede reconocer claramente el pecado, y se siente la tentación de explicarlo únicamente como un defecto de crecimiento, como una debilidad psicológica, un error, la consecuencia necesaria de una estructura social inadecuada, etc. Sólo en el conocimiento del designio de Dios sobre el hombre se comprende que el pecado es un abuso de la libertad que Dios da a las personas creadas para que puedan amarle y amarse mutualmente».79 «El pecado es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo a causa de un apego perverso a ciertos bienes. Hiere la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana…».80 «El pecado es una ofensa a Dios… se levanta contra el amor que Dios nos tiene y aparta de Él nuestros corazones… El pecado es así “amor de sí hasta el desprecio de Dios”».81
• ¿Se nos anima a rechazar o a aceptar el sufrimiento y la muerte?
Algunos autores de la Nueva Era ven el sufrimiento como algo impuesto sobre el yo, como un mal karma (ver Glosario) o, al menos, como un fallo del dominio de nuestros propios recursos. Otros se centran en los métodos para alcanzar el éxito y la riqueza (e.g. Deepak Chopra, José Silva et al.). En la Nueva Era, la reencarnación se ve con frecuencia como un elemento necesario para el crecimiento espiritual, una etapa de la evolución espiritual progresiva que comenzó antes de que naciéramos y continuará después de que muramos. En nuestra vida presente, la experiencia de la muerte de otras personas provoca una crisis saludable.
Tanto la unidad cósmica como la reencarnación son irreconciliables con la creencia cristiana de que la persona humana es un ser único, que vive una sola vida de la que es plenamente responsable: este modo de entender la persona pone en cuestión tanto la responsabilidad personal como la libertad. Los cristianos saben que «en la cruz de Cristo no sólo se ha cumplido la redención mediante el sufrimiento, sino que el mismo sufrimiento humano ha quedado redimido. Cristo –sin culpa alguna propia– cargó sobre sí “el mal total del pecado”. La experiencia de este mal determinó la medida incomparable de sufrimiento de Cristo que se convirtió en el precio de la redención… El Redentor ha sufrido en vez del hombre y por el hombre. Todo hombre tiene su participación en la redención. Cada uno está llamado también a participar en ese sufrimiento mediante el cual se ha llevado a cabo la redención. Está llamado a participar en ese sufrimiento por medio del cual todo sufrimiento humano ha sido también redimido. Llevando a efecto la redención mediante el sufrimiento, Cristo ha elevado juntamente el sufrimiento humano a nivel de redención. Consiguientemente, todo hombre, en su sufrimiento, puede hacerse también partícipe del sufrimiento redentor de Cristo».82
• ¿Hay que eludir el compromiso social o hay que buscarlo positivamente?
Buena parte de lo que hay en la Nueva Era es una descarada autopromoción, pero algunas figuras relevantes del movimiento defienden que es injusto juzgar todo el movimiento por una minoría de personas egoístas, irracionales y narcisistas, o dejarse deslumbrar por algunas de sus prácticas más extravagantes, que son un obstáculo para ver en la Nueva Era una búsqueda espiritual y una espiritualidad auténticas.83 La fusión de los individuos en el yo cósmico, la relativización o abolición de la diferencia y de la oposición en una armonía cósmica es inaceptable para el cristianismo.
Donde hay verdadero amor, tiene que haber un «otro», una persona, diferente. Un verdadero cristiano busca la unidad en la capacidad y en la libertad del otro para decir «sí» o «no» al don del amor. En el cristianismo, la unión se ve como comunión y la unidad como comunidad.
•Nuestro futuro, ¿está en las estrellas o hemos de ayudar a construirlo?
La Nueva Era que ahora está amaneciendo estará poblada por seres perfectos, andróginos, que estén al mando total de las leyes cósmicas de la naturaleza. En este escenario, el cristianismo tiene que ser eliminado y dejar paso a una religión global y a un nuevo orden mundial.
Los cristianos están en un estado de vigilancia constante, preparados para los últimos días, cuando vuelva Cristo. La Nueva Era de los cristianos comenzó hace dos mil años con Cristo, que no es otro que «Jesús de Nazaret; él es la Palabra de Dios hecha hombre para la salvación de todos». Su Espíritu Santo está presente y activo en los corazones de los individuos, en «la sociedad y en la historia, en los pueblos, las culturas y las religiones». En realidad, «el Espíritu del Padre, derramado abundantemente por el Hijo, es quien todo lo anima».84 Vivimos ya en los últimos tiempos.
Por un lado, está claro que muchas prácticas de la Nueva Era no plantean problemas doctrinales a quienes las realizan; pero, al mismo tiempo, es innegable que estas prácticas, aunque sólo sea indirectamente, comunican una mentalidad que puede influir en el pensamiento e inspirar una visión particular de la realidad. Ciertamente, la Nueva Era crea su propia atmósfera y puede resultar difícil distinguir entre cosas inocuas y cosas realmente objetables. Sin embargo, conviene darse cuenta de que la doctrina acerca de Cristo difundida en los círculos de la Nueva Era se inspira en las doctrinas teosóficas de Helena Blavatsky, la antroposofía de Rudolf Steiner y la «Escuela Arcana» de Alice Bailey. Sus seguidores contemporáneos no sólo promueven hoy las ideas de estos pensadores, sino que también trabajan con los adeptos de la Nueva Era para desarrollar una comprensión completamente nueva de la realidad, una doctrina conocida como «la verdad de la Nueva Era».85
5. Jesucristo Ofrece el Agua de la Vida
El único fundamento de la Iglesia es Jesucristo, el Señor. Él está en el corazón de toda acción cristiana y de todo mensaje cristiano. Por eso la Iglesia regresa constantemente al encuentro de su Señor. Los Evangelios nos narran muchos encuentros de Jesús: desde los pastores de Belén a los dos ladrones crucificados con él, desde los doctores que lo escuchaban en el Templo hasta los discípulos que caminaban apesadumbrados hacia Emaús. Pero un episodio que indica con especial claridad lo que Él nos ofrece es el relato de su encuentro con la samaritana junto al pozo de Jacob, en el capítulo cuarto del evangelio de san Juan. Este encuentro ha sido descrito incluso como «un paradigma de nuestro compromiso con la verdad».86 La experiencia del encuentro con un desconocido que nos ofrece el agua de la vida es una clave para entender la manera en que podemos y debemos entablar el diálogo con quien no conoce a Jesús.
Uno de los elementos más atractivos del relato de Juan (Jn 4) es la demora de la mujer en captar qué quiere decir Jesús con eso del «agua de la vida» o el agua «viva» (v. 11). Aun así, se siente fascinada –no sólo por el desconocido mismo, sino también por su mensaje–, y eso le hace escucharlo. Después del impacto inicial, al darse cuenta de lo que Jesús sabe de ella («tienes razón al decir que no tienes marido; pues has tenido cinco hombres, y el de ahora tampoco es tu marido. En eso has dicho la verdad», vv. 7-18), se abre completamente a su palabra: «Señor, veo que eres profeta» (v. 19). Comienza el diálogo sobre la adoración a Dios: «Vosotros dais culto a lo que desconocéis, nosotros damos culto a lo que conocemos; pues la salvación procede de los judíos» (v. 22). Jesús tocó su corazón y la preparó para escuchar lo que tenía que decir acerca de sí mismo como Mesías: «Soy yo, el que habla contigo» (v. 26). La dispuso para que abriese su corazón a la verdadera adoración en Espíritu y a la manifestación de Jesús como Ungido de Dios.
La mujer «dejó el cántaro, se fue a la aldea y contó a los vecinos» lo referente a aquel hombre (v. 28). El extraordinario efecto sobre la mujer de este encuentro con el desconocido provocó la curiosidad de aquéllos, de modo que también ellos «acudieron a él» (v. 30). Pronto aceptaron la verdad de su identidad: «Ya no creemos por lo que nos has contado, pues nosotros mismos hemos escuchado y sabemos que éste es realmente el Salvador del mundo» (v. 42). Pasan de oír hablar de Jesús a conocerle personalmente, comprendiendo entonces el significado universal de su identidad. Y todo esto porque se han implicado con la mente y con el corazón.
El hecho de que la historia tenga lugar junto a un pozo es significativo. Jesús ofrece a la mujer «un manantial que brota dando vida eterna» (v. 14). La delicadeza con que Jesús trata a la mujer es un modelo de eficacia pastoral: ayudar a los otros sincerarse sin sufrir en el doloroso proceso de reconocimiento propio («me ha contado todo lo que he hecho», v. 39). Este enfoque podría producir abundantes frutos con quienes se sienten atraídos por el «aguador» (Acuario) y siguen buscando sinceramente la verdad. Habría que invitarlos a escuchar a Jesús, que no sólo ofrece agua para saciar nuestra sed, sino además las profundidades espirituales ocultas del «agua viva». Es importante reconocer la sinceridad de las personas que buscan la verdad; no se trata de falsedad o de auto-engaño. También es importante ser paciente, como todo buen educador sabe. Una persona poseída por la verdad se ve repentinamente llena de una sensación de libertad completamente nueva, especialmente frente a los errores y temores del pasado. «Quien se esfuerza por conocerse a sí mismo, como la mujer junto al pozo, infundirá a los demás un deseo de conocer la verdad que puede liberarlos también a ellos».87
La invitación a seguir a Cristo, portador del agua de la vida, tendrá un peso mucho mayor si quien la hace se ha visto profundamente afectado por su propio encuentro con Jesús, porque no se trata de alguien que se haya limitado a oír hablar de él, sino de quien está seguro de «que es realmente el Salvador del mundo» (v. 42). Se trata de dejar que las personas reaccionen a su manera, a su propio ritmo, y dejar a Dios hacer el resto.
6.Indicaciones Importantes
6.1. Una necesidad: acompañamiento y formación sólida
¿Cristo o Acuario? La Nueva Era casi siempre tiene que ver con «alternativas»: una visión alternativa de la realidad, o una manera alternativa de mejorar la propia situación presente (magia).88 Las alternativas no ofrecen dos posibilidades, sino únicamente la posibilidad de escoger una cosa frente a otra. En términos religiosos, la Nueva Era ofrece una alternativa a la herencia judeocristiana. La Era de Acuario se concibe como la que sustituirá a la Era de Piscis, predominantemente cristiana. Los pensadores de la Nueva Era son plenamente conscientes de esto. Algunos de ellos están convencidos de que es inevitable el cambio que se avecina, mientras que otros están además activamente comprometidos en su llegada. Quienes se preguntan si es posible creer al mismo tiempo en Cristo y en Acuario conviene que sepan que se hallan ante una alternativa excluyente, «aut-aut, o esto o aquello». «Ningún criado puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro» (Lc 16, 13). A los cristianos les basta pensar en la diferencia entre los Magos de Oriente y el rey Herodes para darse cuenta de los tremendos efectos que conlleva la opción a favor o en contra de Cristo. No debemos olvidar nunca que muchos de los movimientos que han alimentado la Nueva Era son explícitamente anticristianos. Su postura frente al cristianismo no es neutral, sino neutralizadora: a pesar de lo que se suele decir sobre la apertura a todos los puntos de vista religiosos, el cristianismo tradicional no es considerado sinceramente una alternativa aceptable. De hecho, con frecuencia queda bien claro que no «hay cabida tolerable para el cristianismo auténtico», incluso con argumentos que justifican un comportamiento anticristiano.89 Esta oposición, que inicialmente se limitaba a los ambientes enrarecidos de quienes van más allá de una vinculación superficial con la Nueva Era, ha comenzado recientemente a penetrar en todos los niveles de la cultura «alternativa», que ejerce una poderosa fascinación, sobre todo en las sofisticadas sociedades occidentales.
¿Fusión o confusión? Las tradiciones de la Nueva Era consciente y deliberadamente difuminan las diferencias reales: entre Creador y creación, entre humanidad y naturaleza, entre religión y psicología, entre realidad subjetiva y objetiva. Idealmente, la intención es siempre superar el escándalo de la división, pero para la teoría de la Nueva Era se trata de la fusión sistemática de elementos que normalmente han estado claramente diferenciados en la cultura occidental. Quizá sea más justo llamarla «confusión». Decir que la Nueva Era se alimenta de la confusión no es un mero juego de palabras. La tradición cristiana siempre ha valorado el papel de la razón para justificar la fe y comprender a Dios, al mundo y a la persona humana.90 La Nueva Era acierta cuando sintoniza con un estado de ánimo que rechaza la razón fría, calculadora, inhumana. Y si bien recuerda la necesidad de un equilibrio entre todas nuestras facultades, ello no justifica la marginación de una facultad que es esencial para una vida plenamente humana. La racionalidad tiene la ventaja de la universalidad: está al alcance de todos, gratuitamente, a diferencia del carácter misterioso y fascinante de la religión «mística», esotérica o gnóstica. Todo aquello que alimenta la confusión conceptual o el secretismo ha de ser examinado con sumo cuidado, pues en lugar de revelar la naturaleza última de la realidad, la esconde. Corresponde a la pérdida de confianza en las sólidas certezas de antaño propia de la posmodernidad, que con frecuencia lleva a refugiarse en el irracionalismo. El gran desafío consiste en mostrar cómo una sana colaboración entre la fe y la razón mejora la vida humana y promueve el respeto a la creación.
Crea tu propia realidad. La convicción generalizada en la Nueva Era de que cada uno crea su propia realidad es atractiva pero ilusoria. Cristaliza en la teoría de Jung, según la cual el ser humano es una vía de acceso desde el mundo exterior a un mundo interior de infinitas dimensiones, donde cada persona es un Abraxas que da a luz su propio mundo o lo devora. La estrella que brilla en este mundo interior infinito es el dios y meta del hombre. La consecuencia más dolorosa y problemática de la aceptación de la idea de que las personas crean su propia realidad es la cuestión del sufrimiento y de la muerte: las personas con graves deficiencias o enfermedades incurables se sienten engañadas y degradadas cuando se les sugiere que son ellas quienes han hecho caer la desgracia sobre sí mismas, o que su incapacidad para cambiar las cosas indica una debilidad en su manera de afrontar la vida. Todo esto dista mucho de ser un tema puramente académico: tiene profundas implicaciones en el enfoque pastoral de la Iglesia ante las difíciles cuestiones existenciales que todo el mundo se plantea. Nuestras limitaciones son parte de la vida, inherentes a la condición de criatura. La muerte y el sufrimiento constituyen un desafío y una oportunidad, pues la tentación de refugiarse en una reelaboración occidentalizada de la reencarnación es una prueba clara del temor ante la muerte y del deseo de vivir para siempre. ¿Aprovechamos al máximo estas oportunidades para recordar lo que Dios nos promete en la resurrección de Jesucristo? ¿Hasta qué punto es real la fe en la resurrección de la carne que los cristianos proclaman cada domingo en el credo? Aquí se plantea sobre todo la idea de la Nueva Era de que en cierto sentido también somos dioses. Toda la cuestión depende, desde luego, de la propia definición de realidad. Es preciso fortalecer de manera adecuada un enfoque sólido de la epistemología y de la psicología en todos los niveles de educación, formación y predicación católicas. Es importante concentrarse constantemente sobre los modos más eficaces de hablar de la trascendencia. La dificultad fundamental de todo el pensamiento de la Nueva Era es que esa trascendencia es estrictamente una auto-trascendencia que debe alcanzarse en un universo cerrado en sí mismo.
Recursos pastorales. En el capítulo 8 se ofrecen indicaciones sobre los principales documentos de la Iglesia Católica, en los que se puede encontrar una valoración de las ideas de la Nueva Era. En primer lugar figura la alocución del papa Juan Pablo II citada en el Prefacio. El papa reconoce en esta tendencia cultural algunos aspectos positivos, tales como la «búsqueda de un nuevo significado de la vida, una nueva sensibilidad ecológica y el deseo de superar una religiosidad fría y racionalista». Pero también llama atención de los fieles sobre ciertos elementos ambiguos que son incompatibles con la fe cristiana: estos movimientos «prestan poca atención a la Revelación», «tienden a relativizar la doctrina religiosa a favor de una cosmovisión difusa», «con frecuencia proponen un concepto panteísta de Dios», «sustituyen la responsabilidad personal frente a Dios por nuestras acciones con un sentido del deber respecto al cosmos, subvirtiendo así el verdadero concepto del pecado y de la necesidad de la redención por medio de Cristo».91
6.2. Iniciativas prácticas
En primer lugar, conviene recordar una vez más que, dentro del vasto movimiento de la Nueva Era, no todas las personas ni todas las cosas están vinculadas de la misma manera a las teorías del movimiento. Igualmente, la etiqueta misma de «Nueva era» con frecuencia se aplica mal o se extiende a fenómenos que pueden ser clasificados de otra manera. Incluso se ha abusado del término Nueva Era para demonizar a ciertas personas y prácticas. Es esencial examinar si los fenómenos vinculados a este movimiento, aunque sea de manera tangencial, reflejan una visión cristiana de Dios, la persona humana y el mundo o están en conflicto con ella. La mera utilización del término «Nueva Era» de por sí no significa nada. Lo que cuenta es la relación de la persona, el grupo, la práctica o el producto, con los principios del cristianismo.
• La Iglesia católica dispone de redes propias, muy eficaces, que aún podrían utilizarse mejor. Por ejemplo, el gran número de centros pastorales, culturales y de espiritualidad. Además de servir a las necesidades de la Iglesia, estos mismos podrían emplearse para abordar de forma creativa la confusión respecto a la religiosidad de la Nueva Era, por ejemplo, con foros de discusión y estudio. Desgraciadamente, hay que admitir que en muchos casos algunos centros de espiritualidad específicamente católicos están comprometidos activamente en la difusión de la religiosidad de la Nueva Era dentro de la Iglesia. Es necesario corregir esta situación, no sólo para detener la propagación de la confusión y del error, sino también para que se conviertan en promotores eficaces de la verdadera espiritualidad cristiana. Los centros culturales católicos en particular no son sólo instituciones doctrinales, sino espacios para el diálogo sincero.92 Algunas instituciones especializadas abordan todas estas cuestiones de modo excelente. Son recursos valiosísimos que deberían ser compartidos generosamente con zonas más desfavorecidas.
• No pocos grupos de la Nueva Era aprovechan cualquier oportunidad para exponer su filosofía y sus actividades. Convendría abordar con cuidado los encuentros con este tipo de grupos, incluyendo siempre personas capaces tanto de explicar la fe y la espiritualidad católicas, como de reflexionar críticamente sobre el pensamiento y las prácticas de la Nueva Era. Es sumamente importante comprobar las credenciales de las personas, grupos e instituciones que pretenden ofrecer orientación e información sobre la Nueva Era. En algunos casos, lo que había comenzado como una investigación imparcial acaba convirtiéndose en una promoción activa o en una defensa de las «religiones alternativas». Algunas instituciones internacionales están realizando activamente campañas de promoción del respeto a la «diversidad religiosa» y reclaman el carácter religioso para algunas organizaciones más que dudosas. Esto concuerda con la visión de la Nueva Era, de pasar a una época en que la limitación de las religiones particulares ceda el paso a la universalidad de una nueva religión o espiritualidad. Por el contrario, el diálogo sincero debe respetar siempre la diversidad desde el principio y nunca intentará desdibujar las distinciones fundiendo en una todas las tradiciones religiosas.
• Algunos grupos locales de la Nueva Era califican sus encuentros como «grupos de oración». Quienes sean invitados a dichos grupos deben buscar los signos de una espiritualidad auténticamente cristiana y comprobar que no haya ceremonias de iniciación de ningún tipo. Tales grupos se aprovechan de la falta de preparación teológica o espiritual de las personas para atraerlas gradualmente a lo que en realidad puede ser una forma de culto falso. Hay que educar a los cristianos respecto al verdadero objeto y contenido de la oración –dirigida al Padre, por medio de Jesucristo, en el Espíritu Santo–, para juzgar rectamente la intención de un «grupo de oración». La oración cristiana y el Dios de Jesucristo son fácilmente reconocibles.93 Muchas personas están convencidas de que no hay peligro alguno en «tomar prestados» elementos de la sabiduría oriental. Sin embargo, el caso de la Meditación Trascendental (MT) debería invitar a los cristianos a ser más cautos ante la posibilidad de afiliarse sin saberlo a otra religión (en este caso, el Hinduismo), pese a que los promotores de la MT insistan en su neutralidad religiosa. El aprendizaje de la meditación en sí mismo no plantea problema alguno, pero el objeto o el contenido del ejercicio determinan claramente si se establece una relación con el Dios revelado por Jesucristo, o bien con alguna otra revelación, o simplemente con las profundidades ocultas del yo.
• También hay que prestar el debido reconocimiento a los grupos cristianos que promueven el cuidado de la tierra como creación de Dios. El respeto a la creación también debe abordarse creativamente en las escuelas católicas. Con todo, gran parte de lo que proponen los elementos más radicales del movimiento ecológico es difícilmente conciliable con la fe católica. El cuidado del medio ambiente, en general, es una señal oportuna de una renovada preocupación por lo que Dios nos ha dado, quizá incluso una señal del necesario cuidado cristiano de la creación. La «ecología profunda», sin embargo, se basa con frecuencia en principios panteístas y, en ocasiones, gnósticos.94
• El comienzo del Tercer Milenio ofrece un auténtico kairós para la evangelización. Las mentes y los corazones están abiertos como nunca antes a recibir información seria sobre la visión cristiana del tiempo y de la historia de la salvación. La prioridad no debería consistir tanto en poner de relieve las carencias de otros enfoques, sino más bien regresar constantemente a las fuentes de nuestra propia fe, para poder ofrecer una presentación adecuada y sólida del mensaje cristiano. Podemos estar orgullosos de lo que se nos ha confiado y por eso hemos de resistir a las presiones de la cultura dominante y no enterrar esos dones (cf. Mt 25, 24-30). Uno de los instrumentos más útiles de que disponemos es el Catecismo de la Iglesia Católica. Tenemos también una inmensa herencia de caminos de santidad en las vidas de los cristianos del pasado y del presente. Allí donde el rico simbolismo cristiano, sus tradiciones artísticas, estéticas y musicales es desconocido o ignorado, los cristianos han de realizar una enorme labor en beneficio propio y, en definitiva, de todos aquellos que buscan una experiencia o una mayor conciencia de la presencia de Dios. El diálogo entre los cristianos y las personas seducidas por la Nueva Era, tendrá mayores garantías de éxito si tiene en cuenta la atracción que ejercen el mundo de las emociones y el lenguaje simbólico. Si nuestra tarea consiste en conocer, amar y servir a Jesucristo, tiene una importancia capital comenzar con un buen conocimiento de la Sagrada Escritura. Pero, sobre todo, salir al encuentro del Señor Jesús en la oración y en los sacramentos, que son precisamente los momentos de santificación de nuestra vida ordinaria, y el camino más seguro para encontrar el sentido de todo el mensaje cristiano.
• Tal vez la medida más sencilla, la más obvia y urgente que hay que tomar, y acaso también la más eficaz, sea aprovechar al máximo las riquezas de la herencia espiritual cristiana. Las grandes órdenes religiosas son depositarias de ricas tradiciones de meditación y espiritualidad, que podrían hacerse más asequibles mediante cursos o periodos de permanencia en sus casas, ofrecidos a personas con auténtico espíritu de búsqueda. Esto ya se está llevando a cabo, pero hace falta ir más allá. Ayudar a las personas en su búsqueda espiritual ofreciéndoles técnicas ya aprobadas y experiencias de auténtica oración podría abrir un diálogo que revelaría las riquezas de la tradición cristiana y tal vez clarificaría en ese mismo proceso muchas de las cuestiones planteadas por la Nueva Era.
Con una imagen sugerente y directa, uno de los mismos exponentes del movimiento de la Nueva Era ha comparado las religiones tradicionales con las catedrales, y la Nueva Era con una feria mundial. El Movimiento Nueva Era es una invitación a los cristianos para que lleven el mensaje de las catedrales a la feria que ahora ocupa el mundo entero. Esta imagen plantea a los cristianos un desafío positivo, pues cualquier momento es bueno para llevar el mensaje de las catedrales a la gente de la feria. Los cristianos, en efecto, no deben aguardar una invitación para llevar la Buena Noticia de Jesucristo a quienes andan buscando respuestas a sus preguntas, un alimento espiritual que les satisfaga, el agua viva. Siguiendo la imagen propuesta, los cristianos deben salir de la catedral, alimentados por la palabra y los sacramentos, para llevar el Evangelio a todos los ámbitos de la vida cotidiana. «Ite, Missa est, Id, la misa ha terminado». En la carta apostólica Novo Millennio Ineunte el Padre Santo destaca el gran interés por la espiritualidad que se descubre en el mundo de hoy día, y cómo las demás religiones están respondiendo a esta demanda de modo atrayente. A continuación lanza un reto a los cristianos: «Nosotros, que tenemos la gracia de creer en Cristo, revelador del Padre y Salvador del mundo, debemos enseñar a qué grado de interiorización nos puede llevar la relación con él» (n. 33). Para quienes hacen sus compras en la feria mundial de propuestas religiosas, la llamada del cristianismo se manifestará, en primer lugar, a través del testimonio de los miembros de la Iglesia, de su confianza, su calma, su paciencia y su optimismo, y de su amor concreto al prójimo. Todo ello, fruto de una fe alimentada en la oración personal auténtica.
+S. S. Juan Pablo II
Santa Sede, año 2003
7. Apéndice
7.1. Algunas formulaciones breves de ideas de la Nueva Era
Formulación de la Nueva Era según William Bloom,1992, citada en Heelas, p.225s.:
• Toda vida, –toda existencia– es la manifestación del Espíritu, del Incognoscible, la Conciencia suprema conocida con diferentes nombres en tantas culturas distintas.
• El propósito y la dinámica de toda existencia es llevar el Amor, la Sabiduría, la Iluminación…a su plena manifestación.
• Todas las religiones son expresión de esta misma realidad interior.
• Toda vida, tal como la percibimos con los cinco sentidos humanos o con los instrumentos científicos, no es sino el velo externo de una realidad invisible, interior y causal.
• Igualmente, los seres humanos son criaturas dobles con: (i) una personalidad exterior temporal, y (ii) un ser interior multidimensional (alma o yo superior).
• La personalidad exterior es limitada y tiende hacia el amor.
• El propósito de la encarnación del ser interior es atraer las vibraciones de la personalidad exterior hacia una resonancia de amor.
• Todas las almas encarnadas son libres de escoger su propia senda espiritual.
• Nuestros maestros espirituales son aquellos que, liberada su alma de la necesidad de encarnarse, expresan amor incondicional, sabiduría e iluminación. Algunos de estos grandes seres son bien conocidos y han inspirado las religiones del mundo. Otros son desconocidos y operan invisiblemente.
• Toda vida, en sus diferentes formas y estados, es energía interrelacionada, e incluye nuestras acciones, sentimientos y pensamientos. Por tanto, colaboramos con el Espíritu y con estas energías en la creación de nuestra realidad.
• Aunque sostenidos por la dinámica del amor cósmico, somos conjuntamente responsables del estado de nuestro propio yo, de nuestro entorno y de toda vida.
• Durante este periodo de tiempo, la evolución del planeta y de la humanidad ha alcanzado un punto en que estamos experimentando un profundo cambio espiritual en nuestra conciencia individual y colectiva. Por eso hablamos de una Nueva Era. Esta nueva conciencia es resultado de una encarnación cada vez más lograda de lo que algunos llaman energías del amor cósmico. Esta nueva conciencia se manifiesta en una comprensión instintiva de la sacralidad de toda existencia y, en particular, de su interrelación.
• Esta nueva conciencia y esta nueva comprensión de la interdependencia de toda vida son el signo de que actualmente está gestación una nueva cultura planetaria.
Heelas cita (p. 226) la «formulación complementaria» de Jeremy Tarcher:
1. El mundo, incluyendo la raza humana, es expresión de una naturaleza divina superior, más completa.
2. Oculto en el interior de cada ser humano, existe un Yo divino superior, que es la manifestación de esta naturaleza divina superior y más completa.
3. Esta naturaleza superior puede ser despertada y convertirse en el centro de la vida cotidiana del individuo.
4. Este despertar es la razón de ser de cada vida individual.
David Spangler citado en Actualité des religions n. 8, septiembre 1999, p. 43, sobre las principales características de la visión de la Nueva Era, que es:
• holística (globalizadora, porque sólo hay una energía-realidad)
• ecológica (la Tierra, Gaia, es nuestra madre, cada uno de nosotros es una neurona del sistema nervioso central de la tierra)
• andrógina (el arco iris y el Yin Yang son símbolos NE, que tienen que ver con la complementariedad de los contarios, especialmente lo masculino y lo femenino)
• mística (que encuentra lo sacro en todas las cosas, en las más ordinarias)
• planetaria (las personas deben estar, a la vez, enraizadas en su propia cultura y abiertas a la cultura universal, buscando amor, compasión, paz, y el establecimiento de un gobierno mundial).
7.2. Glosario selecto
Androginia: no es hermafroditismo, es decir, la presencia de características físicas de los dos sexos en una persona, sino una conciencia de la presencia de los elementos masculinos y femeninos en cada persona. Se describe como un estado equilibrado de armonía interior del animus y el anima. En la Nueva Era, es un estado resultante de una nueva conciencia de este modo doble de ser y existir característico de todo hombre y de toda mujer. Cuanto más se difunda, más ayudará a transformar la conducta interpersonal.
Antroposofía: doctrina teosófica popularizada originalmente por el croata Rudolf Steiner(1861-1925), que abandonó la Sociedad Teosófica después de ser el dirigente de su rama alemana desde 1902 hasta 1913. Es una doctrina esotérica que tiene por objeto iniciar a las personas en el «conocimiento objetivo» en la esfera divino-espiritual. Steiner estaba convencido de que ésta le había ayudado a explorar las leyes de la evolución del cosmos y de la humanidad. Cada ser físico tiene un ser espiritual correspondiente, y la vida terrena está influida por las energías astrales y las esencias espirituales. Se dice que la Crónica Akasha es una «memoria cósmica» accesible a los iniciados.95
Canalización (v. Channeling)
Chamanismo: prácticas y creencias vinculadas a la comunicación con los espíritus de la naturaleza y con los espíritus de los muertos mediante la posesión ritual del chamán (por parte de los espíritus), a los que éste sirve de médium. El atractivo de estas prácticas en los círculos de la Nueva Era se debe a que ponen el acento en la armonía con las fuerzas de la naturaleza y en la sanación. A ello se añade también una imagen «romántica» de las religiones indígenas y de su cercanía a la tierra y a la naturaleza.
Channeling (canalización): los mediums psíquicos sostienen que actúan como canales de información de otros yoes, normalmente entidades incorpóreas que viven en otro plano. Pone en relación a seres tan diversos como maestros excelsos, ángeles, dioses, entidades colectivas, espíritus de la naturaleza y el Yo Superior.
Conciencia planetaria: esta cosmovisión se desarrolló en los años 1980 para promover el sentimiento de lealtad a la comunidad humana en lugar de a las naciones, tribus u otros grupos tradicionales. Puede considerarse heredera de movimientos de comienzos del siglo XX que promovían un gobierno mundial. La conciencia de la unidad de la humanidad encaja perfectamente con la hipótesis Gaia.
Cristales: se considera que vibran con frecuencias particulares. De aquí que sean útiles para la autotransformación. Se utilizan en varias terapias, así como en la meditación, visualización, el «viaje astral» o como amuletos de la suerte. Vistos desde el exterior, no tienen poder intrínseco, sino que son sencillamente bellos.
Cristo: en la Nueva Era, la figura histórica de Jesús no es más que una encarnación de una idea, una energía o un conjunto de vibraciones. Para Alice Bailey, hace falta una gran jornada de súplica, en la que todos los creyentes logren crear una concentración de energía espiritual tal que se produzca una nueva encarnación que revelará a los hombres el modo de salvarse… Para muchos, Jesús no es más que un maestro espiritual que, como Buda, Moisés y Mahoma, u otros, ha sido penetrado por el Cristo cósmico. Al Cristo cósmico también se le conoce como la energía crística presente en cada ser y en el ser total. Los individuos necesitan ser iniciados gradualmente en la conciencia de las características crísticas que tienen. Cristo representa –para la Nueva Era– el estado más elevado de perfección del yo.96
Eneagrama: (del griego ennéa = nueve + gramma = signo) el nombre designa un diagrama compuesto por un círculo con nueve puntos en su circunferencia, unidos entre sí por un triángulo y un hexágono circunscritos. Originariamente se utilizó para la adivinación, pero recientemente se ha popularizado como símbolo de un sistema de tipología de la personalidad que consta de nueve tipos caracterológicos básicos. Se hizo popular tras la publicación del libro The Enneagram de Helen Palmer,97 pero la autora reconoce su deuda con el médico y pensador esotérico ruso G. I. Gurdjieff, el psicólogo chileno Claudio Naranjo, y el autor Óscar Icazo, fundador de Arica. El origen del eneagrama permanece envuelto en el misterio, si bien algunos sostienen que procede de la mística sufí.
Era de Acuario: cada era astrológica, de unos 2146 años, recibe el nombre de uno de los signos del zodiaco, pero los «días grandes» siguen un orden inverso, de modo que la actual Era de Piscis está a punto de acabar y se instaurará la Era de Acuario. Cada Era tiene sus propias energías cósmicas. La energía de Piscis ha hecho de ella una era de guerras y conflictos. Pero Acuario está destinada a ser una era de armonía, justicia, paz, unidad, etc. En este sentido, la Nueva Era acepta el carácter inevitable de la historia. Algunos ven en la era de Aries la época de la religión judía, en Piscis la del cristianismo y en Acuario la era de una religión universal.
Esoterismo (del griego esotéros = lo que hay en el interior): designa generalmente un conjunto de conocimientos antiguos y ocultos accesible sólo a grupos de iniciados, que se describen a sí mismos como guardianes de las verdades ocultas a la mayoría de la humanidad. El proceso de iniciación conduce desde un conocimiento de la realidad meramente externo, superficial, hasta la verdad interior y, mediante ese proceso, despierta la conciencia a un nivel más profundo. Las personas son invitadas a emprender este «viaje interior» para descubrir la «chispa divina» que hay dentro de ellas. En este contexto, la salvación coincide con el descubrimiento del yo.
Espiritismo: si bien siempre ha habido intentos de establecer contacto con los espíritus de los muertos, se considera que el espiritismo del siglo XIX es una de las corrientes que desembocan en la Nueva Era. Se desarrolló en el ambiente de las ideas de Swedenborg y Mesmer, y llegó a convertirse en una nueva religión. Madame Blavatsky era una médium, por lo que el espiritismo ejerció gran influjo en la Sociedad Teosófica, aunque en este caso el acento recaía en el contacto con entidades del pasado remoto más que con personas que habían muerto recientemente. Allan Kardec influyó en la difusión del espiritismo en las religiones afro-brasileñas. En algunos nuevos movimientos religiosos de Japón se dan también elementos espiritistas.
Evolución: en la Nueva Era va mucho más allá de la evolución de los seres hacia formas de vida superiores. El modelo físico se proyecta sobre el ámbito espiritual, de modo que una fuerza inmanente del interior de los seres humanos los impulsa hacia formas superiores de vida espiritual. Se dice que los seres humanos no tienen control sobre esta fuerza, pero sus buenas o malas acciones pueden acelerar o retrasar el proceso. Se piensa que la creación entera, incluyendo la humanidad, avanza inexorablemente hacia una fusión con lo divino. La reencarnación, naturalmente, ocupa un lugar importante en esta visión de una evolución espiritual progresiva que, según se dice, comienza antes del nacimiento y continúa después de la muerte.98
Expansión de la conciencia: si el cosmos se concibe como una cadena continua de ser, todos los niveles de la existencia –minerales, vegetales, animales, humanos, seres cósmicos y divinos– son interdependientes. Se dice que los seres humanos se hacen conscientes de su puesto en esta visión holística de la realidad global expandiendo su conciencia más allá de sus límites normales. La Nueva Era ofrece una enorme variedad de técnicas para ayudar a la gente a alcanzar un nivel de percepción de la realidad más elevado, una manera de superar la separación entre los sujetos y entre los objetos en el proceso cognoscitivo, concluyendo en una fusión total de lo que la conciencia normal, inferior, ve como realidades separadas o distintas.
Feng-shui: forma de geomancia, en este caso un método oculto chino de descifrar la presencia escondida de corrientes positivas y negativas en los edificios y otros lugares, basada en el conocimiento de las fuerzas terráqueas y atmosféricas. «Lo mismo que en el cuerpo humano o el cosmos, en cada lugar se atraviesan influjos cuyo equilibrio correcto es fuente de salud y de vida».99
Gnosis: en sentido amplio, una forma de conocimiento no intelectual, sino visionaria o mística, que se cree revelada y capaz de unir al ser humano con el misterio divino. En los primeros siglos del cristianismo, los Padres de la Iglesia lucharon contra el gnosticismo, por cuanto se oponía a la fe. Algunos ven un renacer de las ideas gnósticas en gran parte del pensamiento de la Nueva Era, algunos de cuyos autores de hecho citan el gnosticismo primitivo. Sin embargo, la acentuación del monismo e incluso del panteísmo o panenteísmo típica de la Nueva Era lleva a algunos a utilizar el término neo-gnosticismo para distinguir la gnosis de la Nueva Era del gnosticismo antiguo.
Gran Hermandad Blanca: Madame Blavatsky afirmaba mantener contactos con los mahatmas o maestros, seres excelsos que, conjuntamente, constituyen la Gran Hermandad Blanca. Según ella, eran éstos quienes dirigían la evolución de la raza humana y orientaban la labor de la Sociedad Teosófica.
Hermetismo: prácticas y especulaciones filosóficas y religiosas vinculadas a los escritos del Corpus Hermeticum y a los textos alejandrinos atribuidos al mítico Hermes Trismegistos. Cuando se conocieron por primera vez durante el Renacimiento se pensó que revelaban doctrinas pre-cristianas, sin embargo estudios posteriores han demostrado que datan del primer siglo de la era cristiana. 100 El hermetismo alejandrino es una fuente fundamental del esoterismo moderno, con el que tienen mucho en común: el eclecticismo, la refutación del dualismo ontológico, la afirmación del carácter positivo y simbólico del universo, la idea de la caída y posterior restauración de la humanidad. La especulación hermética ha reforzado la creencia en una antigua tradición fundamental, la llamada philosophia perennis, falsamente considerada común a todas las tradiciones religiosas. Las formas elevadas y rituales de la magia se desarrollaron a partir del hermetismo renacentista.
Holismo: concepto clave del «nuevo paradigma», que pretende ofrecer una estructura teórica que integra toda la cosmovisión del hombre moderno. En contraste con la experiencia de una fragmentación creciente en la ciencia y en la vida cotidiana, se acentúa el «holismo», el «totalismo», como concepto metodológico y ontológico central. La humanidad se integra en el universo como parte de un único organismo vivo, un entramado armonioso de relaciones dinámicas. Diversos científicos que tienden un puente entre la ciencia y la religión rechazan la distinción clásica entre sujeto y objeto, de la que se suele culpar a Descartes y a Newton. La humanidad forma parte del entramado universal (el ecosistema, la familia), de la naturaleza y del mundo y debe buscar la armonía con todos los elementos de esta autoridad cuasi-transcendente. Cuando se comprende cuál es el propio lugar en la naturaleza, también se entiende que la «totalidad» y la «santidad» son una misma y sola cosa. La articulación más clara de este concepto se halla en la hipótesis «Gaia». 101
Iniciación: en etnología religiosa es el viaje cognitivo yo experimental, mediante el cual una persona es admitida, individualmente o como miembro de un grupo, a través de rituales particulares, a formar parte de una comunidad religiosa, una sociedad secreta (p.e. la Francmasonería) o una asociación mistérica (mágica, esotérico-oculta, gnóstica, teosófica, etc.).
Karma: (de la raíz sánscrita Kri = acción, obra) noción clave en el hinduismo, jainismo y budismo, cuyo significado no ha sido siempre el mismo. En el antiguo periodo védico se refería a la acción ritual, especialmente el sacrificio, mediante la cual una persona obtenía acceso a la felicidad o a la bienaventuranza en la otra vida. Cuando aparecieron el jainismo y el budismo (aproximadamente seis siglos antes de Cristo), Karma perdió su sentido salvífico: el camino hacia la liberación era el conocimiento del Atman o «yo». En la doctrina del samsara, se entendía como el ciclo incesante del nacimiento y la muerte humanas (hinduismo) o del renacer (budismo). 102 En los ambientes de la Nueva Era la «ley del karma» se concibe con frecuencia como el equivalente moral de la evolución cósmica. El Karma no tiene ya que ver con el mal o el sufrimiento –ilusiones que hay que experimentar como parte de un «juego cósmico»– sino que es la ley universal de la causa y el efecto, y forma parte de la tendencia de un universo interrelacionado hacia el equilibrio moral. 103
Mística: la mística de la Nueva Era consiste en volverse hacia el interior del propio yo más que en una comunión con Dios, que es el «totalmente otro». Es una fusión con el universo, la aniquilación definitiva del individuo en la unidad del todo. La experiencia del Yo se toma como experiencia de la divinidad, por lo que se debe mirar hacia dentro para descubrir la auténtica sabiduría, creatividad y fuerza.
Monismo: doctrina metafísica según la cual las diferencias entre las cosas son ilusorias. Sólo hay un ser universal único, del cual cada cosa y cada persona son sólo una parte. En la medida en que el monismo de la Nueva Era incluye la idea de que la realidad es fundamentalmente espiritual, es una forma contemporánea del panteísmo (que rechaza a veces explícitamente el materialismo, en especial el marxismo). Su pretensión de resolver todo dualismo no deja lugar a un Dios transcendente, de manera que todo es Dios. Para el cristianismo se plantea un problema ulterior cuando se suscita la cuestión del origen del mal. C. G. Jung vio el mal como el «lado sombrío» de Dios, que, en el teísmo clásico, es todo bondad.
Movimiento del Potencial Humano: desde sus comienzos (Esalen, California, en los años 1960), se ha convertido en una red de grupos que promueven la liberación de la capacidad humana innata de creatividad mediante la realización del yo. Cada vez son más las empresas que utilizan diversas técnicas de transformación personal en programas de formación de dirigentes, en definitiva por puras razones económicas. Si bien las Tecnologías Transpersonales, el Movimiento por una Conciencia Espiritual Interior, el Desarrollo Organizativo, y la Transformación Organizativa, se presentan como no-religiosos, en realidad los empleados de las empresas pueden encontrarse sometidos a una «espiritualidad» extraña en una situación que plantea conflictos con su libertad personal. Hay vínculos evidentes entre la espiritualidad oriental y la psicoterapia, mientras que la psicología jungiana y el Movimiento del Potencial Humano han ejercido su influjo sobre el chamanismo y formas «reconstruidas» del paganismo, como el druidismo y la wicca. En sentido amplio, el «crecimiento personal» puede entenderse como la forma que adopta la «salvación religiosa» en el movimiento de la Nueva Era: se afirma que la liberación del sufrimiento y de la debilidad humanas se alcanzará desarrollando nuestro potencial humano, lo cual da como resultado el que nos encontremos cada vez más en contacto con nuestra divinidad interior. 104
Música New Age: se trata de una industria floreciente. Este tipo de música suele promocionarse como un medio para alcanzar la armonía consigo mismo y con el mundo. En parte suele ser música «celta» o druídica. Algunos compositores New Age sostienen que su música tiene como objeto tender puentes entre lo consciente y lo inconsciente, lo cual es especialmente cierto cuando además de melodías hay una repetición meditativa y rítmica de estribillos clave. Al igual que otros muchos fenómenos de la Nueva Era, algunas de estas músicas se proponen como una introducción a este movimiento, pero la mayoría tiene sencillamente una finalidad comercial o artística.
Neopaganismo: término rechazado con frecuencia por aquellos a quienes se aplica. Se refiere a una corriente que sigue un trayecto paralelo al de la Nueva Era y con el cual suele relacionarse. En la oleada de reacción contra las religiones tradicionales, especialmente la herencia judeocristiana de occidente, son muchos los que han vuelto la mirada a las antiguas religiones indígenas, tradicionales, paganas. Se considera que cuanto precedió al cristianismo era más conforme al espíritu de la tierra y de la nación, o que era una forma pura de la religión natural, en contacto con las fuerzas de la naturaleza, a menudo matriarcal, mágica o chamánica. Según dicen, la humanidad será más sana si retorna al ciclo natural de las fiestas (agrícolas) y a la afirmación general de la vida. Algunas religiones «neopaganas» son reconstrucciones recientes cuya verdadera relación con las formas originales puede ser discutible, particularmente en los casos en que están dominadas por componentes ideológicos modernos como la ecología, el feminismo o, en casos raros, por los mitos de pureza racial. 105
Ocultismo: el conocimiento oculto (escondido) y las fuerzas de la mente y la naturaleza se hallan en la base de las creencias y prácticas vinculadas a una supuesta «filosofía perenne» oculta, derivada, por una parte, de la magia y la alquimia griega antigua, y de la mística judía por otra. Se conservan ocultas mediante un código secreto impuesto a los iniciados en los grupos y sociedades que conservan el conocimiento y las técnicas que implican. En el siglo XIX, el espiritismo y la Sociedad Teosófica introdujeron nuevas formas de ocultismo que, a su vez, han influido en varias corrientes de la Nueva Era.
Panteísmo: (en griego pan = todo y theós = Dios) la creencia de que todo es Dios o, en ocasiones, que todo está en dios y dios está en todo (panenteísmo). Todo elemento del universo es divino, y la divinidad está presente por igual en todo. En esta visión no tiene cabida Dios como un ser distinto en el sentido del teísmo clásico.
Parapsicología: trata de cosas como la percepción extrasensorial, la telepatía mental, la telequinesia, la sanación psíquica y la comunicación con espíritus mediante médiums o el channeling. A pesar de las duras críticas de los científicos, la parapsicología ha ido creciendo y encaja perfectamente en la mentalidad popular de ciertos sectores de la Nueva Era, según la cual los seres humanos tienen habilidades psíquicas extraordinarias, aunque con frecuencia en un estadio poco desarrollado.
Pensamiento Nuevo: movimiento religioso del siglo XIX fundado en los Estados Unidos de América. Tuvo su origen en el idealismo, del cual era una forma popularizada. Se decía que Dios era completamente bueno y el mal una mera ilusión; la realidad básica era la mente. Puesto que es la mente la que causa los acontecimientos de la propia vida, el individuo debe asumir la responsabilidad última sobre cada uno de los aspectos de su situación.
Pensamiento Positivo: convicción de que las personas pueden cambiar la realidad física o las circunstancias externas alterando su actitud mental, pensando de manera positiva y constructiva. A veces es un modo de percibir conscientemente creencias inconscientes que determinan nuestra situación vital. A los adeptos del Pensamiento Positivo se les promete salud, integridad e incluso inmortalidad.
Psicología profunda: la escuela de psicología fundada por C. G. Jung, antiguo discípulo de Freud. Jung reconocía que la religión y los temas espirituales eran importantes para la integridad y la salud. La interpretación de los sueños y el análisis de los arquetipos fueron elementos clave de su método. Los arquetipos son formas que pertenecen a la estructura heredada de la psique humana. Aparecen en los temas o imágenes recurrentes de los sueños, fantasías, mitos y cuentos de hadas.
Rebirthing: (v. Renacer)
Reencarnación: en el contexto de la Nueva Era, la reencarnación está vinculada al concepto de la evolución ascendente hasta convertirse en un ser divino. A diferencia de religiones de la India, o derivadas de ellas, la Nueva Era concibe la reencarnación como el progreso del alma individual hacia un estado más perfecto. Lo que se reencarna es esencialmente algo inmaterial o espiritual; más exactamente, es la conciencia, la chispa de energía que en la persona comparte la energía cósmica o «crística». La muerte no es sino el paso del alma de un cuerpo a otro.
Renacer: a comienzos de los años 1970, Leonard Orr describió el renacer (rebirthing) como un proceso mediante el cual a una persona puede identificar y aislar áreas de su conciencia sin resolver y que son origen de sus problemas actuales.
Rosacruces: son grupos ocultos occidentales relacionados con la alquimia, la astrología, la teosofía y las interpretaciones cabalísticas de la Sagrada Escritura. La Fraternidad Rosacruciana contribuyó al renacimiento de la astrología en el siglo XX, mientras que la Antigua y Mística Orden de la Rosae Crucis (AMORC) vinculó el éxito con una supuesta capacidad para materializar las imágenes mentales de salud, riqueza y felicidad.
Teosofía: término antiguo, que se refería originalmente a una especie de mística. Se la ha relacionado con los gnósticos y los neoplatónicos griegos, con el Maestro Eckhart, Nicolás de Cusa y Jacob Boehme. La Sociedad Teosófica, fundada por Helena Petrovna Blavatsky y otros en 1875 confirió gran importancia al término. La mística teosófica tiende al monismo, acentúa la unidad esencial de los componentes espirituales y materiales del universo. Busca también las fuerzas ocultas responsables de la interacción entre la materia y el espíritu, de modo que la mente humana y la divina acaben por encontrarse. Es aquí donde la teosofía ofrece la redención mística o la iluminación.
Trascendentalismo: movimiento de escritores y pensadores del siglo XIX de Nueva Inglaterra, que compartían un conjunto idealista de creencias en la unidad esencial de la creación, la bondad innata de la persona humana, y la superioridad de la intuición frente a la lógica y la experiencia para descubrir las verdades más profundas. La figura principal es Ralph Waldo Emerson, que se apartó del cristianismo ortodoxo, y a través de los Unitarios pasó a un nuevo misticismo natural que integraba conceptos del hinduismo con otros de carácter popular americano, tales como el individualismo, la responsabilidad personal y la necesidad de triunfar.
Wicca: antiguo término inglés para designar a las brujas, aplicado a un resurgir neopagano de algunos elementos de la magia ritual. Acuñado en 1939 por Gerhard Gardner en Inglaterra: se basaba en algunos textos eruditos, según los cuales la brujería europea medieval era una antigua religión natural perseguida por los cristianos. Con el nombre «the Craft», se extendió rápidamente en Estados Unidos durante los años 1960, donde se vinculó con la «espiritualidad de las mujeres».
7.3. Lugares clave de la Nueva Era
Esalen: comunidad fundada en Big Sur, California, en 1962, por Michael Murphy y Richard Price, cuyo objetivo fundamental era llegar a la auto-realización del ser mediante el nudismo, las visiones y la «medicina suave». Se ha convertido en uno de los centros más importantes del Movimiento del Potencial Humano, y ha difundido sus ideas respecto a la medicina holística en el mundo de la educación, la política y la economía. Lleva a cabo esta tarea mediante cursos sobre religión comparada, mitología, misticismo, meditación, psicoterapia, expansión de la conciencia, etc. Junto con Findhorn, se le considera el punto clave del crecimiento de la conciencia de Acuario. El Instituto Soviético-Americano de Esalen cooperó con funcionarios soviéticos en el Proyecto de promoción de la Salud.
Findhorn: esta comunidad agrícola holística iniciada por Peter y Eileen Caddy logró el crecimiento de plantas enormes mediante métodos no convencionales. La fundación de la comunidad Findhorn en Escocia en 1965 constituyó un importante hito en el movimiento que lleva la etiqueta de Nueva Era. De hecho «se consideró que Findhorn encarnaba sus principales ideas de transformación». La búsqueda de una conciencia universal, el ideal de la armonía con la naturaleza, la visión de un mundo transformado, y la práctica del channeling, todo lo cual son elementos clave del Movimiento de la Nueva Era, se hallaron presentes en Findhorn desde su fundación. El éxito de esta comunidad la llevó a convertirse en modelo e inspiración de otros grupos, tales como las Alternativas de Londres, Esalen en Big Sur, California, y el Centro Abierto y el Instituto Omega de Nueva York». 106
Monte Verità: comunidad utópica cerca de Ascona, Suiza. Desde finales del siglo XIX fue punto de encuentro de los exponentes europeos y americanos de la contracultura en ámbitos tales como la política, la psicología y la ecología. Las conferencias Eranos se vienen celebrando allí todos los años desde 1933, reuniendo a grandes luminarias de la Nueva Era. Sus anuarios manifiestan claramente la intención de crear una religión mundial integrada. 107 Resulta fascinante ver la lista de quienes se han reunido en Monte Verità a lo largo de los años.
8. Recursos
8.1. Documentos del Magisterio de la Iglesia Católica
Juan Pablo II, Alocución a los Obispos Norteamericanos de Kansas, Missouri y Nebraska en su visita “ad limina”, 28 de mayo de 1993.
Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre algunos aspectos de la meditación cristiana (Orationis Formas), Ciudad del Vaticano (Librería Editrice Vaticana) 1989.
Comisión Teológica Internacional, Algunas cuestiones actuales de escatología,1992, n. 9-10 (sobre la reencarnación).
Comisión Teológica Internacional, Algunas cuestiones sobre la teología de la Redención,1995, I29 y II35-36.
Comité para la Cultura de la Conferencia Episcopal Argentina, Frente a una Nueva Era. Desafío a la pastoral en el horizonte de la Nueva Evangelización,1993.
Comisión Teológica Irlandesa, A New Age of the Spirit? A Catholic Response to the New Age Phenomenon, Dublín 1994.
Godfried Danneels, Au-delà de la mort: réincarnation et resurrection, Carta Pastoral, Pascua de 1991.
Godfried Danneels, Le Christ ou le Verseau? Carta Pastoral, Navidad 1990.
Carlo Maccari, «La ‘mistica cosmica´ del New Age», en Religioni e Sette nel Mondo 1996/2.
Carlo Maccari, La New Age di fronte alla fede cristiana, Turín (LDC) 1994.
Edward Anthony McCarthy, The New Age Movement, Instrucción Pastoral, 1992.
Paul Poupard, Felicità e fede cristiana, Casale Monferrato (Ed. Piemme) 1992.
Joseph Ratzinger, Situación actual de la fe y la teología, Guadalajara, mayo de 1996, en L´Osservatore Romano (edición española) 1 de noviembre de 1996.
Norberto Rivera Carrera, Instrucción Pastoral sobre el New Age, 7 de enero de 1996.
Christoph von Schönborn, Risurrezione e reincarnazione, Casale Monferrato (Piemme) 1990.
J. Francis Stafford,Il movimento «New Age», en L´Osservatore Romano (edición italiana), 30 de octubre de 1992.
Grupo de Trabajo sobre Nuevos Movimientos Religiosos, Ciudad del Vaticano (ed.), Sectas y Nuevos Movimientos Religiosos. Antología de documentos de la Iglesia Católica, Santafé de Bogotá (CELAM) 1996.
8.2. Estudios cristianos
Michel Anglarès, Nouvel Age et Foi Chrétienne, Paris (Centurion) 1992. Trad. esp. Nueva Era y fe cristiana, Madrid 1994.
Raúl Berzosa Martínez, Nueva Era y Cristianismo. Entre el diálogo y la ruptura, Madrid (BAC) 1995.
André Fortin, Les Galeries du Nouvel Age: un chrétien s´y promène, Ottawa (Novalis) 1993.
Grupo de Trabajo Ecuménico «Neue Religiöse Bewegungen in der Schweiz», New Age – aus christlicher Sicht, Freiburg (Paulusverlag) 1987.
Claude Labrecque, Une religion américaine. Pistes de discernement chrétien sur les courants populaires du “Nouvel Age”, Montréal (Médiaspaul) 1994.
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Aidan Nichols, «The New Age Movement», en The Month, March 1992, pp. 84-89.
Alessandro Olivieri Pennesi, Il Cristo del New Age. Indagine critica, Ciudad del Vaticano (Libreria Editrice Vaticana) 1999.
Mitch Pacwa S.J., Catholics and the New Age. How Good People are being drawn into Jungian Psychology, the Enneagram and the New Age of Aquarius, Ann Arbor MI (Servant) 1992.
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Josef Südbrack SJ, Neue Religiosität – Herausforderung für die Christen, Mainz (Matthias-Grünewald-Verlag) 1987. Trad. esp.: La nueva religiosidad, Madrid 1990.
«Theologie für Laien», Secretariado, Faszination Esoterik, Zürich (Theologie für Laien) 1996.
David Toolan, Facing West from California´s Shores. A Jesuit´s Journey into New Age Consciousness, New York (Crossroad) 1987.
Juan Carlos Urrea Viera, «New Age». Visión Histórico-Doctrinal y Principales Desafíos, Santafé de Bogotá (CELAM) 1996.
Jean Vernette, «L´avventura spirituale dei figli dell´Acquario», en Religioni e Sette nel Mondo 19962.
Jean Vernette, Jésus dans la nouvelle religiosité, Paris (Desclée) 1987.
Jean Vernette, Le New Age, Paris (P.U.F.) 1992.
9.1. Algunos libros de la Nueva Era
WilliamBloom, The New Age. An Anthology of Essential Writings, London (Rider) 1991.
Fritjof Capra, The Tao of Physics: An Exploration of the Parallels between Modern Physics and Eastern Mysticism, Berkeley (Shambhala) 1975.
Fritjof Capra, The Turning Point: Science, Society and the Rising Culture, Toronto (Bantam) 1983.
Benjamin Creme, The Reappearance of Christ and the Masters of Wisdom, London (Tara Press) 1979.
Marilyn Ferguson, The Aquarian Conspiracy. Personal and Social Transformation in Our Time, Los Angeles (Tarcher) 1980. Trad. esp. La conspiración de Acuario. Transformaciones personales y sociales en este fin de siglo, Barcelona (Kairós) 1985.
Chris Griscom, Ecstasy is a New Frequency: Teachings of the Light Institute, New York (Simon & Schuster) 1987.
Thomas Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas, México (FCE) .
David Spangler, The New Age Vision, Forres (Findhorn Publications) 1980.
David Spangler, Revelation: The Birth of a New Age, San Francisco (Rainbow Bridge) 1976.
David Spangler, Towards a Planetary Vision, Forres (Findhorn Publications) 1977.
David Spangler, The New Age, Issaquah (The Morningtown Press) 1988.
David Spangler, The Rebirth of the Sacred, London (Gateway Books) 1988. Trad. esp. Emergencia. El renacimiento de lo sagrado, Barcelona 1991.
9.2. Obras históricas, descriptivas y analíticas
Christoph Bochinger, «New Age» und moderne Religion: Religionswissenschaftliche Untersuchungen, Gütersloh (Kaiser) 1994.
Bernard Franck, Lexique du Nouvel-Age, Limoges (Droguet-Ardant) 1993. Trad. Esp.: Diccionario de la Nueva Era, Estella (Verbo Divino) 1994.
Hans Gasper, Joachim Müllerand Friederike Valentin, Lexikon der Sekten, Sondergruppen und Weltanschauungen. Fakten, Hintergründe, Klärungen, edición actualizada, Freiburg-Basel-Vienna (Herder) 2000. Véase, entre otros, los artículos «New Age» por Christoph Schorsch,Karl R. Essmanny Medard Kehl,y «Reinkarnation» por Reinhard Hümmel.
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10. Notas
(1) Paul Heelas, The New Age Movement. The Celebration of the Self and the Sacralization of Modernity. Oxford (Blackwell) 1966, p. 137.
(2) Cf. P. Heelas, op. cit., p. 164s.
(3) Cf. P. Heelas, op. cit., p. 173.
(4) Cf. Juan Pablo II, Carta Encíclica Dominum et vivificantem (18 de mayo de 1986), 53.
(5) Cf. Gilbert Markuso.p., «Celtic Schmeltic» (1), en Spirituality, vol. 4, noviembre-diciembre de 1998, no 21, pp. 379-383; y (2) en Spirituality, vol. 5, enero-febrero de 1999, n. 22, pp. 57-61.
(6) Juan Pablo II, Cruzando el umbral de la esperanza, Barcelona (Plaza & Janés) 1994, pp. 103-104.
(7) Cf. especialmente Massimo Introvigne, New Age & Next Age, Casale Monferrato (Piemme) 2000.
(8) M. Introvigne, op. cit., p. 267.
(9) Cf. Michel Lacroix, L´Ideologia della New Age, Milano (il Saggiatore) 1998, p. 86. La palabra «secta» se usa aquí no en sentido peyorativo, sino más bien para denotar un fenómeno sociológico.
(10) Cf. Wouter J. Hanegraaff, New Age Religion and Western Culture. Esotericism in the Mirror of Secular Thought, Leiden-New York-Köln (Brill) 1996, p. 377 et passim.
(11) Cf. Rodney Starkand William Sims Brainbridge, The Future of Religion. Secularisation, Revival and Cult Formation, Berkeley (University of California Press) 1985.
(12) Cf. M. Lacroix, op. cit., p. 8.
(13) El curso suizo «Theologie für Laien» titulado Faszination Esoterik lo plantea con claridad. Cf. «Kursmappe 1 – New Age und Esoterik», texto acompañado de diapositivas, p. 9.
(14) El término ya aparece en el título de The New Age Magazine,publicado por el Antiguo Rito Masónico Escocés Aceptado en la jurisdicción meridional de los Estados Unidos de América, remontándose a 1900. Cf. M. York,«The New Age Movement in Great Britain», en Syzygy. Journal of Alternative Religion and Culture, 1:2-3 (1992), Stanford CA, p. 156, nota 6. La datación exacta y la naturaleza del cambio a la Nueva Era son interpretadas de maneras distintas según los diferentes autores. Las estimaciones para tal fecha oscilan entre 1967 y 2376.
(15) A finales de 1977, Marilyn Fergusonenvió un cuestionario a 210 «personas comprometidas en la transformación social», a los que también llama «Conspiradores de Acuario». Es interesante lo que sigue: «Cuando se pedía a los encuestados que dieran el nombre de los individuos cuyas ideas les habían influido, bien a través del contacto personal, bien por medio de sus escritos, los más nombrados, por orden de frecuencia, fueron: Pierre Teilhard de Chardin, C. G. Jung, Abraham Maslow, Carl Rogers, Aldous Huxley, Roberto Assagioli y J. Krishnamurti. También aparecen mencionados frecuentemente: Paul Tillich, Hermann Hesse, Alfred North Whitehead, Martin Buber, Ruth Benedict, Margaret Mead, Gregory Bateson, Tarthang Tulku, Alan Watts, Sri Aurobindo, Swami Muktananda, D. T. Suzuki, Thomas Merton, Willis Harman, Kenneth Boulding, Elise Boulding, Erich Fromm, Marshall McLuhan, Buckminster Fuller, Frederic Spiegelberg, Alfred Korzybski, Heinz von Foerster, John Lilly, Werner Erhard, Oscar Ichazo, Maharishi Mahesh Yoghi, Joseph Chilion Pearce, Karl Pribram, Gardner Murphy, y Albert Einstein»: The Aquarian Conspiracy. Personal and Social Transformation in Our Time, Los Angeles, (Tarcher) 1980, p. 50 (nota 1) y p. 434. (Trad. esp. La conspiración de Acuario. Transformaciones personales y sociales en este fin de siglo, Barcelona [Kairós] 1985).
(16) W.J. Hanegraaff , op. cit., p. 520.
(17) Comisión Teológica Irlandesa, A New Age of Spirit? A Catholic Response to the New Age Phenomenon, Dublín 1994, capítulo 3.
(18) Cf. La estructura de las revoluciones científicas, México, FCE, 1995.
(19) Cf. Alessandro Olivieri Pennesi, Il Cristo del New Age. Indagine critica, Ciudad del Vaticano (Librería Editrice Vaticana) 1999, passim, pero especialmente las pp. 11-34. Véase también la sección 4 más abajo.
(20) Merece la pena recordar la letra de esta canción, que se grabó inmediatamente en las mentes de toda una generación, tanto en Norteamérica como en Europa occidental: «When the Moon is in the Seventh House, and Jupiter aligns with Mars, then Peace will guide the Planets, and Love will steer the Stars. This is the dawning of the Age of Aquarius… Harmony and understanding, sympathy and trust abounding; No more falsehoods or derision –golden living, dreams of visions, mystic crystal revelation, and the mind´s true liberation. Aquarius…».
(«Cuando la Luna esté en la Séptima Casa, y Júpiter se alinee con Marte, entonces la Paz guiará a los Planetas, y el Amor conducirá a las Estrellas. Es el amanecer de la Era de Acuario… Abundarán la armonía y la comprensión, la simpatía y la confianza, no habrá más engaños ni más burlas: una vida dorada, sueños de visiones, una revelación mística cristalina, y la auténtica liberación de la mente. Acuario…»).
(21) Paul Heelas, op. cit., p. 1 y s. La publicación de agosto de 1978 de la Coalición Cristiana de Berkeley lo expresa de este modo: «Hace exactamente diez años la espiritualidad “funky” a base de drogas de los hippies y la mística de los yogis occidentales se limitaban a la contracultura. Hoy día, ambas se han abierto camino en la corriente fundamental de nuestra mentalidad cultural. La ciencia, las profesiones de la salud, las artes, por no mencionar la psicología y la religión, están todas comprometidas en una reconstrucción fundamental de sus premisas básicas». Citado en Marilyn Ferguson, The Aquarian Conspiracy. Personal and Social Transformation in Our Time, Los Angeles (Tarchner) 1980, p. 370 y ss.
(22) Cf. Chris Griscom, Ecstasy is a New Frequency: Teachings of the Light Institute, New York, (Simon & Schuster) 1987, p. 82.
(23) Véase el Glosario de términos, § 7.2 Glosario selecto.
(24) Cf. W.J. Hanegraaff, op. cit. capítulo 15 («The Mirror of Secular Thought»). El sistema de correspondencias está heredado claramente del esoterismo tradicional, pero tiene un significado nuevo para quienes siguen (conscientemente o no) a Swedenborg. Mientras que para la doctrina esotérica tradicional cada elemento natural poseía en su interior la vida divina, para Swedenborg la naturaleza es un reflejo muerto del mundo espiritual vivo. Esta idea está muy metida en el corazón de la visión posmoderna de un mundo desencantado y en los diversos intentos por «re-encantarlo». Blavatsky rechazó las correspondencias y Jung relativizó fuertemente la causalidad a favor de la cosmovisión esotérica de las correspondencias.
(25) W.J. Hanegraaff, op. cit., pp. 54-55.
(26) Cf. Reinhard Hümmel,«Reinkarnation», en Hans Gasper,Joachim Müller, Friederike Valentin(eds.), Lexikon der Sekten, Sondergruppen und Weltanschauungen. Fakten, Hintergründe, Klärungen, Freiburg-Basel-Wien (Herder) 2000, pp. 886-893.
(27) Michael Fuss,«New Age and Europe. A Challenge for Theology», en Mission Studies Vol. VIII-2, 16, 1991, p. 192.
(28) Ibid., loc. cit.
(29) Ibid., p. 193.
(30) Ibid., p. 199.
(31) Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta a los Obispos de la Iglesia católica sobre algunos aspectos de la meditación cristiana (Orationis Formas), 1989, 14. Cf. Gaudium et Spes, 19; Fides et Ratio, 22.
(32) W.J. Hanegraaff, op. cit., p. 448s. Los objetivos están citados según la versión definitiva (1896); las versiones anteriores subrayaban la irracionalidad del «fanatismo» y la urgencia de promover una educación no sectaria. Hanegraaff cita la descripción que hace J. Gordon Meltonde la religión de la Nueva Era como enraizada en la tradición «oculto-metafísica» (ibid., p. 455).
(33) W.J. Hanegraaff, op. cit., p. 513.
(34) Thomas M. KingSJ, «Jung and Catholic Spirituality», en America, 3 de abril de 1999, p. 14. El autor señala que los devotos de la Nueva Era «citan pasajes que tratan del I Ching, la astrología y el Zen, mientras que los católicos citan pasajes que tratan de los místicos cristianos, la liturgia y el valor psicológico del sacramento de la reconciliación» (p. 12). También incluye una lista de personalidades e instituciones espirituales claramente inspiradas y guiadas por la psicología de Jung.
(35) Cf. W.J. Hanegraaff, op. cit., p. 501s.
(36) C. J. Jung, Wandlungen und Symbole der Libido, citado en Hanegraaff, op. cit., p. 503.
(37) Sobre este punto, cf. Michael Schooyans, L´Évangile face au désordre mondial, con un prefacio del Cardenal Joseph Ratzinger,París (Fayard) 1997.
(38) Citado en The True and the False New Age. Introductory Ecumenical Notes, de la Comunidad Maranatha, Manchester (Maranatha) 1933, 8.10; no se especifica la numeración original de las páginas.
(39) Michel Lacroix, L´Ideologia della New Age, Milán (il Saggiatore) 1998, pp. 84ss.
(40) Cf. el apartado sobre las ideas de David Spangleren Actualité des religions n. 8, septembre 1999, p. 43.
(41) M. Ferguson, op.cit., p. 407.
(42) Ibid., p. 411.
(43) «Ser americano… es precisamente imaginar un destino más que heredarlo. Siempre hemos sido habitantes del mito más que de la historia»: Leslie Fiedler,citado en M. Ferguson, op. cit., p. 142.
(44) Cf. P. Heelas, op. cit., p. 173s.
(45) David Spangler, The New Age, Issaquah (Morningtown Press) 1988, p. 14.
(46) P. Heelas, op. cit., p. 168.
(47) Véase el prefacio al libro de Michel Schooyans, L´Évangile face au désordre mondial, escrito por el Cardenal Joseph Ratzinger, París (Fayard) 1997. La cita está traducida del italiano, Il nuovo disordine mondiale, Cinisello Balsamo (San Paolo) 2000, p. 6.
(48) Cf. Our Creative Diversity. Report of the World Commission on Culture and Development, París (UNESCO) 1995, que ilustra la importancia que se confiere a la celebración y promoción de la diversidad.
(49) Cf. Christoph Bochinger, «New Age» und moderne Religion: Religionswissenschaftliche Untersuchungen, Güttersloh (Kaiser) 1994, especialmente el capítulo 3.
(50) Las limitaciones de estas técnicas que, sin embargo, no son oración se discuten más adelante, § 3.4. Mística cristiana y mística Nueva Era.
(51) Cf. Carlo Maccari, «La ‘mistica cosmica´ del New Age» ,en Religioni e Sette nel Mondo 19962.
(52) Jean Vernette, «L´avventura spirituale dei figli dell´Acquario», en Religioni e Sette nel Mondo 19962, p. 42s.
(53) J. Vernette, loc. cit.
(54) Cf. J. Gordon Melton, New Age Encyclopedia, Detroit (Gale Research) 1990, pp. xiii-xiv.
(55) David Spangler, The Rebirth of the Sacred, Londres (Gateway Books) 1984, p. 78s.
(56) David Spangler, The New Age, Issaquah (Morningtown Press) 1988, p. 13s.
(57) Juan Pablo II, Carta apostólica Tertio Millenio Adveniente (10 de noviembre de 1994), 9.
(58) Matthew Fox, The Coming of the Cosmic Christ. The Healing of Mother Earth and the Birth of a Global Renaissance, San Francisco (Harper & Row) 1988, p. 135.
(59) Cf. el documento publicado por el Comité para la Cultura de la Conferencia Episcopal Argentina Frente a una Nueva Era. Desafío a la pastoral en el horizonte de la Nueva Evangelización, 1993.
(60) Congregación para la Doctrina de la Fe, Orationis Formas, 23.
(61) Ibid., 3. Véanse las secciones sobre la meditación y la oración contemplativa en Catecismo de la Fe Cristiana, 2705-2719.
(62) Cf. Orationis Formas, 13.
(63) Cf. Brendan Pelphrey, «I said, You are Gods. Orthodox Christian Theosis and Deification in the New Religious Movements» en Spirituality East and West, Pascua 2000 (N. 13).
(64) Adrian Smith, God and the Aquarian Age. The new era of the Kingdom, Great Wakering (Mc Crimmons) 1990, p. 49.
(65) Cf. Benjamín Creme, The Reappearance of Christ and the Masters of Wisdom, Londres (Tara Press) 1979, p. 116.
(66) Cf. Jean Vernette, Le New Age, París, (P.U.F.) 1992 (Collection Encyclopédique Que sais-je?), p. 14.
(67) Catecismo de la Iglesia Católica, 52.
(68) Cf. Alessandro Olivieri Pennesi,Il Cristo del New Age. Indagine Critica, Ciudad del Vaticano (Librería Editrice Vaticana) 1999, especialmente las páginas 13-34. La lista de puntos comunes está en la p. 33.
(69) Credo de Nicea-Constantinopla.
(70) Michel Lacroix, L´Ideologia della New Age, Milán (Il Saggiatore) 1998, p. 74.
(71) Ibid., p. 68.
(72) Edwin Schur, The Awareness Trap. Self-Absorption instead of Social Change, Nueva York (McGraw Hill) 1977, p. 68.
(73) Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 355-383.
(74) Cf. Paul Heelas, The New Age Movement. The Celebration of the Self and the Sacralization of Modernity, Oxford (Blackwell) 1996, p. 161.
(75) A Catholic Response to the New Age Phenomenon, Comisión Teológica Irlandesa 1994, capítulo 3.
(76) Congregación para la Doctrina de la Fe, Orationis Formas, 3.
(77) Ibid., 7.
(78) William Bloom, The New Age. An Anthology of Essential Writings, Londres (Rider) 1991, p. xvi.
(79) Catecismo de la Iglesia Católica, 387.
(80) Ibid., 1849.
(81) Ibid., 1850.
(82) Juan Pablo II, Carta Apostólica Salvifici doloris sobre el sufrimiento humano (11 de febrero de 1984), 19.
(83) Cf. David Spangler, The New Age, op. cit., p. 28.
(84) Cf. Juan Pablo II, Carta Encíclica Redemptoris Missio (7 de diciembre de 1990) 6, 28, y la Declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe Dominus Jesus (6 de agosto de 2000), 12.
(85) Cf. R. Rhodes, The Counterfeit Christ of the New Age Movement, Grand Rapids (Baker) 1990, p. 129.
(86) Helen Bergino.p., «Living One´s Truth», en The Furrow, Enero 2000, p. 12.
(87) Ibid., p. 15.
(88) Cf. Paul Heelas, op. cit., p. 138.
(89) Elliot Miller, A Crash Course in the New Age. Eastbourne (Monarch) 1989, p. 122. Para una documentación sobre la postura vehementemente anticristiana del espiritismo, cf. R. Laurence Moore, «Spiritualism», en Edwin S. Gaustad(ed.), The Rise of Adventism: Religion and Society in Mid-Nineteenth-Century America, Nueva York 1974, pp. 79-103, y también R. Laurence Moore, In Search of White Crows: Spiritualism, Parapsychology, and American Culture, Nueva York (Oxford University Press) 1977.
(90) Cf. Juan Pablo II, Carta encíclica Fides et Ratio (14 de septiembre de 1998), 36-48.
(91) Cf. Juan Pablo II, Alocución a los Obispos Norteamericanos de Iowa, Kansas, Missouri y Nebraska en su visita «ad limina», 28 de mayo de 1993.
(92) Cf. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Post-Sinodal Ecclesia in Africa, 103. El Consejo Pontificio para la Cultura ha publicado un guía que contiene una lista de estos centros en todo el mundo: Centros Culturales Católicos (3a edición, Ciudad del Vaticano, 2001).
(93) Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Orationis Formas, y § 3 supra.
(94) Éste es un campo donde la falta de información puede desorientar a los responsables de la educación a causa de los grupos cuya verdadero programa es contrario al mensaje del Evangelio. Es el caso particularmente de los colegios y escuelas, donde los jóvenes, llenos de curiosidad y obligados a escuchar constituyen una presa fácil y un objetivo ideal para el comercio ideológico. Cf. la llamada de atención en Massimo Introvigne, New Age & Next Age, Casale Monferrato (Piemme) 2000, p. 277s.
(95) Cf. J. Badewien,Antroposofia, en H. Waldenfels(ed.) Nuovo Dizionario delle Religioni, Cinisello Balsamo (san Paolo) 1993, p. 41.
(96) Cf. Raúl Berzosa Martínez,Nueva Era y Cristianismo, Madrid (BAC) 1995, p. 214.
(97) Helen Palmer, The Enneagram, Nueva York (Harper-Row) 1989.
(98) Cf. el documento del Comité para la Cultura de la Conferencia Episcopal Argentina, op. cit.
(99) 2 J. Gernet, en J.-P. Vernantet al., Divination et Rationalité,París (Seuil) 1974, p. 55.
(100) Cf. Susan Greenwood, «Gender and Power in Magical Practices, en Steven Sutcliffey Marion Bowman(eds.), Beyond New Age. Exploring Alternative Spirituality, Edinburgo (Edinburgh University Press) 2000, p. 139.
(101) Cf. M. Fuss, op. cit., pp. 198-199.
(102) Cf. C. Maccari, La “New Age” di fronte alla fede cristiana, LeumannTorino (LDC) 1994, p.168.
(103) Cf. W.J. Hanegraaff, op. cit., pp. 283-290.
(104) Para un estudio breve pero esclarecedor del Movimiento del Potencial Humano, véase Elizabeth Puttik,«Personal Development: the Spiritualisation and Secularisation of the Human Potential Movement», en Steven Sutcliffey Marion Bowman(eds.), Beyond New Age. Exploring Alternative Spirituality, Edinburgo (Edinburgh University Press) 2000, pp. 201-219.
(105) Sobre este último punto, sumamente delicado, véase el artículo «Neonazismus» de Eckhard Türken Hans Gasper, Joachim Müller, Friederike Valentin(eds.), Lexikon der Sekten, Sondergruppen und Weltanschauungen. Fakten, Hintergründe, Klärungen, Freiburg-Basel-Wien (Herder) 2000, p. 726.
(106) Cf. John Saliba, Christian Responses to the New Age Movement. A Critical Assessment, London (Geoffrey Chapman) 1999, p. 1.
(107) Cf. M. Fuss, op. cit., pp. 195-196.