La fe de la cananea

Jesús sale de Palestina (quizá por primera vez desde la huída a Egipto) y va a la región de Tiro, es decir, a Fenicia, país de paganos; no parece que fuese allí para predicar, quizá para descansar o instruir mejor a los discípulos, o para dejar que se calmara el entusiasmo de la muchedumbre que quería proclamarle rey después de la multiplicación de los panes.

En cualquier caso quiere pasar inadvertido: Entró en una casa prefiriendo que nadie se enterase de su presencia. Y entonces aparece alguién que ha oído hablar de Él. Es una mujer cananea -según una antigua tradición se llamaba Justa-, una pagana que tenía una hija poseída por un espíritu impuro. Le pide con humildad y con insistencia: ¡Ten piedad de mí! usando una fórmula de pordiosero, como hoy se pide “por amor de Dios”, y aunque no debía ser pobre elige la expresión mendicante.

Él no contestó ni una palabra, como si no la oyera, pero la mujer sin darse por vencida, insiste: !Ten piedad de mí! con un dolor manifiesto en su petición. Hasta que declara el motivo de su petición: mi hija es cruelmente atormentada por el demonio. Los discípulos, exasperados por la insistencia de la mujer, se acercaron al Señor para rogarle: Atiéndela y que se vaya, pues viene gritando detrás de nosotros[512]. No es impensable que alguno le sugiriese que la mandase marchar, sin más.

Después de haber hecho oídos sordos (a veces Dios quiere parecer sordo, insensible, distraído), dice: No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel[513]. Estas palabras debieron ser dichas de modo que fueran escuchadas por la mujer; son una prueba a su fe, pero no se desanima, ni tiene un movimiento de despecho, pues continúa suplicando se acercó y se postró ante él diciendo:¡Señor, ayúdame!. Jesús usa palabras duras que parecen indicar un rechazo: No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perrillos (los judíos solían llamar perros a los gentiles) aunque la expresión era común y está suavizada por el diminutivo, pero aún así…[514].

Es verdad, Señor, pero también los perrillos comen las migajas que caen de las mesas de sus amos[515], responde la mujer sin el menor enfado ante lo que parece una dura negativa, como quien dice: no pido más que las sobras. Y Jesús se deja vencer contento ante la insistencia de aquella buena mujer: Hágase como tú quieres". Y quedó sana su hija en aquel instante[516]. Se le da lo que quiere.

Es muy posible que la cananea no conociese los motivos de la resistencia del Señor a escucharla, pero insistió. Su perseverancia consigue el milagro. Nosotros podemos pensar en la fuente de esa constancia que va más allá del orgullo y de lo que incluso llamamos dignidad personal.

¿Pedía con constancia humilde por fe o por amor a su hija? no podemos saberlo con nitidez, pero que más da. Jesús la alaba por la fe: Mujer, grande es tu fe[517]. Poco saben de la fe los que piensan que es sólo algo de la inteligencia y nada del corazón. La mujer cananea amaba mucho a su hija, sufría con ella, la quería curada. Y ese amor purificado por el sufrimiento le permite descubrir quien es el Señor. Cierto que le han hablado de Él, pues le llama hijo de David, y sabe que ha hecho milagros, ¿por qué no va a conderle a ella lo que pide?; pero Jesús parece rechazarla, y ella sabe leer en sus silencios, y ver bondad donde las palabras indican rechazo. El amor es sabio.

Por otra parte la fe y el amor son inseparables. No es correcto separar la fe del amor.Para creer a alguién es preciso quererle, conocerle como bueno y veraz. Me fío y confío en quien amo.Creemos porque amamos, decía Newman.

El acto de fe es una acto de la persona completa que ama, conoce, siente y consiente. Es en un corazón bien dispuesto done actúa la gracia de Dios. El Espíritu Santo mueve el corazón y le convierte a Dios, abre los ojos de la mente y da a todos la suavidad en el aceptar y creer la verdad"[518] .

La cananea recibió lo que quería, porque pedía con fe. Y Jesús colocó su fe como modelo para aquellos que dentro del pueblo elegido creían con más doctrina, pero con menos humildad y amor.

Debemos aumentar nuestra fe: ¡Señor, yo creo! Me he educado en tu fe, he decidido seguirte de cerca. Repetidamente, a lo largo de mi vida, he implorado tu misericordia. Y repetidamente también, he visto como imposible que tú pudieras hacer tantas maravillas en el corazón de tus hijos. ¡Señor, creo! ¡Pero ayúdame, para creer más y mejor!" [519] . La cananea nos muestra el camino para una fe que consigue milagros: amar mucho a su hija y confiar en el poder de Dios, que no puede amar menos que ella. Ya lo dijo el Señor en otro lugar: si tuvieráis fe como un grano de mostaza, podríais decir a este monte: traládate de aquí allá y se trasladaría y nada os sería imposible[520]. ¿Tendremos los cristianos esa fe pedida por Jesús… la cananea la tuvo y consiguió el milagro para su hija?.


[512] Mt 15,23

[513] ibid.

[514] Cfr Carlos Pujol. Gente de la Biblia. La cananea.

[515] Mt,15,27

[516] Mt 15,28; cfr Mc 7,24-30

[517] Mt 15,28

[518] Concilio Vaticano II. Dei Verbum n.5

[519] Beato Josemaría Escrivá de Balaguer. Amigos de Dios. n.204

[520] Mt 17,21

Reproducido con permiso del Autor,

Enrique Cases, Mujeres valientes 3ª ed Eunsa pedidos a eunsa@cin.es

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3 comentarios

  1. Gracias por el comentario. Quisiera saber por qué le dicen «la cananea» si Caná es de Galilea? o me equivoco?

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