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Clonación: Argumentos de fondo

La herencia filosófica de Juan Pablo II al Magisterio

Algunos aportes filosóficos en la enseñanza de Juan Pablo II, relacionados con tres temas que muestran la presencia del enfoque personalista y fenomenológico al interior de la enseñanza pontificia

• Persona como sujeto comunional.

• Subjetividad de la persona, del trabajo y de la sociedad.

• Norma personalista de la acción.

Por Rodrigo Guerra López

Aportes filosóficos en el Magisterio de Juan Pablo II

Sería imposible páginas enunciar y mucho menos explicar todos los aportes filosóficos en la enseñanza de Juan Pablo II. Sin embargo, a modo de ejemplo quisiéramos señalar tres temas que nos llaman la atención y que muestran la presencia del enfoque personalista y fenomenológico al interior de la enseñanza pontificia. En los tres casos parte del contexto es teológico pero el núcleo de verdad afirmado es accesible a la razón filosófica:

• La persona como sujeto comunional: Karol Wojtyla escribió hacia 1976 un ensayo que tiene la amplitud de un pequeño libro y que pretende continuar algunos de los temas y problemas del capítulo final de Persona y acto. Este texto se llama La persona: sujeto y comunidad. En él se busca articular una teoría de la intersubjetividad que supere la noción de intersubjetividad monadológica propia de la filosofía de Husserl. Con este esfuerzo, Wojtyla se coloca dentro de la tradición del pensamiento dialógico (Martin Buber, Emmanuel Levinas, etc.) que sostiene que la persona es un sujeto relacional llamado a la entrega sincera a los demás. Esta misma idea reaparece al momento en que Juan Pablo II escribe sus catequesis sobre el amor humano. Dios crea al hombre, como unidad-de-los-dos, como varón y mujer, para que el hombre no esté solo. La creación del hombre es un acto comunional (de las Personas divinas) que hace radicar justamente la imagen y semejanza de lo humano con Dios en su carácter relacional. El Papa insistirá en esta idea posteriormente en Mulieris dignitatem: el fundamento de la imagen y semejanza con Dios no es sólo la razón y la voluntad libre – como sostiene, entre otros, Santo Tomás de Aquino – sino la constitutiva ordenación del varón a la mujer y de la mujer al varón. Para Juan Pablo II, el ser humano ha sido creado como “unidualidad relacional”: la Revelación y la experiencia humana lo manifiestan contundentemente por igual.

• La subjetividad de la persona, del trabajo y de la sociedad: Karol Wojtyla dio una conferencia en la Universidad Católica de Milán en 1977 intitulada: El problema del constituirse de la cultura a través de la «praxis» humana. En ella expone la prioridad del hombre como sujeto de la acción humana y su consecuencia metodológica: la acción como camino para entender a la persona. Utilizar la acción como vía para comprender mejor qué significa ser persona es posible debido a que toda actividad transeúnte posee una dimensión intransitiva sin la cual no puede apreciarse el actuar humano en sentido estricto. Existe no sólo una prioridad, entonces, metafísica sino propiamente «praxeológica» de lo humano cuando el hombre se realiza a sí mismo a través de la acción. Esta comprensión del hombre que recupera fenomenológicamente la antigua doctrina sobre el ágere y el facere se introducirá como propuesta esencial, años después, en la Encíclica Laborem excercens donde se afirma la prioridad del trabajo sobre el capital, y la prioridad de la dimensión subjetiva del trabajo sobre la objetiva. La fecundidad de la prioridad praxeológica de lo humano al interior de la acción permitirá entender cómo la persona se construye a sí misma (construye en cierto sentido parte de su subjetividad) al momento de construir el mundo. Además ayudará a entender que la subjetividad de la persona se participa al ser y hacer-junto-con-otros. Por lo que será posible hablar propiamente de que la sociedad posee «subjetividad» cuando el modo humano de la acción, es decir, la acción solidaria, se establece como dinámica estable en una comunidad. El tema de la «subjetividad social» será una de las claves para comprender la propuesta de las Encíclicas Solicitudo rei socialis y Centesimus annus. El Estado, la democracia y el mercado sólo pueden constituirse a la altura de la dignidad humana cuando se diseñan y operan a favor de la subjetividad personal y social. La Doctrina social de la Iglesia, de esta manera, no es más una suerte de Derecho natural «ad usum christianorum», no es más una suerte de deontología social, sino un verdadero conocimiento sapiencial que puede ser usado como teoría crítica tanto para leer la modernidad como para actuar en ella en el orden práctico-concreto].

• La norma personalista de la acción: Karol Wojtyla en su obra Amor y responsabilidad realiza una amplia relectura de la segunda modalidad del imperativo categórico kantiano. Para nuestro autor es imposible explicar la autoteleología de la persona si esta no es propiamente un fin. Justamente su condición de fin es la que permite entender que la persona es «digna», es decir, posee un valor absoluto incuestionable. Este valor es el fundamento y origen de la norma más importante y primaria de todas: persona est affirmanda propter seipsam! ¡Hay que afirmar a la persona por sí misma y nunca usarla como medio! Karol Wojtyla denomina a este imperativo moral: norma personalista de la acción. Es curioso que justamente una de las Encíclicas de Juan Pablo II más fuertemente acusadas de ser – según algunos de sus críticos – una recaída neo-tomista sea precisamente el documento en el que la norma personalista de la acción campea en todo su planteamiento y en su formulación explícita. Nos referimos a la Encíclica Veritatis splendor. En ella el fundamento de la moral no es un cierto código heterónomo, una exposición teórica de «valores» o una suerte de ideal de decencia preconcebido. El fundamento de la moral cristiana es el encuentro con una presencia. El amplio pasaje en el que se narra el encuentro del joven rico con Jesús intenta mostrar el fundamento personalista de la moral cristiana. Este argumento permitirá que el Papa sostenga con toda su autoridad magisterial que: “Es a la luz de la dignidad de la persona humana – que debe afirmarse por sí misma – como la razón descubre el valor moral específico de algunos bienes a los que la persona se siente naturalmente inclinada. Y desde el momento en que la persona humana no puede reducirse a una libertad que se autoproyecta, sino que comporta una determinada estructura espiritual y corpórea, la exigencia moral originaria de amar y respetar a la persona como fin y nunca como un simple medio, implica también, intrínsecamente, el respeto de algunos bienes fundamentales, sin el cual se caería en el relativismo y en el arbitrio”.

El autor, doctor en Filosofía, es el director del Observatorio social del CELAM

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