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Columna olímpica

24.7.12

      Estimados y queridos amigos, hoy aparece por primera vez esta “Columna olímpica” a cargo de un servidor. Durante veinte días estaremos comentando por esta vía la historia de los Juegos, la semblanza de los personajes clave, hazañas inolvidables, anécdotas y todo lo que rodea a una de las manifestaciones socio-cultural-económica-deportiva más importante en la historia de la humanidad.

Bienvenido Londres 2012 y bienvenidos ustedes también a estas páginas donde juntos vibraremos con las muchas emociones que, indudablemente, estos verdaderos titanes, mujeres y hombres, nos regalarán a manos llenas.

Todo mundo sabe que los Juegos nacieron en Grecia, como un homenaje a los dioses que se desarrollaba en las inmediaciones del monte Olimpo. Ahí, los atletas exhibían sus habilidades hasta encontrar al más rápido, más alto y más fuerte, como reza la alocución latina que da sentido a la competencia deportiva y ver su testa coronada con el olivo, símbolo de la victoria.

A finales del siglo XIX, el Barón Pierre de Coubertin, encabezó todo un movimiento tendiente a restaurar la clásica competición de origen helénico y de esa manera nació el Comité Olímpico Internacional, que con ajustes en sus estatutos e ideología, permanece hasta nuestros días.

Dada su noble estirpe, pudo optar por el trabajo intelectual y realizar algunos viajes, entre ellos, el que marcaría su ideal de vida, al presenciar en Londres las competencias interescolares de rugby.

En alguno de sus artículos escribió: “El deporte organizado puede crear una gran fuerza moral y social”. De regreso a Francia, intentó incorporar la educación física a los planteles educativos galos pero fracasó sonoramente en su intento.

Sin embargo, jamás se rindió y atacó la implementación de métodos deportivos desde otros flancos. Pese a ser un idealista, el Barón puso en práctica sus ideas y tras sortear una infinidad de problemas de logística, de carácter político y por supuesto, económicos, vio cristalizado el sueño de revivir los Juegos Olímpicos.

De esta manera, la llama olímpica volvió a brillar, precisamente en el lugar que la vio nacer. Atenas, en el año de 1896, se convirtió en la primera ciudad que albergaría a los atletas competidores en los nacientes Juegos de la era moderna.

De Coubertin no solo creó al Comité internacional sino que colaboró incansablemente para fortalecerlo y que su movimiento ganara en fuerza y credibilidad, cuestión que se logró con el devenir del tiempo.

Estamos prácticamente a horas de la ceremonia inaugural que, tenga usted por seguro, será fastuosa y sensacional. Londres cumplirá a cabalidad con realizar los Juegos más espectaculares de la historia y Don Pierre, desde el cielo atlético les dirá su frase: “Lo importante no es ganar sino competir”.

 


 

LA TRIVIA DE HOY: ¿Cuáles y en qué año, fueron los últimos Juegos Olímpicos del Barón de Coubertin como presidente del COI?

 

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