Castidad y continencia periódica

La moralidad de la continencia periódica está ligada a la existencia de razones graves para evitar la fecundidad y está ligada a los métodos con que se lleve a cabo. 

La continencia es la capacidad del ser humano de controlar su propia sexualidad. Es una virtud que forma parte de la virtud de la templanza, cuyo valor es particularmente excepcional ya que expresa la fuerza y dinámica más auténtica del misterio de la redención del cuerpo, significa el dominio de sí en el ámbito de los deseos de los sentidos, particularmente en la esfera de lo sexual.

 

– Tras una interpretación puramente biológica de la sexualidad humana, y por tanto, de la antropología, que ignora la capacidad humana de administrar la propia sexualidad mediante la razón y la libertad.

 

– Tras programas educativos inspirados en una idea degradante del hombre.

 

-Tras una patologización de la fecundidad.

 

La continencia se presenta hoy como una opción accesible a todos y benéfica desde diversos puntos de vista.

 

La castidad como virtud también deben vivirla los casados, porque es la virtud del amor conyugal auténtico y un don de Dios que esta esencialmente vinculada con el don del sacramento del matrimonio, cuyo sentido es:

 

– Proteger la dignidad particular del acto conyugal y las manifestaciones afectivas de los esposos.

 

– Ennoblece y santifica el amor conyugal cristiano purificándolo de los egoísmos.

 

– Introduce el equilibrio, respeto y armonía adecuados en las reilaciones recíprocas propias de la convivencia conyugal.

 

– Realiza el orden interior de la convivencia.

 

Por medio de la castidad los esposos encuentran la justa dimensión de la libertad en la entrega de la propia masculinidad y feminidad, manifestándose como la capacidad de percibir, amar y realizar los significados del “Lenguaje del cuerpo” permitiéndoles descubrir la no contradicción entre los significados unitivo y procreador del acto conyugal.

 

Para poder observar la castidad, los esposos deberán tener confianza en la providencia y gracia de Dios; tener que ayudar a la gracia con su propio conocimiento, comunicación, amor, y empeño. Dos aspectos necesarios para poder conjugar el amor conyugal con la responsable transmisión de la vida. Es una labor que requiere esfuerzo y cooperación.

 

Como capacidad para resistir la concupiscencia de la carne pues la continencia se abre a los valores más profundos inherentes al significado nupcial del cuerpo en su masculinidad y feminidad.

 

La moralidad de la continencia periódica está ligada a la existencia de razones graves para evitar la fecundidad y está ligada a los métodos con que se lleve a cabo. Porque, el recurso a la continencia periódica exige respeto al orden establecido por el Creador y la necesidad de una motivación de carácter ético.

 

El dominio del instinto es absolutamente necesario para la continencia periódica. Este dominio es imposible sin la virtud de la castidad y otros medios sobrenaturales como, la oración y los sacramentos. Es decir, que el recurso a la continencia periódica exige un estilo de vida humano y cristiano.

 

La paternidad responsable es fiel al plan de Dios sobre la transmisión responsable de la vida. No es sinónimo de limitación o exclusión de la natalidad, ni se reduce al carácter rítmico de la fecundidad de la mujer. Ni tampoco es sinónimo de ilimitada.

 

El significado y sentido de la paternidad responsable se manifiesta en la estructura íntima de la unión conyugal y está inscrita en el orden natural de la fecundidad humana. La verdad de la paternidad responsable responde a la dignidad personal y está unida a la madurez moral de la persona. Cada uno, comenzando por el hijo, es reconocido y respetado por sí mismo. Es decir, que vivirla es vivir el mandamiento del amor.

 

La decisión de procrear o no corresponde a los padres y debe ser consciente, informada y libre, en fidelidad a la ley de Dios, según es propuesta por el Magisterio de la Iglesia. Y su moralidad no depende sólo de la rectitud de intención y de los motivos, sino también de criterios objetivos tomados de la naturaleza de la persona y de sus actos. Por lo tanto, debe respetar el sentido íntegro de la mutua entrega y de la procreación humana, en un contexto de amor verdadero, por eso, la observancia de los ritmos naturales de la fecundidad necesita de la existencia de motivos proporcionados. Es decir, para que el uso de la vida matrimonial se limite exclusivamente a los periodos infecundos de la mujer, debe haber motivos objetivos de cierto peso y por un determinado tiempo. No basta para que sea moralmente recto el uso del matrimonio decir que se hace uso de los periodos infecundos, pues si el motivo de esa práctica es el egoísmo, se terminará desvirtuando el sentido de la sexualidad en el matrimonio.

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12 comentarios

  1. Me parecio muy interesante, pero crei que hablaria también sobre: cuando la pareja desea ofrecer a Dios la abstinencia como un acto de amor y penitencia, en reparación de las muchas prácticas que aveces los matrimonios caemos y al conocer más las cosas de Dios, nos damos cuenta de lo equivocados que estabamos en las relaciónes intimas, pues en ninguna parte dice que es permitido o no en la relación conyugal, me gustaria me recomendaran algun sitio o me comentaran algo al respecto. Gracias

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  4. Es un artículo que nos ayuda a crecer como persona y como pareja. Ya se nos había propuesto vivir la castidad desde nuestra promesa evangélica y este artículo nos lo aclara y nos propone una forma de vivirla.Gracias.

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  7. Me sirvió para reflexionar sobre el control de mi sexualidad, sobre todo porque trabajo en México, D.F. y mi familia vive en Monterrey, voy a verlos en promedio un vez cada 3 semanas.

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