Santoral 27 de abril | Nuestra Señora de Montserrat, Santa Zita y San Antimio

Nuestra Señora de Montserrat 

El culto a la Virgen de Montserrat, patrona de Cataluña, se remonta más allá de la invasión de España por los árabes, aunque el hallazgo de la imagen durante la reconquista dio un impulso definitivo a la devoción popular, extendida después ampliamente por España y Europa gracias a sus numerosos milagros y a los peregrinos del Camino de Santiago.

Santa Zita (1218-1278) 

Nació y murió en Lucca, Toscana en Italia.  Vivió toda su vida como sirvienta de la familia Fatinelli, que aprendió a  apreciarla mucho, por su encanto y alegría. Sacrificaba a diario una hora de sueño para ir a Misa y muy seguido ayunaba para guardar su comida para los pobres.  Murió entre grandes sufrimientos, mostrando la misma serenidad y buen humor que la había caracterizado siempre. Cuatro años después, el obsipo de la ciudad la quiso elevar a los altares, tan numerosos eran los favores que se recibían al visitar su tumba. Santa Zita es Patrona de las empleadas domésticas.

San Antimio (+303)

En el año 303, el palacio imperial de Nicomedia, Turquía, ciudad donde vivía Diocleciano, fue destruido por un incendio.  Pudiera ser que la causa hubiera sido un fuego mal apagado o la distracción de una cocinera, pero la opinión pública no permitió la investigación.  Pronto se dio por hecho que los cristianos eran los culpables y se hizo con ellos una espantosa masacre.  Todos los que no huyeron perecieron, unos quemados vivos en inmensas piras, otros arrojados al mar.

Los tres soldados enviados a la búsqueda del obispo Antimio no le habían visto jamás.  Fue él quien les recibió cuando llegaron a la granja donde se escondía.  “Al obispo Antimio no lo conocéis- les dijo- pero yo sí le conozco y os lo entregaré enseguida.  Pero para festejar tan feliz acontecimiento, sentémonos a la mesa y comamos juntos”, e hizo que les sirvieran una comida de lo más copiosa.  Después tomó con ellos el camino de Nicomedia donde las autoridades le cortaron la cabeza.

* El trabajo que más vale a los ojos de Dios es el que  se hace con diligencia y alegría. Hoy me propondré trabajar de esta manera.

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