Santoral 19 de mayo | San Ivo, San Pedro Celestino papa, San Adolfo de Arras, San Crispín de Viterbo, San Dunstán de Canterbury, San Teófilo de Corte, San Urbano I papa, Beato Agustín Novelli, Juan de Santo Domingo Martínez, Beata Humiliana de Florencia, Beato Juan Bautista Javier Loir, Beata María Bernarda Bütler, Beato Pedro Wrighy

San Ivo

En un castillo cerca de Tréguier, en la Bretaña Menor, en Francia, san Ivo, presbítero, que ejerció la justicia sin acepción de personas, fomentó la concordia, defendió por amor de Cristo las causas de los huérfanos, viudas y pobres, y acogió en su casa a esos mismos desfavorecidos.

San Pedro Celestino papa

En Rocca di Funone, cerca de Alatri, en el Lacio, muerte de san Pedro Celestino, el cual, después de haber abrazado la vida eremítica en el Abruzo con fama de santidad y siendo conocido por sus milagros, ya octogenario fue elegido Romano Pontífice, tomando el nombre de Celestino V, pero en el mismo año renunció al oficio y prefirió retirarse a la soledad.

San Adolfo de Arras

En Arras, de Neustria, san Adolfo, obispo a la vez de esta ciudad y de Cambrai.

San Crispín de Viterbo

En Roma, san Crispín de Viterbo, religioso de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, que mientras recorría los pueblos de las montañas para mendigar limosna, enseñaba los rudimentos de la fe a los campesinos.

San Dunstán de Canterbury

En Canterbury, en Inglaterra, san Dunstán o Dustano, obispo, quien, como abad de Glastonbury, restauró y propagó la vida monástica. Fue promovido a la sede episcopal de Worcester, luego a la de Londres y, finalmente, a la de Canterbury, trabajando para promover la concordia regular de los monjes y de las monjas.

San Teófilo de Corte

En Fucecchio, de la Toscana, san Teófilo de Corte, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, quien propagó en gran manera las casas de retiro para los frailes, mostrando una gran devoción a la Pasión del Señor y a la Virgen María.

San Urbano I papa

En Roma y en el cementerio de Calixto, en la vía Apia, san Urbano I, papa, que gobernó fielmente la Iglesia Romana durante ocho años, tras el martirio de [san Calixto].

Beato Agustín Novell

En Siena, en la Toscana, beato Agustín Novelli, presbítero de la Orden de Ermitaños de San Agustín, cultivador de la verdadera humildad y amante de la observancia religiosa.

Juan de Santo Domingo Martínez

En Suzuta, en Japón, beato Juan de Santo Domingo Martínez, presbítero de la Orden de Predicadores y mártir, que murió en la cárcel por Cristo.

Beata Humiliana de Florencia

En Florencia, de la Toscana, en Italia, beata Humiliana, de la Tercera Orden de San Francisco, que como esposa soportó muy malos tratos con una paciencia y una mansedumbre admirables y luego, habiendo enviudado, se entregó de lleno a la oración y las obras de caridad.

Beato Juan Bautista Javier Loir

En un barco prisión frente a Rochefort, en Francia, beato Juan Bautista Javier (Juan Luis) Loir, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos y mártir, quien durante la Revolución Francesa, casi octogenario, fue encarcelado por ser sacerdote y murió estando arrodillado.

Beata María Bernarda Bütler

María Bernarda, fundadora de las Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora, nació en Suiza y murió en Cartagena de Indias (Colombia). Siendo ya religiosa franciscana en su patria, marchó a Ecuador para desarrollar su vocación misionera, y luego pasó a Colombia. Dimensiones principales de su vida fueron la intensa oración, el apostolado, el servicio a los enfermos y desamparados, y la dirección de la Congregación en que se convirtió lo que en principio iba a ser una casa filial del monasterio suizo. El 29 de octubre de 1995, Juan Pablo II la beatificó. junto a otras dos hijas espirituales de san Francisco: María Teresa Sherer (16 de junio) y Margarita Bays (27 de junio).


María Bernarda (de nombre de pila: Verena) nació y fue bautizada en Auw (cantón de Argovia, Suiza) el día 28 de mayo de 1848. Era la cuarta hija de Enrique y de Catalina Bütler, campesinos humildes y católicos practicantes.

Al concluir la enseñanza escolar básica, se dedicó a los quehaceres domésticos y al trabajo en el campo. En plena juventud ingresó en una casa de religiosas. Al sentir que Dios no la llamaba a vivir en aquel lugar, regresó a la casa paterna, donde, entregada al trabajo, a la oración y al apostolado, continuó alimentando su vocación hasta que, el día 12 de noviembre de 1867, a los 19 años de edad, ingresó en el monasterio franciscano de María Auxiliadora, en Altstätten (Suiza). El 4 de mayo de 1868 vistió el hábito franciscano, tomando el nombre religioso de María Bernarda del Sagrado Corazón de María. Hizo la profesión religiosa el 4 de octubre de 1869.

Destacaba por su profunda virtud y sus cualidades humanas; por ello, no tardó en ser nombrada maestra de novicias y, más tarde, superiora, servicio que prestó hasta su partida para las misiones.

Cuando Mons. Pedro Schumacher, obispo de Portoviejo (Ecuador), escribió relatando el total abandono en que vivía la gente de aquellas tierras y ofreciendo su diócesis como campo misionero, María Bernarda tuvo el convencimiento de que aquella invitación era una clara llamada de Dios a anunciar el Evangelio y a fundar una casa filial del monasterio de Altstätten en tierras ecuatorianas. Tras vencer la resistencia inicial de las autoridades eclesiásticas y obtener el permiso pontificio para dejar el monasterio, el 19 de junio de 1888, se dirigió, con seis compañeras, a Le Havre, Francia, donde embarcaron las siete rumbo a Ecuador.

Aquel paso, concebido sólo como el inicio de la fundación de una filial misionera del monasterio suizo, fue, de hecho, el inicio de un proceso que convirtió a María Bernarda en fundadora de un nuevo instituto, la congregación de las Hermanas Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora.

Cuando llegaron a Ecuador, el obispo asignó a las siete religiosas la población de Chone, lugar difícil y espiritualmente abandonado, que contaba con unos 13.000 habitantes. Puso como base de su actividad misionera la oración, la pobreza, la fidelidad a la Iglesia y el ejercicio de las obras de misericordia. Se encargaron de la educación de los niños y jóvenes, anunciándoles el Evangelio, animaban la liturgia, visitaban y asistían a los enfermos y a los pobres.

La semilla derramada por esta gran mujer germinó y fructificó. Surgieron varias casas filiales en Ecuador. Pero la obra estuvo marcada también por el misterio de la cruz: pobreza absoluta, clima tórrido, inseguridades y dificultades de toda especie, se agregaron a malentendidos por parte de algunas autoridades de la Iglesia y la separación del instituto de algunas hermanas de su primera fundación fuera de Ecuador.

En 1895 la madre María Bernarda y más de 15 hermanas tuvieron que huir de Ecuador, a causa de una violenta persecución contra la Iglesia. En el puerto de Bahía se embarcaron rumbo a Colombia. Durante la travesía recibieron la invitación de Mons. Eugenio Biffi, obispo de Cartagena de Indias, a trabajar en su diócesis. El día 2 de agosto de 1895 llegaron al puerto de Cartagena. Mons. Biffi las atendió paternalmente y les asignó como residencia un ala del hospital de mujeres, llamado Obra Pía, donde María Bernarda murió años más tarde.

El número de las hermanas creció y la congregación fundó casas en Colombia, Austria y Brasil. La madre Bernarda permanecía temporadas con las hermanas en los diversos lugares, compartía con ellas su trabajo y su vida, era ejemplo vivo de sencillez evangélica, edificaba y animaba a todas. Atendía con ternura y misericordia a todos los necesitados en el alma o en el cuerpo, pero sus predilectos eran los pobres y los enfermos. Oraba, exhortaba, escribía y evangelizaba con asombrosa entrega e intensidad.

Dirigió su congregación durante 32 años. Y cuando renunció con gratitud y humildad a este servicio, continuó animando a las hermanas con su ejemplo, su palabra y sus innumerables escritos, que son una mina de doctrina y de fecundidad espiritual.

Falleció el 19 de mayo de 1924, en la Obra Pía, a los 76 años de edad, 56 de vida religiosa franciscana y 36 de misionera en América Latina.

Su Intercesión comprobada

Dos milagros han sido reconocidos expresamente por la Iglesia Católica, atribuidos a la intercesión de la Madre María Bernarda Bütler, que sirvieron, primero, para la beatificación y, luego, la canonización. Cabe señalar que la Iglesia pide en estos casos el testimonio oficial de un tribunal médico, el cual corrobora que no hay explicación científica para las curaciones.

El milagro tomado para la beatificación ocurrió en 1969: la pequeña Liliana Sánchez, que por aquel entonces contaba con sólo 15 días de vida, presentaba ausencia de los huesos de la bóveda craneana e iba a morir en el corto plazo. Una religiosa de la congregación, la Hermana Filomena Martínez, le entregó a la mamá de la niña una reliquia de la Madre Bernarda y una novena. La señora puso la reliquia en la cabeza de su hija y rezó. De la noche a la mañana, se produjo una reconstrucción ósea completa, verificada por los médicos.

Por otra parte, en el año 2002, Mirna Jazime Correa, una médico de 29 años de edad de Cartagena, presentaba neumonía atípica complicada con derrame pleural bilateral y síndrome distrés respiratorio del adulto (SDRA). A pesar de los tratamientos médicos y farmacológicos no mejoraba y el 5 de julio se encontraba completamente desahuciada, conectada a las máquinas, mientras sus signos vitales iban decayendo.

Al igual que lo había hecho en su momento la madre de la niña Liliana Sánchez, la mamá de Mirna colocó sobre la cabeza de su hija una reliquia de la Beata María Bernarda y pidió durante todo el día la curación. Refieren testigos que a la oración se unió el personal de la unidad de cuidados intensivos.

La sorpresa llegó el día después, cuando se observó en la enferma una mejoría general, que se acentuó con el correr de las jornadas, sin que quedara ninguna secuela en los pulmones, luego de un cuadro de extrema gravedad.

Varios médicos del centro de salud testificaron: “No hay explicaciones naturales o clínicas en dicha curación. Lo que esperábamos en el cuadro tan complicado de la doctora Mirna era la muerte. La recuperación fue sorpresiva”.

El 6 de julio del 2007, el Papa Benedicto XVI autorizó la promulgación del decreto sobre este milagro, que ha sido el último paso en el proceso que ahora terminará con la canonización de la beata Madre María Bernarda Bütler.

ORACIÓN
Te bendecimos, Señor,
porque has elegido a Santa María Bernarda,
para hacer presente tu amor misericordioso
y cooperar en la extensión de tu Reino.
Concédenos las gracias que por su
intercesión te pedimos,
haz que su ejemplo de vida
nos ayude a crecer en la bondad
y el amor al servicio de los hermanos.
Afirma, Señor, en nosotros,
la fe, la esperanza y l

Beato Pedro Wrighy

En Londres, en Inglaterra, beato Pedro Wright, presbítero y mártir, que por haber abrazado la fe de la Iglesia Católica ingresando en la Compañía de Jesús y siendo promovido a las órdenes sagradas, en tiempo de la República Inglesa fue conducido al martirio en el patíbulo de Tyburn.

 

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