Santoral 13 de enero | San Hilario, Santa Yvette y Beato Hildemaro

San Hilario obispo y doctor de la Iglesia (315-368) 

Fue hijo de noble familia cuyos miembros aún rendían culto a los antiguos dioses.  Fue educado en Burdeos.  Adquirió fama como estilista y filósofo de excelentes cualidades.  Contrajo matrimonio muy joven y vivía dedicado exclusivamente a sus estudios, gozando, con su esposa y su hija, de la vida  apacible de un noble de provincia.  En estas circunstancias se produjo su conversión.  Su cultura clásica, la lectura de la Sagrada Escritura, primero del Antiguo Testamento, después del Evangelio de San Juan, le abrieron nuevas perspectivas a su alma, sedienta de la Verdad.  

Hilario no se opuso a la gracia de Dios.  Se convirtió al cristianismo y trató de practicar con su familia los principios de la vida cristiana.  Por su carácter y aptitudes fue elegido Obispo y aceptó el cargo con extraordinaria

responsabilidad.  Se consagró a los estudios bíblicos y como fruto de ellos, escribió una explicación del Evangelio de San Mateo.  Su prestigio lo puso a la cabeza de Episcopado galo y emprendió una lucha implacable en contra de los arrianos.  El Emperador, Constancio II, que entonces intentaba arrianizar a Occidente, lo desterró hacia el Asia Menor y en Frigia, Hilario escribió su obra maestra de Teología católica sobre la Divina Trinidad.  Murió el año 367 y fue denominado, por San Agustín y San Jerónimo: «Poderoso defensor de los derechos de la Iglesia».  El Papa Pío XI, en 1851, lo enriqueció con el título de Doctor de la Iglesia.

Santa Yvette (1158-1228)

Se casó a los trece años y enviudó a los dieciocho.  Pasó los treinta últimos años de su vida en una pequeña celda adosada a la iglesia de Huy (Bélgica), su ciudad natal.  Durante su reclusión curaba a los leprosos.

Beato Hildemaro (+1087)

Siguió a Guillermo el Conquistador en la invasión de Inglaterra.  Fue recompensado con el cargo de limosnero de la corte cuando los normandos vencieron a los sajones.  A la muerte de Guillermo, Hildemaro perdió su cargo y regresó a Tournai, Bélgica, de donde era originario.  

No se sabe cuando se convirtió y cuando, en compañía del ermitaño Rober y su amigo Conon, se retiró al bosque de Arrouaise.  Ninguno estaba enterado de que el lugar servía de refugio a un temible jefe de bandidos llamado Bérenger.  Éste mandó a uno de los suyos para que, en su nombre, pidiera su admisión como  novicio en la pequeña comunidad.  Hildemaro se sintió dichoso de acoger a Bérenger.  Pero a la mañana siguiente el falso novicio lo apuñaló mientras estaban rezando.

* Un buen propósito: leer diariamente la Sagrada Escritura.

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