De la vida monástica

1. Conviene que aprendas, a quebrantarte en muchas cosas, si quieres tener paz y concordia con otros.

No es poco morar en los monasterios y congregaciones, y allí conversar sin quejas, y perseverar fielmente hasta la muerte.

Bienaventurado es el que vive allí bien y acaba dichosamente. Si quieres estar bien y aprovechar, mírate como desterrado y peregrino sobre la tierra. Conviene hacerte simple por Cristo, si quieres seguir la v ida religiosa.

2. El hábito y la corona poco hacen; mas la mudanza de las costumbres y la entera mortificación de las pasiones hacen al hombre verdadero religioso.

El que busca algo fuera de Dios y la salvación de su alma, no hallará sino tribulación y dolor. No puede estar mucho tiempo en paz el que no procura ser el menor y el más sujeto de todos.

3. Viniste a servir, no a mandar; persuádete que fuiste llamado para trabajar y padecer, no para holgar y parlar. Pues aquí se prueban los hombres, como el oro en el crisol (Sap 3, 6).

Aquí no puede estar alguno, si no quiere de todo corazón humillarse por Dios.

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3 comentarios

  1. Que difícil es sacudir de ti tus pasiones y malos hábitos. Solo puedes lograrlo al tener conciencia de que para Dios no hay imposibles y con su ayuda podemos hacerlo.
    La oración es el camino, pero más que las oraciones del catecismo, son las oraciones personales, las razonadas, las que salen del corazón, las que nos acercan a Él.
    Intentémoslas, con la seguridad de que no tan solo Él nos escucha sino que también nos habla, pudiendo decir entonces como Samuel: “Habla Señor, que tu siervo escucha”… Amén…

  2. Que hermoso -a la vez que difícil- liberarse de la enorme carga que conlleva ser humano y por ende dejarse llevar por los deseos de la carne; sin duda que un ambiente de claustro contribuye a despojarnos de la pesada carga que llevamos sobre las espaldas.

    Creo sin embargo, que el entorno del monasterio sin duda contribuye a irnos limpiando de nuestra basura material para finalmente lograr nuestro encuentro con Cristo..

    Es por ello que como laicos, debemos día a día buscarnos un espacio para lograr ese tan esperado encuentro con Nuestro Señor, a través de la oración y una introspección que nos permita autoanalizarnos para ir eliminando todo lo que nos separa de Él y así lograr cada día una mayor espiritualidad… Gloria a Dios… Amén…

  3. Tratemos, en la medida de lo posible, llevar el recogimiento del monasterio en nuestro hogar, trabajo y actividades mundanas, teniendo siempre a Dios como muestra luz y guía, recordando siempre las palabras de Jesús que nos dice: » Mi paz os dejo, Mi paz os doy; no teman…»

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