Viernes. 9 Semana del Tiempo Ordinario

Marcos 12, 35-37

Autor: Pablo Cardona

«Y tomando Jesús la palabra, decía enseñando en el Templo: ¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David? El misino David, movido por el Espíritu Santo, ha dicho: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos bajo tus pies.
El mismo David le llama Señor, entonces, ¿de dónde puede ser su hijo? E inmensa muchedumbre le escuchaba con gusto.»
(Marcos 12, 35-37)

1º. Jesús, los judíos no entienden que puedas ser a la vez «hijo de David» -descendiente suyo- y que seas su Señor.

La verdad es que no es sencillo entender que puedas ser a la vez Dios y hombre verdadero.

De hecho es imposible entenderlo en toda su profundidad: la Encamación es un misterio de fe.

Tu humanidad está fuera de toda duda: has nacido de María, has sido un niño normal y has crecido en medio de todos como uno más.

Por eso, cuando empiezas a predicar, la gente de Nazaret se pregunta: «¿De dónde sabe éste estas cosas ? ¿No es éste el artesano, el hijo de Maria, y hermano de Santiago y de José y de Judas y de Simón?» (Marcos 6,2-3).

Tienes sed, hambre, cansancio.

Lloras por la muerte de tu amigo Lázaro y te apiadas de la muchedumbre que anda «como ovejas sin pastor» (Marcos 6,34).

Naces, vives y mueres como hombre, con corazón y sentimientos de hombre.

Pero también eres Dios, igual al Padre: «Yo estoy en el Padre y el Padre en mí». (Juan 14,11).

«Yo y el Padre somos uno» (Juan 10,30).

De hecho, los judíos te crucifican por esta razón: «Según la Ley debe morir porque se ha hecha Hijo de Dios» (Juan 19,7).

La Resurrección es la prueba final de tu divinidad: «¡Señor mío y Dios mío!» (Juan 20,28), exclama Tomás a verte resucitado.

Jesús, Tú no eres un sabio, un buen hombre al que vale la pena hacer caso.

Esto es mucho…, pero es poco: Tú eres Dios verdadero, el Hijo del Padre.

Y sigues vivo; y esperas no sólo que te siga, sino que viva contigo, en Ti y por Ti.

2º. «Al abrir el Santo Evangelio, piensa que lo que allí se narra -obras y dichos de Cristo- no sólo has de saberlo, sino que has de vivirlo. Todo, cada punto relatado, se ha recogido, detalle a detalle, para que lo encarnes en las circunstancias concretas de tu existencia.

-El Señor nos ha llamado a los católicos para que le sigamos de cerca y, en ese Texto Santo, encuentras la Vida de Jesús; pero, además, debes encontrar tu propia vida.

Aprenderás a preguntar tú también, como el Apóstol, lleno de amor: “Señor ¿qué quieres que yo haga?…”· -¡La Voluntad de Dios!, oyes en tu alma de modo terminante.

Pues, toma el Evangelio a diario, y léelo y vívelo como norma concreta. -Así han procedido los santos» Forja.-754).

Jesús, la Sagrada Escritura, aunque físicamente narrada por diversos autores, está toda ella inspirada por el Espíritu Santo.

Por eso dices que el texto de David estaba «movido por el Espíritu Santo».

Por tanto, tengo la certeza de que lo que allí aparece no es una historia cualquiera: «todo, cada punto relatado, se ha recogido, detalle a detalle, para que lo encarnes en las circunstancias concretas de tu existencia.

Los libros inspirados enseñan la verdad. Como todo lo que afirman los hagiógrafos, o autores inspirados, lo afirma el Espíritu Santo, se sigue que los libros sagrados enseñan sólidamente, fielmente y sin error la verdad que Dios hizo consignar en dichos libros para salvación nuestra» (C. I. C.- 107).

Jesús, conviene que conozca especialmente el Evangelio, pues leyendo ese «Texto Santo» encuentro en tu vida mi propia vida.

Debo aprender a meterme en el Evangelio, a vivir contigo aquellas escenas y sacar consecuencias para mi vida diaria: vivir hoy como hubieras vivido Tú en mi lugar; ser otro Cristo, que vive entre mis compañeros de trabajo, entre mis familiares, vecinos y conocidos.

Fuente: almudi.org

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