Sábado. Quinta de Pascua

Juan 15, 18-21

Autor: Pablo Cardona

 

«Si el mundo os odia, sabed que antes que a vosotros me ha odiado a mí. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como no sois del mundo, sino que yo os escogí del mundo, por eso el mundo os odia. Acordaos de la palabra que os he dicho: no es el siervo más que su señor Si me han perseguido a mí, también a vosotros os perseguirán. Si han guardado mi doctrina, también guardarán la vuestra. Pero os harán todas estas cosas a causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado.» (Juan 15, 18-21)

 

1º. Jesús, ¿qué quieres decir con eso de que no sois del mundo?

¿Es que acaso tengo que dejar este mundo para servirte porque el mundo es algo perverso, imposible de santificar?

El mundo y todo lo que conlleva -el trabajo, las relaciones familiares y sociales, la diversión, el deporte, la política, la ayuda a los más necesitados, la música- no puede ser malo, puesto que es creación de Dios.

Salida de la bondad divina, la creación participa en esa bondad («Y vio Dios que era bueno… muy bueno»: Génesis 1).

Porque la creación es querida por Dios como un don dirigido al hombre, como una herencia que le es destinada y confiada.

La Iglesia ha debido, en repetidas ocasiones, defender la bondad de la creación, comprendida la del mundo material.

Además, Jesús, Tú te has pasado la vida trabajando, santificando una vida de lo más corriente: en un pueblo pequeño, Nazaret, entre familiares y amigos, haciendo bien tu trabajo, cumpliendo tus deberes y viviendo con espíritu de servicio.

Jesús, con tu vida me enseñas que mi vida no es algo sin importancia: puede ser una vida santa si la vivo como la hubieras vivido Tú en mi lugar.

Un poco más adelante me das la respuesta: «No pido que los saques del mundo, sino que los guardes del Maligno». (Juan 17,15).

El mundo en sí no es malo: lo malo es ser «mundano».

Jesús, cuando dices: no sois del mundo, quieres recordarme que no puedo poner mi último fin en las cosas de este mundo -esto sería ser mundano-; que estoy llamado a una vida eterna.

Que no viva como si todo se acabara aquí abajo, porque es falso; es el gran engaño del Maligno: conseguir que me olvide de Ti la mayor parte del tiempo.

 

2º. «¡Madre! ?Llámala fuerte, fuerte. -Te escucha, te ve en peligro quizá, y te brinda, tu Madre Santa María, con la gracia de su Hijo, el consuelo de su regazo, la ternura de sus caricias: y te encontrarás reconfortado para la nueva lucha(Camino.-516).

Madre, si quiero comportarme como un buen cristiano, mi conducta chocará con el ambiente.

Estoy en el mundo, con los pies en la tierra, pero miro al cielo con visión sobrenatural, que es la visión más real: miro las cosas del mundo desde tu punto de vista.

Por eso no pierdo la alegría donde otros sólo descubren sufrimiento; trabajo lo mejor posible cuando otros sólo hacen lo justo; no calculo los favores que hago; intento servir en lo que puedo; lucho por mejorar cada día un poco; me mortifico; etc.

Sin embargo, a veces me canso de luchar o me cuesta especialmente ese ir contracorriente.

Ayúdame Virgen María, dame tu cariño de madre, consígueme gracia de tu hijo para que sea fuerte.

No me dejes solo ante las persecuciones del mundo, que es uno de los enemigos del alma: el mundo, el demonio y la carne.

A lo mejor no sufro una persecución como la de los apóstoles, pero el mundo me tienta ahora de manera mucho más sutil y más mortífera: por ejemplo, cuando me aconseja quedar bien a toda costa, cuando me dominan las cosas materiales o cuando no hago lo que debo por pura comodidad.

Madre, cuando sienta esas tentaciones -que parecen poca cosa pero que destruyen mi vida interior- que sepa llamarte fuerte, fuerte, pidiéndote la fortaleza necesaria para no dejarme atrapar por el ambiente mundano, pagano, superficial y hedonista que me rodea.

Que sepa ser, en medio de este mundo, un ejemplo de vida cristiana.

Que sepa vivir en el mundo con los pies en el suelo y la cabeza en el cielo: metido de lleno en mi ambiente pero con una vida interior tan profunda que ayude también a otros a levantarse y volver a luchar.

 

Fuente: almudi.org

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