Martes. Séptima de Pascua

Juan 17, 1-10

Autor: Pablo Cardona

«Jesús, dicho esto, elevó sus ojos al cielo y exclamó: Padre, ha llegado la hora. Glorifica a tu Hijo para que tu Hijo te glorifique; ya que le diste poder sobre toda carne, que él dé vida eterna a todos los que Tú le has dado. Esta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo a quien Tú has enviado. Yo te he glorificado en la tierra: he terminado la obra que Tú me has encomendado que hiciera. Ahora, Padre, glorifícame Tú a tu lado con la gloria que tuve junto a Ti antes de que el mundo existiera. He manifestado tu nombre a los que me diste del mundo. Tuyos eran, me los confiaste y han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me has dado proviene de Ti, porque las palabras que me diste se las he dado y ellos las han recibido y han conocido verdaderamente que yo salí de Ti, y han creído que Tú me enviaste. Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo sino por los que me has dado, porque son tuyos. Todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío, y he sido glorificado en ellos.» (Juan 17, 1-10)

1º. Jesús, estás al final de la última cena cuando exclamas: «Padre, ha llegado la hora»

Varias veces los judíos habían intentado matarte, pero no podían porque aún no había llegado tu hora.

Ahora ha llegado, y te entregas voluntariamente para salvarme.

Te entregas porque quieres…, porque me quieres.

Y yo, ¿qué te estoy entregando? ¿Soy, al menos, generoso con mi tiempo: para ir a Misa, para hacer la oración, para servir a los demás, para aprovecharlo lo mejor posible?

Esta última oración tuya es como un resumen de tu misión y de tu vida.

Por las palabras con las que comienza se ha venido a llamar la oración de la «Hora de Jesús»; y por su contenido, recibe también el nombre de «oración sacerdotal».

«Jesús ha cumplido toda la obra del Padre, y su oración, al igual que su sacrificio, se extiende hasta la consumación de los siglos. La oración de la «Hora de Jesús» llena los últimos tiempos y los lleva hacia su consumación. Jesús, el Hijo a quien el Padre ha dado todo, se entrega enteramente al Padre y, al mismo tiempo, se expresa con una libertad soberana debido al poder que el Padre le ha dado sobre toda carne. El Hijo que se ha hecho Siervo, es el Señor el Pantocrátor: Nuestro Sumo Sacerdote que ruega por nosotros es también el que ora en nosotros y el Dios que nos escucha» (C. I. C.- 2749).

«He terminado la obra que Tú me has encomendado que hiciera»

Jesús, has cumplido la voluntad de Dios.

Yo también tengo una misión, una tarea encomendada por Dios.

¿Estoy dispuesto a descubrirla y a cumplirla?

Para hacerlo, sé que debo ponerme cerca de Ti y pedirte luces: Señor, hazme ver lo que quieres de mí; hazme entender tu voluntad.

2º. «En la hora de la tentación, ejercita la virtud de la Esperanza, diciendo: para descansar y gozar una eternidad me aguarda; ahora, lleno de Fe, a ganar con el trabajo, el descanso; y, con el dolor el goce…

¿Qué será el Amor en el Cielo?

Mejor aún, ejercita el Amor reaccionando así: quiero dar gusto a mi Dios, a mi Amado, cumpliendo su Voluntad en todo…, como si no hubiera premio ni castigo: solamente por agradarle.» (Forja.-1008).

Jesús, en el momento difícil, cuando es la hora de la tentación, me recuerdas: «Esta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo a quien Tú has enviado.»

Me animas a que piense en el premio: conocerte a Ti -Dios verdadero- cara a cara; vivir en Ti, en tu amor, donde todo es donación: «todo lo mío es tuyo, y lo tuyo es mío.»

En esta vida experimentamos un goce muy limitado, porque lo espiritual en nosotros -conocimiento y amor- está supeditado a la limitación material de los sentidos.

Pero en la vida eterna, nuestro cuerpo ya no estará compuesto de una materia limitada y burda, porque será un cuerpo glorioso, y por eso nuestro goce -espiritual y corporal- alcanzará una intensidad indefinida.

Vale la pena trabajar por ese Descanso, y sufrir por esa Satisfacción que sacia sin saciar.

Pero mejor que por el premio, es luchar por Amor: por agradarte, Jesús; para que estés contento, porque ya hay demasiada gente que te hace sufrir, que no sabe corresponder a lo mucho que Tú les has amado.

Fuente: almudi.org

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