IV Domingo de Cuaresma, Ciclo B

Juan 3, 14-21

Autor: Pablo Cardona

«Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es preciso que sea levantado el Hijo del Hombre, para que todo el que crea tenga vida eterna en él. Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca sino que tenga vida eterna. Pues Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por éL El que cree en él no es juzgado; pero quien no cree ya está juzgado, porque no cree en el nombre del Hijo Unigénito de Dios. Este es el juicio: que vino la luz al mundo y los hombres amaron más a las tinieblas que la luz, ya que sus obras eran malas. Pues todo el que obra mal odia la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprobadas. Pero el que obra según la verdad viene a la luz, para que sus obras se pongan de manifiesto, porque han sido hechas según Dios.» (Juan 3, 14-21)

1. Este domingo es especial dentro de la Cuaresma: se llama domingo laetare por las palabras de la Antífona de entrada: Laetare Ierusalem.

Festejad Jerusalén, gozad con ella todos los que la amáis, alegraos de su alegría.

Se pueden usar ornamentos rosados en lugar de los morados, y poner flores en el altar, algo excepcional en Cuaresma.

La Iglesia quiere recordar que la Redención es el mayor motivo de alegría: la Cruz es salvación y vida.

Dios dijo a Moisés que hiciera una serpiente de bronce para que, al mirarla, quedaran curados los que habían sido picados por serpientes venenosas en el desierto.

De la misma manera, Jesús, tenias que ser levantado –crucificado- para que todo el que crea tenga vida eterna.

Tú has venido al mundo para salvarnos del pecado: de la picadura mortal de la serpiente a Adán y Eva y de todos los pecados personales.

Para curar esta enfermedad mortal me basta con mirar a la Cruz, donde estas clavado por amor a mí, pues «tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.»

«Por eso, incluso el pecado original es un motivo de alegría. ¿Por qué Dios no impidió que el primer hombre pecara? San León Magno responde: “La gracia inefable de Cristo nos ha dado bienes mejores que los que nos quitó la envidia del demonio» (sermón 73, 4). (…) De ahí las palabras de 5 Pablo: “Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” (Romanos 5, 20). Y el canto del Exultet ¡Oh feliz culpa que mereció tal y tan grande Redentor!» (Catecismo.- 412).

2º.        «¡Sacrificio, sacrificio! -Es verdad que seguir a Jesucristo -lo ha dicho El- es llevar la Cruz. Pero no me gusta oír a las almas que aman al Señor hablar tanto de cruces y de renuncias: porque, cuando hay Amor, el sacrificio es gustoso -aun que cueste- y la cruz es la Santa Cruz.»

-El alma que sabe amar y entregarse así, se colma de alegría y de paz.

Entonces, ¿por qué insistir en «sacrificio», como buscando consuelo, si la Cruz de Cristo -que es tu vida- te hace feliz?» (Surco.-249).

Jesús, la Cruz es consecuencia de tu amor por mí.

Tanto amó Dios al mundo: ¡tanto me has amado, Jesús!

¿Cómo voy a tener miedo a la cruz, a darme, a esforzarme, a sacrificarme por Ti, cuando Tú has dado toda tu vida por mí?

Cuando hay Amor, el sacrificio es gustoso -aunque cueste.

Jesús, cuando quiero de verdad a alguien, sacrificarme por esa persona es fuente de alegría profunda, indescriptible, mucho mayor que encerrarme egoístamente en mis intereses personales.

Que al mirarte clavado en la Cruz por amor a mí, me enamore más de Ti y me decida a ser más generoso contigo, porque el alma que sabe amar y entregarse así, se colma de alegría y de paz.

Por eso, en este domingo laetare la Iglesia me recuerda que la Cuaresma, al ser un tiempo de preparación para la Crucifixión y Muerte de Jesús, es precisamente un tiempo de alegría.

Entonces, ¿por qué insistir en «sacrificio», si la Cruz de Cristo -que es tu vida- te hace feliz?

Jesús, si aprendo a amarte y a entregarme a Ti generosamente, correspondiendo al amor sin límites que me muestras desde la Cruz, Tú me colmarás de paz y de alegría.

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