La verdadera felicidad 

La palabra felicidad proviene del latín felicitas, que a su vez deriva de felix, que significa «fértil» o «fecundo». 

Todos anhelamos alcanzar la felicidad pero pocos saben dónde y cómo encontrarla buscando en el sitio, en las personas y las cosas equivocadas. El deseo de felicidad es natural y de origen Divino puesto en nuestros corazones por el mismo Dios y es un estado del alma que se experimenta cuando se vive conforme a las metas, deseos o propósitos superiores.

“He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe.”(2 Tim. 4,7)

La felicidad es un estado del alma que por más que busquemos en las cosas terrenas o pongamos ese deseo de felicidad en una persona nuestras almas  vivirán un permanente vacío. 

Las cosas terrenas quedan aquí en el momento de salir de este mundo, por eso nuestro propósito y nuestra meta siempre debe ir con la mirada fija en Dios. 

Seguir el plan que Dios tiene en nuestra vida  es la manera más segura de encontrar felicidad y enfrentar los desafíos de la vida. Hemos sido llamados a vivir cada uno según su vocación y Dios espera que la vivamos de acuerdo al deseo que tuvo para cada uno ya sea como esposos, padres, solteros etc. Todos tenemos una meta con un propósito específico que cumplir de cara a Cristo. 

“Acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a robar. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.( Mt.6,20-21)

Podremos lograr tener cosas en esta tierra que nos produzcan placer, un placer momentáneo que se deshace, desvanece y queda aquí.  Nuestro propósito de vida es buscar los tesoros que nos podemos llevar, que quedan, aquellos que no se desvanecen y serán acumulados para la eternidad, esa es la carrera que debemos realizar con esfuerzo para lograr la meta y sólo nos la muestra Cristo.  

Cómo y cuáles son los tesoros para acumular en el cielo? Sabiduría, conocimiento, discernimiento, justicia, salud, fuerza, relaciones bendecidas, talentos, dones, por mencionar algunos que son los que  hacen que nuestras vidas sean  según los pasos transformadores de nuestro Señor y trascender a la vida que perdura, la vida eterna. 

Vivir el evangelio es la verdadera felicidad a pesar de los desafíos a los que nos enfrentamos y nos demuestra que no es en las cosas transitorias, que no está en lo material, en la satisfacción de sus placeres ni en creerse mejor que lo demás.

La felicidad que se desea debe ser perfecta, completa y duradera. (Santo Tomás de Aquino)

 Por Luce Bustillo – Schott

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