Jesús denuncia los pecados del pueblo elegido

El legalismo

Esta actitud está muy unida con la hipocresía, y consiste en una falsa interpretación de la Ley. El legalista cuida atentamente los menores detalles de la Ley, pero falta a su espíritu. Se queda en la letra, pero al perder el sentido y el motivo de la Ley, que es el amor, acaba actuando contra ella. Jesús recrimina a los fariseos su legalismo cuando dice: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, el anís y el comino! dejáis lo más grave de la Ley: la justicia, la misericordia y la lealtad. Bien está hacer aquello, pero sin omitir esto. Guías ciegos, que coláis un mosquito y os tragáis un camello» (Mt. 23, 23-24)

Cuando se capta el verdadero sentido de la Ley, entonces se cumplen tanto los grandes preceptos como los pequeños. Sería un error recurrir al legalismo para escaparse del cumplimiento de la Ley, pues también sería una hipocresía. Jesucristo cumplió estrictamente todos los preceptos de la Ley, incluso aquellos que en justicia no le correspondía cumplir estrictamente.

El formalismo

Uno de los cometidos principales de los sacerdotes era el de ofrecer sacrificios a Dios en nombre de todo el pueblo, siguiendo un ritual muy concreto. La deformación formalista consiste en que se cumpla el rito externo con perfección, pero se abandone e"¡ espíritu con el que se debe ofrecer a Dios dicho sacrificio. Esta deformación fue una de las más duramente criticadas por los profetas a lo largo de toda la historia de Israel.

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