El secreto de la vida cristiana

feCuando a José lo visitó el ángel para decirle que el hijo que esperaba su novia María era en realidad el hijo de Dios, José detuvo ahí mismo los planes que tenía para dar respuesta a la llamada de Dios. José pues confió en que Dios movía y diseñaba su vida. Le mostraba el camino a seguir.

Después que José confió, descansó en Dios. Esperó órdenes y sólo siguió lo que Dios le pedía. Casarse con María, protegerlos y sacarlos de Egipto. Ser padre de Jesús y ser un carpintero. No tener protagonismo. Qué dócil es esto para muchos, que difícil especialmente puesto que la propuesta del mundo es resonar, soñar alto, destacar, tener un nombre y un éxito. Brillar. Naturalmente el que es mundano persigue todo esto.

Ciertamente aquél que lo ha conocido y es llamado por Jesús tendrá que hacer un alto en su vida y pensar seriamente si quiere seguir esta llamada, confiar y abandonarse como lo hizo José.

Esto es lo tercero que José hizo. Primero confió, luego descanso en Dios y tercero se abandonó en Dios y este abandono hace que todas las generaciones de cristianos lo tengamos como el Padre y Señor de la fe que no cuestiona, de la fe que contempla. Una fe que lleva a iluminar toda la vida y una fe que sabe que Dios está en control, que cuando sabe que estamos en un peligro muy grande, inclusive de muerte, mueve los hilos, nos saca la vuelta entera, nos deja pasmados, muchas veces mareados pues no se llega a comprender con la inteligencia que es lo que está pasando. Esto es la fe.

¿Lo has pensado? La palabra más pequeña y maravillosa “FE” tan solo formada de dos letras. La palabra más sabía, más grande y más llena de poder: fe, fe, fe. No hay lugar para la razón. No queda espacio para la duda, es exigente. Ahí está el secreto del cristiano, aceptar lo que nos llega como venido de la mano amorosa del Padre. Tal cual como lo hace un niño, sin quejarse, creyendo todo, dejándose guiar, confiado y entregado.

Así quiero vivir el resto de mi vida: abandonarme en sus manos, dejar que juegue conmigo y que pueda darme cuenta al mismo tiempo que el juego de Dios es el más divertido pues no hay perdedor y ganador.

Este deseo lo uno al de Teresita del niño Jesús:

“Desde hace algún tiempo yo me había ofrecido al Niño Jesús para ser un jueguito, le había dicho que no me tratase como un juguete caro, que los niños se contentan con mirar sin atreverse a tocarlo, sino como a una pelotita sin ningún valor a la que Él podría tirar al suelo, golpear con el pie, agujerear, abandonar en un rincón o bien estrechar entre sus manos si le venía la gana, en una palabra yo quería divertir al pequeño Jesús”.

Puedo confiar en Dios, descansar en Dios y abandonarme a Dios. Siempre es ganar con Él, ganar para obtener el más alto ideal: mi alma para el cielo. 2 Timoteo 1:12

FIRMASHEILA

Sheila Morataya
Austin, TX
sheilamorataya.co

Publicaciones relacionadas

2 comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba

Copyright © 2024 Encuentra by Juan Diego Network. Todos los derechos reservados.