Es una tibia mañana de otoño en un salón de clases de una preparatoria, los estudiantes se afanan por responder el examen que les ha tomado ya casi media hora, entre ellos hay algunos que no estudiaron y decidieron engañar al maestro, a sus compañeros, y a sí mismos copiando, algunos con sofisticados acordeones, otros sentándose a distancia conveniente de una joven, que todos saben que si estudia y saca buenas calificaciones. Seguramente a muchos la escena les es familiar.
Otro día, en una ciudad de prisa, una persona va buscando llegar a un compromiso y cuando menos piensa es detenida por un oficial que le hace ver que acaba de cometer una infracción, y que además de la multa –que será exorbitante- tendrá que ser llevada con su automóvil a un lugar de almacenamiento que sabe Dios dónde está. Pero bueno, eso se puede evitar mediante una “módica” cantidad para que los agentes (si, varios) puedan ser omisos en la infracción y además le puedan desear un buen día y que maneje con cuidado.
Por supuesto que cada lector podrá contar varias anécdotas similares; y por otra parte, en los medios de comunicación o en charlas con personas informadas, nos damos cuenta de que hay gente que se hace rica a costa de fraudes y corrupción, tanto en los negocios privados como en las gestiones públicas. Mientras que en México según la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE) 2013 solo el 8 % de los delitos se denuncian y más del 95% de esos crímenes quedan sin castigo alguno según análisis del ITESM, aumentando la impunidad.
Recientemente se retomó la discusión sobre el combate a la corrupción en México por parte de los tres principales partidos políticos en medio de escándalos de algunos de sus miembros, y que fue planteada originalmente por el presidente Enrique Peña Nieto antes de iniciar su administración, y que se abandonó una vez que inició su gobierno. Aunque esta semana el mismo presidente también tocó el tema de manera sui generis: “La Corrupción lamentablemente es un cáncer social (…) es un tema casi humano que ha estado en la historia de la humanidad”.
El Papa Francisco a finales del año pasado hizo una distinción precisa y preciosa sobre el pecador y el corrupto. Los cristianos asumimos que somos pecadores, pero tratamos de vencer nuestras debilidades, malas inclinaciones y tentaciones, reconociendo nuestra condición y pidiendo la gracia para sobreponernos; sin embargo, si asumiéramos una postura de engaño, fraude y doble vida, que además escandaliza a los demás, entonces seríamos además de pecadores, corruptos.
Es importante reflexionar con toda seriedad sobre nuestra condición y la manera como asumimos nuestro cristianismo, con fallas, pero nunca con el cinismo o desvergüenza del corrupto que escandaliza a los demás. La corrupción va más allá de los aspectos económicos, tiene que ver con actitudes que contradicen la fe cristiana, con actitudes que violentan la naturaleza y la dignidad de las personas.
Hemos de evitar a toda costa la tentación de separar nuestra vida de fe, de nuestra vida de trabajo, de familia y de participación pública, ya que esta separación es el inicio de una doble vida, donde la fe se queda en el templo o en la casa, y el resto de nuestra vida actuamos como si no creyéramos en Dios, o en la justicia, en la honestidad, en la bondad y en la caridad.
El papel de los dirigentes políticos, económicos y sociales es fundamental en la formación de hábitos saludables que realmente combatan la corrupción, sería ingenuo pensar que solo con nuevas instituciones públicas podremos combatir una condición que es asumida incluso por el presidente como “cultural”. Al inicio de la administración me llamó la atención el hecho de que la principal autoridad ejecutiva y los principales miembros de su gabinete presentaran sin empacho su riqueza como fruto de “donaciones” obtenidas mientras ejercían puestos públicos.
Seguramente hay mucho por hacer en el ámbito institucional, cultural y personal en el tema de la corrupción, pero como cualquier camino largo, hay que empezar con el primer paso, evitar involucrarnos en actividades de corrupción, ni siquiera las pequeñas como las historias mencionadas al principio de este catblog, pero sobre todo, hacer un esfuerzo consciente por evitar ser motivo de escándalo. Pecadores sí, pero no corruptos.
Oscar Fidencio Ibáñez Hernández
@OFIbanez
Casado, padre de 3 hijos, profesor e investigador universitario, y bloguero. Ingeniero Civil, Maestro en Ingeniería Ambiental y Doctor en política y políticas ambientales.
Mexicano, católico, autor entre otros textos de «El Espíritu Santo en tiempos de Twitter: Documentos del Concilio Vaticano II para tuiteros. Celebrando el #AñoDeLaFe»
Admirador de la Creación en todas sus dimensiones. Nací en La Misión de Nuestra Señora de Guadalupe de los Mansos del Paso del Norte (Hoy, Ciudad Juárez, Chihuahua).
Nuestro presidente habla de la corrupcion «centavera», la que se da por «tiempo de tramitologia», en la cual es mas economico pagar que hacer el tramite.
La que todo el pueblo habla es de la corrupcion «institucional», esa corrupcion mediante la cual los legisladores y politicos se vuelven multimillonarios, repartiendose el botin (via presupuesto). y la administracion publica a traves de la «IMPUNIDAD» puede desviar el dinero que quiera.
Cualquier organizacion- nombrada por alguno de los poderes o partidos–«NO va a morder la mano que le da de comer»
Para el combate a la corrupcion institucional se necesita de una organizacion ciudadana.
Buscar más de Dios y orar mucho por el mundo para está corrupción se acabe.
Dios nos bendiga siempre.
Solo la mano de Dios podrá librarnos de esta corrupción tan grande que vive hoy Mexico, pidamosle a Dios que sea el quien gobierne nuestra patria tan duramente golpeada por este vicio.
La corrupción es producto de la naturaleza humana dañada por el pecado original. Es muy fuerte que hasta a la Iglesia ha penetrado y no me refiero a la Edad Media sino en la actualidad. Solo con la gracia de Dios podemos superar la corupción. Dios bendiga a todos.