Hace algunos años al circular por La costera vacía, -la principal avenida de Acapulco- sin tráfico tuve una sensación de incertidumbre, un cierto temor que actualizaba las historias de inseguridad, matanzas y desaparecidos que afectaban al puerto y destino turístico más tradicional de México. Por años, el estado de Guerrero ha sido y sigue azotado por el crimen organizado y sus consecuencias de secuestro, extorsión y muerte.
Se supone que el estado moderno surgió precisamente para brindar seguridad a los ciudadanos, y la incapacidad del mismo para cumplir esta responsabilidad hace necesario que los ciudadanos busquen vías alternativas de organización, y se replanteen el cambio de las personas que están a cargo de las instituciones, o de modificar las instituciones y finalmente las ideas que orientan la manera de hacer las cosas (o una combinación de estos factores) para resolver el problema.
Cuando la violencia se enseñorea de alguna ciudad, región o estado, es evidente que las instancias de gobierno y procuración de justicia han sido rebasadas, entonces se vuelve común invocar la necesidad de la participación ciudadana como un elemento para resolver los problemas de inseguridad, sin embargo el problema estriba en ¿cómo debe ser esa participación para que sea efectiva?
En el último número de La Cuestión Social (Abril-Junio 2014 IMDOSOC) se expone el Proyecto de construcción de la paz en la Arquidiócesis de Acapulco por parte del Arzobispo Mons. Carlos Garfias Merlos, que consiste en cuatro etapas de desarrollo que poco a poco van capacitando e involucrando a laicos en labores de construcción de paz en la arquidiócesis, y después vinculándose con las demás diócesis que conforman la provincia eclesiástica y que abarca el resto del estado de Guerrero.
El origen de este trabajo para atender los graves problemas de violencia e injusticia, está basado en la Exhortación pastoral de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) “Que en Cristo Nuestra Paz México tenga Vida Digna.” Documento que se distribuyó a partir de 2010 en todo el país como una reflexión y aportación frente a la vorágine de violencia que azota a México.
El proyecto de la Arquidiócesis acapulqueña asume un proceso de reflexión a partir de la condición de cristianos en esa región que sufren, al igual que los no creyentes y fieles de otras religiones, las consecuencias de la injusticia y la violencia. Y en una perspectiva de fe y esperanza en Jesucristo se empiezan a construir capacidades de acompañamiento y solidaridad en las comunidades que sufren la violencia, y se desarrollan métodos para apoyar a las víctimas y reconstruir el tejido comunitario para construir la paz.
El proyecto tiene etapas de corto, mediano y largo plazo, y se abordan las dimensiones espirituales, emocionales, mentales y físicas de las personas, y se buscan respuestas en el plano personal, relacional, institucional y estructural que permitan construir la paz. Como se puede apreciar, el enfoque es integral, centrado en la dignidad de las personas, y a partir de un compromiso que nace de la fe.
Esta es una manera concreta de involucrarse como cristianos en la solución del flagelo de la inseguridad que azota al país, y de “alentar la esperanza de quienes por esta razón viven con miedo, con dolor e incertidumbre.” Es necesario que otras diócesis y otros cristianos asuman proyectos de construcción de paz tan necesarios no solo en nuestra patria sino en el mundo entero.
Oscar Fidencio Ibáñez Hernández
@OFIbanez
Casado, padre de 3 hijos, profesor e investigador universitario, y bloguero. Ingeniero Civil, Maestro en Ingeniería Ambiental y Doctor en política y políticas ambientales.
Mexicano, católico, autor entre otros textos de «El Espíritu Santo en tiempos de Twitter: Documentos del Concilio Vaticano II para tuiteros. Celebrando el #AñoDeLaFe»
Admirador de la Creación en todas sus dimensiones. Nací en La Misión de Nuestra Señora de Guadalupe de los Mansos del Paso del Norte (Hoy, Ciudad Juárez, Chihuahua).