El matrimonio es una unión basada en el amor, el respeto, la comprensión y el compromiso mutuo. Cuando un cónyuge decide abandonar su hogar no solo rompe el vínculo sagrado, sino que también enfrenta a muchos conflictos emocionales que afectan su felicidad, la del cónyuge y los hijos que está abandonando.
El compromiso en un matrimonio no es sólo una promesa, sino una decisión diaria de amar y apoyar a la persona que eligió como esposa(o). Cuando uno de los esposos abandona el hogar rompe esa promesa que hizo, causando un impacto devastador tanto en la vida de su esposa (o) como en su propio bienestar emocional. La traición del compromiso a Dios y al cónyuge puede ser una carga pesada que lleva al remordimiento y al sentimiento de culpa, emociones que son incompatibles con la felicidad duradera.
El hecho de abandonar al cónyuge no es simplemente una separación física, sino también un trauma emocional tanto para la persona que se va como para quien se queda. El que toma la decisión de irse experimenta una mezcla de culpa, vergüenza, remordimiento y arrepentimiento, especialmente cuando se da cuenta de las consecuencias que su decisión tiene en la vida de la persona que prometió amar y cuidar. Esta culpa constante se convierte en un obstáculo para alcanzar la paz interior y la verdadera felicidad.
Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas con comprensión, dando honor a la mujer como a vaso más frágil y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no sean estorbadas. (1 Pedro 3,7)
La soledad interior es una consecuencia inevitable para un quien abandona a su cónyuge, aún cuando pueda sentirse de momento liberado o aliviado de los problemas que existían en su matrimonio, pronto se da cuenta que la soledad es una compañera difícil de manejar. La ausencia de esa conexión íntima que le ofrece su cónyuge deja un vacío que otras relaciones no pueden llenar fácilmente y si la llena es momentánea. La búsqueda de consuelo en otras personas rara vez sustituye el amor perdido, dejando un sentimiento de insatisfacción y tristeza.
Quien abandona al cónyuge se enfrentará a muchos conflictos por las decision que tomó en un momento de escape, ira, desilusión o frustración lo conducen al arrepentimiento ya cuando las emociones se calman y la realidad le llega. La falta de paz mental por pensamientos de “¿qué hubiera pasado si…?” o “¿hice lo correcto?”, impide alcanzar la felicidad plena, ya que esos pensamientos permanentes inquietan la tranquilidad del alma.
Abandonar al cónyuge no sólo daña la relación, sino que también afecta la propia autoestima. Esta decisión puede hacer que la persona se cuestione su capacidad para tomar decisiones y mantener compromisos futuros. Además, puede experimentar dificultades para confiar en otros o ser digno de confianza en nuevas relaciones.
Toda acción repercute en el futuro especialmente en la parte espiritual. Abandonar al cónyuge eventualmente se manifiesta en forma de infelicidad, desamor o inestabilidad en relaciones futuras. Ningún hombre o mujer puede abandonar a su cónyuge y aun así prosperar espiritualmente. La incapacidad para encontrar la felicidad auténtica puede ser el resultado de esas acciones pasadas no resueltas.
A pesar de las dificultades, siempre hay una oportunidad para el arrepentimiento y la reconciliación. Si el cónyuge que ha abandonado a su esposa (o)está dispuesto a reflexionar sobre sus errores y buscar el perdón, tanto de su esposa como de sí mismo, puede empezar el camino hacia una vida más plena y feliz. El primer paso hacia la verdadera felicidad es reconocer sus errores y el daño causado, trabajar para sanar esas heridas, tanto las propias como las de la otra persona.
El que abandona a su cónyuge rara vez encontrará la felicidad genuina ya que esta sólo proviene de la conexión sincera, el amor y el respeto hacia uno mismo y hacia los demás. El dolor de haber traicionado una promesa y la culpa constante por el daño causado se convierten en obstáculos que impiden alcanzar una vida plenamente feliz aún cuando conviva con otra persona.
Para encontrar la paz y la alegría auténtica, es esencial actuar con integridad, respetar los compromisos y buscar siempre la reconciliación en lugar de la separación.
«Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo». ( Col. 3,13 )
Por Luce Bustillo Schott