San Francisco Javier, presbítero
Nació en el castillo de Javier el año 1506. Ese mismo año moría Colón, después de haber alumbrado un nuevo mundo, siguiendo la ruta del Sol. Y nacía Javier, que alumbraría un nuevo mundo de las almas, la India y Japón, siguiendo la ruta contraria.
En 1525 estudia en París. Vida estudiantil severa y a la vez movida y azarosa, en que no faltaron aventuras y fiestas. La vida le sonreía, hasta que entra en su vida «el peregrino», un estudiante mayor, Ignacio de Loyola. Javier recela de él pero confiesa que le subyuga. Cuando parece más satisfecho de sí mismo, Ignacio le espeta bruscamente: «¿qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?» Javier se resiste. Ignacio insiste y termina doblegando las altivas defensas de Javier. De aquí, con su nueva brújula, partirán a las nuevas rutas que le llevarán a Oriente.
El 15 de agosto de 1534 es una fecha clave. Javier, con Ignacio y otros compañeros hacen votos de pobreza, castidad y obediencia y son ordenados sacerdotes. Marchan a Roma y se ofrecen a las órdenes del Papa. El año de 1540 se dispersan. El rey de Portugal pide a Ignacio dos misioneros para la India. En 1541 sale Javier junto con un compañero para la India. Fueron trece meses de arriesgada navegación, bordeando el continente africano. En mayo de 1542 llegan a Goa, misionando posteriormente poblados, islas, regiones. Traduce a las lenguas indígenas oraciones y artículos de la fe. Trabaja sin descanso. Tienen que sostenerle el brazo; se le cansa de tanto bautizar. «¡Mano de Javier, que sembró prodigios, bautizó un millón de paganos, calmó tempestades, sanó enfermos, resucitó muertos, prodigó bendiciones por todas partes!».
Mano de Javier, que escribía a Ignacio de rodillas, que escribió cartas inflamadas que tanto bien hicieron en Occidente. A los universitarios de La Sorbona les urgía a que se olvidaran de miedos personales y ofrecieran sus personas y sus vidas para trabajar en la salvación de las almas.
Pasa dos años misionando en Japón. Vuelve a Goa y organiza las misiones como legado del Papa, para todo el Oriente. La conversión de China influiría mucho en Japón…
Allí muere, consumido por su celo apostólico, aquel «Divino Impaciente», San Francisco Javier, el 3 de diciembre de 1552, a los 46 años de edad. Su cuerpo descansa en Goa, y un brazo en Roma, en la iglesia del Gesú.
San Galgano Guidotti (1148-1181)
Después de una juventud libertina, Galgano se retiró a hacer penitencia al monte Siepi, no lejos de Chiusdino, Italia, su localidad natal. Al día siguiente de su muerte, se erigió allí una capilla que todavía subsiste. Cuarenta años después, los cistercienses construyeron, al pie del monte Siepi, una abadía que llevaba el nombre de Galgano y que fue muy próspera en su época. Como consecuencia, San Galgano se hizo tan popular que cistercienses y agustinos lo reivindicaron, cada uno por su lado, como uno de los suyos.