Canadá acaba de legalizar el suicidio asistido, aduciendo que es conforme a la dignidad del enfermo. Pero, ¿ayudar a un enfermo terminal a quitarse la vida es la solución más adecuada al problema del dolor humano?
El máximo tribunal de Canadá revocó por unanimidad una prohibición sobre el suicidio asistido por médicos para aquellos pacientes mentalmente competentes con enfermedades terminales, y dio un año de plazo para redactar una nueva ley que lo permita.
La legislación revocada se remonta a 1983, que permitía solicitar a los enfermos terminales medios que acortaran su vida (sedación paliativa, rechazar alimentación e hidratación artificial, o solicitar el retiro de equipo médico de soporte vital), pero negaba el derecho a solicitar la asistencia de un médico para morir. (AP, 6 febrero 2015)
Para Grace Pastine, directora de litigios de la asociación de derechos civiles de Columbia Británica, y para Linda Jarret, de la entidad “Muriendo con dignidad” (Dying with Dignity), se trata de un momento exitoso para la sociedad canadiense. ¿Por qué el suicidio asistido es considerado un triunfo cívico?
Primero, pongámonos por un momento en los zapatos de quienes piensan así. Ellos parten de la postura de que la libertad (entendida como poder elegir lo que sea, sin más restricciones que el daño a terceros) es el bien principal del ser humano (incluso por encima de la vida).
Con esta ley, celebran que una persona que no se puede valer por sí misma, pueda recibir ayuda para poner en práctica una decisión que por ella misma no puede ejecutar: dejar de vivir; y que pueda realizarlo de un modo no violento. Si la libertad fuera el valor objetivo supremo, sin duda habría que celebrar esta ley. Pero, el verdadero valor supremo es la vida, que da origen a la libertad.
Cuando Linda Garret argumenta que se busca “morir con dignidad”, seguramente no tiene en cuenta que ha reducido toda la dignidad humana al hecho de decidir si seguir viviendo o morir.
Además, detrás de esa visión, se encierra una concepción del hombre llena de pesimismo y de falta de esperanza. Ante la realidad del dolor físico y moral de los enfermos terminales, quienes sostienen el suicidio legal, afirman de modo implícito que le pueden ofrecer ya nada más al paciente, como si los recursos médicos fueran la única salida.
El núcleo de la cuestión es que un paciente terminal pasa por muchas fases de estado de ánimo, incluso llega a fases depresiva, que hacen que su decisión de quitarse la vida no esté libre de condicionamiento, que no sea plenamente libre.
El médico y sacerdote español, Luis de Moya, que desde 1991 quedó tetrapléjico, sostiene que lo que humilla o hace sentirse digno a la persona no es la propia enfermedad, sino la actitud de los que rodean y cuidan al enfermo; con un gesto, con el modo de mirar o de tocar, con la actitud, se reafirma al enfermo en su identidad, es decir, se le afirma en su propia dignidad o se le hace sentir que ya no es más que un objeto desagradable y molesto. “Una persona que se siente querida no puede desear la muerte en ninguna circunstancia”, afirma en su portal Muerte digna.
En lugar de presionar para establecer una legislación que permita a los pacientes terminales el suicido asistido, se debería hacer un esfuerzo serio para eliminar las razones que pueden llevar a algunos a pedir que se les mate: es más difícil, pero ahí está el verdadero progreso de la sociedad.
lfvaldes@gmail.com
Padre Luis-Fernando Valdés: Licenciado en Filosofía (U. Panamericana, México) y Doctor en Teología (U. Navarra, España), en este blog comenta las noticias más importantes de la semana, con un enfoque filosófico, desde la razón creyente.
Profesor de Teología de la Revelación y Teología Moral Fundamental, ha seguido semana a semana el Pontificado de Benedicto XVI y ahora los primeros pasos del Papa Francisco.
Este articulo esta super interesante, recientemente tuve una cirugia y ayer me quitaron los hilos de las heridas, y me di cuenta de la actitud fria del doctor, que pena que muchos que tienen que ver pacientes, ya no sienten o demuestran compasion, lo hacen por compromiso y eso lo desanima a uno, pero si imagino a Jesus a mi lado mi confianza se reanima otravez.creo que como dice el articulo las personas alrededor del enfermo influyen mucho en su estado de animo.
Este articulo esta super interesante, recientemente tuve una cirugia y ayer me wuitaron los hilos de las heridas, y me di cuenta de la actitud fria del doctor, que pena que muchos que tienen que ver pacientes, ya no sienten o demuestran compasion, dini lo hacen por compromiso y eso lo desanima a uno, pero si imagino a Jesus a mi lado mi confianza se reanima otravez.
En el templo, el anciano Simeon, y Jesús en la cruz, nos enseñan a entregar el espíritu que nos sostiene con vida, en santa Paz. Pero creo que alguien tiene que enseñarnos a no sentir apego por nuestros familiares y/ o amigos que están considerados como enfermos terminales. Lo único seguro en esta vida es, tarde que temprano vamos a dejar este cuerpo que nos a servido como vehículo. En vez de pedirle señales milagrosas a nuestro Padre creador, pidamosle misericordia, para todos los enfermos terminales. Saludos y Bendiciones