Juan 6, 44-52
Autor: Pablo Cardona
«En aquel tiempo, los judíos criticaban a Jesús porque había dicho: Yo soy el pan bajado del cielo, y decían: -¿No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo? Jesús tomó la palabra y les dijo: -No critiquéis. Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado, y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en los Profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Todo el que ha escuchado al que viene del Padre, y ha aprendido viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre, sino aquél que procede de Dios, ése ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo que el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron. Este es el pan que baja del Cielo para que si alguien come de él no muera. Yo soy el pan vivo que he bajado del Cielo. Si alguno come de este pan vivirá eterna- mente; y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo. Discutían, pues, los judíos entre ellos diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?» (Juan 6, 44-52)
1º. Jesús, das a conocer el misterio de la Eucaristía: «Yo soy el pan de vida; y el pan que yo daré es mi carne».
¿Hablas en serio? El mensaje es muy fuerte, absolutamente fuera de lo habitual, por lo que es lógico que los judíos pregunten: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»
Te piden una explicación humana, pero la Eucaristía es un fenómeno sobrenatural y, por tanto, se escapa a las posibilidades de la razón natural o de las ciencias naturales.
Es un misterio, el misterio de nuestra fe: «Este es el sacramento de nuestra fe», decimos después de la consagración, porque, de alguna forma, al creer en la Eucaristía, creemos en las demás verdades de la fe: la Encarnación, la Resurrección, etc.
«En resumen, la Eucaristía es el compendio y la suma de nuestra fe» (C. I. C.- 1327).
Por eso, Tú no hablas de conocer, sino de creer: «En verdad os digo que el que cree tiene vida eterna.»
Y la fe la da Dios: «nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre.»
Jesús, aumenta mi fe.
Que no pretenda entender con mi cabeza pequeña algo que supera lo estrictamente material, cuando me cuesta tanto comprender hasta los procesos físicos más sencillos.
Que me fíe de Ti, que te crea, que te crea firmemente: Jesús, creo firmemente que estás aquí, en la Eucaristía, y que me ves, y que me oyes.
2º. «La frecuencia con que visitamos al Señor está en función de dos factores: fe y corazón; ver la verdad y amarla». (Surco.- 818).
Jesús, ¿con qué frecuencia te visito?
¿Cuántas veces paso al lado de un sagrario y me paro un segundo a decirte algo?
¿Cuántas veces voy expresamente a visitarte aunque no me venga de camino?
A lo mejor me falta fe o corazón, o un poco de las dos cosas.
¿Qué puedo hacer para creer más en Ti, para quererte más?
De la misma manera que a andar se aprende andando, mi fe y mi amor crecerán con actos de fe y actos de amor.
Un propósito sencillo para mejorar será, por tanto, irte a visitar más a menudo, diariamente si puedo.
Que la Eucaristía se entienda por la fe y el amor no significa que sea irracional.
La cabeza también puede entender algo, porque la Eucaristía, aunque es sobrenatural, es razonable.
Los teólogos hablan de «transubstanciación» o cambio de substancia: esto significa que, aunque lo accidental -lo externo-, se mantenga igual, lo substancial -lo que aquello es en realidad- ha cambiado.
Aunque el ejemplo no es exacto, se parece a un cheque que, antes de firmar, es un papel; pero cuando una persona autorizada lo firma, sin dejar de ser igual por fuera, cambia substancialmente: ahora es dinero.
Igualmente, aunque no exactamente, lo que antes era sólo pan y vino, sin dejar de serlo en lo accidental, cambia de substancia con la «firma» de las palabras de la consagración, y se convierte en tu cuerpo y sangre.
La única persona «autorizada» para confeccionar la Eucaristía es el sacerdote.
Hasta aquí la cabeza.
Lo que me pides, sin embargo, es fe: fe en tus palabras; fe en Ti, que eres Dios y sabes más.
Y también me pides corazón, porque sólo por amor se entiende que hayas hecho esta locura de milagro para no separarte de mí.
Que no sea yo el que me separe de Ti, o me olvide de Ti. Que te vaya a visitar diariamente si puedo.