Beato Daniel Comboni: Padre y Apóstol

Tuvo siempre un gran sueño: “Salvar el África con el África”, a esta obra se entregó por completo

“La misión de Cristo Redentor, confiada a la Iglesia, está aún lejos de cumplirse…una mirada global a la humanidad demuestra que esta misión se halla todavía en los comienzos y que debemos comprometernos con todas nuestras energías en su servicio. Es el Espíritu Santo quien impulsa a anunciar las grandes obras de Dios: “Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe: Y ¡ay de mí si no predicara el Evangelio!” (1 Cor 9, 16). En nombre de toda la Iglesia, siento imperioso el deber de repetir este grito de San Pablo”.

Estas palabras del Santo Padre nos pueden ayudar a comprender aun más, el espíritu que animó al Beato Daniel Comboni, y por el cual consagró su vida: la misión de anunciar el nombre de Jesucristo a quienes aun 2000 años después de su Nacimiento, no lo conocen.

Ya lo había expresado el Concilio Vaticano II: “La Iglesia, enviada por Cristo para manifestar y comunicar la caridad de Dios a todos los hombres y pueblos, sabe que le queda por hacer todavía una obra misional ingente…para poder ofrecer a todos el misterio de la salvación y la vida traída por Dios, debe insertarse en todos estos grupos con el mismo efecto con que Cristo se unió por su encarnación a las determinadas condiciones sociales y culturales de los hombres con que convivió”.

El Beato Daniel Comboni tuvo siempre un gran sueño: “Salvar el África con el África”, a esta obra se entregó por completo. Esta pequeña reseña de su vida quiere ser un homenaje a quien nos precedió en la vocación tan ardua y al mismo tiempo tan gratificante de ser misioneros.

Infancia y primeros pasos en su vocación

Daniel Comboni nace el 15 de marzo de 1831 en Limone sul Guarda, Brescia. Lo bautizaron al día siguiente de su nacimiento. Sus padres Luigi y Domenica eran pobres. Luigi trabajaba como jardinero y su esposa como empleada doméstica. Tuvieron ocho hijos, pero Daniel fue el único que sobrevivió.

A los ocho años recibe la confirmación y hace los dos primeros años de la escuela en Limone. Luego continúa sus estudios en Verona. Un mes antes de cumplir los doce entra en el Colegio San Carlo, fundado por el sacerdote Nicola Mazza. Originalmente tenía la finalidad de acoger a los jóvenes, instruirlos y orientarlos después hacia una profesión. En este tiempo hace su Primera Comunión.

Los dos primeros jóvenes a los que había ayudado el P. Mazza antes de abrir el colegio, se habían hecho sacerdotes y eran sus colaboradores. Más tarde el colegio se convertiría en una fuente de vocaciones.

En 1846 había partido para África central el primero de estos jóvenes, junto con un grupo de misioneros enviados por Propaganda Fide. En 1853 partían otros tres.

Este Instituto estaba abierto a la misión: incluso el mismo P. Nicola había querido ser misionero en su juventud; pero fue sin duda la permanencia del Padre Angelo Vinco en el colegio la que motivó tanto en su fundador como en los alumnos, el deseo de evangelizar África. Don Angelo había regresado a Europa para pedir ayuda para aquella misión y se quedó con ellos tres meses.

El mismo Comboni afirma que después de haber hablado este sacerdote “con todo el entusiasmo de su alma” a 500 alumnos sobre la deplorable situación de la raza camita, “encendió en ellos el fuego de la caridad divina que no puede detenerse en la carrera hacia la dedicación total y el sacrificio por la salvación de los infieles”.

Estas palabras denotan también un anhelo misionero en el Beato Comboni, si bien este deseo de entregar la vida por el Evangelio ya se había despertado a la edad de 15 años cuando leyó la Historia de los mártires del Japón, narrada por San Alfonso María de Ligorio.

Consagrado a la misión en África

A la edad de 17 años, siendo estudiante de filosofía, hace voto ante su superior de consagrar su vida al apostolado en África central. Es hacia el futuro apostolado que orienta sus estudios, especialmente de los idiomas. El estudio de las lenguas lo atraía por la utilidad que tendría luego. Llego a aprender hebreo, árabe, español, francés, inglés. Más tarde hablará también el alemán, portugués y llegará a aprender 13 dialectos árabes y algunas lenguas africanas. El 17 de diciembre de 1854 es ordenado diácono y presbítero el 31del mismo mes. Dos años más tarde don Mazza lo incluye en la expedición que partiría para el África. Solo una cosa le preocupaba, que dejaba sus padres y la difícil situación económica en la que se hallaban. Pero después de haber hecho los ejercicios espirituales y de haber consultado con el P. Marani quien le asegura que la vocación a la Misión del África “es una de las más claras y patentes”, se confía en Dios y en María.

Al Padre Pietro Grana le escribe: “Oh, cuanto me aflige el sacrificio que estos pobres (sus padres) hacen para separarse de mí! Pero se me ha asegurado que Dios me llama, y voy seguro”.

Parte el 10 de setiembre de 1857.

Apenas llegado a Egipto, desde Asiut les escribe a sus padres sobre sus primeras impresiones del viaje y concluye diciendo: “Les agradezco vivamente el haberme dado el generoso consentimiento para recorrer la carrera de la Misión;…Adiós querido padre, querida mamá; ustedes están y viven siempre en mi corazón. Los amo…, porque supieron hacer una obra heroica, que los grandes del siglo, y los héroes del mundo no saben hacer. Ustedes han obtenido una victoria que les asegurará la felicidad eterna”.

El 14 de febrero de 1858, junto a cuatro sacerdotes del grupo del P. Mazza y un laico, llegan a la misión de Santa Cruz, Sudán.

Bajo la sombra de la cruz

El amor a la cruz que se destaca en el B. Comboni a los 27 años, será una constante a lo largo de su vida, en medio de las más dolorosas pruebas.

El mismo año que llegó a tierra africana muere su madre. Su profunda fe lo lleva a aceptar la noticia con gran visión sobrenatural. A su padre le escribe: “Dios quiso llamarla a sí, para darle un premio bien ganado por los sufrimientos y sacrificios que ella sostuvo durante su vida”. Al mismo tiempo lo anima a ofrecer esta cruz a Nuestro Señor, concientes de que “la palma del cielo no se puede conquistar sin penas, aflicciones y sacrificios; y aquellos que son visitados con esta clase de favores celestes, pueden con derecho llamarse bienaventurados sobre esta tierra, mientras gozan de la bienaventuranza de los santos, para los cuales fue suma delicia el padecer grandes cosas por la gloria de Cristo… Coraje, amadísimo padre mío, ahora estamos en el campo de batalla…y combatiendo como héroes, abrazamos con generoso ánimo la adversidad, los padecimientos, el abandono…junto a Jesús crucificado que padece por nosotros…Manteniendo intacta aquella paz preciosa, que solo al pie de la cruz y en el llanto puede hallar el verdadero siervo de Dios”.

Pronto la Providencia Divina le pediría otro sacrificio, pero esta vez dentro de sus mismos compañeros de misión. En poco tiempo mueren tres de los que llegaron con él y algunos que trabajaban en África desde hace tiempo, entre ellos el Pro-vicario apostólico P. Ignazio Knoblecher. El mismo Comboni estuvo varias veces a punto de morir a causa de la fiebre. Por esta razón recibe la orden de regresar a Verona.

El hecho de dejar momentáneamente “su tan ansiada misión”, fue para él una dura prueba, pero también una oportunidad para abandonarse a la Voluntad de Nuestro Padre que todo lo dispone para el bien de sus hijos. Al P. Grana le escribe: “¿Qué debemos hacer entonces…? Nada más que disponernos alegremente a la voluntad del Señor, bendecir eternamente Sus adorables designios, regresar por ahora a la patria, y esperar nuevos movimientos del Espíritu de Dios, siempre dispuesto a sacrificar cada cosa y superar todo, para seguir y cumplir la voluntad del Señor”.

Plan para la regeneración del África

De regreso en Verona apenas recuperado, el Padre Mazza le encargó la educación de algunos jóvenes negros que había acogido el Instituto.

En 1862 esperaba regresar al África, pero ese mismo año vuelven los dos últimos misioneros del grupo de don Mazza. Desde agosto de 1861, un grupo de franciscanos se habían encargado de la misión. Es un momento de prueba para él. Sin embargo continuó preocupándose por el pueblo africano.

Estos sentimientos se intensificaron en 1864. El 15 de setiembre del mismo, tiene la oportunidad de asistir al triduo para la beatificación de Margarita María de Alacoque en la Basílica de San Pedro, Roma.

El primer día del triduo le viene a la mente “como un rayo”, dice él, “el pensamiento de proponer un nuevo plan para la cristianización de los pobres pueblos negros, cuyos puntos me vinieron de lo alto como una inspiración”.

La idea fundamental de este plan consistía esencialmente en evangelizar África con los mismos africanos, y esta evangelización debía ir unida a la promoción humana y cultural. Al mismo tiempo esta obra no se confiaba a una nación en particular sino que debía “ser católica, no ya española o francesa o alemana o italiana. Todos los católicos deben ayudar los pobres Negros, porque una nación sola no alcanza a socorrer la raza negra”.

La Santa Sede se mostró muy interesada en este plan. El 18 de setiembre lo presenta al Cardenal Alessandro Barnabo (Prefecto de Propaganda Fide) y al día siguiente el Papa Pío IX, recibió a D. Comboni en una audiencia y lo alentó a presentar el plan en París, a la Pía Opera de la Propagación de la Fe, prometiéndole de su parte la aprobación del mismo. Las últimas palabras del Santo Padre fueron para él una bendición y un aliento: “Labora sicut bonus miles Christi”.

Inmediatamente sigue los consejos del Papa, y viaja a Turin, Lyon, París, Colonia y Londres para dar a conocer este proyecto.

Una vez más se hace presente en su vida la cruz de las incomprensiones, tanto en Francia como en Verona, dentro de su mismo Instituto. Estando en París se entera que ya no lo consideran miembro del Instituto Mazza.

En medio de esta incertidumbre afirma “la tranquilidad de mi conciencia, y Dios que cumple sobre el hombre los diseños de su misericordia, me dan la fuerza para bendecir la Providencia de todo corazón por este acontecimiento;…agradezco con toda el alma los Sagrados Corazones de Jesús y María que me han elevado al honor y fortuna de ser admitido a beber un cáliz amargo”.

Aun así, no se declara fuera del Instituto hasta que no ver con claridad que esa es la Voluntad de Dios.

Poco tiempo después muere don Mazza y los sucesores pensaron que la Institución no podía aceptar la misión en África. Así el 13 de abril de 1866, el Instituto se retiraba oficialmente de la empresa. Comboni debía elegir entre pertenecer al Instituto o ser fiel a su vocación misionera. Elige ser misionero, quedándose así, prácticamente solo en la Obra que Dios le había confiado.

Consolidación de la Obra

El 1 de Junio de 1867 funda en Verona su Instituto de los Misioneros para el África (Misioneros Combonianos) como parte de la Sociedad del Buen Pastor, una Asociación misionera internacional.

En noviembre funda en El Cairo dos Institutos (uno masculino y otro femenino), según la línea trazada en el plan. Dos años después abre una tercera casa en El Cairo destinada a ser escuela con maestras africanas. Mientras, siguen los viajes en Francia, Alemania, Austria e Italia dando testimonio de las dificultades de la misión y de los horrores de la esclavitud en Sudán: “¿Cómo es posible que cada año sean vendidos tantos millares de negros públicamente o clandestinamente en los mercados de Khartum, Cordofan, Dongola, Suakim, Gedda, Berber, Cairo y en otras ciudades de la costa africana? Esto se debe al robo violento y al secuestro secreto de parte de los musulmanes, que alimentan y practican todavía el tremendo comercio de los esclavos; esto se debe al Islam que favorece la esclavitud.

Los pobres negros (especialmente niños y niñas) van de mercado en mercado, de dueños a dueños, y después de haber superado las más grandes fatigas de los peligrosos viajes, a menudo caminando descalzos sobre la arena caliente del desierto, en la cual una gran parte muere cruelmente, llegan a la costa de África para ser vendidos a patrones terribles que los tratan como perros y les preparan… una vida que pronto los lleva a la muerte.

Solamente Aquel, que con su sacrificio glorioso sobre el Gólgota quiso que fuese extirpada para siempre de la tierra la esclavitud, El que anunció a los hombres la verdadera libertad, llamando a todas las naciones y cada ser humano a la filiación Divina, a quien el hombre regenerado con la verdadera fe puede llamarlo Abba Padre, solamente El podrá liberar el África de la mancha de la esclavitud”.

En 1870 prepara un documento para presentar a los padres del Concilio Vaticano I: “Postulatum pro Nigris Africae Centralis”. Lo acompaña con una carta circular, firmada por muchos obispos y aprobada por el mismo Pío IX. A fines de 1871 el Obispo de Verona erige canónicamente el Instituto. Y en enero de 1872 funda el Instituto de las Pías Madres de la Nigrizia (Misioneras Combonianas).

El 26 de Mayo de 1872, Pío IX lo nombra Provicario apostólico del África central y el 11 de junio se confía esta misión al Instituto fundado por el en Verona.

El Vicariato era muy extenso (5 millones de km cuadrados), reuniendo bajo su jurisdicción los países de: Nigeria, el Chad, R. Centroafricana, Sudan, Uganda, Kenya, Tanzania y parte de Zaire. Ciertamente fue un motivo de preocupación para Comboni el saber que la Iglesia le encargaba tan grande responsabilidad, pero una vez más se abandona en Dios plenamente y consagra el vicariato al Sagrado Corazón de Jesús.

Pronto comienza la reorganización del terreno. Después de varios meses de estudio y preparación, en enero de 1873 parte la expedición para el centro de Africa (Khartum y Cordofan). Es la primera vez que parten religiosas europeas. En El Cairo, les dirige palabras llenas de entusiasmo, animando como padre y apóstol, a quienes continuarían su obra: “He aquí el momento tan suspirado por mí y por ustedes, hermanos y hermanas en Cristo. Les agradezco la paciencia con la cual me han esperado durante mi larga ausencia, por la abnegación con la cual toleraron toda clase de privaciones, incomodidades y pobreza…Los sacrificios pasados no son más que un ensayo de los que quedan todavía por sufrir para llegar a implantar en el corazón del África el Estandarte de la Redención, pero no temamos porque el Dios que nos ha sostenido en los trabajos pasados, no nos abandonará en los futuros…Sigamos cada vez mas este impulso irresistible de nuestro corazón que nos empuja a la salvación de un pueblo desamparado: armémonos del escudo de la fe, del casco de la esperanza, de la coraza de la caridad, de la espada de dos filos de la Palabra Divina, y marchemos valientes a la conquista de esta última nación del universo para el Evangelio”.

El 8 de julio de 1877 el Papa Pío IX lo nombra Vicario del África central y el 12 de agosto es consagrado obispo. Este nombramiento nos da una idea de un claro reconocimiento de parte de Roma y que una nueva Iglesia iba creciendo y se consolidaba.

“Si el grano de trigo no cae en tierra…”

Es notable como en los escritos de Comboni, especialmente en los últimos meses, hace una referencia continua a la Cruz, no solamente aquella respecto a las dificultades materiales de la misión, causadas por el clima, la pobreza y las enfermedades; sino más aun a las incomprensiones, malentendidos y calumnias de que fue objeto, provenientes de sus más cercanos colaboradores.

A esto se sumaba el dolor por la muerte de algunos laicos y sacerdotes misioneros, entre ellos quien había designado como su vicario general. En una de sus últimas cartas escribe: “¡Mi Dios! ¡Siempre Cruz! Pero Jesús, dándonos la Cruz, nos ama; todas estas cruces pesan terriblemente sobre mi corazón; pero nos aumentan la fuerza y el coraje en el combate de las batallas del Señor, porque las Obras de Dios nacieron y crecieron siempre así; así prosperaron; así se consolidaron, y prosiguieron en medio de las muertes, del sacrificio, y a la sombra del salutífero árbol de la Cruz”.

De este modo Dios iba completando “Su obra” asociando a Su Hijo Crucificado, un hombre que en la soledad y dureza de la misión le entregaba sus últimas fuerzas. Después de haber “gastado” su vida por anunciar a Cristo y salvar así su tan querida África, muere extenuado de cansancio en Khartum el 10 de octubre 1881 a los 50 años de edad.

Fue beatificado por S.S. Juan Pablo II el 17 de marzo de 1996 en la Basílica San Pedro en Roma.

El Beato Comboni fue un pionero en la misión, su organización, su Plano de la regeneración de África, sus escritos, y su espiritualidad iluminaron e influyeron decisivamente para el bien y la expansión de la Iglesia.

Casi 90 años después de su muerte, el Concilio Vaticano II, en el decreto Ad Gentes daba las características que debe tener el misionero: “El que anuncia el Evangelio entre los gentiles dé a conocer con libertad el misterio de Cristo, cuyo legado es, de suerte que se atreva a hablar de El como conviene, no avergonzándose del escándalo de la cruz. Siguiendo las huellas de su Maestro, manso y humilde de corazón, manifieste que su yugo es suave y su carga ligera. Dé testimonio de su Señor con su vida enteramente evangélica, con mucha paciencia, con longanimidad, con suavidad, con caridad sincera y si es necesario, hasta con la propia sangre. Dios le concederá valor y fuerza para que vea la abundancia de gozo que se encierra en la experiencia intensa de la tribulación y de la absoluta pobreza. Esté convencido de que la obediencia es la virtud característica del ministro de Cristo, quien redimió al mundo con Su obediencia”.

Roguemos al Beato Comboni que nos alcance la gracia de vivir a pleno nuestra consagración “tesoro escondido cuya adquisición no admite lamentos por haber renunciado a todo”, para que como él, también nosotros nos animemos a las más grandes empresas confiados solo en Cristo, “y Cristo siempre, y Cristo en todo, y Cristo en todos, y Cristo Todo”

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Un comentario

  1. Hijoles este muchacho es un verdadero héroe. No cabe duda, siempre se aprende algo nuevo. Gracias a esta pagina veo vidas increíbles. En las escuelas de gobierno deben enseñar lo que es la verdadera entrega por los demás y creo que el mundo seria otro mundo. Dios bendiga al equipo de Encuentra. Gracias

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