Jornada sacerdotal en el seminario de Madrid

Lunes, 29 de julio de 2002

Biblioteca Almudi

 

El seminario conciliar de Madrid congregó a cerca de 400 sacerdotes y seminaristas de la diócesis en una Jornada Sacerdotal convocada con motivo del centenario del nacimiento del beato Joemaría Escrivá. Intervinieron los cardenales Darío Castrillón y Antonio María Rouco; el obispo auxiliar de Madrid, César Franco; y el vicario regional del Opus Dei, Tomás Gutiérrez.

 

20 de junio de 2002

 

Concelebración en la Capilla del Seminario.

 

En el Centenario, este acto cobra una relevancia especial, pues el Opus Dei se gestó y nació en el seno de la Iglesia de Madrid. De esta forma lo han querido recordar la vicaría del Clero de la diócesis madrileña y los centros de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz en Madrid.

 

En las intervenciones, el cardenal Castrillón, prefecto de la congregación para el Clero, citando al beato Josemaría, dijo que el sacerdote tibio es el gran enemigo de las almas. Por el contrario, los presbíteros han de ser transmisores de ?gozo y esperanza a los hombres de nuestro tiempo, pese a nuestros límites y errores, sabiendo que en nuestra debilidad humana radica el poder divino.

 

Sobre el fundador del Opus Dei señaló su ejemplaridad ?como sacerdote secular, pues en su vida gastada al servicio de la Iglesia, ha sabido amar al mundo con la caridad de Cristo. Calificó al sacerdocio como tarea noble y bella, sin la cual no sería posible la presencia en el mundo y la santidad de los laicos.

 

Cerca de 400 sacerdotes y seminaristas acudieron a la jornada.

 

Mediante la proclamación con autoridad de la Palabra del único Maestro, los sacerdotes han de procurar que los fieles estén atentos a los desafíos del mundo actual y sensibles a las angustias y desesperanzas de sus gentes. El respeto de la vida humana, la defensa de la familia, las responsabilidades en el campo profesional y político ?serán los frutos de la plena coherencia de sus vidas con los valores evangélicos.

 

El cardenal de Madrid y la fraternidad sacerdotal

 

En su intervención, el cardenal de Madrid, Antonio María Rouco, alentó a los presentes a vivir la fraternidad sacerdotal signo de la comunión que el Espíritu crea en quienes han sido incorporados al único sacerdocio de Cristo.

 

Del Fundador del Opus Dei dijo que la fraternidad sacerdotal ?constituyó uno de sus mayores desvelos y afanes apostólicos. Preocupado por la santidad del sacerdote secular, él mismo fundó la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz como asociación de sacerdotes diocesanos destinada a promover la santificación según el espíritu y la praxis ascética del Opus Dei. En este ámbito específico de fraternidad, los sacerdotes hacen suya la vocación propia del Opus Dei, robusteciendo sus vínculos de pertenencia y unidad con el presbiterio diocesano y el Obispo.

 

También dijo que el apoyo espiritual y humano a los sacerdotes ha de venir, en primer lugar, de su obispo y de sus hermanos. Otro apoyo importante proviene de las asociaciones sacerdotales, que ayudan a los sacerdotes a mantener los compromisos, buscar consejo y ayuda ante las dificultades; y a fomentar los lazos de amistad y comunión sin suplantar ni la responsabilidad del obispo en todo lo que concierne a la vida y ministerio del presbiterio, ni menos aún dotar a los presbíteros de otros fundamentos de vida espiritual que no sean los que dimanan del sacramento del Orden. El Beato Josemaría -dijo- entendió perfectamente esta doctrina conciliar.

 

Por su parte, el obispo auxiliar de Madrid, Cesar Augusto Franco, manifestó que ?para todos los que pertenecemos al presbiterio diocesano, es motivo de gozo y de esperanza reconocer que un hermano nuestro [Josemaría Escrivá], que recorrió nuestras calles y frecuentó tantas veces el Seminario Conciliar, será propuesto por la Iglesia como modelo digno de imitación al ser elevado a los altares.

 

Finalmente, el vicario en España de la Prelatura del Opus Dei, monseñor Tomás Gutiérrez, esbozó el trabajo pastoral que Josemaría Escrivá desarrolló en Madrid. En la capital atendió enfermos, dio catequesis, predicó y, en 1928, Dios le hizo ver el Opus Dei. Su presencia en esta ciudad no fue un hecho casual, sino que hay que atribuirlo a la divina providencia.

 

 

 
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