Acreditado por el Padre como «su Hijo amado» y empujado por el Espíritu Santo, Jesús inaugura su misión.
Comienza su revolución, no terrena, sino trascendente.
1. Jesús se despidió de su madre, que ya venía dándose cuenta, ¡qué no intuyen las madres, y aquella Madre!, de que el corazón de su Hijo vivía ya lejos. Y desde Nazaret, en Galilea, se fue a Judea, para ser bautizado por Juan en el Jordán. Y poniéndose en la cola con los pecadores, entra en el río limpio de pecado personal y cargado con los pecados de todo el mundo, «hecho pecado por nosotros el que no conoció pecado» (2 Cor 5,21) que, como el Cordero, comienza a purificar y a lavar las iniquidades de la humanidad, ya esposa suya, aunque, necesitada de su unción.
2. «Mirad a mi siervo a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre El he puesto mi espíritu» Isaías 42,1. «Apenas salió del agua; vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar sobre él como una paloma. Y se oyó una voz del cielo que decía: «Este es mi Hijo amado, mi predilecto» Mateo 3,13. Mateo destaca, sin embargo, un elemento geográfico interesante: Cristo, para ser bautizado por Juan, vino desde Nazaret de Galilea, hasta el Jordán, en Judea. Nos narra la teofanía en el momento de «salir del agua», en lo que coinciden los tres sinópticos. Marcos, a diferencia de Mateo, que la dirige todos, dirige la voz del cielo directamente a Cristo: «Tú eres el Hijo mío…» Los tres ponen la forma que en él «me complací», en aoristo griego o en estático semita, que se puede traducir en tiempo presente: «en ti me estoy complaciendo siempre». Mateo como Marcos, elevan la categoría de siervo, con que lo califica Isaías, a la de Hijo amado y predilecto. Son dos textos de las lecturas de hoy, luminosamente paralelas y coincidentes: a) «Sobre El he puesto mi Espíritu» dice Isaías. b) «El Espíritu bajaba como una paloma y se posaba sobre El», nos relata San Mateo. Para Isaías Jesús es: «Mi elegido, a quien prefiero». Para Mateo: «El amado, mi predilecto». Se da pues un progreso de Revelación en el Evangelio: El Padre REVELA AL HIJO, Y EL AMOR CON QUE LE HA ELEGIDO. Es una revelación impresionante. Dios muestra su predilección por este hombre discreto e inadvertido. Jesús, viene a su vez, a revelar el amor del Padre.
3. El Siervo de Yahvé viene a realizar la misión trascendental de renovar la alianza de Dios con Israel, repatriar a los exiliados y establecer el espíritu de la verdad en todas las naciones paganas. Para expresarlo, Isaías se sirve de los términos propios de la creación: «Yo te he formado y te he hecho», dice el Señor del Siervo de Yahvé, según la lectura de Isaías.
En el Génesis, en efecto, cuando Dios se dispone a crear al hombre, dice: «Hagamos al hombre» (1,26). Estamos pues ante la creación del hombre nuevo, del primer hombre con el corazón de Dios. Si es creado un hombre nuevo, es que ahora está comenzando un Mundo Nuevo, una creación Nueva, un Orden Nuevo, una alianza nueva, que será sellada con la Sangre derramada en la Cruz. El Bautismo en el Jordán está anunciando un Bautismo de sangre. Y como en la Creación el Espíritu se cernía sobre las aguas (Gn 1,2), en la nueva creación que comienza hoy, se posa sobre Jesús, sumergido en las aguas del Jordán, el mismo Espíritu.
Desde hoy, todo será nuevo: Los ciegos abrirán sus ojos a la luz de la revelación del Padre, que les irá descubriendo Jesús. El amado Hijo, nos revelará a sus hermanos, que somos hijos del Padre por adopción, «amados en El» y herederos por El.
4. Jesús, como Rey, en contraste con los reyes de su tiempo, implantará el derecho y la justicia, según Dios y no según los hombres, trascendiendo todos los conceptos modernos legalistas. Santificará y justificará, no con las normas y principios jurídicos y sociológicos, sino a través de una actividad salvífica a todos los niveles. Su actuación no seguirá los esquemas de los poderes temporales, pues “Su reino no es de este mundo”. Tampoco actuará con métodos militares; ni lanzará gritos en medio de las plazas, tratando de afirmar su poder.
Enseñará lo mismo como Sacerdote, que como rey implantará. Como Profeta será la voz del Padre ante todos los pueblos. Por eso Juan confiesa: «Yo os bautizo con agua. El os bautizará con Espíritu Santo y fuego», que es juicio salvador y transformante. Fuego purificador, que quema el pecado y transforma a los hombres en Dios, pasando por la muerte del viejo Adán.
5. Ahora ha definido el sentido de su reino: transformar a los hombres desde dentro, a partir de su interioridad. Viene a salvar a cada hombre, reavivando la mecha a punto de extinguirse, haciendo la revolución verdadera querida por Dios, por la acción dinámica del Espíritu que vive en él, con mansedumbre y humildad, reformando a las personas, una a una, llegando a lo más íntimo de su ser, haciéndolos hijos, cada vez más plenos, del Padre. Esa es la revolución que Jesús va a comenzar con el Espíritu, la revolución de la santidad, que comienza por sacar a los presos de la cárcel de sus pecados para crear hombres interiores, adoradores de Dios en espíritu y verdad (Jn 4,24). Creando una caña nueva donde hay una resquebrajada, no aplastando, sino sanando y curando. Dedicando una atención singular a las personas, una a una, en el brocal del pozo de Jacob, o entregado a la formación de sus primeros discípulos, o en la conversación nocturna con Nicodemo.
Así actuará Dios por Jesús, por sus sacramentos, por la Iglesia como comunidad salvífica, intercesora y mediadora universal. Ese es el sentido del bautismo de la Iglesia, que nos hace hijos de Dios.
Por eso pudo decir Pedro: «Cuando Juan predicaba el bautismo, Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, pasó haciendo el bien» Hechos 10,34. «Todo lo ha hecho bien» (Mt 7,37).
6. «Soy yo el que necesito que Tú me bautices» confiesa Juan. -«Debemos cumplir lo que Dios quiere», responde Jesús. Su obsesión es hacer la voluntad del Padre. Como debe ser el programa de todo cristiano. Jesús entró en el Jordán, como el Siervo de Yahvé personalizando a todo el pueblo de Dios. Para entrar en la tierra prometida, el pueblo de Israel entró en el Jordán y lo atravesó y Jesús entra en el Jordán a la cabeza de su pueblo nuevo, para llevarlo a la tierra nueva, que mana leche y miel. Entró Jesús en el río. Y porque se sumergió en el río de nuestra vida, el Padre dijo que le amaba, porque cumplía su voluntad. Jesús entró en el río para hacer un río nuevo en un mundo nuevo con hombres nuevos, nacidos de las aguas nuevas del bautismo.
7. «Apenas se bautizó Jesús, se abrió el cielo, descendió el Espíritu sobre Jesús, como una paloma y se posó sobre él. Y el Padre proclamó que es su Hijo Amado». El Bautismo de Jesús culminó con una teofanía, en un momento imponente y trascendente en el que se manifestó la Familia Trinitaria presente y actuante. El Padre y el Espíritu Santo presentan las credenciales de Jesús ante Israel y ante el mundo.
8. «Ha inaugurado su misión de Siervo Doliente. Se mezcla con los pecadores; es ya el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo; y acepta el bautismo de muerte para la remisión de los pecados por amor. Así mana de El el Espíritu para toda la humanidad. Se abren los cielos, que el pecado de Adán había cerrado. Y el cristiano se incorpora sacramentalmente a Cristo por el bautismo, que anticipa su muerte y su resurrección. Nuestro deber es entrar en el misterio de humillación y de arrepentimiento, descender al agua con Jesús para subir con El, renacer del agua y del Espíritu en hijos amados del Padre y vivir una vida nueva» (CIC).
9. Vida nueva que el mismo Cristo alimenta y robustece con su Pan y Vino, sacramento para la vida del mundo. «La voz del Señor que se oye sobre las aguas torrenciales, es potente y magnífica y descorteza las selvas» Salmo 28, destruye las cortezas de las selvas de nuestros pecados, para que le recibamos con santidad y justicia.
10. A cada hombre que recibe el bautismo le son dirigidas, con toda la ternura y toda la fuerza del amor estas mismas palabras; y el secreto de su felicidad consiste en conseguir que esa frase «Tú eres el amado en quien me complazco» resuene siempre hasta el último rincón de su ser en el corazón de cada hombre. Pronunciadas desde arriba en nuestro interior como un murmullo suave, o exteriormente de un modo más aparatoso y arrebatado: «Tú eres mi amado, en ti me complazco», son el mayor regalo y el don mejor: no hay nada que supere saber u experimentar que se es amado. Y nada menos que por el mismo Dios.
11. No es fácil escuchar estas palabras en un mundo lleno de voces que gritan: «No eres atractivo. Eres repulsivo; no vales para nada; no eres nada, a menos que lo demuestres. Es la trampa de la auto infravaloración y el auto desprecio. Ahí se enraíza la búsqueda ambiciosa del éxito, de la popularidad, del poder y del mando. Todo son soluciones atractivas e indispensables para demostrar que alguien es importante. Y encima, nos lo creemos, mientras la cara sombría de nuestra persona nos repite: «No soy bueno. Merezco que me excluyan, que me olviden, que me rechacen y me abandonen».
Aparentemente creemos que el hombre está más tentado por la arrogancia que por el autodesprecio, pero no es así; porque menosprecio de sí, no es otra cosa, que arrogancia; no hay complejo de inferioridad, sino de superioridad frustrada; de ahí nace la ambición de subirse al pedestal, tratando de impedir que nos vean como nos vemos nosotros por dentro. Y caminar con sentimientos de nulidad a cuestas y no sentirse aceptado, es una forma de arrogancia y de soberbia, que son los mayores enemigos de la vida espiritual, porque contradicen la voz sagrada que nos llama «el amado». Porque ser amado expresa la verdad más profunda de nuestra existencia.
12. El que no se siente amado, siempre va buscando algo o a alguien que le convenza de su condición de amado. Y todo porque no sabemos escuchar la voz que nos habla desde lo más hondo de nuestro ser, y nos dice: «Tú eres mi amado, en ti me complazco», que escuchó Jesús en el Jordán, mientras otras voces más poderosas nos dicen: Demuestra que eres algo, que vales la pena; haz algo importante, espectacular, llamativo, poderoso. Sube más arriba, escala peldaños». Y silenciamos la voz suave y amorosa, que nos habla calladamente en la soledad de nuestro corazón. Esa voz suave nos ha llegado por muchos caminos: por nuestros padres, amigos y maestros, por las personas con las que nos hemos encontrado, que en diferentes tonos, estaban en la misma onda. Muchas personas nos han cuidado con ternura y amor. Se nos ha enseñado y educado con mucha paciencia y perseverancia. Se nos ha animado a seguir adelante en medio de las dificultades, y cuando hemos fallado, se nos ha insistido con amor a intentarlo otra vez. Sin embargo la verdad es que, aunque nos hayan premiado y alabado por nuestros éxitos, nada ha podido convencernos de que somos amados. ¿Qué significa ese esperar ansioso de que alguna persona, o cosa, venga a arrullarnos con ese sentimiento? Ese es el camino que nos conduce al agotamiento espiritual, y a sentirnos interiormente amargados y destrozados; el camino que conduce a la meta de la muerte espiritual.
13. También es verdad que hemos tenido que soportar zancadillas; que nos han puesto palos en las ruedas de nuestro progreso; que no todos los maestros o directores, nos han tratado bien; que algunos nos han humillado durante largos años; que hemos sufrido postergaciones y hemos sido víctimas de las envidias y rencores; que nos han escupido como el sapo, con su baba venenosa, a la luciérnaga que brillaba por la noche con su pequeño farolillo que ponía una chispa de luz en la oscuridad; que aquellos que nos debían haber ayudado, han pretendido lanzarnos al precipicio; que los que nos debían gratitud, nos traicionaron o nos olvidaron. ¿Dónde quedaba entonces la palabra «tú eres mi amado?
Dicen que todo va bien
cuando nada sale mal.
Así lo hacen los gentiles:
¿qué tal? Todo viento en popa.
Estupendamente. De categoría
Dios me bendice. Su Providencia
me guía y salud, negocios, amigos,
todo a pedir de boca.
A este hilo, ¡qué mala Providencia
tuvo el Padre con Jesús!
porque ¡mira que tuvo una suerte
el pobre! ¡todo le salía mal!
Su nacimiento, su vida
y su terribilísima muerte.
Dicen que todo va bien…
¿y el grano que muere?
¿y la fruta que se pudre?
y el corazón torturado?
¿y los mártires? ¿y los santos?
¿les fue bien o les fue mal?
Si quieres ganar la vida
has de perderla del todo.
Pero dejar la vida es un mal
a la luz de este hemisferio:
entonces ¿ salir bien, salir mal?
aclaradme este misterio.
Enfila tu mirada al Calvario.
Hallarás desvelado el misterio.
14. Sé perfectamente que estoy utilizando una argucia poética por la licencia que nos da la Carta Ad Pisones de Horacio.
«Pictoribus atque poëtis
quidlibet audendi
semper fuit aequa potestas»;
Porque ese misterio no se puede aclarar, o dejaría de ser misterio. ¡Si ni Jesús se lo aclaró a los discípulos de Emaús!. Y el mismo Isaías pone en duda la credibilidad que prestarán a sus cuatro Cánticos del siervo de Yahvé, del 42 al 53, los que los lean, aunque sean reyes: «¿Quién creerá lo que oímos decir?» (Is 53,1), ¿cómo vamos a osar descifrarlo los soldados de a pie? Lo único que sabemos, y no es poco, es que el amor crucifica, destroza, y convierte a un hombre en un guiñapo. Es preciso leer los textos que he citado. Si Dios es Amor, si él me ama, y no lo puedo dudar, es necesario que este misterio algún día sea revelado. Isaías ya nos da una pista: «Plugo a Dios destrozarle con sufrimientos. Si él ofrece su vida en expiación, verá descendencia, prolongará sus días y cumplirá la voluntad de Dios. Justificará a muchos y le daré multitudes por herencia».
15. Yo se que los pensamientos de los hombres de nuestra sociedad, no logran entender ni de lejos esta concepción nueva del amor; pero no hay otra y por eso urge la necesidad de una nueva evangelización, dejando el lastre de la que hemos heredado y de la que aún estamos viviendo. Para la mayoría, uno es el Cristo de la Pasión y otro el de la Pascua romántica y de fantasía.
16. A pesar de todo, y por todo ello, «soy amado». Dios trata así a sus mejores amigos. ¡Por eso tienes tan pocos!, le contestó la osada y sagaz Teresa. Lo que no admite justificación es que queramos destruirnos a nosotros mismos. Somos amados. Hemos sido amados íntimamente antes de que nos amararan nuestros padres, profesores, y amigos y, a su manera tan singular, también nuestros enemigos y los contratiempos y las adversidades. La verdad auténtica y genuina de nuestras vidas, es la palabra pronunciada por la voz que proclama: «Eres mi amado». «Desde el principio te he llamado por tu nombre. Eres mío y yo soy tuyo. Eres mi amado y en ti me complazco. Te he formado en las entrañas de la tierra y entretejido en el vientre de tu madre. Te he llevado en las palmas de mis manos, y amparado en la sombra de mi brazo. Te he mirado con infinita ternura y cuidado más íntimamente que una madre. He contado todos los cabellos de tu cabeza, y te he guiado en todos tus pasos. Adonde quiera que vayas, yo estoy contigo, y vigilo siempre tu descanso. Te daré un alimento que sacie totalmente tu hambre, y una bebida que apague tu sed. Nunca te ocultaré mi rostro. Soy propiedad tuya, y eres propiedad mía. Me perteneces. Yo soy tu padre, tu madre, tu hermano, tu hermana, y tu esposo. Seré todo lo que seas tú. Nada nos separará. Somos uno».
17. Hay un cuento sufita, que, aunque de una manera incompleta, ilustra el amor de Dios a cada hijo suyo. Digo incompleta, porque en él sólo cuenta la amistad, sin llegar a la muerte de cruz. Los sufitas son musulmanes: Malik, era un buen religioso mahometano, muy preocupado por la conducta libertina de un joven vecino, cuya conducta era intolerable. Un día, Malik le pidió que cambiara de conducta. El joven contestó que él era un favorito del Sultán y, podía vivir como a él se le antojara. Malik le dijo. «Yo, personalmente, me quejaré al Sultán.- «Será inútil, porque el Sultán jamás cambiará su opinión sobre mi». -Entonces le hablaré de ti al Sumo Creador». Y el joven disoluto contestó: -«El Sumo Creador», es demasiado misericordioso como para reprocharme nada».
Por fin. La conducta del joven originó la repulsa general. Y Malik decidió volver a reprenderle. Cuando se dirigía a la casa del joven, oyó una voz que le decía: «No toques a mi amigo. Está bajo mi protección». Malik, sufrió una enorme confusión y, en presencia del joven, no supo qué decirle. El joven le preguntó: «¿A qué has venido?». Malik respondió: «Venía a reprenderte, pero cuando me estaba llegando, oí una Voz que me dijo: No toques a ese joven está bajo mi protección». El rostro del disoluto joven se transformó. -«¿De veras me llamó amigo suyo?».
Pasaron los años, y Malik se encontró con aquel joven en La Meca. Y le confió: Las palabras de la Voz impresionaron tanto que renuncié a todos mis bienes y me he convertido en un mendigo errante. «Ahora he venido aquí en busca de mi Amigo», le dijo a Malik. Y, dicho esto, murió.
18. Jesús acaba de inaugurar su misión de Siervo Doliente. Se deja contar entre los pecadores; es ya el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo; y acepta el bautismo de muerte para la remisión de los pecados por amor. Siempre que oigamos con gran atención la voz que nos llama « que somos, no sólo sus amigos, sino sus amados», descubriremos interiormente el deseo de escucharla intensamente y para siempre, como si hubiéramos encontrado un pozo en pleno desierto.
18. Si empiezo a excavar en la arena del desierto, comenzaré a ver que de la arena seca y árida brota una brizna de agua. Debo seguir excavando porque tengo la seguridad de que ese hilito de agua nace en un enorme acúifero, que se oculta bajo la superficie del desierto de mi vida. No nos convirtamos en víctimas de un mundo manipulador, ni nos dejemos atrapar por ningún tipo de adicción. «Soy su Amado y por eso se ha entregado a la muerte cruel por mí». Somos su amado, como Jesús lo es del Padre, que también es nuestro Padre, y al morir en la cruz, se entregó filialmente en sus Manos: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». ¿No ha sido el mismo Espíritu el que ha inspirado a San Pablo «que nos eligió en El, antes de la creación del mundo, para que fuésemos santos e irreprochables en su presencia, por amor y nos predestinó a ser sus hijos adoptivos por Jesucristo, porque él lo quiso; para alabanza de la gloria de su gracia, de la que nos colmó en el Amado»? Efesios 1,3.
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