El llamado de Mateo

El Señor esperaba una respuesta pronta y generosa de aquel rico recaudador de impuestos. Y Mateo, al instante, le siguió.

(Mt 9, 9-13; Mc 2, 13-17; Lc 5, 27-32)

I

Ibamos hacia el mar. .. Y, como siempre, tú y yo detrás de Jesús. Caía el sol sobre aquel camino arenoso y tú querías descubrir, entre las pisadas de los que iban delante, cuáles eran las huellas del Señor. Como niños pequeños nos entreteníamos en pisar las señales de sus pies, pisando sobre sus pisadas. Llenos de ilusión. Creíamos que, caminando así, hacíamos lo mejor. Cuando ya se terminaban las casas, vimos aquella última, pequeñita, con la puerta mirando al mar. Delante, en fila rigurosa, estaban muchos judíos con bolsas de dinero en sus manos, oteando con mirada recelosa…

Jesús se ha parado un instante frente a la puerta de esta casita, mientras que los judíos alineados a la sombra le observan sin cesar.

Hemos llegado tú y yo, y miramos los dos, distraídos, los pies de Jesús, esperando que comience a andar para ser los primeros en pisar sus pisadas. De nuestro juego infantil, nos despertó la voz de Jesús, que dijo:

-¡Sigueme!

Alzamos nuestros ojos del suelo y vimos que el Señor hacía a la vez señas con su índice a un hombre que sentado en el banco de los tributos le estaba mirando. Mateo miraba a Jesús con asombro; una interrogación se dibujaba en su rostro, como diciendo: ¿A quién es? ¿A mí?

II

Pensando que la llamada era para él, sin mirar más, sin atender a toda aquella gente que aguardaba para pagar, sin contar los montones de dinero que estaban encima de la mesa, y sin cerrar siquiera la puerta de su casa, dejándolo todo como estaba, levantándose le siguió.

Los judíos de la puerta no comprendieron aquella locura: ¿por qué deja abandonado todo a una palabra de Jesús? ¿Por qué, al paso de Jesús, abandona con desprecio el dinero, que antes ambicionaba con tanto ahínco y afán? ¿A qué es debido ese cambio de conducta?

Tú y yo entendimos que era uno más que se nos unía. Ya no perderá más tiempo ganando sólo dinero; dedicará su vida a andar por caminos de amor y de ideal, de heroísmo y de cielo, siguiendo a Jesús a donde quiera que vaya. Y por Él dejará también, un día, con su sangre, su vida.

Mateo no estropeó la elegancia de su entrega sin palabras, con remilgos egoístas, como hubiera sido el poner en orden sus cosas, el recoger el dinero, el mirar para atrás cuando se acercaba a Jesús, dejando a sus espaldas las ilusiones de siempre. Y Mateo es publicano …

III

No es de los que se pasan la vida discutiendo si es bueno dar el décimo del perejil y de la hierbabuena, es más sencillo que todo eso, y por ello nunca ha sido visto entre los fariseos de su pueblo. No puede con esas hipócritas discusiones vacías… y cuando le ha llegado el momento…, no ha dado el diezmo, lo ha dado todo, con un cambio radical de su vida.

A ti, que me escuchas, amigo, te diré: tú que le sigues jugando a pisar sus pisadas y conservando tu voluntad, sin haberla entregado, mira la actitud de Mateo. Muchas veces, tú y yo, hemos comentado la conveniencia de darnos del todo a Jesús, haciéndolo también sin palabras, y siempre me has dicho lo mismo…. que más adelante…. que también sin seguirle del todo se puede hacer mucho bien…, que el Señor también quiere que haya recaudadores de tributos…, que… No es preciso que hablemos más, la conducta de Mateo es bastante elocuente.

Y Jesús está pasando por tu puerta…

 

Reproducido con permiso del Autor.

«Caminando con Jesús», J.A. González Lobato, Ediciones RIALP, S.A.

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5 comentarios

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