El orden interno y externo

El orden es algo necesario para todos, desde la infancia a la tercera edad. A veces parece, de forma errónea, que es una virtud solo para los niños; no es así, todos debiéramos vivirlo

Lo que cambia es que al educar a niños, esa virtud se manifiesta en otros niveles, con manifestaciones concretas y con mayor incidencia en el orden material. En otras fases de la vida, sin descuidar el orden externo, hay que poner también el acento en el orden interno, en la escala de valores, real, que tengamos en la vida. Los educadores, padres o docentes, procuran ayudar a los más jóvenes a vivir el orden. Meta que parece lograda en la infancia y que se pierden de nuevo en la adolescencia. La constancia llevará a que al final se tenga adquirido el hábito. La forma de empezar, o de seguir, es con pocas metas, concretas, claras y evaluables. Se centran en el uso de las cosas, en la gestión del tiempo, etc. En los adultos, si se descuidan esos aspectos, es posible sufrir sanciones o penalizaciones si no se vive; por ejemplo, llegar tarde al trabajo o no cumplir los plazos previstos para un encargo. Es cierto que importa más el orden interior: por ejemplo, en las prioridades reales en la vida; pero sin vivir el orden material, es más difícil cuidar el interior.

Un posible comienzo es con el orden con los objetos. Al inicio es frecuente dedicar tiempo a ordenar; los niños obedeciendo una indicación: los juguetes en su sitio, la ropa, etc. Cuando un niño incorpora mentalmente que lo que se usa para jugar, se devuelve ordenado al lugar en donde estaba, ha dado un paso importante. Otro será que cada prenda de ropa tiene un lugar en donde se deja. Hacer cadenas de tareas facilita que un menor las incorpore; así, si al llegar del colegio se cambia de ropa, debe saber dónde dejar cada prenda. A todos nos ha pasado alguna vez, que al salir de casa alguien dice que no encuentra un objeto. Muchas veces no es porque se lo hayan movido, sino porque no recuerda donde lo ha dejado.

Una casa con orden funciona mejor; lo mismo que un aula, un despacho y por supuesto, las personas; hay aspectos más visibles, pero no siempre más importantes. Engañarse esperando a situaciones futuras: la compra de un armario, disponer de espacio propio, etc. Si somos honestos, sabemos que es posible ahora facetas del orden. Los profesores de educación Infantil y de Primaria tienen pautas concretas para ayudar a los alumnos. Ver, avanzando desde el fondo del aula hacia adelante, el aspecto de las mesas; dedicar unos minutos a mirar el perchero, recordar lo que todos deben llevar a casa al final de la jornada, son recursos frecuentes. A un jefe le basta ver cómo queda el lugar de trabajo al terminar la jornada. Las personas que realizan la limpieza, o arreglan los desperfectos, saben con precisión el orden en cada espacio, despacho, etc. Es similar a lo que un padre o una madre esperan encontrar al entrar en la habitación de cada hijo. Tener una hoja Excel con tres objetivos claros y evaluables al final de la jornada puede ser una ayuda. Con un niño se pueden usar colores para indicar si ha vivido esa meta; los del semáforo pueden servir: verde, naranja, rojo. El tiempo, en función de la edad; con los pequeños, semanal. Al crecer, se puede ampliar el periodo a valorar. Se puede hacer de formas muy diversas, pero el engaño no cabe; lo que sí puede variar en nuestra reacción ante un fallo o varios.

Un profesor universitario prestigioso, al comenzar la clase acostumbra a cerrar la puerta unos minutos después de la hora. Lo avisa el primer día y lo vive a partir de entonces. Sus alumnos ya conocen esa regla de juego; es probable que sea más indulgente que el jefe que éstos tendrán en el futuro. Ayudar en la infancia a lograr ese hábito, facilita vivirlo en la madurez. Las excusas que algunos ponen cuando llegan tarde, si se repiten una vez y otra, muestran que se engaña a sí mismo, o que pretende que disculpemos su retraso. Sólo viviendo el orden externo, llegaremos al interno.

El orden interior es fruto de una acertada jerarquización, más la coherencia de vida, en el esfuerzo diario por vivir cómo hemos decidido hacerlo. Para lograrlo, ayuda tener una personalidad bien formada y estable, conjugar la actividad externa y la serenidad interna ante los acontecimientos. Esta actitud es aplicable a todas las dimensiones vitales. Con orden mental, unos afectos ─con toda la gama que suponen─ orientados en la dirección que señala la inteligencia y hacia los que enfocamos la voluntad, es posible que corramos menos y acertemos más.

El sentido trascendente de la vida humana es un elemento importante. Se puede ser creyente o no; depende de varios factores. Pero la superficialidad no es buen camino; vivir como si Dios no existiera, lleva antes o después a no plantearnos las grandes preguntas que las personas se hacen desde hace milenios. Pensar que podemos prescindir de Dios es una tentación más fuerte cuando la vida nos sonríe; otras veces es falta de formación. No juzgamos a personas, sino que comentamos ideas. Tenemos cierta capacidad para decidir lo que hacer o no; así, el trabajo tiene una dinámica que debemos respetar; vivimos en sociedad, empezando por la familia, etc. El orden lo ponemos en tareas y tiempos que nos vienen más o menos dados. Salir tarde del trabajo de forma frecuente puede ser un indicio de falta de orden, que a veces lo sufre la familia. En la vida, más que subir hasta el peldaño final de la escalera, es importante acertar en la escalera que subimos.

En cómo ordenamos la mente y el corazón, nos jugamos mucho. Ser feliz guarda más relación con los afectos que con las ideas, si bien no se deben separar, como no las separa la vida. Un paso previo es dedicar un tiempo a pensar la jerarquía que queremos tener y los medios para lograrlo. A partir de ahí, viene el esfuerzo de luchar por lograrlo. Avanzar en una dirección es distinto a navegar sin rumbo, a la deriva. Para no partir de cero, nos puede servir algún libro o material que ayude en esa labor; otras veces, pensar en voz alta con alguien que nos conoce, nos aprecia y nos puede ayudar; la escucha ya es una ayuda, pues permite llegar ir lejos en el razonamiento que sentarse uno solo a pensar en esto. No obstante, lo esencial es la disposición; los medios dependen de lo que buscamos lograr. En la vida, llega el momento en el que importa más crecer como persona que en la escala social. Ayuda descubrirlo lo antes posible.

Por José Manuel Mañú Noáin
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