SAN JOSÉ OBRERO

1. CLARETIANOS 2003

El mes de mayo en el hemisferio Norte es el corazón de la primavera. Parece que la naturaleza quisiera compartir la alegría de la Pascua. Tradicionalmente, la Iglesia vive el mes de mayo con María. Tendríamos que hacer un esfuerzo por renovar esta tradición, por redescubrir el “lado mariano de la vida”, por aprender una forma profunda y entregada de seguir a Jesús, conducidos por su Madre. La película “Jesús” (1999), de Roger Young, acentúa la presencia de María en el itinerario vital de Jesús. De esta manera, se comprende mucho mejor al Maestro.

La “cristianización” de la fiesta del trabajo colocó también la memoria de José de Nazaret en este primer día del mes. Hace poco (19 de marzo) que celebramos su fiesta. Hoy volvemos sobre su figura acentuando su condición de hombre trabajador. Es una buena ocasión para leer (o releer) la encíclica Redemptoris Custos, que el Papa Juan Pablo II escribió en 1989.

Del evangelio de hoy quiero destacar una sentencia: El que cree en el Hijo tiene la vida eterna. La “vida eterna”, para el Jesús del evangelio de Juan, es que te conozcan a ti, Padre. A Dios llegamos a través de Jesús. Sé que en el diálogo interreligioso actual esta afirmación es muy discutida. Para muchos, Jesús es sólo uno de tantos accesos al Padre. Es, si se me permite hablar así, el acceso típico de la cultura cristiana, como Mahoma es el acceso típico de la cultura musulmana. Detrás de estas afirmaciones hay una honrada voluntad de acercamiento, pero me parece que el “diálogo de vida” naufraga en el mar de la indeterminación. Si así fuera, tendría que rebelarme contra los que trajeron el evangelio a mi país y me impidieron llegar al Padre a través de las primitivas religiones celtibéricas, tan respetables como el hinduísmo o el islam.

No, Jesús no es un acceso más. Jesús es el Hijo enviado en la plenitud de los tiempos. Naturalmente, yo no soy nadie para imponer a Jesús, entre otras razones porque sólo es posible decir Jesús es Señor por el Espíritu Santo, pero él, con su resurrección, ha desbordado el espacio palestino, ha traspasado el siglo I, y se ha convertido en “patrimonio de la humanidad”.

Jesús no es un icono de la cultural judeo-cristiana. Jesús es tan árabe como Mahoma, tan chino como Confucio … Ningún ser humano le es extraño y para ningún ser humano puede ser extraño Jesús.

Siento que la misión tiene muchas cosas que profundizar.

Gonzalo (gonzalo@claret.org)

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