Beato Juan Duns Scot (1266-1308)
Nació cerca de Melrose, Escocia, de noble familia. Es un célebre doctor en filosofía (Escolástica) y enseñó en Cambridge, Oxford, París y finalmente en Colonia, donde murió.
Se le conoce por ser el principal responsable de la creencia de la Inmaculada Concepción. Sobre la obra monumental de este maestro, Pablo VI se declaró persuadido de que “este tesoro intelectual encierra las armas adecuadas para combatir eficazmente el ateísmo contemporáneo”.
San Godofredo (1066-1115)
Nació en Soissons, Francia. Fue abad benedictino de Noget donde atrajo numerosas vocaciones. Más tarde fue nombrado obispo de Amiens, cargo que habría de causarle muchos sufrimientos. El nuevo obispo tomó partido por una asociación de vecinos unidos contra la tiranía y la rapacidad de los nobles de la ciudad, los cuales se coligaron para perseguirlo y hacerle la vida imposible. Privado de esperanza y de amigos, Godofredo escapó y se dirigió a la Gran Cartuja donde confiaba poder esconderse y vivir en paz. Sin embargo lo obligaron a volver a su sede donde murió unos meses más tarde.
San Andrés Avelino (1521-1608)
Nació en Nápoles, Italia, y fue abogado antes de convertirse en sacerdote. Entró a la comunidad de los Padres Teatinos y fue pronto nombrado superior. Después lo llamó el arzobispo San Carlos Borromeo a predicar en Milán. Convirtió a muchísimos pecadores por sus palabras llenas de piedad y sabiduría y acompañadas de milagros y sanaciones.
Beata Isabel de la Trinidad (1880-1906)
Nació en Avor, Francia con el nombre de Elizabeth Catez. Siendo aún niña, murió su padre pero siempre encontró cariño y apoyo con su madre y su hermana Margarita. Isabel iba creciendo y su carácter se iba descubriendo. Ella misma confesará más tarde en sus cartas su “terrible genio”. Sus furias, sus explosiones, su carácter dominante van a ser el campo de batalla durante toda su vida. Al mismo tiempo poseía un corazón cariñoso y fiel.
Siendo una joven muy devota, sabía también gozar de todo lo bueno que ofrece la vida y era muy amante de la naturaleza. Desde los 14 años, escogió a Jesús como único esposo y se unió a él por el voto de virginidad. Aunque hubiera deseado entrar al Carmelo, su madre no se lo permitió, y ella obedeció. Al cumplir 21 años, le fue permitido por fin ingresar en el convento con el nombre de Sor Isabel de la Trinidad. Y efectivamente lo fue: hija amantísima de la Santísima Trinidad. Ella descubrió su vocación en la Iglesia: ser para Dios “una alabanza de gloria”. Hasta el punto que esta mística francesa lo tomó como un nombre simbólico: laudem gloria, y algunas de sus cartas las firmará con este nombre.
San José Nguyen Dinh Nghi y San Juan Bautista Con (+1840)
Los mártires vietnamitas José, presbítero y Juan Bautista, labrador y padre de familia, fueron canonizados en 1988 por el papa Juan Pablo II.
San Martín Ta Duc Thin, Martín Tho y Pablo Nguem Ngam (+1840)
Estos tres mártires vietnamitas fueron canonizados por su Santidad Juan Pablo II en el año 1988.