Santoral 8 de mayo | San Pedro de Tarantasia, Nuestra Señora de Luján, San Acacio de Bizancio…

Vida de San Pedro de Tarantasia

Nació en Saboya, en el Bourg de Saint Maurice, cerca de Vienne. Fue hijo de labradores y también debería ser labrador en el futuro, ya que el primogénito Lamberto se dedicaría a los estudios, pero su inteligencia desde pequeño hizo que también ocupara los duros bancos del cultivo intelectual y se enfrentara con los pergaminos para leer latín y griego, adquirir las nociones de filosofía y familiarizarse con los escritos de los Padres antiguos, la Sagrada Escritura y los cánones de la Iglesia.

A los veinte años comunica a su padre los deseos de entrar en la vida contemplativa y dedicarse a las cosas de Dios en el silencio del recién fundado monasterio cisterciense de Boneval.

La primera generosidad del padre se ve premiada con la vocación de todos los miembros de la familia a la vida contemplativa; los varones se van incorporando sucesivamente al mismo monasterio, incluido el padre, y las hembras van pasando a ocupar el recoleto recinto del convento de religiosas, sin que falte la madre.

Proliferan las vocaciones; no hay sitio en el convento; nacen nuevos monasterios. El abad de Boneval establece una nueva casa en la ladera de los Alpes, donde confluyen los pasos y caminos, que recibe el nombre simbólico de Estamedio y allí va nombrado como abad Pedro. Pronto corren las voces que hablan de las virtudes del joven abad por el ducado de Saboya y por el contiguo Delfinado.

Al morir el obispo de Tarantasia (Tarentaise o Tarantaise) en la provincia saboyana en cuyo territorio está afincado el monasterio-hospital de Estamedio, el clamor popular clama porque ocupe la sede el abad; parece que el papa aprueba y nombra a Pedro que sigue resistiéndose a mudar la paz del claustro por los asuntos episcopales. Hace falta que el clero y el pueblo acudan al Capítulo General de la Orden del Císter para pedir a Bernardo que le mande aceptara

Así se ha convertido Pedro en obispo de la diócesis más abandonada del mundo que parece encerrar todos los males de la época: la dureza del régimen feudal, fermentos de herejía, hurtos, simonía, flaquezas, codicias y supersticiones. No queda otro remedio que ponerse a rezar, hacer penitencia y tener comprensión que es caridad; son necesarias energía y austeridad para servir de ejemplo a los orgullosos señores y hacerse respetar por los clérigos levantiscos, perezosos y aseglarados que han conseguido fabricar unos fieles indolentes. Piensa que el régimen conventual es la llave del secreto que va a propiciar un cambio a mejor; se levanta para maitines y ya no se vuelve a acostar; su dieta son legumbres cocidas y sin condimentar, aunque las puertas del palacio episcopal están abiertas para el indigente que llama; va y viene a pie de un sitio a otro por su diócesis buscando al pecador arrepentido, consolando al que está apesadumbrados y acompañando a los menesterosos; alguna vez da a un mendigo su propia ropa para mitigar su frío, porque no tiene otra cosa que dar. Deja tras de sí un reguero de paz, incluso monta dos refugios en los abruptos pasos alpinos y encomienda su custodia a los monjes de Estamedio para que sirvieran de abrigo a peregrinos y caminantes.

El fiel cumplimiento de su ministerio episcopal llevado con sacrificio continuado da el normal resultado con la gracia de Dios. El éxito en lo humano es tan grande que tiene miedo de dejarse prender en las redes de la soberbia y toma una decisión espectacular por lo infrecuente. De noche y a escondidas desaparece del palacio episcopal, pasa a Alemania y pide un sitio en una abadía de la Orden como un simple hermano converso, empezando a cargar con los oficios más sencillos y penosos de la casa. Sólo con el paso del tiempo se conoció la verdadera personalidad del famoso y misteriosamente desaparecido obispo de Tarantasia cuya historia llevaban los soldados, mercaderes y juglares por Europa, al ser descubierto por un joven tarantasiano que allí pidió albergue.

Cuando se reincorpora a la sede aún vacante de Tarantasia, interviene en la solución de las tensiones entre los monarcas de Francia e Inglaterra enfrentados por ambiciones personales y por el cisma provocado por el emperador Federico de Alemania a la muerte del papa Adriano IV, queriendo mantener al antipapa Víctor frente al legítimo papa, Alejandro III.

Murió en el 1174, cuando regresaba de una delicada misión encomendada por el papa, como legado suyo, en Francia, Saboya, Lorena e Italia. Enfermó gravemente en la aldea cercana al monasterio cisterciense de Bellvaux. Muy poco tiempo después, en el año 1191, el papa Celestino III lo canonizó y señaló su fiesta el día 8 de mayo.

Nuestra Señora de Luján

Patrona de Argentina, Uruguay y Paraguay. Traída desde Brasil, la imagen debía transportarse hasta el Norte, pero inexplicablemente, se hizo imposible pasar del río Luján y allí se quedó para siempre.

Patrona de la República Argentina. Antonio Farías Sáa, un hacendado radicado en Sumampa (Santiago del Estero) quería colocar en su estancia una capilla para la Virgen. Le pidió a un amigo que vivía en Brasil que le enviara una imagen de la Inmaculada Concepción de María.

El amigo le envió dos, la que le había encargado y otra de la Virgen con el Niño Jesús. Cuando llegaron, fueron colocadas en una carreta y partieron en caravana rumbo a Sumampa. La imagen era llevada en carreta de Buenos Aires a Santiago del Estero cuando se detuvo inexplicablemente a las orillas del río Luján (67km de Buenos Aires), cerca de la casa de Don Rosendo Oramas.

Se cambiaron los bueyes y se bajó la carga. Los bueyes rehusaban cruzar el río. Entonces alguien observó las dos pequeñas cajas con las imágenes de la Virgen. Bajaron la estatua de la Virgen con el Niño sin que nada sucediera, pero cuando removieron la caja con la Inmaculada, inmediatamente los bueyes echaron a andar.

Pronto la noticia se propagó y llegaban numerosos peregrinos. Al principio la imagen fue llevada a la casa de Don Rosendo, quien fabricó la capilla primitiva donde se veneró a Nuestra Señora durante cuarenta años. Un esclavo escogido por la Virgen: Manuel fue traído de África y vendido como esclavo en Brasil.

Llegó al Río de la Plata a los 25 años de edad, en la misma embarcación donde venia la bendita imagen de la Virgen. Presenció el milagro en la estancia de don Rosendo y dedicó desde entonces su vida a cuidar a la Virgen de Luján.

Doña Ana de Matos Viuda de Siqueyras, tenía tierras junto al río Luján, y quería construir una capilla y llevar la imagen a su casa. En el 1671 habló con el Padre Juan de Oramas y la colocó en su casa, pero la Santa Virgen desapareció y la encontraron en su antigua capilla. Doña Ana volvió a llevar la imagen a su casa y por segunda vez regresó a la estancia de Don Rosendo.

Luego de confirmar la veracidad de lo sucedido, la autoridad eclesiástica, autorizó oficialmente el culto público a la «Pura y Limpia Concepción del Río Luján». Doña Ana donó el terreno para la realización del nuevo templo en el año 1677 lugar en donde actualmente se encuentra Basílica de Luján.

Don Juan de Lezica y Torrezuri Nacido en Vizcaya, España, Don Juan, fue curado milagrosamente por la Santísima Virgen de Luján. En agradecimiento se entregó por completo a la creación del nuevo templo y en agosto de 1754 se inicio la construcción. En 1765 se terminó felizmente la obra y los cabildantes de Luján eligieron y juraron a Nuestra Señora por celestial Reina y Patrona.

Orígenes de La Basílica Nacional de Luján Hacia el año 1872, el Arzobispo de Buenos Aires, Monseñor Federico Aneiros, entregó la custodia del templo a los sacerdotes de la congregación de la Misión, conocidos como Padres Lazaristas (fundados por San Vicente de Paúl). En aquel entonces el Padre Jorge María Salvaire, fue herido en un viaje por los indios y estuvo al borde de la muerte.

En ese momento realizó una promesa a la Santísima Virgen y milagrosamente fue sanado. La promesa del Padre Salvaire fue, «Publicaré tus milagros…, engrandeceré tu Iglesia». En cumplimiento de este voto, publicó en 1885 la «Historia de Nuestra Sra. de Luján». En 1889 fue nombrado Cura Párroco de Luján y dedicó su vida y esfuerzos para edificar la gran Basílica, con el apoyo de Monseñor Aneiros y la colaboración de sus compañeros de Congregación, inició la construcción de la actual Basílica Nacional el 6 de mayo de 1890.

La Basílica se inauguró en el 1935. El director de la obra fue el Ingeniero Ulrico Courtois. La basílica, de estilo gótico, tiene preciosos vitrales. La cripta de la basílica alberga muchos tesoros relacionados con la historia de Luján, cuenta además con hermosas réplicas de todas las advocaciones marianas de América.

Aprobación eclesiástica La Solemne Coronación de la Virgen de Luján El Padre Salvaire, en 1886, presentó al Papa León XIII, la petición del Episcopado y de los fieles del Río de la Plata para la coronación de la Virgen. El Pontífice bendijo la corona y le otorgó Oficio y Misa propios para su festividad, que quedó establecida en el sábado anterior al IV domingo después de Pascua.

La coronación canónica se realizó el 8 de mayo de 1887. El santuario recibió de Pío XII el título de Basílica en el año de 1930. Juan Pablo II bendijo la imagen de Nuestra Señora de Luján el 11 de noviembre de 1995, con ocasión de la visita «ad límina» de los obispos argentinos.

El 13 de noviembre de 1998 el Papa visitó la iglesia nacional de Argentina en Roma, el primer templo de una república americana situado en la diócesis del Papa, y entronizó la imagen de la Virgen de Luján, patrona de Argentina.

Dijo el Papa: «En la encrucijada del Tercer Milenio te encomiendo, Madre Santa de Luján, la patria Argentina: las esperanzas y anhelos de sus gentes; sus familias y hogares, para que vivan en santidad; sus niños y jóvenes, para que crezcan en paz y armonía y puedan encontrar su vocación humana y cristiana; te encomiendo también el esfuerzo cotidiano y el diálogo solidario de los empresarios, trabajadores y políticos, que en la Doctrina Social de la Iglesia encuentran su inspiración más genuina».

El pontífice también suplicó a la Virgen Patrona de la Argentina que cuide al pueblo argentino, lo sostenga en la defensa de la vida, lo consuele en la tribulación, lo acompañe en la alegría y lo ayude siempre «a elevar la mirada al cielo, donde los colores de su bandera se confunden con los colores de tu manto inmaculado»

El Papa Juan Pablo II visitó la Argentina dos veces, la primera durante la guerra de las Malvinas. El Papa también fue mediador para la paz con Chile.

Oración a Nuestra Señora de LujánEres tú la mujer llena de gloria,

alzada por encima de los astros;

con tu sagrado pecho das la leche

al que en su providencia te ha creado.

Lo que Eva nos perdió tan tristemente,

tú lo devuelves por tu fruto santo;

para que al cielo ingresen los que lloran,

eres tú la ventana del costado.

Tú eres la puerta altísima del Rey

y la entrada fulgente de la luz;

la vida que cita Virgen nos devuelve

aplauda el pueblo que alcanzó salud.

Sea la gloria a ti, Señor Jesús,

que de María Virgen has nacido

gloria contigo al Padre y al Paráclito,

por sempiternas y gozosos siglos.

Amén.

San Acacio de Bizancio

En Bizancio, san Acacio (Agacio, Agatio), soldado y mártir (s. IV).

San Arsenio de Scete

En el monte Scete, en Egipto, san Arsenio, que, según la tradición, fue diácono de la Iglesia de Roma, y en tiempo del emperador Teodosio se retiró a la soledad, donde, consumado en todas las virtudes, rindió su espíritu a Dios (s. IV/V).

San Bonifacio IV papa

En Roma, junto a la basílica de San Pedro, san Bonifacio IV, papa, que obtuvo del emperador Focas el templo del Panteón, el cual transformó en iglesia dedicada a la santísima Virgen y a todos los mártires, y fomentó mucho la disciplina monástica.

San Desiderato de Bourges (Siglo VI)

En Bourges, en Aquitania, san Desiderato, obispo, que habiendo desempeñado con anterioridad el cargo de canciller en la corte, como obispo dotó a su Iglesia con reliquias de mártires.

San Gibriano (Siglo VI)

Sacerdote. En la región de Chalons, en la Galia, san Gibriano, presbítero, el cual, originario de Irlanda, recorrió la Galia como peregrino por amor a Cristo (c. 515).

San Heladio de Auxerre 

En Auxerre, en la Galia Lugdunense, San Heladio, obispo (s. IV).

San Metrón

En Verona, en la región de Venecia, san Metrón, ermitaño, de quien se dice que llevó una vida áspera y penitente (c. s. VIII).

San Víctor de Milán

En Milán, en la provincia de la Liguria, conmemoración de san Víctor, mártir, el cual, originario de Mauritania, era soldado del ejército imperial, y al imponer el emperador Maximiano la obligación de sacrificar a los ídolos, se desciñó de sus armas, por lo cual le llevaron a la ciudad de Lodi, donde fue decapitado (c. 304).

San Wiro y compañeros

En Roermond, junto al Mosa, en Brabante, de Austrasia, san Wiro, que, según la tradición, se dedicó a la evangelización de esta región junto con sus compañeros [Plechelmo] y [Odgero] (c. 700).

Beata María Catalina de san Agustín (Siglo XVII)

En Quebec, del dominio de Canadá, beata María Catalina de san Agustín (Catalina Symon de Longprey), virgen, religiosa de las Hermanas Hospitalarias de la Misericordia de la Orden de San Agustín, que vivió hasta su muerte dedicada al cuidado de los enfermos, señalándose por el consuelo que les proporcionaba y la esperanza que les infundía.

Beata Ulrica Nisch (Siglo XX)

En el lugar llamado Hegne, de Baden, en Alemania, beata Ulrica (Francisca) Nisch, virgen, religiosa de las Hermanas de la Caridad de la Santa Cruz, quien, como infatigable sierva del Señor, vivió siempre entregada a los trabajos más humildes, principalmente en el oficio de ayudante de cocinera.

Beato Amado Ronconi (Siglo XVIII)

En Saludecio, del Piceno, en Italia, beato Amato Ronconi, que se distinguió por su dedicación a la hospitalidad y a la atención espiritual de los peregrinos (fin. s. XIII).

Beato Ángel de Massaccio (Siglo XV)

En el monasterio de Santa María della Serra, en el Piceno, beato Ángel de Massaccio, presbítero de la Orden Camaldulense y mártir, quien fue un incansable defensor de la observancia del precepto dominical (c. 1458).

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