Santoral 5 de octubre | San Mauro y San Plácido, Santa Flora, Santa Faustina Kowalska, Beato Bartolomé Longo…

San Mauro y San Plácido

En la comunidad de Subiaco, Italia, reunida en torno a San Benito, aparecen estas dos figuras tan distintas como complementarias.  Mauro era un monje serio y concienzudo; Plácido alegre e impulsivo.  Los dos descendientes de ilustres familias romanas e iguales en la generosidad de su sacrificio, lo dejan todo por seguir a Cristo.

Fueron los dos protagonistas de un curioso milagro:  San Benito pidió un día a Plácido que le trajera agua y al cabo de un rato vio en espíritu que el monje se estaba ahogando en el lago y entonces ordenó a Mauro que fuera a salvarle; así lo hizo éste, obedeciendo tan ciegamente, que su fe le permitió andar sobre las aguas para salvar a su compañero.

Santa Flora (1300-1347)

Nació en Maurs, Francia, y muy joven entró para hacerse religiosa en el hospicio que poseían en Beaulieu los caballeros de San Juan de Jerusalén.  Allí recibían a los enfermos y a los peregrinos.  Durante toda su vida, Flora fue colmada de gracias y de sufrimientos, en igual medida.  Sus éxtasis duraban a veces desde la misa de la mañana hasta las vísperas del mediodía.

Es la patrona de las Violetas, Margaritas, Dalias, Hortensias, y en general de todas las que llevan nombre de flor.

Santa Faustina Kowalska (1905-1938)

Santa Faustina Kowalska nació en la aldea de Glogowiec (Polonia), siendo la tercera de diez hermanos. A los 16 años salió de la casa familiar para trabajar de empleada doméstica. A los 20 años entró en la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia donde vivió cumpliendo los deberes de cocinera, jardinera y portera hasta su fallecimiento el 5 de octubre de 1938.

Sobre la forma que cumplió sus deberes basten estas palabras de Jesús a Santa Faustina, por sus atenciones a los pobres que venían a la puerta del convento: «Hija Mía, han llegado a mis oídos las bendiciones de los pobres que alejándose de la puerta Me bendicen y Me ha agradado esta misericordia tuya dentro de los límites de la obediencia y por eso he bajado del trono para gustar el fruto de tu misericordia» (Diario,1312). Es que también Jesús había ido a la puerta del convento bajo la apariencia de un joven pobre, en un día lluvioso y frío. Santa Fustina, sin reconocerlo, le dio un poco de sopa caliente y pan.

Escribió un preciosísimo e impresionante libro místico titulado «Diario, la Divina Misericordia en mi alma». El Diario recoge palabras de Jesús sobre la Divina Misericordia, que la propia Santa oyó al Señor durante sus años de vida religiosa. El manuscrito original ocupa seis cuadernos y fue escrito por Santa Faustina Kowalska por mandato de Jesús y también por mandato de sus confesores.

En el Santuario de la Divina Misericordia de Cracovia-Lagiewniki, en el altar lateral junto a la imagen de Jesús Misericordioso, están las reliquias de Santa Faustina Kowalska, fallecida el 5 de octubre de 1938 en el Convento de la Congregación al lado del Santuario. Santa Faustina Kowalska fué beatificada el 18 de abril de 1993 y canonizada por Juan Pablo II el 30 de abril de 2000. 

Beato Bartolomé Longo (1841-1926)

Seglar de la  Tercera Orden de Santo Domingo, abogado, casado y dedicado a acoger adolescentes incorregibles.  Fundó el santuario de Nuestra Señora del Rosario de Pompeya y la congregación dominicana de Hijas del Santísimo Rosario de Pompeya.  

Fue beatificado por Juan Pablo II.

Beato Francisco Javier Seelos (+1867)

Presbítero nacido en Füssen, Alemania, el 11 de enero de 1819.  Tras profesar como redentorista en 1842, pasó a los EE.UU. al año siguiente, donde desarrolló un intenso apostolado en favor de los emigrantes de lengua alemana. Murió a los 48 años en Nueva Orléans, el 4 de octubre de 1867, atendiendo a los apestados por la fiebre amarilla.  Francisco Javier fue para toda la gente el misionero de corazón generoso  y de la sonrisa permanente en los labios.

Fue beatificado el 9 de abril del 2000.

*  El que obedece a quien debe nunca se equivoca.  Obedece hoy con alegría, sabiendo que Jesucristo obedeció hasta la muerte, y muerte de cruz.

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