San Juan José de la Cruz
Nació en la isla de Ischia (Italia) en 1654; murió en Nápoles el 5 de marzo de 1734.
Fue hermano menor a los 16 años. Empleó treinta años en difundir en Italia la reforma que san Pedro de Alcántara había establecido en España. Después de haber sido guardián, definidor y superior general de su Orden, pasó el resto de su vida en el convento de santa Lucía en Nápoles, totalmente dedicado a la dirección de almas y a la vida de piedad.
Corría por entonces el «siglo de las luces». Ignorando en apariencia los escritos de los filósofos franceses de la Ilustración, para quienes lo sobrenatural era imposible, Dios multiplica los milagros en la vida de Juan José. Se desmaya en éxtasis; lee en los corazones y anuncia el porvenir; atrae sobre él las úlceras y las penas espirituales de sus prójimos. Todos estos hechos fueron verificados por severos inquisidores. El famoso cardenal Wiseman, que los había estudiado detalladamente, creía en ellos.
Hay cosas imposibles de comprender. Pero tenemos fe en Jesús, que gustoso nos las explicará en la eternidad. Así pensaba Juan José. En una ocasión un intelectual se lanzó a criticar delante de él a la Providencia. Nuestro santo le contestó mostrándole la cabeza: «He medido el hueso que tenemos desde aquí hasta el cuello, sobre los hombros. Mide alrededor de cuatro pulgadas de alto por tres de largo. ¿Y usted, querido amigo, quiere hacer entrar el infinito en un hueso tan pequeño?
* Pedir continuamente a Dios nos aumente la fe.