Santoral 28 de abril | San Pedro Chanel, San Luis María, Santa Teodora, San Dídimo, San Vital y Santa Valeria

San Pedro Chanel, presbítero y mártir (1803-1841) 

Pedro fue un niño humilde encargado de cuidar ovejas cerca de Poitiers (Francia).  Ya desde entonces era muy devoto de la Virgen.  El párroco del lugar le ayudó a entrar en el seminario diocesano.  En el año de 1836, se cumplió su deseo de poder salir con los hermanos maristas y algunos sacerdotes a las islas de Oceanía, en donde todavía reinaba el paganismo, el fetichismo y la superstición.  Se topó con numerosas dificultades, logrando, sin embargo, algunas conversiones, lo cual fue causa de que fuera asesinado, por odio a la fe, en la isla Fortuna. El ejército francés, desde Tahití, quiso emprender una acción militar como represalia.  Las autoridades eclesiásticas se opusieron y, precisamente por este noble gesto se venció para siempre el paganismo en la isla Fortuna.  Dos años después del martirio del padre Chanel, ciertamente por los méritos de este santo mártir de Oceanía, toda la isla de Fortuna se había convertido al catolicismo.  

Murió el año de 1841 y fue beatificado por el Papa León XIII y en junio de l954, fue canonizado por el Papa Pío XII, quien lo declaró «Patrono de todas las islas del océano Pacífico».

San Luis María Grignion de Montfort (1673-1716) 

Nació en Montfort, Francia, el mayor de ocho hijos.  Desde muy joven fue un gran devoto de la Santísima Virgen, lo que le ayudó mucho a soportar los arrebatos coléricos de su padre.

Estudió en el Seminario de San Sulpicio en París, y allí desarrolló sus grandes cualidades de predicador que le sirvieron después para predicar misiones.  A estas misiones asistían multitudes que luego lo seguían de pueblo en pueblo, rezando y cantando. Gustaba mucho del canto pues decía que encendía los corazones y él mismo componía la letra de muchas canciones.  

A pie y de limosna se fue hasta Roma, pidiendo a Dios la eficacia de la palabra, y la obtuvo de tal manera que al oír sus sermones se convertían hasta los más endurecidos pecadores.  El Papa Clemente XI le concedió el título de “Misionero Apostólico”, con permiso de predicar por todas parte y en todas partes dejaba un gran amor por los sacramentos y por el rezo del Santo Rosario.  Esto no se lo perdonaban los jansenistas que decían que no se debía recibir casi nunca los sacramentos pues no somos dignos. Luis María se esforzaba, al contrario, por propagar la frecuente confesión y comunión, por lo que era muy perseguido.

Fundó la Comunidad de los Padres Monfortianos y la Comunidad de las Hermanas de la Sabiduría. 

Escribió una obra que ha sido de las más famosas acerca de la devoción a la Virgen María: Tratado de la verdadera devoción a la Virgen María. El Papa Juan Pablo II ha tomado como lema una frase que repetía mucho este santo:  “Soy todo tuyo, oh María, y todo cuanto tengo, tuyo es”.

Santa Teodora y San Dídimo (+304)

La virgen Teodora, tras ser llevada al tribunal en Alejandría, Egipto, fue interrogada por el prefecto llamado Próculo, pues debía sacrificar a los ídolos.  Al negarse a hacer esto, se le condenaría al deshonor. Pero el prefecto, sintiendo piedad de su juventud y su valentía, le dio tres días para pensarlo.

Teodora permaneció inquebrantable en su decisión y se le condenó a ser llevada a un lupanar.  El soldado que la llevó y que había asistido a la audiencia, dijo nada más llegar: “Ven, yo soy el primero”, y cuando estuvieron solos, le dijo “Dame tu velo, toma mi uniforme, sal y huye rápidamente”.  

Teodora salió vestida de soldado mientras Dídimo se enfrentaba a los otros soldados diciéndoles: “Mirad con quien os enfrentáis, soy el cristiano Dídimo. Dios sea bendito por haberme permitido sustraer a la virgen Teodora de vuestra lujuria y poder esperar ahora la corona del martirio”. 

Llevado al tribunal fue condenado por Próculo a la decapitación y San Ambrosio afirma que, habiendo sabido que Dídimo iba a juicio, Teodora corrió a presentarse a Próculo, quien le hizo compartir la suerte de su benefactor.

San Vital y Santa Valeria (Siglo III)

Vital era un magistrado de Rávena, Italia, que fue denunciado como cristiano por un sacerdote de Apolo.  El acusador aconsejó ahogarlo bajo un montón de piedras en el fondo de un pozo.  Apenas fue lanzado, cuando el sacerdote se puso a gritar como un condenado y sufrió toda la semana los suplicios del infierno.  

En cuanto a Valeria, su viuda, que se había ido a vivir a Milán, fue arrojada de su carruaje por los seguidores del dios Silvano, que le pegaron y torturaron de tal manera que murió al día siguiente a causa de las heridas.

* Reza hoy por las misiones y los misioneros que laboran en Asia y en Africa.

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