Santa María Egipciaca, penitente (siglo V)
Se cuenta de esta santa que era una mujer que se había fugado de su casa y dedicado a una vida de libertinaje y excesos. Un día se unió a una expedición de peregrinos que iban a Tierra Santa a orar, pero ella iba a pasear y divertirse. Al llegar al Santo Sepulcro, mientras los demás entraban a rezar ella sintió por tres veces una mano que la detenía y oyó una voz que le decía que ella no era digna de entrar a ese sitio sagrado por estar esclavizada por el pecado. Se puso a llorar y al levantar la vista, vio una imagen de la Virgen que la miraba con compasión. Le prometió que si le permitía entrar al templo, dejaría su vida de pecado y se dedicaría a la oración y a la penitencia. En seguida pudo entrar al templo y desde entonces por cuarenta años vivió en el desierto pasando hambre y sed, terrible calor y mucho frío. Allí la encontró un santo sacerdote llamado Zósimo, convertida en un esqueleto viviente. Le trajo la Comunión el Jueves Santo y el Viernes murió María Egipciaca, llegando la fama de su santidad y de los milagros obrados por su intercesión a muchos países.
Santa Oportuna (+770)
Nació cerca de Ayesmes, Normandía. Recibió el velo de Virgen Consagrada de su hermano Crodegango, obispo de Sées cuando entró en la abadía de Almenèches, en Francia. Era tan fervorosa y tan buena que pronto sus compañeras la hicieron abadesa. Se cuenta un milagro simpático que se produjo por su intercesión: un campesino que había tomada prestado el burro del convento, se negaba a devolverlo, alegando que lo había comprado. Oportuna se puso a rezar. Al día siguiente por la mañana, el ladrón vio su mejor prado cubierto de una alfombra de sal que lo volvería estéril por mucho tiempo. Este prodigio le hizo recapacitar y no solamente devolvió a las religiosas el burro embridado y con arneses nuevos, sino que les regaló el susodicho prado que se llamó desde entonces “el prado salado”.
* Propósito para hoy: encomendarnos a la Virgen María a la hora de la tentación.