Santoral 19 de septiembre | San José Ma. de Yermo y Parrés, San Jenaro, Santa María de Cervelló, Santa Emilia de Rodat

San José María de Yermo y Parrés (1851-1904)

Nació el 10 de Nov. de l851 en Malinalco, Edo. de México.  A los 52 días de su nacimiento quedó huérfano de madre.  Su tía, Ma. del Carmen junto con su padre, se hizo cargo de su educación que fue cristiana y austera, a la vez que llena de cariño y solicitud.

Sus primeros estudios los hizo bajo la dirección de maestros privados y después en escuelas particulares, en la Cd. de México, distinguiéndose por su notable aprovechamiento, siendo condecorado por el emperador Maximiliano. En 1867 ingresó en una Congregación religiosa, donde al cabo de 10 años y tras muchas luchas interiores, descubrió que ése no era su camino.  Tiempo después continuó sus estudios eclesiásticos en León, Gto., donde se ordenó sacerdote en 1879.

El Padre Yermo fue nombrado capellán de dos pobrísimos barrios rurales y ahí descubrió su vocación de servicio por los pobres y los abandonados, y  fue así que fundó una comunidad religiosa llamada «Siervas del Sgdo. Corazón de Jesús y de los Pobres».  Tres años después, en 1888, el P. Yermo instaura el noviciado con el fin de dar una formación más sólida a sus colaboradoras. El día elegido, el P. Yermo muestra su carácter heroico al trabajar incansablemente salvando gente de una inundación que arrasó la tercera parte de la ciudad de León, recibiendo del gobernador de Guanajuato el título de «Gigante de la Caridad».  En ese mismo año funda en Puebla el primer proyecto en la República dedicado a la regeneración de la mujer prostituida. En enero de 1904 llevó las primeras misioneras, que junto con los Jesuitas trabajarían desde entonces en la Sierra Tarahumara.  Muere el 20 de septiembre de l904, a los 25 años de su sacerdocio.  Fue beatificado por S.S. Juan Pablo II, en mayo de 1990 y canonizado el 21 de Mayo del 2000 por el mismo Papa.

San Jenaro, obispo y mártir (Siglo III) 

Siendo obispo de Benevento, fue martirizado no lejos de Roma, en el 305. En el siglo V sus restos se trasladaron a Nápoles. La ciudad lo nombró protector. Cada año, se espera que parte de su sangre solidificada, guardada en una ampolleta, se transforme por el milagro de la liquefacción. Río de Janeiro ha hecho célebre el culto a San Jenaro. Un ejemplo mas de cómo nuestros sacrificios y aún la muerte, tienen gran eficacia.

Santa María de Cervelló (1230-1260)

Fue una joven de familia ilustre, nacida en el barrio marinero de Barcelona, y desde la niñez dio muestras de una piedad fuera de lo común; se negó a casarse, hizo voto de castidad y se retiró a un convento a la sombra de la iglesia de la Merced, también muy próxima al mar que surcaban los mercedarios para redimir cautivos en tierras africanas. 

Algo después se fundó la rama de la Merced para mujeres, y María fue la primera mercedaria y la primera superiora en el convento barcelonés. Hasta que murió, su historia exterior es la de una  monja con fama de buen gobierno y virtudes eminentes.  Pero su leyenda dice que sin salir de su convento, salvó muchos barcos de perecer y muchos cautivos fueron redimidos por el poder de su oración.  Se le representa siempre con un barco en las manos:  fue la santa marinera que jamás embarcó.

Santa Emilia de Rodat (1787-1852)

Nacida en Pruelle, Francia,  fundó la Congregación de la Sagrada Familia en Villefranche-de-Rovergue que comprendía dos tipos de religiosas:  las enclaustradas que se dedicaban a la instrucción de las jóvenes pobres, y las otras que iban a atender a los enfermos indigentes en sus casas.  Emilia gobernó con tanto acierto su instituto que éste se componía, a su muerte, de cuarenta casas repartidas en varios países.  Nadie de su entorno dudó nunca de las horribles penas que soportó su alma durante más de veinte años.  Creía haber perdido la fe y la esperanza, se consideraba a sí misma una réproba; eso, sin contar con tentaciones de todo tipo.  Tuvo que esperar hasta los últimos años de su vida para volver a encontrar la paz interior y que Dios le hiciera sentir de nuevo su amistad.

* Los milagros existen en nuestros tiempos, claro que sí, pero el mayor milagro es tu fe.  Haz hoy un Acto de fe con todo tu corazón y tu entendimiento y agradece a tu Dios el habértela concedido.

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba

Copyright © 2024 Encuentra by Juan Diego Network. Todos los derechos reservados.