Santoral 13 de agosto | San Ponciano, San Hipólito, San Estanislao de Kostka, San Juan Berchmans, San Benildo…

San Ponciano, Papa y San Hipólito, presbítero, mártires (Siglo III) 

El sacerdote romano Hipólito, teólogo de renombre, se había constituido como cabeza de una comunidad disidente. Durante la persecución de Maximino, fue deportado a Cerdeña con el Papa Ponciano, donde se reconcilió con la Iglesia. Sometidos a trabajos forzados, ambos murieron como mártires de Cristo. Siempre es tiempo de rectificar.

San Estanislao de Kostka (1550-1568)

Hijo de un rico senador de Polonia, Estanislao deseaba desde muy joven hacerse religioso, pero su padre se oponía a ello terminantemente.  Lo envió a vivir a casa de un calvinista que no quería a los católicos fervorosos y no le permitía comulgar.  También el profesor que se encargaba de sus estudios lo trataba con gran dureza.  Todo lo soportó Estanislao, pero su deseo de entregar su vida a Dios era muy grande, y como el superior local de los jesuitas no quisiera admitirlo por no enemistarse con su padre, Estanislao decidió irse a otro lugar y se fue caminando 500 kilómetros, hasta Roma, en donde el superior general de los jesuitas, San Francisco Borja,  lo recibió con especial cariño.

Se propuso Estanislao hacer extraordinariamente bien las cosas ordinarias. Era muy devoto de Jesús Sacramentado, y frecuentemente caía en éxtasis al estar rezando frente al Sagrario.

Murió a los 18 años, justo el día de la Asunción de la Virgen Santísima, que Estanislao había tanto deseado presenciarlo en el cielo.

Al canonizarlo, el Santo Padre lo declaró patrono de los novicios y los seminaristas.

San Juan Berchmans (1599-1621)

Nació en Diest, Bélgica, en una familia muy devota.  A los 17 años ingresó en la Compañía de Jesús, forjándose ambiciosos proyectos misionales:  quería ir a China.  Era un novicio rebosante de bondad y serenidad, jovial y cumplidor, aunque sufriendo mucho por los rigores de la vida comunitaria, que él llamaba “mi mayor penitencia”.

Juan tenía mucha prisa, como si supiera que tenía poco tiempo, pues decía “Si no me hago santo ahora que soy joven, no lo seré nunca”.  A los veintidós años tuvo un resfriado que degeneró en una grave enfermedad, y en pleno mes de agosto, abrazado a la cruz, el rosario y al libro de la orden, moría del modo más edificante. 

Se le nombró “patrono de la juventud”, junto con San Luis Gonzaga y San Estanislao de Kostka.

San Benildo Romançon (+1862)

San Benildo nació en el pueblo de Thuret, Francia, de padres campesinos acomodados y profundamente cristianos. A los 14 años intentó ingresar en el noviciado de clermont con los hermanos de las Escuelas Cristianas, pero fue rechazado.  A los dos años, volvió a reclamar el ingreso y fue aceptado. Desde entonces, aunque nunca brilló en lo intelectual, caminó con pasos de gigante por los senderos del espíritu.

Su apostolado se desarrolló durante 20 años en diversas escuelitas modestas de la región de Clermont-Ferrand.  Cumplía perfectamente con su deber cotidiano, sin llamar la atención  y sembraba sencillez y alegría en su entorno. En 1842 fue designado director de Sauges, una pequeña y humilde escuela.  El hermano Benildo se empeñó en enseñar a aquellos buenos aldeanos algo más importante que la lectura y la escritura:  a ser hombres libres en la vida y a ser cristianos instruidos y virtuosos.  Durante 41 años trabajó en aquel rincón olvidado del mundo y cobró fama de exigente y empeñado en que los alumnos aprovecharan bien el tiempo.  Era, sin embargo, admirado por su justicia, por su amabilidad y, sobre todo, por su entrega sin medida y por su capacidad de perdonar.  

Falleció piadosamente el 13 de agosto de 1862 y en su entierro se encontró presente una inmensa multitud de personas  a los que había sabido guiar y educar, así como cientos de hermanos y sacerdotes a los que orientó y animó en su vocación. 

Beato Felipe de Jesús Munárriz y compañeros mártires ( +1936)

El martirio de los 51 Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María (claretianos) de Barbastro, España, aconteció los días 2, 12, 13, 15 y 18 del mes de agosto de 1936.

La afirmación repetida por los milicianos, de que bastaba que los misioneros abandonasen sus compromisos religiosos para salvar la vida, apunta a una hostilidad, no contra las personas, sino contra lo que representaban, la fe, la Iglesia.  “Nos fusilan únicamente por ser religiosos”, dejaron escrito algunos de estos mártires. 

De los 51 mártires, (sacerdotes, hermanos y seminaristas), sólo 9 sobrepasaban los 25 años; 9 tenían 22 años y 3 habían cumplido sólo 21. Fueron encarcelados en el salón de actos del colegio de los escolapios.  Allí sufrieron toda clase de incomodidades, racionamiento de agua, calor sofocante y simulacros de fusilamiento.  Les introdujeron prostitutas en el salón para provocarles, con la amenaza de fusilamiento inmediato en caso de contrariarlas.  Pero ni uno solo claudicó.  Tampoco sirvieron de nada las ofertas de liberación que varios de ellos recibieron de los milicianos:  prefirieron seguir la suerte de sus compañeros y morir mártires como ellos.  Consignaron por escrito y rubricaron todos con sus firmas la “Ofrenda última a la congregación de sus hijos mártires”:  agosto 12 de 1936.  En Barbastro.  Seis de nuestros compañeros ya son mártires, pronto esperamos serlo nosotros también, pero antes queremos hacer constar que morimos perdonando a los que nos quitan la vida y ofreciéndola por la orientación cristiana del mundo obrero, pero el reinado definitivo de la Iglesia católica, por nuestra querida congregación y por nuestras queridas familias”

Fueron beatificados por el papa Juan Pablo II el 25 de octubre de 1992.  Sus restos se veneran en la iglesia del Corazón de María, en Barbastro.

Beato Santiago Gapp (+1943) 

Nació Jakob (Santiago) Gapp en Wattens, Austria, de una familia obrera, pobre y cristiana. Combatió en la 1ª Guerra Mundial, donde fue herido y condecorado.  Luego la utopia marxista sedujo su alma generosa y llena de deseos de justicia.  Su madre, desolada, vio a su “pequeño” alejado de Dios y de la Iglesia, y como una  nueva Mónica, consiguió del Señor su conversión.  Una conversión tan completa que decidió Jakob hacerse religioso. Fue a los marianistas y les dijo: “Soy socialista y quiero ser sacerdote.  Si no sirvo, díganmelo cuanto antes, y me voy a mi casa”. Esto no asustó a los encargados de su formación, pues vieron nobleza, piedad y deseo de verdad.  Poco a zoco se purificó de ideologías pero se quedó con lo esencial:  el amor a la verdad y a la justicia.  Incluso, su paso por el marxismo le ayudó a comprender a fondo, a la luz de la fe y de la razón, los fallos de esas ideas.

Cuando llegaron los nazis a su patria, y fueron confiscados los colegios marianistas, Jakob tuvo que ganarse la vida como pudo y ¡fue aceptado como profesor de religión en una escuela oficial rural.  Pero pronto fue denunciado por haber dicho a sus alumnos que había que amar a los judíos.  En diciembre de 1938, en la iglesia de Wattens, en una homilía clamorosa, denunció la campaña que los nazis emprendieron contra el Papa.  Había espías de la Gestapo en la iglesia y sus superiores le hicieron huir a Francia y de allí a España.  La guerra civil española había terminado y los marianistas que tenían que volver a poner en marcha sus obras, le dieron la bienvenida.  Tradujo su nombre a Santiago y fungió como profesor y capellán de los colegios de San Sebastián y de Valencia.  En Valencia, donde celebraba misa dominical para los residentes alemanes, denunció la incompatibilidad del nazismo con la fe cristiana y les habló claramente de la persecución y de los errores nazis.  La Gestapo decidió acallar esa voz incómoda.  Con engaños lo llevaron a Francia y allí fue acusado de traición e interrogado largamente.  Se dice que Himmler, el jefe supremo de la Gestapo que recibió el texto (30 páginas) del interrogatorio, exclamó al leerlas:  “Con un millón de hombres como Gapp,  pero de nuestra ideología, dominaríamos el mundo”. 

El 13 de agosto de 1943, después de ser notificado de su ejecución, pidió escribir unas cartas.  La de su familia sí les fue entregada, pero la que escribió a su superior no, hasta que los americanos al ocupar Berlín la incautaron y publicaron. Allí dice que se considera miembro de la Compañía de María, que renueva sus votos y que se ofrece a Dios entre las manos de nuestra querida Madre del Cielo. He pasado- dice- por momentos muy difíciles, pero ahora soy totalmente feliz.  

La Iglesia lo declaró mártir y Juan Pablo II lo beatificó en Roma el 24 de noviembre de 1996, fiesta de Cristo Rey.  

* Propónte el día de hoy hacer las paces con alguna persona con la que hayas tenido diferencias.

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