Santa Fina
Murió en Geminiano (Toscana, Italia) el 12 de marzo de 1253.
Pasó la mayor parte de su vida tendida sobre una tabla, a imitación de Jesucristo que murió en la cruz. De joven un extraño mal la dejó paralítica, con la excepción de la lengua, y enteramente cubierta de úlceras que jamás fueron curadas. Su madre se encargó de cuidarla mientras vivió. Luego los vecinos, a regañadientes, le llevaban alimentos. Fina recibía a todos con alegría y agradecimiento, salvo cuando se encontraba en éxtasis. Acogía benévola a las moscas y mosquitos que se daban cita en las llagas de la cara, y a los cuales no podía espantar con sus manos inmóviles. Fina se consideró siempre la más dichosa de las criaturas. Una mañana la encontraron muerta, con el rostro sonriente y el cuerpo cubierto por un manto de violetas. Desde entonces, los toscanos llaman finas a estas flores en homenaje a su santa.
San Inocencio, papa (+417)
Este Papa es el número cuarenta de los sucesores de Pedro. Fue enérgico en su condena a las herejías de su tiempo, enfrentándose aún con el emperador Arcadio.
Pero el gran acontecimiento de su pontificado fue la tragedia de agosto del año 410, cuando las hordas del bárbaro Alarico entraron a Roma por la Puerta Salaria y saquearon la ciudad destruyéndola por completo. El desastre sacudió los cimientos del mundo cristiano, pues para los contemporáneos esta destrucción fue algo casi inconcebible y sintieron que se apagaba la antorcha más brillante de la humanidad.
Sin embargo, como explica san Agustín en La ciudad de Dios, la historia sigue y después de la catástrofe, vuelve el papa Inocencio a Roma, porque la vida y la Iglesia continúan en su misterioso camino hacia el Absoluto.
San Maximiliano, martir (+295)
Era hijo de un soldado veterano encargado del reclutamiento llamado Fabio Víctor. Cuando tenía veintiún años tuvo que comparecer como insumiso delante de Casio Dión, procónsul de Tebaste. En la declaración dijo ante su juez: “Yo soy cristiano, soldado de Cristo, y no combatiré por nadie más” He sido marcado por el sello de Cristo y no lo entregaré al enemigo. Por tanto, me niego a llevar en el escudo la imagen del emperador; y si se me obliga, la romperé.”
Después de intentar convencerlo sin éxito, Casio mandó borrar su nombre de las listas de reclutamiento y le dijo: ”Puesto que te niegas a matar como soldado, morirás, y tu castigo servirá de escarmiento para todos los que quieran imitarte” “Doy gracias a Dios y a ti mismo por el favor que me haces”, le contestó Maximiliano.
Cuando se acercaban al lugar de la ejecución, dirigiéndose a los cristianos que se hallaban presentes les dijo: “¡Quiera Dios que podáis participar muy pronto de mi destino, hermanos queridos, y así vayáis también junto a Él”.
Las Acta Maximiliani recogen que Fabio Víctor regresó a su casa orgulloso y que se convirtió al cristianismo. Murió poco después con las mismas convicciones que su hijo.
San Pol de León (+572)
De origen inglés, dirigía un grupo de ermitas en la isla francesa de Batz, cuando el rey Childeberto le envió a convertir a los idólatras de la región vecina de León. Pol cumplió su misión durante veinte años. Después dejó la sede episcopal a uno de sus discípulos y regresó a la isla de Batz en donde se preparó tranquilamente para la muerte.
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