Santa Gemma Galgani (1878-1903)
Gemma de Galgani nació el 12 de marzo 1878, en Camigliano (Italia).
Habiendo quedado huérfana a los ocho años de edad, Gemma pidió a la Santísima Virgen que reemplazara a su madre, y la Virgen María aceptó su petición, ayudándola y consolándola toda su vida.
Sufrió siempre de fuertes enfermedades que la hacían sufrir mucho y su mala salud impidió que pudiera ingresar a un convento, como ella deseaba. Tenía una muy grande devoción a la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, y desde 1899, tuvo impresas en su cuerpo las cinco heridas de Jesús Crucificado, que ella ocultaba cuidadosamente. Desde entonces, cada semana, desde el jueves a las 8 de la noche hasta el viernes a las tres de la tarde, aparecían por toda su piel las heridas de los latigazos y de la corona de espinas, y sentía en el hombro el peso de una gran cruz que la hacía encorvarse dolorosamente.
Sufrió al final de su vida grandes tentaciones de blasfemias, seguidas de una gran paz y gozo interiores. Cuando apenas tenía 25 años de edad, esta sencilla mujer seglar murió santamente. Santa Gemma es patrona de los que sufren graves enfermedades o tentaciones.
San Julio, Papa (siglo IV)
Nacido en Roma, fue papa desde el 337 hasta el 352.
El mérito principal de Julio I es haber defendido el Misterio de la Santísima Trinidad contra quienes intentaban hacer del Evangelio un monoteísmo a medias, racionalista y aceptable para todos. Tuvieron que pasar una docena de concilios para que en el de Constantinopla (381) todas las Iglesias cristianas condenasen unánimemente el arrianismo y sus sucedáneos.
Julio I también rehabilitó al gran doctor san Atanasio, a quien los arrianos habían expulsado varias veces de su sede de Alejandría. Además, renovó su adhesión al texto puro y simple del Credo de Nicea, y proclamó la supremacía de Roma.
El mismo Julio en el pasado escribió a los obispos de oriente las siguientes palabras: «Cuando surjan cuestiones, según la costumbre, en primer lugar hay que escribir a nosotros para que, con justicia, resolvamos el problema». Estas continuas posturas se hicieron necesarias en consideración de los reiterados intentos de ingerencia por parte del poder imperial, en cuestiones a menudo estrictamente religiosas.
A este papa se debe la fundación de los archivos de la S. Sede. Además dispuso que también la Iglesia de oriente celebrase la Navidad el 25 de diciembre, y no el 6 de enero como se hacía hasta entonces. Su cuerpo yace en la iglesia romana de S. María en Trastevere.
San Zenón de Verona (+380)
Se le conoce por el centenar de sermones que se le atribuyen. Fue obispo de Verona en el 363 y, al parecer, murió en el 380. La primera de estas fechas coincide con el restablecimiento del clero pagano y la prohibición del proselitismo cristiano por parte de Juliano el Apóstata. La segunda, en cambio, marca el inicio del cristianismo como religión del Estado con el imperio de Teodosio. El obispo Zenón vivía de acuerdo con el espíritu apostólico. Se le representa con un pescado en la mano en recuerdo de que, no queriendo ser una carga para nadie, iba él mismo a pescar al Adigio para proveerse de alimento.
San Sabas el godo (+372)
En las tierras del norte del Danubio, probablemente la actual Rumania tuvo lugar el martirio de Sabas, lector de la iglesia. No debía ser considerado como una lumbrera pues nos dicen que “no era elocuente en las palabras”, pero su elocuencia para incitar a todos a vivir bien residía mucho más en su ejemplo que en la voz.
En el curso de una persecución fue prendido y soltado al poco tiempo. Prendido por segunda vez, “le llevaron desnudo por lugares ásperos y espinosos, dándole muchos palos y azotes”, y su actitud, que era de mansedumbre y alegría, exasperó a sus verdugos, que le torturaron hasta casi dejarle por muerto. Una piadosa mujer le desató de noche y lo llevó a su casa, pero volvió a caer en manos de sus perseguidores. Entonces se le exigió que comiese manjares sacrificados a los ídolos, y al negarse Sabas, lo ataron a un tronco y lo arro-jaron al el río Buzau, donde murió ahogado.
Santa Teresa de los Andes (1900-1920)
Nació el 13 de julio de 1900 en Santiago de Chile, hija de una familia acomodada, que pronto sufrió descalabros económicos, la vida de Juanita Fernández Solar fue la de una muchacha sana, cariñosa, deportista y desenvuelta, dotada generosamente por la naturaleza y por la gracia. Tuvo seis hermanos y siempre amigas y amigos. Su caridad para con el prójimo se manifestó desde niña en la ayuda que daba a niños, ancianos y necesitados, así como al personal del servicio doméstico de su familia o de las fincas de familiares y amistades, donde pasaba sus temporadas de vacaciones.
A los quince años de edad es Jesucristo quien la llama y se empieza a preparar, comulgando diariamente e intensificando su vida de piedad. Al año de casarse su hermana mayor recibe la contestación afirmativa a su solicitud para ingresar al Monasterio carmelita de Los Andes.
Ahora su apostolado lo realiza por la oración y por su santificación personal a favor del prójimo, en especial por los sacerdotes y los pecadores del mundo entero. También escribe cartas a todos, amigos y familiares. En ellas demuestra la calidad de su espíritu y los muchos dones que recibió de Dios. En un escrito de ella se encuentra este pensamiento: “La verdadera carmelita, según entiendo, no vive: Dios es el que vive en ella. Eso es lo que trato de realizar, contemplar incesantemente al Ser divino, perdiendo mi nada criminal en su océano de caridad. Esto es lo que quiere de mí Jesús: renuncia y muerte de mi ser para que Él viva en mí.”
En marzo de 1920 aseguró que le había sido revelado por Dios en la oración que moriría pronto. Y en efecto, un mes después cayó gravemente enferma de tifo. Murió en tiempo pascual, un mes y medio después de haberlo anunciado. Había hecho antes la profesión religiosa en el lecho de muerte, logrando en tan breve tiempo la consumación de su vida y su perfección.
* Pidamos hoy a Santa Gemma una gran devoción a la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo que nos inspire a ofrecer nuestros sufrimientos por la salvación de las almas y la conversión de los pecadores.