San Dámaso I, Papa
Fue Papa de 366-384. Es célebre por su fervor en promover el culto a los mártires de Roma. Restauró los antiguos cementerios, consignó en las inscripciones los recuerdos de las grandes persecuciones, con lo cual impulsó definitivamente el culto de esos santos. Además, por petición del Papa Dámaso, san Jerónimo tradujo la Biblia al latín.
San Daniel (409-493)
Nacido en 409 en Turquía, fue el más célebre de los estilitas después de su maestro San Simeón. Fue cenobita y anacoreta antes de pasar los treinta y tres últimos años de su vida subido en una columna (stulos en griego) a las orillas del Bósforo. Su vivienda era una plataforma que reposaba sobre dos altos pilares, circundada por una balaustrada y coronada por un pequeño tejado. La gente se congregaba a su alrededor para escuchar la predicación de Daniel que nunca recurría a los adornos de la retórica y a palabras difíciles. Siempre trataba los mismos temas: la necesidad de amar a Dios, puesto que Él nos ama; la infelicidad que produce el pecado; y el amor al prójimo y muy particular a los pobres. Los emperadores bizantinos recurrían a menudo a sus consejos y, como los demás, tenían que subir por una escalera si querían hablar con él.
Beata Maravillas de Jesús(1891-1984)
Nació en Madrid, España. A los 19 años entró en contacto con las obras de Santa Tere-sa de Jesús y de San Juan de la Cruz y decidió consagrarse a Dios en el monasterio de carmelitas descalzas de El Escorial. El principal motivo que llevó a Maravillas al Car-melo fue el amor a Cristo, sus deseos de imitarle. Centenares de veces en sus cartas expresa este anhelo de amarle con locura, de corresponder al infinito amor de Dios.
Dios le inspiró fundar el carmelo del Cerro de los Ángeles que habría de ser como una lámpara viva que se consumiese en reparación ante el Corazón de Cristo. Fue nombra-da priora de la comunidad, y pronto inauguraba varios nuevos carmelo. Sufrió mucho junto con sus carmelitas durante la guerra civil española, pues fue expulsada de su con-vento, sufriendo mil penalidades hasta que pudieron pasar a la zona nacional e instalarse en un antiguo y abandonado convento.
Después de la guerra, en muy pocos años las fundaciones de nuevos carmelos se multi-plicaron . Sus hijas la amaban entrañablemente y por eso era obedecida sin mandar, tal era su equilibrio, su serenidad, su caridad y su delicadeza con todas. Corregía, decía la verdad, pero sin herir jamás a nadie. Tuvo siempre una inmensa comprensión para las flaquezas y debilidades ajenas y procuraba siempre animar, levantar y consolar.
Murió en el carmelo de La Aldehuela el 11 de diciembre de 1984 a los 83 años de edad, rodeada de sus hijas, con una muerte llena de paz y entrega. Repetía: “Qué felicidad morir carmelita!”
Fue beatificada en 1998 por el Papa Juan Pablo II.