Santoral 1 de mayo | San José Obrero, San Segismundo y Beata María Leonia Paradis

San José Obrero

La fiesta de San José, obrero, es una buena ocasión para pensar en nuestra obligación de continuar la obra de la creación y de realizarla bien.  Es lo que diríamos: «la Obra Bien Hecha». Dios pide al hombre colaboración asidua y consciente en la Creación.

El Concilio Vaticano II, nos dice:  «El mensaje cristiano no aparta a los hombres de la edificación del mundo, ni los lleva a despreocuparse del bien de sus semejantes, sino que más bien les impone esta colaboración como un deber».

Un autor moderno nos dice:  «Si un hombre es barrendero, tendría que barrer las calles como pintaba Miguel Angel, como componía Beethoven, como escribía Shakespeare».  Se debe trabajar con amor; porque trabajar con amor, es tejer la tela con hilos de nuestro corazón, como si el ser amado fuera a usar esa prenda de vestir; es arrojar semillas de ternura, y cosechar con alegría, como si el ser amado fuera a comer ese fruto.  Es impregnarlo todo de amor.

El 5 de enero de 1964, desde Nazareth, exhortaba el Papa Paulo VI a aprender la lección del trabajo, la conciencia de su dignidad.  Y nos señalaba a todos «al gran modelo, al hermano divino, al defensor de todas las causas justas, es decir: a Cristo, Nuestro Señor», el hijo del carpintero, como era conocido Jesús.  Y con el hijo, el padre, San José, obrero.  ¡La Obra Bien Hecha».  El realizaría tareas sencillas, pero pondría toda su alma en hacer las cosas bien.  No haría cosas extraordinarias, pero lo ordinario lo haría extraordinariamente.  Que él sea nuestro ejemplo a seguir en  las  tareas que hagamos cada día de nuestra vida y pidamos a él su intercesión para que nuestro trabajo sea siempre agradable a los ojos de Dios. 

San Segismundo (+524)

Hijo de Gondebaldo, rey de Borgoña, se casó con Ostrogota, hija del rey de Italia.  Abjuró del arrianismo, gracias a la predicación de San Avito, obispo de Vienne.  Segismundo se comportó desde entonces como un cristiano fervoroso y se dedicó a desarraigar el arrianismo de sus futuros súbditos.  Reconstruyó y engrandeció la abadía de Agaune, en Suiza, e hizo llamar a numerosos monjes para repoblarla.

Cuando su padre murió, Segismundo fue coronado rey de Borgoña.  Cometió dos grandes faltas durante su reinado:  la primera fue desterrar a los obispos que se atrevieron a reprocharle que hubiera aprobado el matrimonio incestuoso de un noble de su corte. 

La segunda falta consistió en un crimen.  Para complacer a su segunda mujer, quien deseaba ver a su hijo en el trono, mandó matar a Sigerico, hijo de su primera mujer.  Sin embargo, se arrepintió pronto y profundamente.  Segismundo se arrojó sobre el cadáver del joven príncipe y lo cubrió de besos y lágrimas.  Después se retiró a Agaune, en Suiza, a hacer penitencia.  En ese mismo lugar hubo de esconderse, años después, cuando lo perseguían los hijos del rey Clodoveo, que tenían puestas sus ambiciones en Borgoña.  Los soldados de uno de ello, Clodomiro, lo atraparon y lo llevaron hasta su jefe.  Éste lo mandó arrojar a un pozo, con su mujer e hijos.

Los monjes de Agaune, que fueron enviados a rescatar el cadáver, aseguraron en la comitiva que muchos milagros se operarían a partir de entonces sobre su tumba. 

Beata María Leonia Paradis (1840-1912) 

Estas son palabras del Papa durante la Misa de beatificación de sor María Leonia, el 11 de septiembre de 1983:  “La nueva beata nació en Acadie, Canada.  Entró en la Congregación de la Santa Cruz, y fundó luego un instituto independiente:  las Hermanitas de la Sagrada Familia.  Tras una vida santa y llena de celo apostólico, murió en Sherbrooke, Quebec el 5 de mayo de 1912; humilde entre los humildes, se alinea hoy entre los que Dios ha elevado a la gloria, y me da alegría que esta beatificación sea la primera que tiene lugar en Canadá.

“Nacida de padres humildes, pobres y virtuosos, captó pronto la belleza de la vida religiosa, y sin dudar jamás de su llamamiento, pedía con frecuencia: “Señor muéstrame tus caminos”, para conocer la forma concreta en que debía servir a la Iglesia.  Descubrió y propuso a sus hijas espirituales un compromiso especial: el de servir en centros de educación, en seminarios y casas de sacerdotes. No temía las diversas formas de trabajos manuales, que es la tarea de muchas personas hoy en día y fue honra de la Sagrada Familia y de la vida misma de Jesús en Nazaret.  En ello vio precisamente la voluntad de Dios para su vida. Sabía que se unía a la actitud fundamental de Cristo “venido no para ser servido, sino para servir”.  Estaba invadida plenamente por la grandeza de la Eucaristía y por la grandeza del sacerdocio al servicio de la Eucaristía; en ésta tuvo uno de los secretos de sus motivaciones espirituales.”

* Hoy me voy a proponer “hacer lo que debo y estar en lo que hago”,  ofreciendo todo mi trabajo a Dios con alegría. 

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