Santa Viridiana (1178-1247)
Hija de un noble toscano, Viridiana nació en Castel Fiorentino, Toscana, Italia, y murió en esa misma localidad, donde vivió treinta y cuatro años encerrada en una pequeña celda por deseo propio.
Toda su vida estuvo abrumada por los favores divinos y pensando que era demasiado feliz, obtuvo de Jesucristo el participar de las persecuciones que Él mismo había soportado por parte de los demonios, los cuales la atormentaban noche y día hasta la víspera de su muerte, sin por eso quitarle la alegría interior de la que siempre gozó.
Santa Emma (+1300)
Esposa de Ricardo “Sin Miedo”, jefe de Normandía, fue madre del rey San Eduardo de Inglaterra, al cual supo formar muy bien en cuanto a su fe y sus costumbres. De ella pudo decir su hijo: “La única tristeza que nos produjo en toda su vida, fue haberse muerto”. Por muchos siglos se ha conservado intacta la mano derecha de Santa Emma, con la cual repartió tantas limosnas a los pobres.
Santa Viridiana (1178-1247)
Hija de un noble toscano, Viridiana nació en Castel Fiorentino, Toscana, Italia, y murió en esa misma localidad, donde vivió treinta y cuatro años encerrada en una pequeña celda por deseo propio.
Toda su vida estuvo abrumada por los favores divinos y pensando que era demasiado feliz, obtuvo de Jesucristo el participar de las persecuciones que Él mismo había soportado por parte de los demonios, los cuales la atormentaban oche y día hasta la víspera de su muerte, sin por eso quitarle la alegría interior de la que siempre gozó.
Beato Andrés de Segni (1230-1302)
Nació en Anagni, Italia, y desde su profesión como franciscano, Andrés obtuvo permiso para irse a vivir a una gruta de los Apeninos. La decisión no agradó demasiado a su familia, empeñada en buscar afanosamente la honra humana. Por ejemplo, nada más ceñirse la tiara, su tío Alejandro IV intentó nombrarlo cardenal. Andrés rechazó el honor, y veinticinco años más tarde, hizo lo mismo con su sobrino Bonifacio VIII. Bonifacio, muy edificado, deseó entonces vivir lo suficiente para subir a su tío a los altares, pero no fue posible ya que ambos murieron al mismo tiempo.
Andrés de Segni se cuenta entre los santos más sabios. Hacía falta serlo para sobresalir en un tiempo en el que santo Tomás de Aquino, san Buenaventura y el beato Duns Escoto ocupaban el primer puesto en la escena filosófica y teológica. Hay un tipo de verdades que son tal vez las más molestas para quienes niegan lo sobrenatural y se sienten perplejos ante la fe de las grandes inteligencias: Andrés, por ejemplo creía en la existencia de los demonios y en las almas del purgatorio.
En sus últimos años, dice su biógrafo que Andrés ”llevaba una vida más angélica que humana”. Muy seguido caía en éxtasis, en ese estado en que el alma, sin conciencia de tiempo y espacio, es como llevada al seno de Dios donde goza de una alegría inefable.
Beata Ella (+1261)
Ella Fitzpatrick se casó con Guillermo, un hermano de Ricardo Corazón de León al que acompañó en la tercera cruzada. El barco en el que regresaban a Inglaterra se vio envuelto en una tempestad y Guillermo creyó ver a su esposa sosteniendo con las manos el mástil que estaba a punto de romperse. Agradecido por una intervención decisiva para su vida, decidió no volver a pegarle, cosa que hacía a menudo. Cumplió su promesa, y desde entonces vivió tan virtuosamente como su esposa. A su muerte, Ella fundó en Alycock un convento de religiosas agustinas del cual fue su primera abadesa.
San Raúl (Salesman)
Fue un monje muy fervoroso enviado por san Bernardo el año 1132 a fundar el famosos monasterio de Valle de las Celdas, en Cambray, al norte de Francia. Allí estuvo de superior por veinte años y con sus monjes se dedicó a la oración, a la lectura de los libros sagrados y a enseñar a los campesinos a cultivar técnicamente los campos.
Recomendaba a todos que rezaran cada día muchas veces: Miserere, Aleluya y Te Deum, o sea: Señor, ten piedad, Gracias a Dios y Bendito sea Dios.
Santa Alicia (siglo V)
Santa Alicia nació en el año 400 y desde los veinte años, hasta su muerte, se dedicaba a asistir enfermos y ayudarles a soportar con paciencia y por amor a Dios todos sus dolores, en un hospital de París. Su más grande deseo era obtener que Cristo le dijera en el día del Juicio aquello que Él prometió que les dirá a los que atienden bien a los enfermos: “Todo el bien que le hiciste a cada uno de estos humildes, fue a Mí mismo a quien lo hiciste. Venid al reino preparado por mi Padre desde el principio de los siglos”. (Mateo 25,40)
* Pide hoy a Santa Emma que te consiga la gracia de dar apoyo y alegría a cuantos tengan que ver contigo.