Conviene situarse en el ambiente creado en Betania después de la resurrección de Lázaro. Todos los presentes quedaron paralizados por el estupor. Tal fue el asombro, que el mismo Jesús les tiene que indicar que liberen al muerto resucitado de las vendas que le impedían moverse.
¿Qué pensó Lázaro al saberse vivo? No lo sabemos, quizá sentiría como si volviese de un sueño profundo. Después se ve amortajado, ve mucha gente a su alrededor, sus hermanas, sus amigos, y Jesús con los suyos. Todos tendrían los ojos abiertos a causa de la sorpresa, Jesús estaba allí con restos de las lágrimas derramadas, pero con el rostro alegre e imponente. Preguntaría que había pasado y al contárselo se dirigiría lleno de amor y respeto al Maestro y al Amigo. No parece fácil reproducir la escena, pero es muy de suponer que no habría muchas palabras, sino una adhesión plena y total entre el discípulo y el Maestro.
Si antes de la resurrección podían designar a Lázaro como el que ama Jesús. ¿Qué dirán después? Lázaro querría a Jesús y creería en Él más aún que antes. Sentiría una mezcla armoniosa de amistad y respeto muy sobrenatural y muy humana. Gran respeto porque le había hecho atravesar la puerta de la muerte volviendo a la vida, gran amistad porque le consta que lloró por él. Conocería con mayor profundidad y clara experiencia el amor de Jesús: «me quiere como Dios y como Hombre». «Es mi Amigo Todopoderoso». La amistad entre los dos alcanza un nivel difícil de explicar, pues es agradecimiento, querer corresponder, fe total, adoración en el sentido más estricto. Le quiere a Jesús como lo que es, como Dios y como Hombre. Y se siente querido, experimentando el amor divino capaz de resucitar y el amor humano captado por todos cuando decían: mirad como le amaba.
¿Y sus hermanas? Habían sufrido mucho los días anteriores; la enfermedad grave de su hermano, su muerte, el entierro; pero, sobre todo, ver que Jesús, capaz de hacer tantos milagros, no prestaba atención a su hermano. Serían auténticas tinieblas la que vivirían en sus almas esos días, especialmente María más sensible que la práctica Marta. Al ver a su hermano saliendo del sepulcro ante la llamada imperiosa de Jesús quedarían paralizadas como el resto de los presentes. Una honda alegría debió inundar entonces toda su alma. La luz sucedía a la noche. ¡Lo quería de verdad! ¡ha hecho el milagro,! ¡El sabe porque ha esperado al cuarto día!, Jesús sabe más que nosotras que sólo vemos lo que está delante de nuestros ojos. Y aumentaría también en ellas el amor y la fe en el Maestro. ¿Cómo agradecer el bien que nos ha hecho? Es muy posible que desde entonces este pensamiento llenase su corazón. María encuentra el modo de mostrar el agradecimiento de la manera que más pueda agradar a Jesús, y lo hace en la comida celebrada en Betania en casa de Simón el leproso, seis días antes de la Pascua en que Jesús va a sufrir la Pasión.
La escena la recogen Mateo, Marcos y Juan. Veamos la narración de Juan: Le dieron allí un banquete, Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. María tomó una libra de perfume de nardo legítimo, de gran precio, ungió los pies de Jesús y los enjugó con sus cabellos; y el aroma del perfume llenó la casa [256]. Mateo precisa que el frasco era de alabastro y que antes de ungir los pies lo derramó sobre la cabeza de Jesús. Marcos señala que rompió el frasco para que se gastase todo, sin ahorro alguno. Judas, criticando, dirá el precio de aquel perfume: trescientos denarios, es decir, el salario de un trabajador durante un año, una cantidad espléndida.
¿Por qué María hizo aquel gesto verdaderamente magnánimo? Es difícil penetrar en el corazón de alguién, pero podemos intentarlo. María vivía vida de oración, había escogido la mejor parte. María está agradecida por la resurrección de su hermano. María había llorado cuatro días al difunto lo que revela la calidad de su amor. María había sido perdonada por Jesús de su antigua vida de pecado y su arrepentimiento lo manifestó públicamente ungiendo y llorando a los pies del Maestro que había dicho se le ha perdonado mucho porque amó mucho. María sabe querer y el amor es sabio. No era posible separar estos hechos de la sensibilidad de aquella mujer. María quiere agradecer a Jesús todo el bien recibido y encontró el modo: ungir de nuevo al Señor. ¿Acaso no es costumbre ungir a los huéspedes con perfumes? Y escogió lo mejor: nardo legítimo. Además algo intuía del futuro de Jesús. «La intuición de una mujer comprendió más que los mismos Apóstoles, aunque a éstos se les había predicho explícitamente la Pasión y Muerte de Jesús»[257]. Así lo descubre Jesús a los que no entienden se anticipó a mi sepultura [258], ha hecho una buena obra conmigo…ha hecho cuanto estaba en su mano: se ha anticipado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura [259]. «María estaba ofreciendo algo a Jesús como si éste fuera ya la víctima que había de ser sacrificada por los pecados del mundo. El derrame del ungüento era una anticipación del enbalsamamiento en el pensamiento de María»[260]. La intuición de María acierta. El gesto dirá mucho más que todas las palabras del mundo y, además, en público.
La muerte viene volando sobre Betania
María de Betania rompe un frasco de alabastro que representa al mundo
como si se tratara de su corazón lo ha roto
y vierte el río de nardo sobre la cabeza fúnebre de Jesús
la casa se ha llenado de extremaunción
ah el perfume de nardo que representa al mundo que dice adiós
los que van a morir desean ternura
Jesús puede pero no quiere ser una excepción
María enjuga los pies adorados como la pecadora aquella
el amor es idéntica a sí mismo(…)
el Maestro dice adiós empapado en nardo [261]
La mayoría de los comentaristas destacan en esta unción el elevado valor del perfume. Los presentes también se sorprendieron de ello, a muchos les pareció demasiado, Judas lo criticó en voz alta. Seguro que a María le pareció poco, y lo mismo pensaría Lázaro y Marta. Ellos saben querer y entienden al Maestro.
Es cosa clara que entiende mejor las cosas quien más ama. El que ama poco entiende menos, el que no ama no comprenderá el sentido de un regalo, el que odia lo entiende todo al revés. Los tres hermanos se unirían en el significado del regalo que le hacían a Jesús. El nardo legítimo era un símbolo de su fe y de su amor, un símbolo magnífico, pero al mismo tiempo muy inferior al amor que ellos habían recibido. ¿Habría aceptado el Señor un regalo en metálico? ¿O bienes materiales? ¿Hay algún bien superior a la vida natural? ¿Y a la vida eterna? Parece como una broma pensarlo. Los bienes que Jesús recibe los utiliza siempre para consolar a los pobres y para el mantenimiento sencillo de los que le siguen. Pero aquí se trata de una despedida, se trata de dejar bien claro que le entienden y le quieren de un modo pleno. Le quieren como El quiere ser querido. Y Jesús acepta la unción.
María capta la soledad de Jesús. No se trata de una soledad de aislamiento, pues está rodeado de gente que le quiere, muchos lo han dejado todo para seguirle. La soledad de Jesús es la soledad del que está en la cumbre y los demás en el valle, es la soledad del que sabe todo y los demás sólo saben una parte y no conviene que sepan más; es la soledad del que se sabe Mediador único. Es el único Mediador porque es Dios y Hombre verdadero; como Dios, la distancia con los demás es infinita, pero como Hombre también lo es; su alma humana está en Dios, como los santos estarán en el Cielo, pero del modo más alto posible; ve con su conocimiento humano lo que los demás sólo pueden captar por la penumbra de la fe. Jesús sabe bien en que consiste el Sacrificio redentor, la calidad de amor y de dolor que exige, y sabe que los demás no pueden captar tal exigencia ni podrían soportar su conocimiento pleno. La Redención la tendrá que realizar El sólo.
María busca acompañar el Alma de Jesús y para ello unge su Cuerpo como diciéndole: «te seguiré dondequiera que vayas», «comprendo algo tu sacrificio real». Por otra parte la unción tiene un sentido religioso muy hondo. En las familias israelitas se realizaba como manifestación de agasajo al huésped en diversas ocasiones, pero aquí hay mucho más contenido: Jesús es el Ungido de Dios.
Las unciones con aceite o ungüentos se utilizaban en Israel para consagrar a los reyes y a los sacerdotes, pero también para otros muchos usos como la consagración de altares y de las víctimas de los sacrificios. La unción es una consagración por lo que el ungido se convierte en posesión total de Dios, alguién sagrado. La unción es una santificación a través de la cual Dios eleva y purifica al ser humano consagrado; se da con ella una transmisión de poder real y sacerdotal. Se solía realizar con aceite de oliva o con otros ungüentos.
Jesús fue ungido directamente por el Espíritu Santo en el momento de su Encarnación cuando fue concebido en las entrañas virginales de María Santísima. El Espíritu Santo unge la Humanidad santa de Jesús y le hace Rey, Juez y Sacerdote de la Nueva Alianza. También será la Víctima del nuevo Sacrificio a través del cual se perdonará el pecado y se concederá a los hombres la gracia de ser elevados a la condición de hijos de Dios, si los hombres quieren.
María en Betania intuye estas cosas, no sabemos si las había escuchado a Jesús en sus predicaciones, pero acierta en su gesto. Jesús se sabe comprendido, al menos un poco. Todos los que están en aquella comida le quieren, salvo Judas, pero no todos entienden bien lo que hace. María le expresa su amor y el de sus hermanos con este gesto simbólico y generoso María dice sin palabras a Jesús que entiende su sacrificio.
El hecho de que la unción la realice con nardo -perfume muy delicado- pone un toque de femenina ternura que completa el sentido religioso. Le dice sin palabras que no está solo, ni lo estará en el momento de su muerte. Le dice que si el pecado es fuerte como la muerte, el amor es más fuerte que la muerte y más fuerte que el pecado, como había sido dicho en el Cantar de los Cantares. ¡Se pueden decir tantas cosas sin palabras!. Jesús las entiende y las agradece; es más, dirá solemnemente que aquel gesto debe repetirse y recordarse, En verdad os digo: dondequiera que se predique el Evangelio en todo el mundo, se contará también lo que ella ha hecho para memoria suya[262]. Jesús con este comentario, anima a los cristianos de todos los tiempos a elevar su mirada por encima de las visiones demasiado cotidianas y pequeñas. Y eso sólo se puede hacer desde la oración y el amor de Dios.
Un pequeño detalle nos confirma, más aún, en lo que estamos meditando, María rompió el frasco de alabastro que contenía el ungüento de nardo. No quiere reservarse nada para sí, ni nada para nadie. No debe haber cálculo en la entrega, y la unción, símbolo de fe y de entrega plena al Maestro, debe ser hasta la última gota. La generosidad de María es total. Además es magnánima. ¡qué prueba tan clara de magnanimidad el derroche de María! Judas se lamenta de que se ha echado a perder un perfume que valía -con su codicia, ha hecho muy bien sus cálculos- por lo menos trecientos denarios [263]. Este gesto es símbolo de no poner recortes ni condiciones al que todo lo dio por nosotros. María habla con gestos silenciosos y Jesús entiende y agradece. La casa se llenó de la fragancia del nardo y del amor de María. El tiempo que durase el aroma del perfume sería un recuerdo sensible de la intensidad de aquellos momentos tan cargados de contenido.
¡Que bien entendería la Madre de Jesús aquel gesto cuando se lo contasen, y cómo lo agradecería! Es muy posible que María ocupase un lugar más íntimo en el corazón de la Madre después de aquella unción. Gracias, hija mía, has hecho lo más oportuno y lo que yo misma hubiera hecho si hubiese estado en mi mano. Gracias, hija mía, por la alegría que le has dado a mi divino Hijo. Como buenos cristianos aprendamos a entender y alabar a Jesús del modo más oportuno; el amor y la fe guiarán nuestros deseos para acertar.
Otro detalle completa la escena, María ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos[264]. ¿Cómo no ver aquí una renovación de la unción hecha por la Magdalena arrepentida? Algunos opinan que son mujeres distintas, es tema de libre discusión. Es más creíble que sea la misma mujer, pues de hecho el gesto es similar y como un recuerdo, equivale a decir: «tu gracia no ha sido vana en mí», «mi conversión ha sido total». Y Jesús agradecería este gesto añadido al más general de la unción. La primera unción estaría llena de dolor por los pecados cometidos, quizá con el temor de ser rechazada a pesar de ser pública la conversión; la segunda es gozosa, ya es una nueva mujer, es totalmente cristiana ya no queda nada de la pecadora. La humildad del gesto es agradecida, no temerosa, pues el que teme no es perfecto en el amor enseñó Juan años más tarde inspirado por el Espíritu Santo. María ya no teme nada para ella, sólo teme no querer suficiente y del modo como les enseña el Maestro. Aprendamos de María a entender a Jesús.
[256] Jn 12,2-3 [257] Fulton Sheen. Vida de Cristo. p. 284 [258] Mt 26,12 [259] Mc 14,6-8 [260] Fulton Sheen. ibid. [261] José Miguel Ibañez Langlois. Libro de la Pasión, poema 7 [262] Mc 14,9 [263] Beato Josemaría Escrivá. Amigos de Dios. n. 126 [264] Jn 12,3
Reproducido con permiso del Autor,
Enrique Cases, Mujeres valientes 3ª ed Eunsa pedidos a eunsa@cin.es