Vivía mal. Su mirada no le permitía ver el cielo. Pero un sábado, cuando menos lo pensaba, Jesús pasó por su vida y la enderezó después de dieciocho años de inclinación forzada.El enderezamiento de esta mujer parece algo pequeño si se compara con otros milagros de Jesús, pero la irritación de los fariseos ante el hecho nos permite ver algo más hondo tras este acto compasivo del Señor. Jesús hizo el milagro en sábado y eso da pie a los enemigos del Señor para atacarle. Jesús, a su vez, responde con contundencia. Veamos la narración evangélica: Tomando la palabra el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús curaba en sábado, decía a la muchedumbre: seis días hay en los que es necesario trabajar, venid, pues, en ellos a ser curados, y no en día de sábado. El Señor respondió: ¡Hipócritas!, cualquiera de vosotros ¿no suelta del pesebre en sábado su buey o su asno y lo lleva a beber? Y a ésta hija de Abrahan, a la que Satanás ató hace ya dieciocho años, ¿no era conveniente soltarla de esta atadura en día de sábado? Y cuando decía ésto, quedaban avergonzados todos sus adversarios, y toda la gente se alegraba por todas las maravillas que hacía[304].
La alegría de la gente y la queja rencorosa de los fariseos da mucho que pensar. Unos ven las maravillas de Dios, pero otros, en cambio, no ven -o no quieren ver- la mano de Dios en el milagro. Por eso no les alegra la curación de una hija de Abrahán. La mujer enderezada miraría con asombro la discusión.
La sabiduría más plena consiste en ver las cosas como las ve Dios: comprender el sentido divino que las cosas y las situaciones tienen. Si los hombres se sientesen siempre mirados por Dios su vida sería bien distinta. Dios contempla a cada hombre con mirada amorosa y paternal, y su vida adquiere un colorido y un calor entrañable cuando alguien consigue persuadirse de esta realidad.
El mismo milagro de la mujer encorvada puede dar luz para entender mejor lo que es la presencia de Dios. Había allí una mujer poseída por un espíritu, enferma desde hacía dieciocho años, estaba encorvada sin poder enderezarse de ningún modo. Al verla Jesús, la llamó y le dijo: Mujer, quedas libre de tu enfermedad. Le impuso las manos, y al instante se enderezó y glorificaba a Dios[305].
Vivir encorvado es una postura que ilustra muy bien lo que es vivir sin presencia de Dios. La postura del cuerpo impide ver el cielo. No es posible a la persona encorvada una mirada de amplios horizontes. Su mirada está concentrada en el suelo, o en su propio cuerpo. Está, en cierta manera, ensimismada. Es como una pobreza, no sólo en el cuerpo, sino también del alma. Por el contrario, el que disfruta de horizontes amplios es más fácil que tenga el alma más dilatada: conoce más, porque ve más.
Más importante que la visión de los ojos es la de nuestra mente. Es muy distinto comprender el sentido de los acontecimientos, que estar ciego ante ellos. Un hombre culto ve muchas más cosas que un ignorante; un médico ve los síntomas de la salud o de la enfermedad en aquellos con los que se trata; un sastre su modo de vestir, cualquier profesión da un modo de ver peculiar de la realidad. Ver con fe es captar el fondo último de las cosas y los acontecimientos. Eso es la visión sobrenatural de la vida, sin la cual se vive como encorvado hacia el suelo o hacia sí mismo.
La mujer da gloria a Dios al enderezarse. Su alegría ante la nueva posición del cuerpo, le permite agradecer a Dios el don recibido. Tiene visión sobrenatural. En ella se cumple lo que dice Nuestro Señor Jesucristo: Si tu ojo fuere bueno, todo tu cuerpo quedará iluminado, pero si tu ojo fuere malo, todo tu cuerpo quedará en tinieblas. Mira no sea que la luz que hay en tí sea oscuridad[306].
Para ver las cosas con mirada divina se requiere la iluminación de Dios, pero conviene tener los ojos bien abiertos. Para ver no basta la luz; hay que mirar. Se trata de no pasar por la vida como por un túnel o -como decía Platón viendo las cosas como quien está en una caverna y sólo conoce las sombras por la débil luz que le llega de la abertura de la cueva-. Conviene salir fuera y mirar, adquirir la medida divina de las cosas. Contemplar la belleza de la Creación, encontrar a Dios en todo. Esta es la meta.
Para adquirir la medida divina de las cosas es necesaria la oración. La gracia empapa poco a poco el alma del que reza, y la fe se convierte en luz que permite ver las cosas como las ve Dios. Cierto es que sólo en el Cielo captaremos todo en plenitud; pero en esta vida, si se reza, se va caminando de luz en luz, como el niño que se va convirtiendo en hombre y entiende cada vez mejor las cosas.
Buena meta es conseguir lo que indica Surco: Vamos a no engañarnos…-Dios no es una sombra, un ser lejano, que nos crea y luego nos abandona; no es un amo que se va y ya no vuelve. aunque no lo percibamos con los sentidos, su existencia es más verdadera que la de todas las realidades que tocamos y vemos. Dios está aquí, con nosotros presente y vivo: nos ve, nos oye, nos dirige, y contempla nuestras menores acciones, nuestras intenciones más escondidas.
Creemos esto…, pero ¡vivimos como si Dios no existiera! Porque no tenemos para El ni un pensamiento, ni una palabra; porque no le obedecemos, ni tratamos de dominar nuestras pasiones; porque no le expresamos nuestro amor, ni le desagraviamos…
-¿Vamos a seguir viviendo con un fe muerta? [307].
El modo de conseguir una fe viva es cuidar muchos pequeños detalles que favorezcan la presencia de Dios. Algunas veces serán directamente los símbolos religiosos: una iglesia, un crucifijo, una estampa -que tantas veces se llama recordatorio-, como el que lleva la fotografía de las personas queridas en la cartera o la coloca en la mesa de trabajo. Pero otras veces se tratará de aprovechar la cosas usuales: un semáforo que recuerda el cielo en verde y el infierno en rojo, la sirena de una ambulancia, el despertador, las vías de un tren, el reloj en la muñeca acostumbrada o en la otra, las escaleras… Cada uno puede encontrar lo que mejor le sirva y darle un contenido que eleve la mente a las realidades superiores.
Así se endereza la mirada, se da gloria a Dios y se evita una vida encorvada mirando las pequeñeces próximas como si fuesen el mundo entero. Brotarán de tu alma, más actos de amor, jaculatorias, acciones de gracias, actos de desagravio, comuniones espirituales. Y esto, mientras atiendes a tus obligaciones: al descolgar el teléfono, al subir al medio de transporte, al cerrar o abrir una puerta, al pasar delante de una iglesia, al comenzar una nueva tarea, al realizarla y al concluirla; todo lo referirá a tu padre Dios[308].
San Juan Crisóstomo animaba a esta presencia de Dios habitual diciendo: Conviene que la atención de la mente no se limite a concentrarse en Dios de modo repentino, en el momento en que nos decidimos a orar, sino que hay que procurar también que cuando está ocupada en otros menesteres, no prescinda del deseo y el recuerdo de Dios»[309] . Así la oración se hace continua[310]. Pues se capta todo como reflejo de Dios. Las criaturas -dice San Juan de la Cruz-son como un rastro del paso de Dios. Por esta huella se rastreará su grandeza, su poder, sabiduría y todos sus atributos[311].
La presencia de Dios es fruto del amor también. No está la cosa en pensar mucho sino en amar mucho, la mirada del enamorado sabe captar detalles ocultos para el extraño. Podemos encontrar a Dios en todas las cosas de la tierra, pero sobre todo se encontrará en el fondo del alma. Así lo expresa la beata Isabel de la Trinidad ¡Es tan agradable esta presencia divina!… Me gusta encontrarle aquí, en lo más profundo de mi ser, en el cielo de mi alma, porque El nunca se aparta de mí, Dios en mí y yo en El ¡Oh, esto es mi vida! La felicidad de mi vida consiste en la intimidad interior con los huéspedes de mi alma. Con presencia de Dios se puede llegar a decir: Convéncete, hijo, de que Dios tiene derecho a decirnos: ¿piensas en Mí?, ¿tienes presencia mía?, ¿me buscas como apoyo tuyo?, ¿Me buscas como Luz de tu vida, como coraza…, como todo? -Por tanto reafírmate en este propósito: en las horas que la gente de la tierra califica de buenas, clamaré: ¡Señor! En las horas que llama malas, repetiré: ¡Señor!»[312].
La mujer encorvada al enderezarse pudo mirar al cielo y su mirada se encontró con la de Jesús que la contemplaba con gozo. Poco le importarían las críticas de los fariseos con el cuerpo erecto, pero con el alma encorvada en sus pensamientos torvos.
[304] Lc 13, 14-17 [305] Lc 13,10-13 [306] Lc 11,34-35 [307] Surco n. 658 [308] Beato Josemaría Escrivá. Amigos de Dios. n. 149 [309] San Juan Crisóstomo. Homilía 6 sobre la oración. [310] Beato Josemaría Escrivá. Es Cristo que pasa. n. 8 [311] San Juan de la Cruz. Cántico espiritual. 5,3 [312] Forja 506
Reproducido con permiso del Autor,
Enrique Cases, Mujeres valientes 3ª ed Eunsa pedidos a eunsa@cin.es
Definitivamente las cosas materiales sentimentales son un pequeno regalo de Dios son simbolos grato de comunicacion espiritual. G.a D.
Este pasaje de la Palabra me impacto gratamente,porque me parece que muy pocas veces o quizas nunca lo habia escuchado, y me puso a reflexionar en el amor tan grande de Nuestro Señor que nos sana de cualquier enfermedad, hasta de cosas que a veces nos parecen imposibles de ser sanadas. Gracias Señor porque dia a dia me confirmas que eres el Unico que me ama sin limitaciones
preciosa reflexion sobre la mujer en la sinagoga, en el lugar donde debia estar erecta estaba doblada, pero lo maravilloso es que estaba Jesus y donde esta Jesus cualquier cosa puede suceder. soy pastor evangelico y me ha fascinado esta interpretacion. gracias y muchas bendiciones
Este pasaje de la Palabra me impacto gratamente,porque me parece que muy pocas veces o quizas nunca lo habia escuchado, y me puso a reflexionar en el amor tan grande de Nuestro Señor que nos sana de cualquier enfermedad, hasta de cosas que a veces nos parecen imposibles de ser sanadas. Gracias Señor porque dia a dia me confirmas que eres el Unico que me ama sin limitaciones
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La lectura de este texto me ha parecido interesante hay muchos puntos para reflexionat pero lo q me ha parecido muy practico es hacerme notar que los pequeños detalles de nuestra vida cotidiana pueden hacer conciente la presencia de Dios en nuestra vida y màs aún mis actos rutinarios sean momentos de oración y asi lograr que mi amor por El siga creciendo.¡Gracias por el artículo! y le felicito porque estoy segura que aunque no le comenten ha conseguido q muchos y muchas aumenten el amor a Dios
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