El pobre Lázaro

Parece que Lázaro era rico. Vivía en un lugar privilegiado cerca de Jerusalén, con agua abundante, palmeras y jardines. No es su residencia una vivienda para desheredados de la vida. Su hermana pudo hacer un regalo generoso y caro, pero si nada se tiene, nada se puede regalar, aunque se quiera. Fue enterrado en un sepulcro cavado en la roca, cosa reservada a los muy ricos. Sus amistades se cuentan entre los más importantes, cosa lógica en los que se mueven en un determinado nivel.

La única parábola en que uno de los protagonistas tiene nombre propio es aquella que habla de pobre llamado Lázaro. El mismo rico de la palabra no tiene nombre propio como no lo tienen los protagonistas de las demás parábolas con que Jesús eneñaba al pueblo. ¿Por qué lo hizo así Jesús? No lo sabemos con certeza, pero cabe suponer una delicada indicación del Señor señalando que Lázaro tenía el espíritu de pobreza a pesar de ser rico en bienes materiales. Jesús al citar al pobre con el nombre de Lázaro parece hacer un homenaje al desprendimiento de su amigo, rico en bienes, pero pobre de espíritu.

Aprovechando este matiz meditemos sobre la pobreza. Caben cuatro posibilidades en relación con las riquezas materiales: la del rico que pone su corazón su corazón en las riquezas, esta es una actitud rechazada por Jesucristo. Otra es la del pobre que lleva con paciencia sus carencias materiales, es difícil y alabada por Dios. Pero caben otras posibilidades una de ellas es la de ricos que viven desprendidos de los bienes materiales, tienen cosas, pero no abusan sino que son sobrios, socorren a los pobres, trabajan y si las cosas van mal no desesperan. No se puede decir que sean malos, más bien son buenos pudiendo actuar como los ricos egoístas. Asimismo cabe encontrar pobres llenos de codicia y pereza; no tienen bienes materiales, pero su corazón es malo y está lleno de deseos de cosas que le faltan, pero de las que abusarían si las tuviesen. Son cuatro extremos que se dan en la vida real. Jesús enseñó que ricos y pobres pueden y deben vivir el espíritu de probeza. o que es imposible es decir que se es pobre y no ser humilde. Esto es lo que se ha llamado después de Cristo: pobreza evangélica. Veamos como puede realizarse esto.

La insistencia de Jesús en la importancia de la pobreza es grande. Frases como Nadie puede servir a dos señores,porque o tendrá aversión al uno y amor al otro, o prestará su adhesión al primero y menos preciará al segundo: no podéis servir a Dios y a las riquezas[112] no pueden dejar indiferente a nadie. Tampoco las lamentaciones sobre los ricos ¡Ay de vosotros, ricos ya habéis recibido vuestro consuelo[113], o el comentario con que cierra la parábola de aquel que gana mucho y hace planes para vivir comodamente y con seguridad: pobre loco, hoy te reclamarán tu alma[114].

La bienaventuranza sobre la pobreza es muy esclarecedora, pues matiza que la pobreza verdadera nace en el alma: Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los Cielos[115]. Los mismos Apóstoles quedan admirados ante la fuerza de la exclamación de Jesús cuando el joven rico no quiere ser generoso para seguir a Cristo porque tenía muchas riquezas: ¡Qué difícilmente entrarán en el Reino de los Cielos los que tienen riquezas![116] .

La vida de Jesús es un modelo de pobreza y desprendimiento, nace en un establo y muere en una cruz. Ahora bien conviene destacar que durante el período más largo de su vida vive del trabajo de sus manos,sólo cuando por exigencia de la acción de la vida pública no puede realizar un trabajo remunerad, acepta limosna y da lo que sobra a los pobres, éstas limosnas son las que administraba Judas Iscariote. Su pobreza es real pero no le vemos mendigando. A sus discípulos les advierte que no tiene donde reclinar la cabeza, pero viste con dignidad y sin llamar la atención de modo que estos vestidos no son despreciados por los que le crucifican, sino que los echan a suertes, luego les apetecía su posesión, no eran andrajos. En su conducta podemos ver mucha luz para aprender a vivir la pobreza evangélica en la situación real en la que cada uno nace o en la que corresponde vivir por familia o por trabajo. Desde luego no dice Jesús nunca que todos los hombres tengan que mendigar, más bien insistirá en que el que tenga de limosna al que no tiene.

La enseñanza de Jesús es para todos los hombres, y todos pasarán por la tentación de poner las riquezas como meta de su vida. Unos nacen en familias ricas y poderosas, otros nacen en la miseria, la mayoría nace en ambientes en que la subsistencia está asegurada y pueden vivir con dignidad. La enseñanza de Jesús tiene que ser válida para todas estas situaciones. Por otra parte al pasar el tiempo, muchos que nacen ricos empobrecen, y muchos que nacieron pobres adquieren riquezas. ¿Tendrá validez para ellos la enseñanza de Nuestro Señor? Evidentemente, sí.

Para vivir la pobreza se debe empezar por lo interior y seguir después en lo externo. Siempre es necesario el desprendimiento, después vienen las aplicaciones a las diversas situaciones que se dan en la vida. Veamos con detalle esta condición primera de la pobreza. El desprendimiento es una manifestación de humildad. Estar desprendido equivale a no ser egoísta y posesivo. El desprendido no pone el corazón en las cosas, no se apega a ellas, las usa y nada más. Esto es válido para el rico y para el pobre en bienes materiales. Podemos encontrar a uno con muchos bienes y sea pobre de espíritu, si está desprendido. Mientras que uno que carezca de bienes puede ser esclavo de la codicia y el mal deseo de bienes y no ser pobre de espíritu.

Después deberá cuidar esa pobreza de espíritu de una manera distinta el que tiene y el que no tiene. Por ejemplo el que tiene deberá ser generoso, dar limosna, cuidar la sobriedad, no dejar de trabajar, crear puestos de trabajo, ejercitar el desapego de esas cosas que le rodean que se pueden convertir en una cadena de oro que le aprisione. La vigilancia para el que tiene debe ser constante y no es nada fácil. El que no tiene, convendrá que no deje de trabajar, ni se desanime ante la adversidad, tenga paciencia, y evite la codicia y la envidia ante lo que tengan otros, tanto cuando alardean con ostentación como cuando son sencillos.

El despredimiento como manifestación de humildad es necesario para que la pobreza sea virtud. San Gregorio Magno dice: no la pobreza, sino el amor a la pobreza hace la virtud [117].

Cabe que la soberbia se introdujese como un virus en la pobreza y la corrompa. Imaginemos que alguien vive voluntariamente separado de los bienes materiales, pero lo hace por un secreto orgullo con el fin de ser admirado en su pretendida generosidad; aquello no sería la pobreza predicada por Cristo, sino una forma retorcida de pecar de orgullo, disfrazándolo hipócritamente de virtud.Ya lo vieron así los griegos cuando ante un cínico que alardeaba de pobreza decían: “a Antístenes se le ve su orgullo a través de los agujeros de su vestido”.

De un modo parecido el que no tiene bienes materiales y no santifica la dura condición en que se encuentra sin ofrecer sus sufrimientos a Dios. Lo pasa mal, se llena de ira y de rencor,y ,encima, no le sirve para que su alma mejore en ese dolor.

Lo más frecuente es que una persona trabajadora adquiera bienes. Si le acompaña la suerte puede que incluso se cuente entre los ricos. ¿Es que se le puede decir que las riquezas conseguidas con esfuerzo le hacen malo? Evidentemente, no. Jesús ya lo advertía con claridad: el problema está en servir a las riquezas o servirse de ellas, es decir, ponerlas como fines o como medios, usar pero no abusar. Además, si bastase con ser pobre en el sentido material para ir al Cielo, sería suficiente dejar de trabajar y malgastar lo que se tienepara alcanzar la vida eterna, pues pronto se sería pobre; sólo pensarlo provoca una sonrisa, pues no es eso lo que enseña el Señor.

Por otra parte se ha dado a lo largo de los siglos una interpretación en la Iglesia que ha oscurecido la recta posibilidad de vivir la pobreza para los cristianos corrientes. Se advierte cuandose dice: «las riquezas son malas»,»el dinero corrompe», «huyamos de las riquezas». Los más extremistas en esta falsa visión son los maniqueos -que consideraban la materia mala, y con ella los bienes materiales- y muchas herejías similares se han dado a lo largo de la historia como la de los cátaros y albigenses. Muchos buenísimos cristianos se apartaron de los negocios humanos para no contaminarse con el atractivo del mundo. ¿Hacían mal? No. El Espíritu Santo guiaba a estos miles de hombres y mujeres que se alejaban del mundo y hacen voto de pobreza para vivirla apartados del mundo. De esta manera se ha dado testimonio en la Iglesia de que se puede vivir por encima de las inquietudes económicas, y se anuncia con fuerza que el bien definitivo es el cielo. Pero, ¿y la mayoría de los cristianos que no se apartan del mundo?, ¿acaso están dispensados de vivir la pobreza evangélica?. Los fieles que no se apartan del mundo también deben ser santos, pero no solían darse soluciones para que viviesen la pobreza cristiana en medio del mundo, considerando los bienes materiales como una de los enemigos del hombre más peligrosos. Olvidaban que cada uno debe ser santo donde ha sido llamado por Dios y no salirse de su sitio, que es una locura. Otro efecto dañino era que muchos puestos importantes de la sociedad civil quedaban en manos de no cristianos, y, a veces, en manos de obradores de iniquidades. Al cristiano se le hacía difícil ser fermento en medio del mundo generando estructuras civiles santas y evitando las estructuras de pecado que suelen producir los hombre perversos y los ignorantes.

Jesús habla en muchas ocasiones del trabajo honrado. Es muy significativo que en la parábola de los talentos recrimine la pereza del que no ha hecho rendir su talento diciendo: debías haber dado mi dinero a los banqueros, y así, al venir yo, hubiera recibido lo mí junto con los intereses[118]. La profesión de banquero es tomada como ejemplo de aprovechamiento de los bienes materiales y de los espirituales.

Pero sin desprendimiento se hacen imposible todas las recomendaciones para vivir la santidad.Convenceos de que si de veras deseamos seguir de cerca al Señor y prestar un servicio auténtico a Dios y a la humanidad entera, hemos de estar seriamente desprendidos de nosotros mismos: de los dones de la inteligencia, de la salud, de la honra, de las ambiciones nobles, de los triunfos de los éxitos [119]. Se trata de ser pobre de los bienes materiales,pero también de la fama, los honores, el poder, e incluso la salud en la humildad del desprendimiento.

Los difícil es controlar el egoísmo, una vez conseguido esto lo demás viene sólo. La pobreza de espíritu se convierte en libertad y se evita la hipocresía. Se alcanza un desasimiento que acaba en la posesión de Dios, cada vez más íntima y más intensa [120]. Así se puede tener muchas cosas por herencia y no caer en el egoísmo. es posible trabajar con nobles ambiciones humanas y no separarse de Cristo. Es posible, en fin, ser del mundo sin ser mundano.

Esto es el principio, después conviene concretar. La frontera entre lo necesario y lo superfluo varía con enorme facilidad. Basta considerar las cosas que necesita una persona del siglo XX y compararlas con las de los que vivieron en cualquier siglo anterior, se comprueba que vivían tan felizmente muchas generaciones sin la mayoría de las cosas que muchos estiman hoy como necesarias. Todo hombre tiende a crearse necesidades pero aquel tiene más que necesita menos [121]. Para evitarque se vayan creando necesidades superfluas es necesario tener el alma despierta y vigilante. Pasar y repasar de vez en cuando sobre lo que se usa para que sea un abuso más que un uso. Un ejercicio útil es ver como se reacciona cuando falta algo no necesario.

No es infrecuente que un desastre económico hunda a algunas personas por tener que descender de su nivel social, y al revés otras personas en iguales circunstanciasalcanzan un nivel humano superior. Los hechos son los mismos, pero las personas revelan su calidad interior en las situaciones difíciles. San Pablo decía: Sé pasar necesidad y se vivir en la abundancia; a todo estoy bien enseñado: a la hartura y al hambre, a abundar y a carecer[122], cosa nada fácil. En otras palabras se trata de no enviscarse ni aprovecharse en la abundancia, y desonreir y no quejarse en la necesidad. Esto es vivir la pobreza cristiana en medio del mundo. Este es el camino de la vida eterna y de la vida serena en la tierra.

Un criterio que solía dar el Beato Josemaría Escrivá de Balaguer es tener la mentalidad de un padre de familia y numerosa y pobre.. El criterio sirve para cualquier país y situación económica. Este padre de familia piensa más en sus hijos que en él, trabaja para que sus hijos tengan lo mejor, se priva de muchos caprichos en función de la familia. El criterio permite encontrar soluciones concretas y no perderse en una casuística agotadora y siempre incompleta.

Este modo de ver la pobreza enlaza con la maganimidad, virtud cristiana muy necesaria. Santo Tomás define esta virtud como la disposición del ánimo hacia las cosas grandes[123], y la llama ornato de todas la virtudes. Ciertamente el magnánimo es lo más opuesto al tacaño, al roñoso y al avaro en lo que hace referencia a la virtud de la pobreza. La pobreza debe ser magnánima y esta disposición a lo grande, sin que se convierta en lujo o aprovechamiento egoísta, se consigue por la rectitud de intención. El msagnánimo está dispuesto a gastar mucho por motivos grandes que marque la caridad o la justicia, pero sabe combinar este gasto con la sobriedad en lo personal. Por ejemplo, será magnánimo gastar en mejorar el culto a Dios, o en obras sociales, pero no lo será gastar para caprichos privados. Un ejemplo es el recojido en “Es Cristo que pasa”:cuentan que un día salió al encuentro de Alejandro Magno un pordiosero, pidiendo limosna. Alejandro se detuvo y mandó que le hicieran señor de cinco ciudades. El pobre, confuso y aturdido, exclamó: ¡yo no pedía tanto! Y Alejandro repuso: tú has pedido como quien eres; yo te doy como quien soy»[124].

La unción de María en Betania hecha a Jesús poco antes de la Pasión muestra lo que es la magnanimidad en claro contraste con la crítica hipócrita y falsa de Judas Iscariote: María, tomando una libra de perfume muy caro, de nardo puro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se llenó con la fragancia del perfume. Dijo entonces Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que iba a entregarle: ¿Por que no se ha vendido este perfume por trecientos denarios y se ha dado a los pobres? Pero esto lo decía no porque él se preocupara de los pobres, sino porque era ladrón, y, como tenía la bolsa se llevaba lo que echaba en ella[125]. El contrate entre María y Judas es total; ella es rica, generosa y pobre de espíritu; Jesús la alaba. Judas es ladrón y esconde su miseria en la crítica amarga descubierta por Juan con precisión. De hecho poco después Judas vendió a Jesús traicionándole: Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue donde los príncipes de los sacerdotes para entregárselo. Estos, al oírle, se alegraron y prometieron darle dinero[126]. Lucas añade que entró Satanás en él. El precio fue de treinta monedas de plata: el precio de un cordero pascual. Los hechos hablan por sí solos. María es rica externamente y pobre en el corazón. Judas se muestra como maestro de pobreza y, en cambio, en su interior es ladrón y codicioso.

Para un hombre de hoy que quiere seguir a Cristo con todas las consecuencias son muy útiles las indicaciones del Beato Josemaría Escrivá de Balaguer:Todo cristiano corriente tiene que hacer compatibles, en su vida, dos aspectos que pueden parecer a primera vista contradictorios. Pobreza real, que se note y que se toque -hecha de cosas concretas-, que sea una profesión de fe en Dios, una manifestación de que el corazón no se satisface con las cosas creadas, sino que aspira al Creador, que desea llenarse de amor de Dios, y dar luego a todos ese mismo amor. Y, al mismo tiempo, ser uno más entre sus hermanos los hombres, de cuya vida participa, con quienes se alegra, con los que colabora, amando el mundo y todas las cosas buenas que hay en el mundo, utilizando todas las cosas creadas para resolver los problemas de la vida humana, y para establecer el ambiente espiritual y material que facilita el desarrollo en las personas y de las comunidades. Lograr la síntesis de esos dos aspectos es -en buena parte- cuestión personal, cuestión de vida interior, para juzgar en cada caso lo que Dios nos pide. No quiero, pues, dar reglas fijas, aunque sí orientaciones generales[127] Cada cual piense en la presencia de Dios como está viviendo la pobreza evangélica, pues el uso de los bienes materiales es uno de los termómetrtos mejores para conocer la temperatura espiritual, pues revela la calidad de algunas virtudes esenciales como son la caridad y la humildad.


[112] Mt 6,24

[113] Lc 6,24

[114] Lc 12,20

[115] Mt 5,3

[116] Mc 10,23

[117] San Gregorio Magno. Sermones morales

[118] Mt 25,27

[119] Beato Josemaría Escrivá. Amigos de Dios. n. 114

[120] ibid.

[121] Camino n. 630

[122] Fil 4,10

[123] cfr. Suma teológica. II,II q.129 a.1

[124] Beato Josemaría Escrivá. Es Cristo que pasa. n. 160

[125] Jn 12,3-7

[126] Mc 14,10-11

[127] Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer. n. 111

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