Concilio de Constantinopla

Las decisiones tomadas en este Concilio, ratificarían la unidad doctrinal de los creyentes y servirían para estrechar las relaciones con la Iglesia de oriente.

Domno

 

Breve pero dichoso fue el pontificado de Domno. Desde su elección, el 2 de noviembre del 676, este papa romano pudo dedicarse al embellecimiento de la Urbe y a la construcción de templos.

 

Vio cómo volvía a su jurisdicción la Iglesia de Rávena, que el desagradecido Constante II había desvinculado en tiempos de Vitaliano, en el año 666. Por fin, se calmó el conflicto monotelita. También Bizancio, como estaba haciendo Roma, mostraba voluntad conciliadora.

 

En efecto, el emperador, que acababa de rechazar la primera embestida de los árabes, no subestimaba el peligro. Veía con claridad que era urgente sofocar las querellas internas que por culpa del monotelismo debilitaban su imperio. Y entendía que no había mejor aliado que el papa para restaurar la cohesión de sus súbditos. Con tal convencimiento escribió a Domno rogándole que le mandara un legado. Pero el papa no llegó a tener noticia de esta propuesta tan alentadora porque murió poco antes de recibir la misiva imperial, el 11 de abril del 678.

 

San Agatón

 

Con su sensibilidad de griego originario de Sicilia, Agátón, consagrado el 27 de junio del año 678, supo obtener el máximo de ventajas de las buenas disposiciones del emperador. Comenzó por confirmar la condena del monotelismo, tal como la había formulado el papa san Martín I en el 649. Pero esa primera medida, que adoptó con ocasión del sínodo reunido en Letrán en la Pascua del 680, no le pareció suficiente. Él quería que se proclamara la doctrina católica en un gran concilio ecuménico. Y escribió al emperador para que le consintiera reunirlo en Constantinopla a partir de noviembre de aquel año (680).

 

Esa carta representa una etapa importante en la afirmación del primado del papa y de la posición central de la Iglesia de Roma, que es presentada formalmente como el eje de toda la cristiandad: «Sólo la Iglesia dirigida por el sucesor de Pedro puede garantizar al Imperio aquel carácter universal que le ha hecho perder la aparición de los nuevos reinos germánicos, sustituyendo la antigua unidad política por el vínculo de la unidad religiosa». De este modo, el papa presentaba a la Iglesia -de la que era cabeza- como «la madre espiritual del Imperio» y se permitía dirigirse al emperador como «a un hijo».

 

El tercer concilio de Constantinopla (680-681) (sexto de los ecuménicos) rindió la mejor acogida a los legados del papa al mensaje pontificio. Liquidó en serio el conflicto del monotelismo y condenó expresamente la opinión de Honorio.

El pontificado relativamente breve de Agatón conoció otro éxito destacado: un mayor estrechamiento de las relaciones entre Roma y la Iglesia en Inglaterra. El papa apoyó eficazmente al obispo de York en sus esfuerzos por hacer que los ingleses adoptaran la liturgia romana. Las tierras británicas se convertirían pronto en un auténtico semillero de misioneros fieles a Roma; uno de los más conocidos, san Bonifacio, sería factor decisivo en la unión de las Iglesias germánicas con el papado.

 

Nada tiene de extraño que, después de un pontificado tan positivo, haya sido Agatón venerado como santo. La iglesia celebra su fiesta el 10 de enero, día en que falleció del año 681.

San León II

 

También en esta ocasión eligieron los romanos como obispo a un griego originario de Sicilia. Era diciembre del año 681. Antes de ratificar la elección, Constantino IV Pogonato quiso cerciorarse de que el nuevo papa confirmaría las decisiones del reciente concilio de Constantinopla. Era comprensible la prudencia del emperador, puesto que el concilio acababa de condenar la conducta del papa Honorio, corresponsable, por negligencia, del envenenado enfrentamiento a causa del monotelismo. Pero ¿accedería un papa a remachar la condena de uno de sus predecesores?

 

León II era un hombre cultivado, prudente y lleno de deferencia hacia el emperador. No dudó ni un instante en confirmar las decisiones del concilio y, respecto al espinoso asunto de la condena de Honorio, hizo incluso más de lo que se esperaba de él: decretó que, en lo sucesivo, cada uno de sus sucesores, al ocupar la silla de Pedro, la renovara expresamente.

 

El pontífice demostró además su simpatía por los católicos orientales erigiendo en Roma una iglesia para los griegos: San Jorge en Velabro. Y restauró también la iglesia de Santa Sabina.

 

San León II murió el 3 de julio del 683, en cuyo día se celebra su fiesta.

 

San Benedicto II

 

León II había fallecido en julio del 683. Pues bien, el emperador no ratificó la elección de Benedicto II hasta el 26 de julio del 684, un año después. Semejantes esperas se hacían insoportables.

 

El nuevo obispo de Roma obtuvo del emperador que, para acelerar tales formalidades, delegara aquella especie de derecho de veto en su representante en Occidente, el exarca o gobernador de Rávena. Los romanos se mostraron dispuestos a reconocer a Rávena el derecho a confirmar la elección de su obispo si, en contrapartida, la Iglesia en Rávena se sometía definitivamente a la jurisdicción de Roma.

 

El emperador prestó su conformidad. Y Benedicto, para agradecerle con obras su benevolencia, dedicó especial atención a que todos los obispos de Occidente conocieran las decisiones del tercer concilio de Constantinopla. Y no siempre fue empresa fácil que las asumieran; en España, particularmente, los obispos se mostraron bastante recelosos en lo tocante a su independencia.

 

San Benedicto II murió el 8 de mayo del 685.

 
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